Briza necesita un nuevo empleo con urgencia. Daniel necesita una secretaria que además de hacer su trabajo prepare un buen café.
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capitulo 19
NARRA BRIZA:
Luego del almuerzo junto a Laura en la cafetería de la empresa ya que mi querida compañera había olvidado traer dinero, volvemos charlando y yo no dejo de pensar en eso que platicamos mientras comíamos.
Porque como era de esperarse ni bien mi trasero toco la silla de la cafetería su boca no paraba de vomitar preguntas acerca de mi relación con mi jefe. Creo que casi no respiraba por tantas preguntas que salían de su parlanchina boca.
—¡Dios! —exclamó— debe ser todo un Adonis nuestro querido jefe —comenta mientras no para de pedirme detalles.
Debería sentirme celosa, pero solo me hace reír. Como abre grande los ojos y en forma exagerada reacciona a cada comentario que doy. Lo que si me dejo pensando en las pocas citas que emos tenidos como pareja. Ya sé que nuestro trabajo nos deja casi sin tiempo y el poco que nos queda no las pasamos copulando como enfermos, pero eso no quita que quiera algo de romanticismo no solo sexo en cada rincón. Bueno eso también, pero sin dejar de lado el romanticismo.
Me despido de mi compañera en su puesto de trabajo y como habíamos acordado ni bien llegué al piso fui a la oficina de mi jefe. Entre sin tocar.
—Amor... creo que deberíamos buscar más momentos para tener sitas —propongo ni bien traspaso las puertas. Lo veo dejar de ver el monitor y prestarme atención a mi comentario mientras se levanta de su lugar y se va acercando a mí con esa mirada depredadora.
—¿Comiste bien? —pregunta y asiento en respuesta mientras lo veo acercarse y pararse frente a mi cruzando sus fuertes brazos frente a mi—. Lo de las citas me parecen buena idea, pero eso lo hablaremos luego ahora quiero que te fijes en mi escritorio que esta el informe que te dije que revisaríamos —su mirada sigue seria, sus ojos grises son tan inexpresivos que no logro ver si planea algo o no.
—Ok, ya los reviso —digo pasando por su lado para acercarme a su escritorio y tomar los papeles con los informes.
Estoy tratando de leer lo que dice esto, pero siento su aliento en mi nuca. Tengo que sostenerme de la mesa para que mi cuerpo no tiemple solo por sentir su cálida presencia detrás de mí.
Sus manos me toman por la cintura y se aprieta en mí, puedo sentir que está muy, muy excitado.
—Quiero que veas un rincón de mi oficina que creo que nos será de mucha utilidad —susurra sin dejar de recorrer mi talle con sus dedos, arrancándome suspiro. Dios este hombre es mi debilidad.
Dicho rincón que muy detalladamente remarco como de utilidad, no es nada más que la puerta de entrada a su oficina. Hasta ahí me cargo y colocándome de forma tal que mis pechos chocaban con la fría madera de la puerta, el levanta la falda que llevo me da una nalgada y rompe mi prenda interior. Me hace colocarme en una posición donde mi trasero quera expuesto para el tomarme de las caderas y de un solo movimiento hundirse en mí.
Muerdo mi boca para que mis gemidos sean ahogados, pero una de sus manos se posa en mis labios para impedir que siga haciendo eso.
—Quiero escuchar tu dulce canto de sirena mientras te hago mía —dice envistiendo fuertemente mi cadera y como si fuera su sumisa lo complazco.
¡Qué vergüenza, con que cara saldré de esa oficina! —pienso—.
Olvidándome de donde estoy en el momento en que sus agiles dedos se posan en mi parte sensible para estimular más mi zona, comiendo a moverme y gemir como loca poseída no sé por qué cosa, el gruñe tirando mi cabello y besando la piel de mis hombros, gimiendo al igual que yo cuando nuestro cuerpo convulsiona simultáneamente dejándonos agitados y palpitantes en esta posición que no hace más que inmovilizarme.
Agitada y con la garganta seca trato de separarme, pero un apretón de sus brazos me lo impide.
—Espera un momento —susurra agitado—. Todavía no quiero salir de ti —termina de decir para comenzar a repartir besos en todo lugar donde sus labios caen rendidos.
Ya más calmados se separa de mí y me carga para llevarme al baño y ayudarme a asearme un poco. Estoy sudada y toda pegajosa.
—Tenemos que controlarnos un poco —digo entre suspiros ya que todavía sigue agitada—. No puede ser que no podamos estar menos de una hora si terminar arrancándonos la ropa.
—Tienes razón, pero no puedo resistirme —dice y como si fuera poco vuelve a tomarme ahí sentada donde estaba sobre el lavamanos ¿Y yo que hice? gemir como loca sintiendo su hermoso palpitar dentro de mí.
Tomando en consideración mis pedidos de tener sitas, el organizo para que todos los días luego del trabajo tengamos esos mágicos momentos que nos estábamos saltando.
Lo primero fue ir a ver una película que para mi sorpresa él tenía un palco privado. En medio del rodaje, mientras entretenida comía mis palomitas de pronto siento como sus manos acarician mis muslos y al mirar hacia mi lado me percato que no está. Levanto el pote que tengo repleto de palomitas para encontrarme con su bella sonrisa recorriendo la cara interna de mis muslos.
—No hagas mucho ruido, amor —me advirtió y tuve que reprimir un jadeo cuando sus dedos entraron a través de mi ropa interior y acariciaron esa zona sensible.
Mis piernas, que últimamente le rinden tributo, se abrieron invitándolo a pasar y así su cara se perdió, como pancho por su casa, entre los dobladillos de mi vestido. De que sigue la película, no tengo la menor idea.
Luego al día siguiente me llevo al parque de diversiones y en la casa de los sustos termine cabalgando sobre sus caderas entre esas feas decoraciones que gracias a los ruidos tapaban mis quejidos. Salimos de ahí y el muy hijo de su mama le dio un buen fajo de billetes al de la entrada.
—Eres incurable —le reclamo propinándole un empujón. Él me toma por las piernas para levantarme y riendo enredo mis brazos en su cuello. El da vueltas conmigo en brazos y cuando me baja llena mi cara de besos.
—Y tú eres irresistible —murmura luego de morder levemente mi oreja. Mi cuerpo tiembla y decido que es buen momento para gritar.
Subimos a la montaña rusa y alto que grité, más cuando sus dedos comenzaron a estimular mi intimidad hasta que me vine en sus manos.
Otro día me llevo a un paseo por el parque. Y si, tenía que haber un árbol grande que nos ocultaba de las miradas curiosas. De lo que si no me salve es da las magulladuras que dejo el tronco en mi espalda y trasero. Eso me pasa por calentona, palabras de Sylvanas.
El viernes por la noche me llevo a cenar a un restorán muy romántico y fue el único lugar que no profanamos con nuestras muestras de afecto. Lo que si no me salve fue cuando llegamos al su club. Entramos y casi no me dejo saludar a nadie, arrastrada por sus movimientos rápidos pasamos a la zona de los cuartos y literalmente me arranco la ropa que llevaba.
Puede que sea mi culpa que este tan excitado. Llevaba un vestido que mostraba más de lo necesario y sabía que donde iríamos a cenar tiene tanto prestigio como seguridad y que el sexo a escondidas no sería factible.
Así que ahora acá me encuentro atadas de manos con mis piernas en sus hombros mientras rudamente se hunde en mí.
—La próxima ves que te atrevas a ponerte un vestido así no me importara el lugar, ni quien pueda llegar a vernos, no me contendré y te hare mía —envestida tras envestida me advierte y yo solo pienso donde fue que compre ese vestido.
—Creo....
—¿Qué crees? —pregunta mientras rosa mi piel, estamos recostados en la cama de esta habitación, luego de una ruda y satisfactoria ronda de...mmm podemos decirle partida de tenis.
—Creo que recuerdo exactamente donde compre ese vestido y si no estoy equivocada había varios ejemplares a la venta —digo pensativa, rozando mi labio inferior—, claro que de diferentes tonalidades.
—¿Así que diferentes tonalidades? —dice incorporándose para verme a la cara, sonrió y asiento— Muero por verte con cada uno de ellos, aunque sea un momento —dice y lentamente une su boca con la mía. Esta vez me hace el amor, lento, disfrutando de cada roce de nuestros cuerpos.
Debo admitir que, aunque querríamos tener nuestro momento romántico y único, el fuego que recorre nuestras venas no nos deja estar separados por mucho tiempo, es como una necesidad visceral.
Hoy estoy emocionada, tenemos que revisar todo lo referente a la aprobación del nuevo parche donde ya está incorporado todas las sugerencias que habíamos propuesto con mis amigos. Luego de pasar por el área de desarrollo me dirijo a la oficina de mi jefe con todo lo necesario para revisar eso.
Antes de entrar golpeo la puerta y cuando escucho la confirmación para que entre, lo hago.
—Sr. Black —digo entrando con mi sonrisa pícara ante el apelativo que use—, aquí le traigo el informe del último parche, podemos revisarlo si usted gusta.
—Si, ven que quiero revisar eso que traes — indica y me acerco para dejar las cosas sobre su escritorio.
Me tiende una mano y la tomo, tira de mí y me coloca en su falda.
—Debería castigarte por traer pantalón hoy —murmura mordiendo mi hombro, yo me refriego en sus piernas algo excitada, pero estoy con la regla, por lo tanto, hay que aguantarse.
—Sabes que Andrés me visita una vez al mes, te aguantas —digo mirando el papelerío que tengo en frente.
Sus manos recorren mi talle y un escalofrió me secunda el cuerpo causando escalofríos. Sus manos levantan el suéter que llevo y acomodándome para que quede a horcajadas sobre él, corre la tela del corpiño y su lengua juega con mis pechos. No puedo reprimir un jadeo y tirando de sus cabellos refriego mi centro con su pantalón pronunciado por su virilidad.
—Aun así, puedo saborearte —dice sin dejar de lamer mis senos, están sensibles y eso hace que casi llore.
Sus manos en mi cadera aumentan la fricción de nuestros cuerpos cuando sé que está por llegar.
—Quiero sentirte en mi boca —digo queriendo apartarme. Cuando mis palabras hacen efecto en su mente enseguida corre la silla me baja de sus piernas y me empuja al baño, cierra la puerta y bruscamente baja su pantalón.
Ante la vista tan jugosa de su amiguito me incoó para introducirlo en mi boca. Él toma mis cabellos y con movimientos fuertes me folla la boca sacando lágrimas de mis ojos. Sus gruñidos son roncos y cuando siento que acaba, cierro los ojos hasta que termina completo. Al volver a abriros, me mira y sale de mi cavidad bucal.
—Lo siento, cariño —se disculpa por su proceder tan rudo, pero yo estoy satisfecha, era lo que quería, que no se contenga, no me voy a romper—. Lo siento de veras, haces que me pierda de deseo.
—No lo sientas, no quiero que te contengas conmigo, no me romperé y si lo hago tú me unirás de nuevo —digo abrazándome a su pecho, su corazón late a mil como el mío.
—Te debo una, ahora arreglemos esa ropa —dice dejando un beso en mis labios y luego de pasar su lengua nuevamente por mis pechos me acomoda el corpiño y el suéter. Con sus manos en mi trasero me acerca a su cuerpo— ¿Te queda mucho para que se valla?
—Tres días —digo y me aparto para acomodar mi maquillaje.
—¡Mierda! —exclama.
—Tampoco es tanto —digo mientras termino de pasar mi labial.
—No, pero tengo un viaje programado —lo miro, en mi agenda no aparece dicho viaje—. Lo sé no aparece en tu agenda porque solo viajare yo.
—¿Qué? —pregunto mirándolo—. ¿Por qué? ¿Cuánto dura?
—Con el tema del nuevo parche y todo lo que se viene te quiero aquí, confió en ti y con respecto al tiempo es de una semana, espero que menos —dice mientras salimos del baño, camino detrás de él mirando mis pies. Una semana.
—Una semana es mucho Dan. ¿Cuándo partes? —pregunto sentándome al lado suyo, él toma mis manos y besa mis nudillos.
—Mañana por la tarde, luego del almuerzo —no sé porque, pero de pronto siento como mis ojos se inundan en lágrimas—. No llores amor, pasara rápido, ya verás, además hablaremos todos los días y es más puedes aprovechar para jugar con tus amigos que deben de odiarme porque tengo a su Tanke secuestrada.
—Si, pero me acostumbre a tenerte cerca —digo sin reprimir un puchero, el me abraza fuerte y besa mi cabeza a la vez que sus manos acarician mi espalda—. Te amo demasiado —susurro.
—Yo también te amo, hermosa —toma mi cara y mira mis ojos por unos minutos, sonreímos y mi boca se junta con la suya. Al apartarme me rio, el labial quedo en su cara, parece un payaso.
—Si, lo se, tu labial está en mi cara —dice y se refriega en mi cara causando que me ría a carcajadas, luego saca del cajón de su escritorio unos pañuelos húmedos para limpiarnos los restos de labial. Yo lo limpio a él y el a mí.
—No quiero preguntar, pero ¿Por qué guardas pañuelos húmedos en su cajón, Sr. Black? —pregunto luego de terminar de limpiar su rostro.
—Yo te digo, tengo una secretaria muy ardiente que me tiene al palo todo el día y sin esos pañuelos es difícil limpiar las chanchadas que se arman en mi oficina —dice y giña un ojo serrando el cajón nuevamente.
—¿Así que su secretaria lo trae loquito? —pregunto indiferente.
—Guárdame el secreto, pero no solo eso, es que la amo hace ya mucho, pero mucho tiempo —susurra en mi oído y no puedo evitar abalanzarme a sus brazos y besar nuevamente sus labios.
y mis respetos para ti, por poder expresar e hilar bien las ideas de lo que quieres pasmar. felicidades y continúa así y sobretodo con miras hacia adelante.