Valeria pensaba que la universidad sería simple, estudiar, hacer nuevos amigos y empezar de cero. Pero el primer día en la residencia estudiantil lo cambia todo.
Entre exámenes, fiestas y noches sin dormir, aparece Gael, misterioso, intenso, con esa forma de mirarla que desarma hasta a la chica más segura. Y también está Iker, encantador, divertido, capaz de hacerla reír incluso en sus peores días.
Dos chicos, dos caminos opuestos y un corazón que late demasiado fuerte.
Valeria tendrá que aprender que crecer también significa arriesgarse, equivocarse y elegir, incluso cuando la elección duela.
La universidad prometía ser el comienzo de todo.
No imaginaba que también sería el inicio del amor, los secretos y las decisiones que pueden cambiarlo todo.
NovelToon tiene autorización de R Torres para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
14. Juegos y desafíos
Valeria buscaba un rincón tranquilo para repasar sus apuntes cuando escuchó silbatos y risas. Se asomó por curiosidad, en la cancha estaba Iker, quien jugaba fútbol con su grupo.
Llevaba la camiseta empapada, el cabello revuelto y una sonrisa tan amplia que parecía imposible que alguien así se preocupara alguna vez por un examen.
- “¿Otra excusa para evitar estudiar?”, gritó ella desde la reja, cruzándose de brazos.
Iker levantó la vista, sorprendido.
- “¡Observadora profesional!”, respondió él, mientras corría hacia donde estaba.
- “Solo vine a ver si sobrevivías”, replicó Valeria, apoyándose en la reja con una sonrisa traviesa.
- “Y tú, ¿no te cansas de ser tan académica?”, preguntó Iker, lanzándole una botella de agua. Valeria la atrapó por reflejo.
- “Depende. ¿Te cansas de presumir?”, contestó ella. Iker soltó una risa baja.
- “Nunca. Pero si tanto hablas, entra”, dijo él y le pasó el balón con un toque suave. “A ver si eres tan buena en todo*.
- “¿En serio?”, consultó ella con duda y mirando el balón como si fuera una bomba.
- “Vamos, Torres. No muerde”, expresó Iker.
Valeria rodó los ojos, pero terminó empujando la reja y entrando.
- “No me hago responsable si me rompo una uña”, advirtió Valeria con una sonrisa.
- “Trato justo. Yo tampoco si te caes”, dijo Iker.
- “Muy alentador”, replicó Valeria, pero ya estaba riéndose.
En segundos estaban jugando. Valeria corría torpemente detrás del balón, mientras Iker la esquivaba con una sonrisa divertida. Cada tanto él aflojaba el paso, dándole ventaja, aunque fingiera que no.
- “¡Falta!”, gritó ella cuando él la bloqueó.
- “¿Dónde?”, preguntó Iker, fingiendo inocencia.
- “En tu ego”, respondió Valeria, empujándolo suavemente con el hombro.
Él soltó una carcajada. En un giro, Valeria tropezó con el propio balón y perdió el equilibrio. Iker la sostuvo del brazo antes de que tocara el suelo. Por un segundo quedaron quietos. Muy cerca.
- “Casi me matas”, dijo ella, riendo para disimular la respiración acelerada.
- “Técnicamente, te salvé”, comentó Iker, sus dedos seguían en su brazo unos segundos más de lo necesario.
Valeria levantó la vista y lo vio sonreír, todavía con el pulso agitado.
- “Pésimo árbitro, pésimo jugador”, bromeó Valeria, apartándose.
- “Pésima deportista, pero buena actitud”, contestó él, con esa sonrisa tranquila que le iluminaba el rostro.
Jugaron unos minutos más hasta que Valeria, jadeando, se dejó caer en las gradas. Iker se sentó a su lado, dejando la botella entre ambos.
- “Te juro que estudiar cansa menos”, dijo ella, aún riendo.
- “Por eso lo alterno. Equilibrio mente-cuerpo, doctora Torres”, comentó Iker.
- “¿Así se llama evitar estudiar?”, preguntó Valeria, limpiándose la frente con la manga.
- “Así se llama vivir”, contestó él, mirándola con una serenidad desarmante.
Por un momento, Valeria no supo qué responder. Se mordió el labio, notando cómo el aire entre los dos parecía distinto al de hace un rato.
- “Vete a entrenar, filósofo”, dijo Valeria finalmente, intentando romper el momento.
- “Sí, pero ahora tienes que venir más seguido”, replicó Valeria, levantándose y girando el balón con el pie. “Eres buena distracción”.
Valeria arqueó una ceja.
- “Solo si me prometes no grabarlo”, advirtió Valeria con una sonrisa.
- “Trato hecho. Pero si mejoras, lo subo con filtro”, dijo Iker y le guiñó un ojo. Ella soltó una risa que no logró disimular.
- “No te aguanto”, comentó Valeria.
- “Eso dices ahora”, expresó Iker, alejándose unos pasos, pero volteó para verla una vez más. “Hasta la próxima, Torres”.
- “Hasta la próxima, Terranova”, dijo Valeria.
Iker regresó a la cancha, riendo con sus amigos. Valeria se quedó sentada, observando cómo el balón giraba entre los pies de él.
No entendía por qué seguía mirándolo, ni por qué su pecho se sentía liviano y tenso a la vez. Solo sabía que, de pronto, repasar sus apuntes ya no parecía tan urgente.
Más tarde, después de clases, Valeria ya había guardado sus apuntes, había llegado a la fuente principal del campus, cuando escuchó pasos detrás.
No necesitó voltear para saber quién era.
- “¿Otra vez tú?”, preguntó Valeria, sin levantar la vista del celular.
- “Iba a fingir que pasaba por casualidad”, respondió Iker, deteniéndose a su lado, “pero me delataste demasiado rápido”. Ella sonrió apenas.
- “La próxima, mejora tu técnica de espionaje”, comentó Valeria.
- “Lo intentaré, doctora Torres”, dijo Iker y se sentó a su lado en el borde de la fuente. “¿Esperas a alguien o solo contemplas el vacío académico?”
- “El vacío. Es más amable que mis resúmenes”, dijo ella, guardando el teléfono.
- “Te creo. Yo también tengo pesadillas con el código civil”, expresó Iker.
- “Mentiroso. Tú sueñas con penales y trofeos”, afirmó Valeria. Él se encogió de hombros, divertido.
- “Depende del día. A veces también con cafés y apuntes ajenos”, manifestó Iker.
Valeria lo miró con una mezcla de burla y curiosidad.
- “¿Y qué papel tengo yo en ese sueño?”, preguntó Valeria.
Iker sonrió, bajando la mirada un instante.
- “Digamos que eres la parte que no me deja concentrar”, respondió Iker.
Ella soltó una risa nerviosa y se cruzó de brazos.
- “Muy ingenioso. ¿Usas esa línea con todas?”, preguntó Valeria, con cierto gesto bromista.
- “No, contigo sale sola”, respondió Iker, mirándola de nuevo, con esa calma sincera que descolocaba.
Valeria intentó mantener el gesto serio, pero no lo logró.
- “Te estás volviendo peligroso, Terranova”, dijo Valeria.
- “Solo si me dejas”, comentó Iker y le guiñó un ojo y se recostó hacia atrás, apoyando las manos en el borde de piedra.
Por unos segundos no hablaron. El silencio no era incómodo, sino casi cómplice. Valeria bajó la mirada hacia las zapatillas embarradas que había usado en la cancha.
- “Iker”, dijo ella despacio, “todavía no me creo que me hicieras correr detrás de una pelota”.
- “Y sobreviviste. Deberías ponerlo en tu currículum”, bromeó Iker.
- “Resistencia comprobada a deportistas imprudentes”, dijo ella y se rio.
- “Exacto. Aunque debo admitir que jugaste mejor de lo que esperaba”, comentó Iker.
- “¿Eso era un cumplido?”, preguntó ella.
- “Un reconocimiento oficial, pero si quieres revancha, te dejo ganar la próxima”, respondió Iker.
- “Eso sí que suena a trampa”, dijo ella, divertida. Iker la miró unos segundos más de lo necesario.
- “No todo es trampa. A veces solo hay cosas que valen la pena repetir”, expresó Iker.
Valeria sostuvo la mirada, sintiendo un cosquilleo inexplicable en el estómago. Él apartó la vista justo a tiempo, como si también se diera cuenta del peso de sus palabras.
- “Bueno”, dijo ella, poniéndose de pie para disimular su nerviosismo, “si mañana aparezco con dolor muscular, te haré responsable”.
- “Acepto la culpa. Pero también el mérito”, contestó él, levantándose.
Caminaron juntos hasta el cruce del camino. Ninguno tenía prisa. Cada tanto, sus brazos rozaban por accidente, y aunque ninguno lo mencionó, ninguno se alejó tampoco.
- “Entonces ¿nos vemos mañana?”, preguntó él, intentando sonar casual.
- “Depende”, dijo ella. “¿Prometes no lanzarme más botellas?”
- “Prometo si tú prometes volver a distraerme”, contestó Iker.
Valeria sonrió sin responder.
- “Buenas noches, Iker”, dijo Valeria.
- “Buenas noches, Torres”, expresó Iker y la miró, alejándose unos pasos añadió “Ah, y buena puntería para la próxima”.
Ella giró sobre los talones, caminando hacia atrás.
- “No te confíes, la próxima te gano”, bromeó Valeria.
- “Eso espero”, respondió él, sonriendo de verdad esta vez.
Valeria siguió su camino, con una sonrisa que no supo explicar. No había ganado el juego, pero algo en ella le decía que había empezado otro, uno mucho más interesante.