Él es el pecado, la lujuria y la oscuridad, él es el Rey Demonio que conquistó el mundo y llenó la tierra de destrucción. Ella, una humana, cazadora, sobreviviente, con deseos de vengarse y liberarse de una maldición. Ambos lucharán contra el odio, el deseo e intensa atracción que los dominará poco a poco.
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UN FUERTE VÍNCULO
...EZRA:...
Terminé desnudo.
Las líneas de oscuridad se alzaban sobre la mandíbula de Ivonne y ella sufría, podía sentirlo en cada parte de su ser.
Se retorció nuevamente, derramando lágrimas por el dolor.
— Por favor, haz un esfuerzo y no te muevas — Dije, tocando sus mejillas, no había tiempo para caricias y besos, sus ojos avellanas me suplicaron — Será más difícil sino te quedas quieta, sé que el dolor en insoportable, pero hazlo. Después, todo terminará.
Me incliné sobre ella cuando soltó un quejido, obligando su cuerpo a permanecer inmóvil.
Abrí sus piernas, buscando su lugar escondido, a la pequeña flor.
La lujuria y el deseo creció en mi ser, agrandando mi masculinidad.
Toqué entre sus piernas y se arqueó. Era tan suave y delicada, tracé mis dedos con prisa, en su botón y ella gimió, perdiendo un poco su expresión de dolor a mi contacto.
El elixir apareció, empapando mis dedos y no di más tregua a la unión.
Su olor femenino llenó mis sentidos y mis impulsos primitivos salieron a flote.
Tomé sus muñecas con una de mis manos cuando se relajó y la inmovilicé contra la madera.
Abrí más sus piernas y tracé mi nariz por su cuello, mis colmillos se agrandaron y mis garras salieron cuando me acerqué a su centro.
Empujé y volvió a tensarse, soltando un quejido de dolor.
Esperaba que soportara mi sable.
— Solo un poco más y pasará — Susurré contra su cuello, mi cuerpo se tensó, impregnado por completo de deseo, estaba perdiendo el control, todo me estaba enloqueciendo, solo deseaba tomar a mi hembra como un salvaje y perderme en ella.
La bestia en mi interior se moría por salir, pero no lo permitiría.
Mis colmillos rozaron su piel y empujé mi cadera, hasta el fondo.
Ahogó un grito y mi instinto primitivo aumentó cuando sentí lo apretada que estaba.
— Malditos dioses — Gruñí contra su cuello — Me vas a enloquecer — Lamiendo su piel, saboreando su esencia.
Empecé a moverme, lento y suave, guiando a mi energía oscura a través de ella, encontrando su alma perdida entre tanta oscuridad, me uní a ella mientras embestía más y más rápido.
Las líneas de oscuridad en su piel fueron desapareciendo cuando arremetí, cuando el vínculo encajó, haciéndose más fuerte, marcando su interior, borrando el veneno lentamente.
Ivonne gimió una otra vez a mi largo empuje.
Su piel se calentó, su interior se abrió más y más, aceptando mi invasión.
Solté sus muñecas y observé su rostro.
Sus mejillas estaban rojas, su ojos brillantes y sus labios abiertos.
— Eres mi hembra, solo mía — Gruñí, trazando mis garras por su mandíbula.
Mis alas se desplegaron ante el placer en mi cuerpo, aumentando más y más.
Ivonne rodeó mis hombros y sus gemidos aumentaron.
Me elevé, con ella en mis brazos, la tomé de las caderas y arremetí.
Ella se aferró a mi cuerpo, sacudió sus caderas, desesperada por más.
— Oh, delicioso — Gimió contra mi oído.
Atrapé su boca, besándola cuando su interior se estremeció, colapsando.
Me derramé, estallando.
La solté a la fuerza cuando mi piel se convirtió en pelaje y mi hocico se alargó.
Ivonne se sentó, observando mi cuerpo, con el cabello cayendo sobre sus hombros y sus pupilas inquietas.
Salí huyendo de la carreta antes de cometer una locura.
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Mi forma de bestia no se escondió por un tiempo, me quedé alejado de la carreta donde estaba Ivonne, sintiendo golpes de descontrol a cada minuto.
Era como un animal en celo, el olor de mi hembra era más intenso y luché contra mi ganas de volver para tomarla de nuevo, muchas veces hasta saciar mis ansias.
No podía.
Ella no lo soportaría.
Destrocé un árbol con mis garras y lancé otra mirada a la carreta.
Mejor que no se le ocurriera salir de allí.
Un olor diferente empañó mis sentidos y algo surcó los cielos.
Reconocería esas alas aún estando ciego.
Lo sentí aterrizar y lancé mis garras, gruñendo.
Retrocedió y me aventé sobre el infeliz.
Cayó al suelo y solté un rugido.
Mis garras arremetieron contra su cuello.
Bloqueó mi ataque y me golpeó.
Salté hacia atrás.
Eriz sacudió sus alas, tomando distancia.
Sus cabellos largos negros estaban atados a una trenza y llevaba unas ropas de cuero, con dagas cruzadas sobre su pecho musculoso.
Estaba tan agotado que no servía para un enfrentamiento con mi hermano, aún así lo reté a acercarse.
— Tú, maldito, te voy a despedazar.
— Me alegra verte, hermanito — Dijo, haciendo una reverencia, sacudiendo sus alas negras — Aunque prefería tu apariencia más agradable.
— Si quieres verme desnudo...
— No, mejor quédate como un demonio — Cortó, asqueado.
— ¿Cómo rayos saliste del Inframundo?
Sus ojos rojos se estrecharon — Nuestro padre encontró la forma de abrir las puertas para nosotros.
— Solo los dioses tienen las llaves del Inframundo.
Arqueó sus cejas — ¿La lava y los perros del Inframundo no fue suficiente prueba?
— No te veía desde la rebelión, me diste la espalda y te quedaste postrado al lado del trono de mi padre, besando sus pies — Le enseñé los colmillos, olisqueando el aire en busca de otros compinches, pero al parecer estaba solo.
— Hay otros métodos, ponerme en contra de mi padre no es la forma más inteligente de destruirlo.
— Prefiero pelear que lamer sus suelas, eso es de cobardes — Gruñí y me evaluó detenidamente.
— Hueles diferente, hueles a mujer y tu aura oscura está más clara — Hizo un gesto de desagrado — Se que andas con una humana, una Sirla rabiosa y rencorosa me lo dijo. No pensé que tenías esos gustos tan detestables, dice que tienes un vínculo especial con ella, lo que se me hace difícil de creer, puesto que somos carentes de esas debilidades.
— ¿A qué viniste? — Demandé, sacando mis garras.
Enseñó sus manos — Tranquilo, Ezra. Mi padre no sabe que estoy aquí.
— ¿Ese infeliz está pisando este mundo?
— No, sabes que no puede salir, lo intentó, cruzar la puerta casi lo incinera, pero ha mandado a Glaidas a cumplir con sus deseos de venganza.
— Estúpidos demonios, el es peor tirano que yo — Resoplé.
— Mi padre es muy influyente y lo sabes. Glaidas es fiel a él y hará lo que sea para satisfacer las demandas de su señor. Cobrará tu traición
Me reí a carcajadas — Yo no le llamaría traición, jamás estuve de su lado.
Sacudió sus alas con espuelas — Te está cazando con las criaturas y debido a que estás herido, te aconsejo que te escondas muy bien.
— No soy un cobarde. Glaidas no es un dios, solo un demonio de raza pura.
— Pero no tienes las fuerzas para enfrentarlo.
Tenía razón.
— No confío en tu generosidad al venir a advertirme.
— Siempre estuve de tu parte Ezra, de los dos, yo soy el menos poderoso, así que enfrentarme a Glaidas no es una opción factible para mí.
— Demuestra estar de mi lado, mantenme informado de los movimientos de Glaidas y me los haces llegar. Utiliza tus poderes de camuflaje e invisibilidad para que no te descubran, si me traicionas voy a matarte — Lo señalé con mi dedo índice.
— Habrá otro despliegue de búsqueda en unas horas, espero que puedas esconder a tu humana muy bien, Glaidas guiará a sus criaturas y a los demonios en todas las direcciones — Avisó, observando al cielo — Hermano, es una forma muy patética de morir.
— No voy a morir, soy un semi dios — Aseguré, rugiendo.
— Con una carga como humana.
— Menciona eso de nuevo y te arrancaré las bolas — Lo amenacé.
— Te ves patético siendo un sentimental.
— Cierra el hocico, pedazo de escoria.
Rió — Yo no soy el que tiene hocico.
— Largo de aquí.
— ¿Qué harás tú? — Elevó una ceja.
— Voy a buscar una cura para mi ala, que Glaidas disfrute mientras puedas de jugar al rey porque cuando yo vuelva a los cielos el mundo temblará y el tendrá que esconderse bajo tierra — Sentencié y soltó un silbido.
— Faltaron los relámpagos.
Gruñí y se alejó volando a toda velocidad.
Eriz era mi medio hermano, su madre era una demonio de categoría media, por eso no era más fuerte que yo y era doscientos años menor.
Su madre, al igual que la mía, era una de las esclavas de mi padre y la concepción fue forzada.
Yo en cambio, fui producto de la lujuria y pecado de dos seres infernales con intereses de por medio, mi madre era un demonio de los más fuertes, con una apariencia tan hermosa y sensual que a mi padre no le pasó desapercibida, ella lo sedujo para tener poder, pero mi padre era astuto y lo supo de inmediato después de mi nacimiento.
La arrojó a un pozo de lava y disfrutó ver como su cuerpo se incineraba hasta pulverizarse, mientras me cargaba en sus brazos, obligando a ver su muerte, mientras me repetía una y otra vez que la traición se debía pagar con la muerte.
Lo odie desde ese instante.
Apreté mis puños, de ella saqué mi forma demoníaca y era el único que permanecía vivo de mi raza.
El olor de Ivonne volvió y me forcé a cambiar de forma para controlar mis instintos.
Volví a la carreta, descalzo y sin pantalones.
Ivonne estaba saliendo, vestida y al verme se tornó más sonrojada.
Casi me lancé sobre ella.
Pasé derecho y recogí mi ropa.
Salí, más decente y la encontré en el camino, comiendo fruta.
El jugo se derramó por su barbilla y me masculinidad dió un salto.
Me controlé, manteniendo la distancia.
— Sigamos, antes de que anochezca.
Asintió con la cabeza, incómoda, no me observó a los ojos.
Me puse en marcha, siguiendo la ruta que había marcado, caminamos por mucho tiempo, con pausa.
Ivonne bebió agua y comió porciones pequeñas a cada hora.
Nos encontramos con molinos de viento y casas solitarias, puentes de piedra, establos y esqueletos de animales y personas.
Ella permaneció callada y me empecé a preocupar.
No quería que sufriera por haberse entregado a mí a la fuerza, solo para salvarse de la muerte. ¿A caso no sintió nuestro vínculo de pareja? ¿Y si se había percatado de lo que ocurría?
El anochecer estaba volviendo y decidí entrar en uno de los establos para que ella descansara, podía sentirla, agotada.
Ivonne se acomodo en un montón de paja seca y me dió la espalda.
La observé desde mi posición en la puerta de madera.
No pude evitar acercarme y me acosté a su lado.
— Dime ¿Qué tienes?
— ¿Cómo voy a ser la misma después de esto? — Susurró y fruncí el ceño.
— Ivonne, lo hice para salvarte.
— ¿También te acostarás con mis compañeros?
Me provocó reír, pero Ivonne no estaba para bromas.
— ¿Alguno de ellos tiene el cuerpo envenenado? — Arqueé las cejas.
— No.
— Entonces no tendré que acostarme con ninguno.
Se giró — No puedo dejar de sentirme como una traidora — Sus ojos estaban vidriosos.
— No eres una traidora, estamos del mismo lado — Suspiré.
— Eso no borra el hecho de que eres el rey demonio, que mi gente y yo siempre te hemos maldecido, deseando tu destrucción.
— ¿Aún quieres eso? — La observé a los ojos.
— Ya no sé lo que quiero — Apoyó la cabeza de su brazo.
— Ódiame si sufriste, si te hice daño.
Sus mejillas volvieron a sonrojarse.
— No puedo.
— ¿Por qué?
— Porque me gustó tenerte dentro de mí.
Acerqué mi rostro al suyo y le dí un beso suave en los labios.
Movió su boca, enterrando su mano en mi cabello, tirando de él.
Se apartó, jadeando, trazando sus dedos por mi mejilla y mi rostro.
— Ya me cansé de luchar contra esto.
— Eres muy noble, Ivonne, una bestia como yo jamás podría comprender tal pureza.
— Yo pienso que sí — Posó su mano en mi mejilla.
— Estoy empezando a tener sentimientos humanos que no comprendo — Confesé y se desconcertó.
— Tampoco comprendo muchas cosas... Sentí como algo que me enlazaba a ti, fuerte.. Me hizo sentir tu oscuridad... ¿Qué es eso? —Se alejó un poco, tocando mi mano.
Abrí mi boca para responder, pero me coloqué de pie de un salto cuando escuché muchos aleteos estremeciendo el aire.
— ¿Qué sucede? — Ivonne se incorporó.
— Los demonios están cazando.
Tan entretenida que le piden volver como una vieja chismosa diría 😜❤️🤣🤣🤣🤣