Amantes A Través Del Tiempo

Capítulo 21

A medida que los años pasaban, la familia Gutiérrez se adaptaba cada vez mejor a la nueva realidad que les había tocado vivir. Sofía y Alejandro se convirtieron en expertos en el cuidado de Lucas, aprendiendo a anticipar sus necesidades y a brindarle el apoyo que requería en cada etapa de su desarrollo.

Lucas, por su parte, seguía sorprendiendo a todos con su increíble determinación y capacidad de adaptación. A pesar de las dificultades que enfrentaba por sus discapacidades, el niño demostraba una alegría y una resiliencia que conmovían a quienes lo rodeaban.

Gracias a las terapias especializadas y al incansable esfuerzo de sus padres, Lucas fue adquiriendo habilidades que le permitían desenvolverse cada vez mejor en su entorno. Aprendió a comunicarse a través del lenguaje de señas, a desplazarse con mayor autonomía y a comprender el mundo que lo rodeaba.

Sofía y Alejandro observaban cada uno de sus logros con una mezcla de orgullo y emoción. Verlo crecer, superar obstáculos y disfrutar de la vida les demostraba que sus esfuerzos no habían sido en vano.

Un día, mientras Sofía ayudaba a Lucas con sus ejercicios de fisioterapia, el niño levantó la mirada y le regaló una de sus deslumbrantes sonrisas.

—Mami, te quiero —dijo, con su voz suave y melodiosa.

Sofía sintió que el corazón se le llenaba de felicidad. Acarició el rostro de su hijo con ternura, sintiendo que las lágrimas de alegría brotaban de sus ojos.

—Y yo a ti, mi amor —susurró, besando su frente con delicadeza—. Más que a nada en este mundo.

Lucas se acurrucó en sus brazos, y Sofía lo estrechó con fuerza, dejando que el amor que sentía por su hijo inundara cada fibra de su ser.

En esos momentos, Sofía se sentía la mujer más afortunada del mundo. A pesar de todos los desafíos que habían enfrentado, su familia se mantenía unida y más fuerte que nunca.

Alejandro, que había entrado en la habitación y observaba la escena con una sonrisa, se acercó a ellos y se unió al abrazo.

—Mis amores —murmuró, besando a Sofía con ternura—. No saben cuánto los amo.

Lucas soltó una risita encantadora, extendiendo sus bracitos para abrazar a su padre.

—Papi, también te quiero —dijo, con su voz dulce y clara.

Alejandro sintió que el corazón se le hinchaba de orgullo y amor. Acarició suavemente el cabello de su hijo, dejando que una lágrima de felicidad rodara por su mejilla.

—Y yo a ti, campeón —respondió, con voz emocionada—. Más que a nada.

En esos momentos, Sofía y Alejandro se sentían los padres más afortunados del mundo. A pesar de todos los obstáculos que habían enfrentado, su amor y su dedicación habían logrado forjar una familia llena de alegría y esperanza.

Mientras Lucas crecía, Sofía y Alejandro se aseguraban de brindarle todas las oportunidades posibles para que desarrollara sus habilidades y disfrutara de una vida plena. Establecieron una rutina de terapias y actividades que le permitían explorar el mundo a su manera, siempre con el apoyo incondicional de sus padres.

Poco a poco, Lucas fue adquiriendo una mayor independencia y autonomía. Aprendió a desplazarse con la ayuda de bastones y a comunicarse de forma cada vez más fluida a través del lenguaje de señas. Su curiosidad y su determinación lo llevaban a superar obstáculo tras obstáculo, llenando de orgullo a Sofía y Alejandro.

En el colegio, Lucas también encontró un entorno acogedor y adaptado a sus necesidades. Los maestros y compañeros lo recibieron con los brazos abiertos, y el niño se integró rápidamente a la vida académica y social del plantel.

Sofía y Alejandro se aseguraban de mantener una comunicación constante con los maestros, aportando ideas y sugerencias para que la experiencia de Lucas fuera lo más enriquecedora posible. Y el pequeño, con su sonrisa contagiosa y su perseverancia, se ganaba el cariño de todos quienes lo conocían.

Un día, mientras Alejandro esperaba a Lucas a la salida del colegio, el niño se acercó a él con un entusiasmo que no lograba ocultar.

—¡Papi, papi! —exclamó, con su voz vibrante—. ¡Hoy me eligieron para el equipo de baloncesto!

Alejandro lo miró, sorprendido y emocionado.

—¿En serio, campeón? —preguntó, con una sonrisa enorme—. ¡Eso es increíble!

Lucas asintió, con sus ojos brillantes de alegría.

—¡Sí! —respondió, con entusiasmo—. El maestro dijo que tengo muy buena coordinación y que sería perfecto para el equipo.

Alejandro se agachó para quedar a la altura de su hijo, abrazándolo con orgullo.

—¡Estoy tan feliz por ti, Lucas! —exclamó, sintiendo que las lágrimas de emoción acudían a sus ojos—. Sabía que lo lograrías.

Lucas correspondió al abrazo, regalándole a su padre una sonrisa radiante.

—¿Podrás venir a verme jugar, papi? —preguntó, con esperanza.

Alejandro asintió, besando suavemente su frente.

—Por supuesto, mi amor —respondió, con una voz cargada de emoción—. Ahí estaré, apoyándote con toda mi alma.

Cuando Sofía se enteró de la noticia, la alegría que inundó su corazón fue indescriptible. Abrazó a su hijo con lágrimas en los ojos, sintiendo que todo el esfuerzo y la dedicación que habían puesto en su crianza habían valido la pena.

—¡Mi Lucas, mi niño hermoso! —exclamó, cubriendo su rostro de besos—. ¡Estoy tan orgullosa de ti!

Lucas rio encantado, correspondiendo al efusivo abrazo de su madre.

—Gracias, mami —dijo, con su voz melodiosa—. ¡Voy a ser el mejor del equipo!

Sofía lo miró con una sonrisa radiante, sintiendo que su corazón rebosaba de amor y gratitud.

—Sé que lo serás, mi amor —afirmó, con convicción—. Eres un niño maravilloso y vas a brillar en todo lo que te propongas.

Aquella noche, mientras Sofía y Alejandro observaban a Lucas jugar alegremente en la sala, no podían evitar sentir que su familia había logrado superar cada uno de los obstáculos que se les habían presentado.

Alejandro abrazó a Sofía con ternura, depositando un suave beso en su frente.

—Lo logramos, mi amor —murmuró, con voz emocionada—. Nuestro Lucas es un niño feliz y exitoso.

Sofía asintió, apoyando su cabeza en el hombro de su esposo.

—Así es.