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Dos Dimensiones

Dos Dimensiones

Status: Terminada
Genre:Completas / Malentendidos / Elección equivocada / Traiciones y engaños / Dejar escapar al amor / Juego del gato y el ratón / Amor-odio
Popularitas:3.2k
Nilai: 5
nombre de autor: Miguel Antonio Alba La O.

La juventud es la etapa de nuestros mayores miedos, pero también de nuestros más escandalosos amores.
¡Ven y acompañame en esta historia donde la religión y el amor hacen estragos!

NovelToon tiene autorización de Miguel Antonio Alba La O. para publicar essa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Conociéndose mejor

Diciembre se acercaba y con él, el arduo mes el Día del Educador.

Era la etapa de los cierres del primer semestre. Además los alumnos podrían disfrutar de La Navidad.

Diana estaba sentada en el lugar de Elizabeth. Era miércoles y se sorprendió de que su compañera de asiento hubiera faltado el lunes, así como también el martes. Como siempre Samuel decidió tomar los minutos de descanso entre turnos para molestarla. Gabriel estaba en un concurso de Matemáticas así que no la defendería y de por cierto no quería que la defendiera.

Ella podía solita controlar la situación.

Bueno, al menos eso siempre se decía, pero terminaba descubriendo que en especial Samuel era un peligro que debía ser mantenido a raya.

Al ver que aparte de Daniela, Alexa salía a defenderla soltó un suspiro. No pudo imaginarse que debía haber cambiado para que su antigua amiga saliera a defenderla del agobiante Samuel.

-Déjala en paz Samuel, no puedes dejar las manos quietas un segundo, o es que quieres convertir a Diana en otra de tus innumerables conquistas.

-¡Como sabes tú de mis conquistas, chismosa! – Le gritó él – ¡No me hagas enojar y retírate!

Alexa sonrió. Era una sonrisa descarada y con obvias insinuaciones del tipo de persona que era. Ella no se avergonzaba. Diana la conocía desde siempre y Alexa le daba igual mostrarle sus cartas a los demás si en realidad el juego terminaría inclinándose a su favor.

La similitud de esta chica con la torre del ajedrez era alarmante. No había esquinas ni bordes para ella, solo el destinado adelante y al lado devastador para todo aquel que se metiera en su camino. Ella era una chica de armas tomar y por supuesto era razonable tenerla como amiga no como enemiga.

En un momento Diana creyó que tendría que luchar contra ella, pero en realidad Alexa solo se sentía herida de que la hubieran desplazado del lugar de amistad.

Diana también se había equivocado. Por supuesto una vez que la enfrentó se solucionaron las cosas totalmente.

Alexa observaba a Samuel como una presa.

No lo iba a admitir, pero le había gustado que su amiga entrara a la comunidad cristiana. Por una parte odiaba a la chica de antes que le decía que sí a todas sus locuras. La nueva Diana era letal, radical, una bomba de emoción que no dejaba paso al aburrimiento.

Amaba a la nueva Diana.

Ahora. Odiaba a Samuel. No porque no supiera que por mucho que el chico lo negara estaba babeando por Diana. Sino porque era de las que pensaba después de que le abrieran los ojos, que cada espacio debe ser respetado.

-Puedo ser lo que dices, ¿pero tú eres lo que dices ser? – Le amenazó ella pinchándole con obstinación… -Nadie debería poder aguantar la pesadez de un chico que para nada es sincero con sus sentimientos.

Daniela también atacó dejándole helado y quieto en el sitio.

-Es por eso que nosotras las chicas terminamos eligiendo algo mejor. Eres infantil y tiendes a repetir tus estrategias – se pasó la mano por el pelo – Me suenan a gastado. Te sorprenderías de conocer el lado valiente de las chicas cristianas.

-¡He, témpano de hielo! – Le gritó Alexa – que las mundanas también tenemos coraje

Daniela le dedicó una sonrisa de lo más siniestra y divertida.

-Samuel, no olvides que las mundanas también pueden darte dolores de cabeza, tenlo en cuenta para el futuro y el nuevo semestre.

Samuel miró a las tres chicas. Todos los demás estaban por ahí. Los pocos que habían quedado en el aula observaban y cotilleaban de lo que veían con prestigiosa rapidez.

Matemática se estaba retrasando, mientras que en el aula se adelantaba el detonante de una bomba atómica.

-¡Diana quiero hablar contigo!… - dijo Samuel crujiendo los dientes – Solo eso, ¿hasta cuándo vas a escapar de mí?…

Diana retrocedió dos pasos, escondiéndose entre Alexa y Daniela. Samuel volvió a repetir con una voz más grave y siniestra las mismas palabras, pero la chica sentía los pies pegados en el mismo lugar.

-Diana me has desafiado más de una vez y te las he perdonado. Si haces este numerito no puedo asegurarte que saldrás ilesa una vez más – habló Samuel con los puños apretados y rematando a la joven con una mirada cruel – Nadie puede salvarte de la realidad de que necesitamos hablar.

Por una extraña razón. Diana sintió que ese Samuel que estaba al frente: el de mirada asesina, el de rostro contraído. Ese era el verdadero. Aquel que mostraba un perturbador dolor por nunca obtener amor de nada, ni de nadie.

-¡Que poco hombre eres! – Se burló Alexa – amenazando como un crio enamorado. Si eres un hombre no pondrás a una mujer entre dos aguas para elegirte que en resumen…. Es lo que quieres no es verdad.

Alexa tomó a Diana por una mano y la puso delante de Samuel.

-Deseas que ella sea solo para ti, deseas que ella sacie tus penas, puedo ver que todas las noches tratas de mitigar el fuego que te come las entrañas… - Alexa miraba tras los ojos de Samuel una bestia que necesitaba amor - ¡te digo porque!

Daniela notaba que las cosas se salían de control.

-¡Alexa para de una vez, las cosas no se resuelven de esta ma!… - quiso detenerla

Ella levantó una mano indicándole a Daniela que lo dejara estar.

-Vamos Samuel… ¡te digo por qué o prefieres ser el cobarde que todos ven que estás siendo! – Ella miró su reloj de pulsera – el tiempo pasa…

Tic, toc, tic, toc…

Samuel no dijo nada y se retiró a su asiento del final. Alexa soltó a Diana y le dedicó una sonrisa.

Daniela estaba aterrada. Por un momento creyó que Samuel las ahorcaría a las tres con tan solo la mirada.

Todos los turnos de clase restantes Samuel se la pasó mirando a Diana de lejos. Sorprendentemente algo había pasado en la vida del chico desde las palabras de Alexa.

Su mirada aparte de proyectar una emanante frialdad, mandaban mensajes de algo peligroso y oscuro. Era como si el verdadero Samuel hubiera estado dormido y ahora ante el peligro emergiera poniendo a dormir al lado socarrón e infantil de su personalidad.

Al sonar el timbre de salida. Diana prácticamente salió disparada de su lugar y con algunos libros en las manos. Estaba huyendo, huyendo de aquel Samuel desconocido para ella.

Caminó presurosa el camino hacia su casa, pero ya alguien le esperaba a la vuelta de la esquina. Ella echó a correr pero él dejando la bicicleta fue tras ella. Diana enloqueció cuando sintió las manos de Samuel apretando su cintura. Trataba de doblegarla pero ella lanzaba patadas y golpazos de todos los colores.

Samuel le habló en un susurro letal.

-Si sigues gritando, le digo a todos que esta es la típica pelea de novios… - la respiración agitada del chico rozaba su cuello – No te gustaría que tus amigos se imaginaran cosas sucias…

Todo menos eso. Su testimonio se iría a pique o cuesta abajo.

-Está bien, suéltame… - le pidió Diana ruborizada – prometo escucharte…

Samuel la soltó lentamente solo para ver que ella echaba a correr otra vez. Con un suspiro se lanzó otra vez a la persecución. Diana no llegó muy lejos. De nuevo sintió los duros músculos del joven apretando su cintura.

-¿Por qué yo?... ¿Por qué yo?... – susurraba Diana al punto de derramar lágrimas de desesperación - ¿No hay más chicas para que le digas lo que me vas a decir?

-Diana, acaso no eres consciente de todo lo que tienes para atraer a un hombre. Yo no soy un niño, lo dejé de ser hace mucho tiempo. No soy el típico personaje adolescente de noveno grado que se concentra en descubrir su sexualidad – se apretó más contra ella – Cuando yo ya he descubierto medio mundo, los varones de esta escuela no han descubierto ni el huerto.

Diana se sacudió pero encontró más resistencia de parte de su captor. Se preguntó si estaba reviviendo una tragedia romántica nunca contada o si en realidad su vida iría a parar a una telenovela.

-¡Samuel, suéltame! ¡Suéltame por favor! – Le rogó queriendo darle un golpe para soltarse - ¡Esto es acoso y si lo cuento pararás mal!

-Diana eres… yo tan solo quiero… - balbuceaba y era por la simple razón de que su cerebro se había desconectado de la función lingüística y solo había dejado las funciones primitivas. Diana se estremeció al sentir las manos del chico rozar su vientre.

-No puedo dejarte… es que eres adictiva – rozó con sus labios el cuello de ella – para alguien como yo eres perfecta.

Diana halló las fuerzas necesarias y se soltó de su agarre.

-¡Nunca, me entendiste!…. ¡Nunca después de lo que has hecho hoy!… - le gritó desesperada – Te detesto animal, te odio incluso ahora más que a Gabriel.

-¡Sí, ve con él, de seguro te leerá algunos Salmos para conquistarte! – él se alteró grandemente por su rechazo - ¡Luego déjale que te toque como la vulgar que eres!

Ella se acercó impidiéndole a Samuel reaccionar a tiempo. La bofetada le viró el rostro. Ella se tomó el dorso de la mano. Le había dolido más a ella de seguro que a él.

-¡Ya me has tocado tú, cerdo!, jamás creí que superarías este límite. No me conoces Samuel. La yo de antes no hubiera ofrecido ninguna resistencia; pero no debiste dudar que la yo de ahora te abofetearía – le dijo Diana conteniéndose de arañarle el rostro

Samuel se dio masajes en la mandíbula y con una sonrisa chulesca le amenazó.

-Traté de ser paciente. Traté de darte tiempo. Joder te di una flor. Nunca en mi vida le había dado una flor a una mujer. Me cansé de esperarte y de darte opciones – le dijo batiendo las manos al aire

¡Samuel, de verdad te has vuelto loco! – Dijo Diana sarcásticamente – si te acercas nuevamente te daré otra bofetada

-No Diana, no me acercaré nuevamente si tú no quieres. Te tendré... tarde o temprano serás mía. Es cuestión de economizar el tiempo.

-¿¡Economizar el tiempo!? – Dijo Diana con una carcajada – pero si no te queda nada de tiempo. Lo has perdido todo hoy Samuel.

-Diana, alguna vez fuiste observadora de las cosas. Me parece que no te has dado cuenta quien está en desventaja en este asunto. Te rodearé como un depredador y te asfixiaré – su sonrisa era creída y llena de pecado – Hoy te salvaron tus amiguitas, pero pronto no estarán para rescatarte. Habrá batallas que solo tú librarás contra mí.

Diana pasó por su lado y antes de irse le dijo.

-Si antes no eras nada para mí, ahora lo eres menos. No esperes que con esa actitud me doble ante tus encantos – su voz contenía una tristeza que no entendía – Una vez te dije: el agua y el aceite no se deben mezclar, tampoco lo salado con lo dulce.

-¿A qué le temes Diana? ¿Es que esperas que un príncipe azul aparezca de la nada? – dijo Samuel ahogado por la mezcla de emociones que sentía.

¿Ira? ¿Resentimiento? ¡Deseo! ¡Pasión!

-¡No Samuel, espero a alguien que me ame! – con estas palabras ella se fue dejándole mudo y se pudiera aún más rabioso.

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