Secretos, envidia, poder, dinero y traiciones, son el ingrediente perfecto para un desenlace trágico.
La traición aveces viene de la propia sangre, y la lealtad se paga con ella también.
El día que descubrió la verdad, el mundo de Érika se tambaleó.
La traición de una persona querida, la muerte de su padre y la revelación de que ella era la heredera de aquel secreto familiar tan bien guardado, la empujaron a una nueva realidad, todo es nuevo y peligroso para ella, podrá lograr seguir su vida?
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Capitulo 20 - Caída de los inocentes.
Valdez se encontraba en una pequeña casa, escondido como una rata, lleno de miedo. Su esposa y sus dos hijos estaban en el sótano, sin saber el por qué, solo siguiendo las instrucciones de el, que se veía tan alterado como nunca antes. Valdez había asegurado todas las entradas y ventanas, pero sabía que era cuestión de tiempo para que lo encontrarán los rusos.
Tenía su arma en mano, dispuesto a todo y esperando lo peor. En su teléfono había varias llamadas perdidas, de sus hombres, y amigos policías, hasta del intendente. Definitivamente todos lo buscaban, y el sabía que no era para simplemente saludarlo.
Mientras miraba de reojo detrás de una cortina. Tomo el teléfono y llamo otra vez a Javier.
[Llamada telefónica]
—Javier, decime que tenés algo, todos están atrás nuestro, nos pisan los talones. ¡Nos van a hacer mierda!. Están por todos lados. Tengo a mi familia escondida, pero no sé cuánto tiempo más vamos a poder aguantar —dijo Valdez, su voz se escuchaba temblorosa por el miedo.
—¡Es todo una mierda! ¡Roberto era un hijo de puta! El cuaderno que encontré era una mierda con dibujos de mi hermana —respondió Javier, con el terror y desesperanza en su voz.
—Decime dónde estás y voy a buscarte. Hay que irnos a la mierda de acá, hay que salir del país, decime que al menos tenes tarjetas o plata en efectivo —dijo Valdez, desesperado sintiendo el peligro inminente.
—Estoy cerca de la mansión, voy a ir a la casa de Carlos, capaz encuentro algo ahí. Por la guita no te preocupes, tengo varias tarjetas, y plata sobra por ahora, te llamo en un rato —dijo Javier, colgando el teléfono.
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Todo parecía estar silencioso y pacífico, pero era una ilusión. Valdez estaba sentado en la sala, su revólver sobre la mesa. Mientras ajustaba su chaleco anti balas, de repente, escuchó un ruido sospechoso a fuera de la casa. Su corazón se aceleró. Se acercó lentamente y se asomó por la ventana, intentando ver algo en la oscuridad.
—¡La puta madre! —exclamó Valdez, para si mismo, mientas un sudor frío recorría su cuerpo.
Valdez abrió la puerta, al no ver nada salió, tratando de mantener la calma. El lugar estaba demasiado oscuro y sospechosamente tranquilo. De pronto, un disparo silenciado rompió el silencio. Valdez cayó al suelo, con su rodilla derecha sangrando.
—¡Mierda! —gritó, arrastrándose hacia la puerta intentando entrar y cerrarla.
Dos hombres vestidos de negro salieron de las sombras, avanzando con si fueran militares. Valdez disparó su revólver, pero los hombres eran rápidos y esquivos. En segundos, uno de ellos estaba sobre él, quitándole el arma y sometiendolo contra el suelo.
—¿Drónde está Kavier? —preguntó uno de los hombres, con un acento ruso inconfundible.
—¡No lo sé! ¡No soy a quien buscan! —gritó Valdez, su voz estaba casi quebrándose del miedo.
El otro hombre, con una expresión fría y calculadora, sacó un cuchillo y se lo mostró a Valdez.
—Habla ahora, o tu familia sufrirá —dijo, acercando el cuchillo a la garganta de Valdez, pero al hablar en ruso, el no entendio ni una palabra.
La mirada de Valdez reflejaba el terror que jamás había demostrado antes.
—¡Solo di dónde está Javier y su hermana!—repitió el hombre, hablando en ruso, sin obtener respuesta.
Uno de los hombres se acercó a la puerta del sótano. Observando que ahí estaba oculta su esposa e hijos. Valdez, con toda la desesperación consumiendolo, trató de gritar, pero el otro hombre lo golpeó en la cabeza, dejándolo inconsciente.
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Siguiendo las órdenes de Boris, todo fue rápido y silencioso. Los rusos eran expertos en su trabajo. Entraron al sótano y, sin mediar palabra, ejecutaron a la familia de Valdez. Los disparos fueron precisos, evitando cualquier grito. En un rato, todo estaba terminado.
Tomaron a Valdez, y luego de atarlo, lo arrastraron hasta una camioneta. Luego de eso, revisaron bien la casa, buscando cualquier documento o pertenencia que pueda darles más pistas sobre Javier o Erika. Trayendo unos bidones con combustible, incendiaron la casa, quemando los cuerpos sin dejar rastro alguno.
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Valdez despertó aturdido, con un dolor punzante en la cabeza, y mucho dolor en su rodilla. Miró a su alrededor, estaba en un lugar extraño, definitivamente no era donde se escondía. Trató de levantarse, pero se dió cuenta que estaba atado fuertemente a algo.
Lágrimas de desesperación y dolor brotaron de sus ojos. Estaba aterrado por su vida, y por la de su familia, sin saber que ellos ya habían sido asesinados.