Arata, un omega italiano, es el hijo menor de uno de los mafiosos más poderosos de Italia. Su familia lo ha protegido toda su vida, manteniéndolo al margen de los peligros del mundo criminal, pero cuando su padre cae en desgracia y su imperio se tambalea, Arata es utilizado como moneda de cambio en una negociación desesperada. Es vendido al mafioso ruso más temido, un alfa dominante, conocido por su crueldad, inteligencia implacable y dominio absoluto sobre su territorio.
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Capítulo 3: Atado
El día había llegado. Arata observaba su reflejo en el espejo mientras los nervios le atenazaban el pecho. Su rostro delicado estaba cubierto por un velo blanco, y aunque a simple vista parecía tranquilo, su mente era un torbellino de emociones. Tiziano y Alessandro estaban junto a él, el primero sin poder ocultar la preocupación, mientras el segundo mantenía su habitual semblante serio, aunque sus ojos reflejaban una sombra de tristeza.
—Es hora —anunció Alessandro, su voz baja pero firme.
Arata tragó saliva y asintió. Aunque su corazón latía desbocado, no podía permitirse mostrar debilidad. Había sido criado para cumplir con su deber, y este matrimonio no era solo una unión personal, sino la clave para evitar una guerra. Su familia dependía de él.
Cuando las puertas de la capilla se abrieron, el aire frío de la gran sala le golpeó el rostro. Al final del pasillo, Mikhail esperaba. Su postura recta, su expresión completamente imperturbable. Era la primera vez que Arata lo veía, y la imagen le produjo un escalofrío. Mikhail Volkov, irradiaba poder y control, una presencia abrumadora que llenaba cada rincón.
Mikhail, por su parte, lo observaba desde su lugar. El omega era joven, mucho más de lo que había imaginado, casi frágil a simple vista. Sin embargo, incluso a esa distancia, pudo percibir algo en los ojos de Arata que no esperaba: desafío. Mikhail había escuchado de él, de su engreimiento y la delicadeza propia de los omegas, pero lo que no esperaba era ver esa chispa de valentía escondida tras sus delicados rasgos.
—¿Un niño? —susurró Dmitri al oído de Mikhail, casi riendo. Sergei se inclinó hacia él también.
—No me hagas reír. Tendrás que ser cuidadoso o lo romperás —añadió, burlón.
Mikhail no les respondió, su mirada no se despegaba de Arata, mientras su mente trabajaba con frialdad. No importa cómo se vea. Será mío, y cumplirá con su papel.
El sonido de los votos se sentía lejano para Arata, quien mantenía sus manos tensas, tratando de no mostrar el temblor que recorría su cuerpo. Mikhail, frente a él, sostenía su mirada sin pestañear, como si estuviera estudiando cada pequeño gesto, cada respiración.
Finalmente, el momento más temido llegó. El beso. Arata cerró los ojos, tratando de reunir toda la valentía que tenía dentro. Los labios de Mikhail tocaron los suyos, firmes, fríos. No hubo dulzura, no hubo gentileza. Era una afirmación, una marca de posesión más que de cariño. Cuando el beso terminó, el silencio en la sala se volvió ensordecedor.
Pero lo peor estaba por llegar.
Mikhail se inclinó hacia él, moviéndose lentamente hasta su cuello. Arata contuvo la respiración, sabiendo lo que venía. Las palabras de su madre sobre la "marca" le habían atormentado desde el momento en que supo de su destino. El alfa debía morderlo, reclamarlo como suyo, unir sus destinos para siempre. El dolor sería intenso, pero lo peor sería la pérdida de su libertad. Nunca podría estar con otro, ni escapar de Mikhail.
Mikhail, consciente de lo que significaba este momento, dejó que sus colmillos emergieran lentamente. Sabía que Arata estaba asustado, lo sentía en su aroma, aunque el omega intentaba ocultarlo. Pero también percibió algo más: coraje. Un desafío silencioso que lo hizo sonreír para sus adentros.
Cuando Mikhail mordió su nuca, Arata no pudo evitar soltar un pequeño jadeo de dolor. Los colmillos del alfa se hundieron profundamente, y el calor de la sangre fue inmediato. El dolor era agudo, pero Arata mantuvo la compostura, cerrando los ojos con fuerza mientras su cuerpo temblaba ligeramente. Mikhail lamió la herida con lentitud, completando el ritual, mientras las feromonas comenzaban a mezclarse, sellando el enlace entre ambos.
Ahora Arata era suyo. Y solo suyo. Arata Volkov.
Después de la ceremonia, en la sala privada donde les llevaron tras el enlace, el silencio era tenso. Arata tocó con suavidad su nuca, sintiendo la herida fresca y palpitante. Mikhail lo observaba desde el otro lado de la habitación, sus ojos oscuros e impenetrables.
—¿Duele? —preguntó Mikhail finalmente, con un tono tan frío que apenas parecía una pregunta.
Arata levantó la mirada, aún con el orgullo brillando en sus ojos a pesar del dolor. —No más de lo que esperaba.
Mikhail sonrió de lado, casi imperceptible. Este omega no era como los demás. No importaba cuán frágil se viera, había una llama en él que no esperaba encontrar.
—Te acostumbrarás —respondió el alfa, sin apartar la mirada.
Arata no dijo nada. Sabía que este era solo el comienzo. La verdadera prueba estaba por venir, y aunque el miedo era constante, no permitiría que Mikhail lo viera caer.