En la vida de la familia Parisi son muy importantes las segundas oportunidades, y los mellizos Ciara y Aidan tendrán que saber aprovecharlas muy bien para que sus vidas también tengan un felices para siempre.
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Veintiuno
En New York, en la casa de Enmanuel, este estaba sentado en un sillón de su sala, frente a él estaba el sofá, y en el sofá tirado estaba Luciano, el chico había llegado a no se sabe que hora, y tan borracho que ni siquiera había podido llegar a su habitación.
El padre miraba en lo que se estaba convirtiendo su hijo a los diecisiete años y trataba de encontrar en que se había equivocado tanto para que el chico llegara a esta situación, no podía encontrar nada, él hasta había cambiado su vida por amor a su mujer y su hijo, pero todo se estaba yendo por el caño y no sabía como pararlo.
- Luciano- lo tocó para que despertara- Luciano, levántate, tenemos que hablar.
- Papá, no grites, se me va a reventar la cabeza- el chico intentó abrir los ojos y se tocó la sien.
- No estoy gritando, debiera, pero no, tómate la pastilla que tienes en la mesa y ven a mi despacho, no demores que voy a estar esperando. - el corpulento hombre se levantó y le dio la espalda a su hijo para salir andando.
Un momento después entraba Luciano al despacho de su padre sin poder ni abrir los ojos.
- ¿ Puedes apagar la luz? Tanta claridad me está matando.- casi le suplicó a su padre.
- No apagaré nada, si eres hombre para emborracharte, asume las consecuencias.
- Está bien papá, dime que quieres para ir a bañarme, huelo horrible.
- Solo quiero saber que te sucede, no logro comprender por qué estás comportándote de esta manera.
- No sé de qué hablas.- el chico quiso hacerse el desentendido.
- No sabes de que hablo, entonces a ti te parece normal que un chico de diecisiete años, que no tiene edad para comprar alcohol, así que no se de donde lo sacas, llegue borracho a su casa cada vez que quiere y eso no es para preguntar.
- No te preocupes, no estoy tomando nada extraño, Charlie ya puede comprar alcohol y de ahí lo saco.
- Y se supone que saber que Charlie te facilita el alcohol me deje tranquilo.
- Sí papá, yo no hago nada malo, solo trato de pasar.
- ¿De pasar qué Luciano ? Dime a ver si te puedo ayudar.- el padre intentaba que el chico hablara sobre lo que le estaba sucediendo.
- No puedes papá.- dijo tratando de cerrar el tema.
- Está bien, si no quieres decirme, dime al menos que le hiciste a tu padrino que no quiere saber de ti.- ahora sí logró tener el interés del chico.
- ¿Que te dijo mi padrino?
- Solamente que no te quería cerca por el bien de todos, fue cuando el cumpleaños de Nico, por suerte tú no quisiste ir y no tuve que decirte nada, pero viendo como te estás comportando, estoy preocupado.
- ¿No te dijo nada más?- preguntó frotando el sudor de sus manos contra el pantalón.
- Nada, y eso es lo peor, algo grande hiciste cuando él dejó de lado nuestra amistad con tal de no verte.
- Sí hice algo, pero ya no tiene remedio, y después me imagino que hice algo más que terminé de cagarla, pero no se que será, pero no te preocupes papá, ya estoy pagando el precio y créeme que no es agradable, y te digo que no te preocupes por que no estoy en ningún problema con nadie, el único implicado que podría hacerme daño sería mi padrino, y ya ves, prefiere no encontrarse conmigo.
- Luciano hijo ¿ Qué hiciste?
- Arruinarme la vida por tonto, y seguir haciéndolo para no dar el brazo a torcer, pero va a pasar, o eso espero. ¿Ya puedo irme ? No quiero seguir hablando.
- Vete Luciano, duerme y piensa en lo que estás haciendo con tu vida.
- Chao papá- le dijo el chico saliendo del despacho y Enmanuel se quedó allí con el corazón apesadumbrado.
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En Irlanda ya era de mañana y David había amanecido abrazado a la mujer que le había despertado nuevamente las ganas de amar, estuvo un rato mirándola mientras ella seguía dormida y después bajó a preparar algo de comer antes de levantarla.
- ¡Gracias señor, yo sabía que algún día tu ibas a premiar lo buena que yo he sido con algo como esto!- escuchó David gritar a Luz a sus espaldas, mientras él se encontraba en bóxer en la cocina preparando un desayuno para Ciara.
El chico tomó rápidamente un plato de la meseta y se lo puso delante antes de darle la cara a la mujer.
- Por Dios Luz, voltea, no quiero que me veas así. - le rogó y la mujer comenzó a reír.
- Estás tan rojo que parece que vas a reventar y ese plato no está sirviendo de mucho, te lo advierto. Con razón Ciara te mira con esa cara de boba, con ese trasero yo te hago un pedestal.
- Luz por favor, no me mires un momento, tengo que subirle el desayuno a Ciara, haz eso por mí. - la mujer seguía riendo pero se puso de espaldas.
- Aquí vamos, ya no te miro, sube muchacho.
- Gracias, ya me voy a arriba.- David ponía las cosas con urgencia en una bandeja y salió rápido de la cocina, pero cuando iba llegando a la puerta escuchó un silbido y a Luz decir.
- Creo que las chicas se van a morir de envidia, la próxima vez voy a querer una fotografía. Gracias Dios mío por esta mañana que me enviaste. - y el chico salió casi corriendo escaleras arriba, intentando escapar de la risa de la mujer.
Llegó a la puerta de la habitación, respiró por la carrera y entró con cuidado de no despertar a la chica todavía, puso la bandeja en una mesita, se quitó el bóxer y se metió otra vez a la cama con ella. Ciara estaba boca abajo, desnuda y él no podía aguantarse el verla así sin hacer algo. Se posicionó sobre ella, con los brazos apoyados a sus costados para no aplastarla y comenzó a besar su cuello desde atrás mientras le restregaba su virilidad bien crecida en el trasero.
- ¿ Dónde estabas?- le preguntó ella encorvándose un poco para darle mayor accesibilidad a lo qué él estaba haciendo.
- Preparando un desayuno, pero primero tienes que ganártelo.
- Espero que esté bueno, no voy a trabajar por gusto.
- Está bueno te lo aseguro, no se si recuerdas que ya probaste algo.
- Ya no hablamos del desayuno verdad. - le dijo cuando lo sintió entrar en ella- Dios que bueno está.
- ¿Te parece que está bueno?- el entraba y salía de ella con soltura.
- Si me das más te digo, pero ahora dejame disfrutar.
Él no dijo nada más, siguieron los dos en una danza que al parecer se les daba muy bien, esta era una muy buena mañana y prometía que iba a mejorar.