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La Campesina Y El CEO

La Campesina Y El CEO

Status: Terminada
Genre:Equilibrio De Poder / Traiciones y engaños / Amor Campestre / Completas
Popularitas:87.6k
Nilai: 5
nombre de autor: Maria L C

Cuando el exitoso y temido CEO Martín Casasola es abandonado en el altar, decide alejarse del bullicio de la ciudad y refugiarse en la antigua hacienda que su abuela le dejó como herencia. Al llegar, se encuentra con una propiedad venida a menos, consumida por el abandono y la falta de cuidados. Sin embargo, no está completamente sola. Dalia Gutiérrez, una joven campesina de carácter firme y corazón leal, ha estado luchando por mantener viva la esencia del lugar, en honor a quien fue su madrina y figura materna.

El primer encuentro entre Martín y Dalia desata una tormenta: él exige autoridad y control; ella, que ha entregado su vida a la tierra, no está dispuesta a ceder fácilmente. Así comienza una guerra silenciosa, pero feroz, donde las diferencias de clase, orgullo y heridas del pasado se entrelazan en un juego de poder, pasión y redención.

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Capitulo 3

Dalia seguía firme en su postura, con los brazos cruzados y el ceño ligeramente fruncido.

—La señora Teresa era mi madrina —aclaró con voz firme—. Y antes de morir me hizo prometerle que cuidaría de esta hacienda.

Martín la miró de reojo, sin darle demasiada importancia a sus palabras. Con tono autoritario y seco, le ordenó:

—Sube mis maletas a la habitación.

Dalia lo miró desafiante, sin moverse un centímetro.

—Yo no soy una criada —respondió con tono cortante—. Súbelas tú mismo, porque yo no lo voy a hacer.

Y sin esperar respuesta, se dio la vuelta y salió del recibidor, refunfuñando entre dientes cosas que Martín no alcanzó a entender, aunque sí soltó una carcajada divertida por la actitud de la joven.

Una mañana como de costumbre, Dalia se levantó temprano. Preparó el desayuno para ella y para Tomás, el capataz de la hacienda. El aroma a café recién hecho, tortillas calientitas y huevos con chorizo impregnó toda la casa.

Martín, aun en pijama, bajó adormilado, guiado por el olor delicioso. Se sentó a la mesa y, sin pensarlo dos veces, pidió con desdén:

—Sírveme.

Tomás se levantó para hacerlo, pero Dalia lo detuvo con una mano firme sobre su brazo.

—Aquí, el que quiera comer tiene que ganárselo —dijo mirando a Martín con una sonrisa retadora—. Y preparárselo también.

Señaló la cocina y los sartenes como si diera instrucciones a un niño.

—Ahí está todo. Si tienes hambre, ya sabes qué hacer.

Martín frunció el ceño, molesto por la falta de respeto que sentía en su tono.

—Para eso estás tú aquí, ¿no? Para servir a tus patrones.

Dalia soltó una carcajada, divertida por la ignorancia de aquel hombre.

—Te equivocas, señor —le dijo mientras se alejaba—. Yo no soy tu sirvienta.

Y se retiró de la mesa, jalando la silla con un movimiento firme, dejando a Martín solo con su orgullo herido y una cocina que claramente no sabía cómo usar.

Martín, molesto por la actitud de Dalia, se dirigió rápidamente al pequeño despacho de su abuela. Cerró la puerta detrás de él con un golpe seco y se sentó frente al escritorio, donde las pilas de papeles parecían acumularse sin que nadie los atendiera. La luz tenue del día apenas iluminaba la habitación, dándole un aire aún más sombrío a la situación. Sin perder tiempo, encendió su computadora y abrió la aplicación de videollamadas para conectarse con sus padres.

El sonido de la llamada fue breve antes de que la pantalla se llenara con las caras de sus padres, ambos aún en sus trajes de oficina, como si nada hubiera cambiado en su vida, mientras que él se sentía completamente fuera de lugar en aquel ambiente.

—Martín, hijo, ¿cómo estás? —preguntó su madre, con su sonrisa habitual, aunque sus ojos mostraban algo de preocupación al notar la expresión seria de su hijo.

—No muy bien, mamá —respondió él, soltando un suspiro exasperado—. Dalia esa chiquilla está siendo insoportable. Es completamente altanera, no me obedece y no hace nada de lo que le pido. Es una maleducada, no se como se me ocurrió venir aqui.

Su padre, que estaba a su lado, alzó una ceja pero no dijo nada al principio. Su madre, más empática, lo miró con cierto desaprobación y le preguntó suavemente:

—¿Ya has hablado con ella sobre cómo te sientes? A veces las cosas no se solucionan solo con órdenes.

Martín, al escucharla, soltó una risa amarga.

—¿Hablar? ¿Con ella? No, mamá, lo que pasa es que ella piensa que tiene más derecho que yo aquí, como si la hacienda fuera suya. ¿Sabes qué me dijo ayer? Que no era mi sirvienta. Y no me digas que "hable con ella", porque lo intenté. Todo lo que hace es desafiarme.

El padre de Martín, que ya había escuchado lo suficiente, intervino con una voz firme y pragmática. Lo mejor que puede hacer es dejar de pelear con Dalia y aprender a convivir con ella.

—Esa chiquilla, como tú le dices, ha trabajado esa tierra con más amor del que tú le has puesto a cualquier cosa en tu vida —le dice Augusto con tono firme desde la videollamada—. No te olvides que tu abuela la dejó a cargo, porque confiaba en ella.

Martín frunció el ceño, se quedó en silencio un momento, procesando las palabras de su padre. No quería admitir que tal vez algo de lo que decían tenía sentido, pero su orgullo no lo dejaba ver más allá de su frustración.

—No sé, papá. No puedo seguir así. Ella no tiene respeto por mí ni por lo que represento aquí. Es más, ni siquiera quiero que esté en la hacienda. No sé qué hacer con ella, pero no pienso tolerar que me falte el respeto.

Los padres intercambiaron una mirada a través de la pantalla, luego su madre habló con un tono más suave, como buscando calmarlo.

—Martín, entiende que tu situación y la de ella es diferente. Dalia no está ahí solo para ser tu sirvienta, tiene sus razones, su historia. Tal vez no sea tan fácil como crees. Lo que te aconsejo es que respires, hables con ella y encuentres una manera de trabajar juntos.

Martín frunció el ceño y cruzó los brazos sobre el escritorio.

—Lo que quiero es que me respete. Eso es lo único que pido, y si no lo hace, no sé cuánto tiempo más puedo soportarlo. ¡Ni siquiera me obedece! Hoy ni siquiera me quiso servir el desayuno.

—¿Y por qué tendría que hacerlo? —intervino Analia con una sonrisa divertida —Eso no es una hacienda de esclavos, Martín. Si quieres comer, aprende a freír un huevo, hijo.

Martín resopló.

—Ya veo que ustedes están del lado de ella…

—No, estamos del lado del sentido común —dijo Augusto.

La llamada continuó unos minutos más, pero Martín ya no escuchaba. Su mente seguía dando vueltas sobre la actitud de Dalia y cómo enfrentarse a ella. Después de un par de respuestas más, cortó la videollamada, cerró la computadora y dejó escapar un largo suspiro.

Se quedó un rato mirando por la ventana del despacho. Afuera, el sol iluminaba los surcos donde ya se veía crecer algo verde. Dalia y Tomás caminaban por los bordes del cultivo, señalando, midiendo, hablando con pasión. Dalia reía, se empinaba para ver algo entre las plantas. Martín apretó los puños. Esa mujer le sacaba de quicio, pero había algo en ella que no podía ignorar.

Horas después, ya entrada la tarde, Martín salió a caminar por la hacienda. Se cruzó con uno de los jornaleros que lo saludó con respeto, pero sin la reverencia que él esperaba.

—¿Dónde está Dalia? —preguntó.

—Allá por el gallinero, señor —respondió el jornalero.

Martín caminó hacia allá. La encontró sentada en un banco de madera, rodeada de gallinas que picoteaban el suelo. Tenía una libreta en las manos y un lápiz detrás de la oreja.

—¿No deberías estar descansando? —le preguntó desde la entrada del corral.

—¿Y tú no deberías estar trabajando? —le respondió ella sin alzar la vista.

Martín se acercó, evitando que una gallina le picara el zapato.

—Esto no es lo que yo imaginé cuando vine a esta hacienda.

—¿Qué imaginaste? ¿Qué ibas a llegar y todos iban a hacer lo que tú dijeras?

Él se cruzó de brazos.

—Sí, algo así.

Dalia soltó una carcajada, se levantó del banco y se sacudió un poco el pantalón de mezclilla.

—Pues qué lástima. Aquí no se manda por apellido, se manda por trabajo.

—Tú te crees mucho, ¿no? Solo porque mi abuela te dejó esta hacienda...

Dalia lo miró directo a los ojos.

—No me la dejó. Me la confió. Y si no sabes la diferencia, deberías leer el testamento otra vez.

Martín se quedó en silencio. No sabía qué decir.

Ella siguió caminando, pasando a su lado como si no lo hubiera descolocado con esa frase. Y él, por primera vez desde que llegó, sintió que no tenía el control.

Miró el reloj. Tenía que decidir qué hacer con ella, pero de alguna manera, algo en su interior le decía que no sería tan fácil.

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Alhelí
maravillosa historia llena de amor familiar😍😍
Alhelí
hermosa novela 😍😍
Alhelí
Emotiva la ceremonia de bodas, y los papas de Emiliano no asistieron a la boda
Alhelí
sorprendente la entrada de Emilio, hermosa propuesta de matrimonio 😍😍
Alhelí
Emilio amas muchísimo a Mariana pero las advertencias no estan de mas
Alhelí
el amor debe ser limpio no deberia llevar la carga de los problemas de los antepasados
deldel
Dice Martín que hay vacíos en su vida que no los tiene claros y el papá de Martín le dice a Dalia que hay secretos que no se han develado para proteger a alguien.
Ojalá que no haya sido Martín de pequeño quien haya provocado el incendio y ese sea uno d los secretos y que por eso Martín tenga sus vacíos sin entender !!
deldel
Solo necesita mínimo pedir las cosas por favor, o contratar a alguien para que lo atienda, por que finalmente él es el dueño su abuela se la heredó.
Alhelí
Espero que sus padres no se oponga Mariana y Emilio pueden vivir su amor sin llevar el peso del pasado
Alhelí
Quién será ese Salvador será algún Montalvo
Alhelí
El tiempo pasa y los hijos crecen duele cuando se van lejos de nosotros pero hay que entender que ellos tienen que formar su propio camino
Alhelí
la hacienda está llena de paz y amor y la familia creciendo
Maria Angelica Guillaume
Siempre pienso, porque las novizorras los dejan plantados en el altar, porque no avisarles antes para no dejarlos en ridiculo?
Yuly Ponce
Una historia hermosa que me llegó al alma 💕 felicidades autora 👏👏👏👏👏👏👏❤️
Luci Moya
excelente novela muchas felicidades
Lety
Que fácil es mentir 🤦🤦
Lety
Se enamoro de él siendo una niña 🥰🥰🥰que emoción
Lety
😂😂😂😂😂😂en su vida ha cocinado algo😂😂😂😂😂
Lety
Del odio al amor hay un solo paso 🤭🤭🤭🤭🤭🤭
Lety
😂😂😂😂😂😂llegó ella☺️☺️
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