Santino al fin encontró a quién amar, pero todos ya habían decidido lo que él debía sentir por aquella mujer, al final él era el hombre del corazón de hielo, en el que solamente había amor para la familia.
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Veintiuno
Denisse- la chica levantó la vista de su desayuno para mirar a su padre- Ya hace una semana que supiste como fueron las cosas entre tu madre y David ¿ Cuando vas a darle la cara a esta situación?- ella dejó el tenedor que tenía en la mano y suspiró.
- No lo sé papá, esto es duro, y es extraño, y no quiero traicionar el amor que tú me has dado siempre. - le contestó.
- ¿De que hablas mi niña?¿ Crees que por darle la oportunidad a alguien de demostrar que también puede quererte yo me voy a sentir traicionado?- Harry tomó la mano de su hija- Para un padre no hay mayor felicidad que la de saber que sus hijos son bien queridos, no te limites y recibe todo el amor que te mereces, según sé la familia es muy grande y todos están dispuestos a consentirte como si fueras una niña pequeña.
- Papá ¿ Tú cómo sabes tanto de ellos?
- Por que David y Ciara han estado viniendo aquí cada día nada más tú te vas a trabajar, no quieren presionarte, pero quieren saber de ti hasta el más mínimo detalle y yo puedo contarles de primera mano.- le confesó el hombre muy tranquilamente.
- Dios papá, no quiero ni imaginar cuántas historias vergonzosas les estarás contando.- le dijo ella con una sonrisa.
- No muchas, pero si se rieron bastante cuando les conté de la vez que con tus ahorros compraste lo que pensaste era un tinte para el pelo para tenerlo de mi color y era tinte para zapatos y tuvimos que llevarte a urgencias por miedo a una intoxicación. - las risas de aquellos dos estallaron en el comedor.
- Ya veo que te estás encargando de avergonzarme, y después dices que me quieres.- el rostro del hombre se quedó serio.
- Te quiero con todo mi corazón, ustedes son los hijos que siempre quise tener, no les cambiaría nada, ni ahora ni antes.
- Gracias papá, yo no te cambiaría nada a ti tampoco- ella sonrió- Bueno algo sí, cuando comes cebolla apestas.- y volvieron a reír.
Aquella mañana Denisse decidió llamar a su trabajo y pedir el día para no asistir, y cuando una hora después tocaron a la puerta de la casa, fue ella la que abrió.
- Hola- le dijo a las dos personas que tenía de frente y ellos se quedaron sin saber que contestar, no esperaban encontrarla allí- Pasen- les dijo- No se queden en la puerta.
- Pensamos que estabas en el trabajo- dijo al fin Ciara.
- ¿Por eso venían a escondidas?
- Denisse, no te pases.- escuchó a Harry hablar detrás de ella.
- Lo siento.- se disculpó.
- No, es verdad, veníamos a escondidas, pero era para no incomodarte.- volvió a decir la mujer.
- ¿Podemos hablar?- se escuchó la voz de David con timidez y la chica asintió moviendo la cabeza de arriba a abajo.
- Vamos al comedor, allí estaremos más cómodos.- le indicó el camino al hombre con la mano.
David ayudó a sentar a la chica y después lo hizo él y se quedó solo observándola, no había tenido la oportunidad de hacerlo tan de cerca, ni tampoco sin tener que contenerse y cambiar la vista para que ella no se sintiera extraña, ahora podía detallar completamente a su hija, una que le habría gustado saber que tenía desde el día uno de su existencia.
- Señor Dunne- le habló ella sacándolo de su ensimismamiento.
- Por favor, no me llames así, no voy a pedirte que me digas papá porque eso es algo que no merezco todavía, pero aunque sea David, así estaría bien.- le pidió el hombre al escuchar como le decía.
- Está bien, David ¿ Habla usted primero o lo hago yo?- le dijo directamente y el hombre respiró hondo.
- Yo, primero quiero decirte como fueron las cosas desde que supimos de ti, y después si no te molesta, saber que piensas tú de todo lo que está sucediendo.
David comenzó a relatarle a la chica desde el mismo momento que Santino la vio, cuando vio su lunar y el parecido con su madre y como sin su consentimiento habían realizado una prueba de adn, y aunque le pidió perdón por la acción en si, también le dijo que no se arrepentía de hacerlo pues eso le ayudó a calmar la ansiedad de saber a ciencia cierta que ella era su hija.
Denisse solamente escuchaba, era muy extraño tener a aquel hombre sentado frente a ella, disculpándose por no haber estado presente en su vida, algo que ni siquiera él podía imaginar.
- Se que he olvidado decirte algo, quisiera decir muchas cosas, pero por momentos siento que se me terminan las palabras y que no voy a poder convencerte de que creas en mi y en que si por un solo instante de mi vida yo hubiera sabido de tu existencia, no habría dudado en correr a tu lado.
Ella guardó silencio, sabía que no podía juzgarlo por el pasado, un pasado que él no sabía que tenía, pero tampoco podía abrir su corazón de repente a algo que ella misma se había encargado de cerrar muy bien, más de una vez había leído frases hechas en internet que decían que un niño que cierra su corazón se convierte en un adulto difícil de convencer y ese era su caso, ella había cerrado su corazón a el hombre que la engendró y ahora se daba cuenta de que no debió tirar la llave tan lejos.
- Yo no sé que otra cosa decirle que no sea que vamos a ir despacio- dijo al fin lo que pensaba la chica- Comprendo que no fue su culpa el no estar aquí, que sólo fue la vida que se encargó de seguir adelante, pero no creo que yo pueda olvidar de un día para otro lo que me repetí tantas veces para poder pasar el dolor de no importarle a alguien para quien supuestamente yo debía ser lo más importante.
- Y yo no quiero irrumpir en tu vida de pronto e imponerme en ella, así que estoy de acuerdo en lo de ir despacio, pero te pido una cosa- el hombre detuvo sus palabras un momento- Vuelve con nosotros, vuelve a trabajar en la empresa, allí tienes un sueño que cumplir.
- Yo no quiero un puesto por ser la hija del dueño.- le refutó ella.
- Y no lo tienes por eso, por ser la hija del dueño eres la dueña, el puesto es tuyo por que te lo mereces, en el poco tiempo que estuviste allí demostraste que tienes bien ganada la genética que llevas, mis dos hijos varones no tienen ese amor y esa entrega por los barcos como los tienes tú.- sus dos hijos varones, aquellas palabras trajeron a Santino a la mente de la chica y enseguida se obligó a borrar ese nombre.
- Acepto regresar, pero con una condición- ella lo vio esperar que siguiera hablando- Nadie sabrá quién soy, seguiré siendo la ingeniera y nada más.
- Estoy de acuerdo si eso hace que realices tu sueño, pero espero que algún día aceptes el lugar que te corresponde en una empresa que también es tuya por derecho.- le dijo el hombre.
- Recuerde ir despacio. - le aclaró ella y él le sonrió.