Ella siempre fue un experimento y nunca había visto el mundo exterior. Cuando al fin la dejaron salir, experimentó de primera mano la complejidad de los humanos y sobre todo, la vida en sí misma, salpicada de melodias alegres y tragicas.
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Capítulo 2
Alice se miró al espejo que estaba en su habitación, y observó todo el atuendo que vestía. Si no supiera ella misma que tenía veinticinco, supondría que aún era una adolescente en sus diecisiete.
No era demasiado alta, las caderas eran un poco estrechas y los senos simplemente parecían converger bajo el enorme suéter para que no se notara nada. Se veía extraña, ya que había estado vistiendo solo batas blancas y tener color sobre su piel demasiado pálida le hacía sentir rara, sin embargo, rápido lo pasó al fondo de su mente en cuanto vio el collar casi escondido en el pantalón corto que Chang le había dado. Si no tuviera el enorme collar en su cuello si hubiera querido ponérselo, pero solo quedaría guardado en sus bolsillos.
De pronto la puerta corrediza se abrió y entró una mujer madura con bata blanca y una tableta traslúcida llena de datos.
La miró de arriba hacia abajo como siempre lo había hecho, pero esta vez mostró una sutil arruga en su entrecejo.
-No sé cómo seguridad puede ser tan laxo – suspiró pero, no dijo nada de su atuendo – Alice, llegó la hora. Sígueme.
-Sí, doctora.
En el recorrido, había gente subiendo y bajando pisos, sus batas blancas ondeaban y algunos miraron en su dirección para mostrarse un tanto sorprendidos por su atuendo, sin embargo, Alice solo asintió en reconocimiento y continuó detrás de la doctora a cargo del proyecto.
Pasaron por varias puertas que Alice conocía y casi al final, pasaron por pasillos que ella nunca había cruzado. Llegados a una puerta de metal, esa mujer puso su mano en un lector dactilar, luego tecleó un código, por último dijo una palabra en un idioma que no reconoció bien y la puerta se abrió con una ligera presión.
Cuando al fin la puerta llegó a la altura de su rostro, una luz la dejó cegada por un instante. Siempre estuvo rodeada de luz artificial, así que fue bastante impactante para sus ojos púrpuras y su imaginación. Así que cuando salió hacia un pasillo iluminado naturalmente con la luz del sol, se quedó maravillada de lo que veía más allá de una ventana.
El cielo que alguna vez había visto a través de fotografías y hologramas, no se comparaban con lo real. Era tan azul, pincelado con algunas nubes blancas, todo bañado con la luz del sol tan brillante. Se suponía que se había vuelto gris, pero ¿cómo podía resplandecer tanto ahí afuera? Sus ojos purpuras se deleitaron de cada imagen del paisaje exterior y casi podía jurar que había edificios a lo lejos. Dio un paso en dirección de aquella ventana, pero fue detenida por la asistente de la doctora Feith.
-¿A dónde vas? – Alice al fin salió de su estupor y miró a Lucy – La doctora no tiene tanto tiempo.
-Sí – apenas gesticuló y continuó su camino, aunque por algunos momentos miraba por las ventanas, aun maravillada por lo que veía.
Llegaron a un vestíbulo, adornado con una mesa de cristal, un estante con libros, tal vez como decoración, unos ventanales mirando hacia la ciudad y unos muebles grises en donde estaban tres personas sentadas, todos hombres al parecer.
Suspiró internamente mientras Lucy la presentaba.
-Caballeros – los tres hombres que parecían que hablaban de algo, levantaron su cabeza con la presencia de esa mujer – Lamento la demora – miró en dirección de la doctora, ella le asintió y prosiguió con la presentación – Soy la asistente de la doctora Feith, encargada de la gestión de los poderes del arma cuasi perfectum; Alice Chang.
Alice entendía el concepto de arma, y aunque sabía que era casi como un arma biológico, aun le intrigaba la forma de presentarla, y casi al instante vio la mirada de los tres hombres. No pudo negar que sintió cierto nivel de estrés por conocer gente del exterior, pero habiéndola capacitado para aguantar la tensión bajo casi cualquier situación, rápidamente se calmó y solo asintió en dirección de ellos.
-Es una niña – dijo uno.
-¿Es acaso una broma del cuartel? – preguntó otro algo enojado.
-Es una daimon modificada – dijo el último que no parecía asombrado de su aspecto. Los otros sujetos se quedaron mudos ante las palabras del aparente líder – O me equivoco.
-Está en lo cierto – respondió Lucy – Es una daimon no solo modificada, sino que nació en una probeta. Logramos una estabilidad de los poderes psíquicos con los físicos sin que sufra alguna metamorfosis causada por el virus Delta-101. Es el mejor trabajo hecho en el centro de investigación Vitae.
-Seguro que sí – el hombre de cabello negro y algo desaliñado se levantó con cierta desgana y miró directamente a los ojos de Alice, dejándola sin aliento por un momento – ¿Hay algo que Vitae quiera advertirnos?
-Sí, se lo diré en privado, también acerca de ciertas… disfunciones.
-De acuerdo.
Con un ademán de ese hombre, los otros dos salieron, luego ella fue despedida para que Lucy y la doctora Feith pudieran hablar en privado con ese hombre.
Fuera de esa oficina, había un pasillo que conducía a otra sala, con otra mesa de cristal que ocupaba una mujer rubia con un traje gris pulcro. Los hombres se sentaron sin ceremonias en el sofá y ella ocupó silenciosamente el otro sofá, del otro lado de la pequeña mesa central.
-¿De verdad eres una daimon? – preguntó uno de ellos. Alice alzó la cabeza y pudo notar que este era un hombre joven, tal vez de su edad o un poco menos – No tienes alguna señal que lo diga así.
Alice decidió quitarse la boina para mostrar su físico; el físico de los daimon, al menos de los más estables en el planeta. Su cabello era rubio platino, prácticamente blanco, al igual que sus pestañas y cejas; sus ojos eran purpuras oscuros casi morados, y su piel era tan pálida como papel. El hombre quedó asombrado y se calló por un rato, mientras que su compañero solo sonreía, tal vez burlándose de él. Viendo su reacción, se colocó de nuevo la boina. Aún estaba confundida con su pregunta, cuando abrió la boca para preguntar algo, se escuchó un ruido estrepitoso alertándolos a todos; cuando los hombres se levantaron de sus asientos, su líder se asomó algo alterado y sin mediar palabra se dirigió hacia la salida. Sus compañeros lo siguieron sin argumentar nada, mientras que Alice no sabía si seguirlos, sin embargo, pronto escuchó que aquel hombre la llamaba, instándola a seguirlos.
No dudó ni por un segundo más y caminó hacia ellos. Al salir del enorme edificio, se encontró con un paisaje casi paramo al menos por unos kilómetros antes de admirar el comienzo de una ciudad. Alice estaba confundida, porque claramente había visto la ciudad un poco más cerca de la ventana, ¿cómo es que en realidad no había nada alrededor?
Vio a los hombres subir en un auto todo terreno con seis puertas y sin pensárselo dos veces, subió por el asiento trasero. Nadie preguntó nada, ni comentaron acerca de lo sucedido en esa oficina, y la verdad no es como si a Alice le importara lo que había pasado ahí, no había ningún apego a ese lugar ni a nadie en particular. Aunque muchos eran agradables con ella, la inmensa mayoría la trataban como lo que era, un experimento y tampoco sintió que fuera injusto.
Pronto se dedicó solo mirar por la ventanilla. Solo había desierto, sin un árbol a la vista, justo como Chang le había narrado; una tierra fría y hostil. Sin embargo, después tal vez de dos horas viendo el mismo paisaje muerto, al fin hubo indicio de vida; arbustos, árboles y pronto más y más árboles, incluso la vista cambió de una monocromática a una con cierto color brillante. Al final, la ciudad se hiso visible, y para su sorpresa era enorme, ruidosa, llena de gente y coches por doquier. Sus ojos no se cansaban de mirar por doquier, emocionándose más y más de lo que veía. Al final, sin poderlo resistir, abrió una ventana, aspirando la combinación de olores, asaltando su nariz acostumbrada al olor del desinfectante y aromatizantes sintéticos.
Aspiro, y sonrió por segunda vez de verdad; y se preguntaba si la libertad de la que hablaba Chang, era esta que sentía ante tanto color que abrumaba sus pupilas y todo su cuerpo.