En un reino gobernado por una familia real que ha reinado durante siglos, Lilith, una joven de extraordinaria belleza y poderes mágicos, nace destinada a ser la villana del cuento. Desde niña, Lilith ha sido marginada y temida por los habitantes del reino, quienes creen que su sola existencia traerá la ruina a todo lo que ama.Cuando el rey y la reina mueren en extrañas circunstancias, Lilith se ve obligada a huir del palacio y a esconderse en las sombras, mientras que su hermano Azrael asciende al trono, convirtiéndose en un gobernante tiránico y despiadado.Decidida a reclamar su derecho al trono y a demostrar que no es el monstruo que todos creen, Lilith se embarca en una peligrosa aventura, enfrentándose a criaturas mitológicas, aliados inesperados y a su propio destino. A lo largo de su viaje, Lilith deberá aprender a abrazar su naturaleza oscura y a utilizarla para liberar a su reino de las garras de su hermano.¿Logrará Lilith superar los prejuicios y convertirse en la heroína de su propia historia? Descúbrelo en esta épica novela de fantasía, llena de magia, intriga y un giro inesperado que te dejará sin aliento.
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Capitulo 3
Capítulo 3 - La traición del hermano
Sentí que la sangre se me helaba en las venas al escuchar aquellas palabras. ¿Acaso mi propio hermano estaba conspirando junto a mi padre para eliminarme?
Retrocedí lentamente, intentando contener el temblor de mi cuerpo. No podía creer que Azrael, a quien siempre había considerado mi protector, estuviera involucrado en un plan para deshacerse de mí.
Una vez más, me vi envuelta en la angustia y la desesperación. ¿Acaso no había nadie en este reino que creyera en mí? ¿Estaba condenada a vivir huyendo y escondiéndome por siempre?
Decidida a confrontar a mi hermano, me dirigí con paso firme hacia el despacho de mi padre, dispuesta a exigir respuestas. Sin embargo, antes de que pudiera llegar, fui interceptada por Endymion, quien me tomó del brazo con urgencia.
—Lilith, tienes que huir de aquí —dijo con voz agitada—. Tú padre y Azrael han ordenado tu ejecución.
Sentí que el mundo se derrumbaba a mi alrededor. ¿Cómo podían hacerme esto? ¿Acaso no les había demostrado ya que no era la amenaza que todos temían?
—Pero Endymion, ¿por qué? —pregunté con desesperación—. ¿Qué he hecho para merecer esto?
—No has hecho nada, mi niña —respondió el anciano hechicero, abrazándome con fuerza—. Pero la profecía los tiene aterrorizados, y temen que, si llegas a ascender al trono, puedas traer la ruina a este reino.
Sentí que las lágrimas brotaban de mis ojos, empapando las ropas de Endymion.
—No es justo —sollocé con amargura—. ¿Por qué nadie quiere darme una oportunidad?
—Lo sé, lo sé —murmuró Endymion, acariciando mi cabeza con ternura—. Pero debes huir, Lilith. Tu vida está en peligro.
Asentí con resignación, sabiendo que no tenía otra opción. Si me quedaba, sería ejecutada, y eso era algo que no podía permitir.
—¿Adónde iré? —pregunté con miedo.
—Sígueme —dijo Endymion, tomándome de la mano—. Conozco un lugar seguro donde podrás esconderte, al menos por ahora.
Sin soltar mi mano, el anciano hechicero me guió a través de los oscuros pasillos del palacio, evadiendo a los guardias y manteniéndose en las sombras. Finalmente, llegamos a una puerta oculta que conducía a un pasadizo subterráneo.
—Este túnel te llevará lejos del palacio —explicó Endymion—. Síguelo hasta el final y encontrarás refugio en las ruinas del antiguo templo.
Lo miré con aprensión, sin saber si sería capaz de recorrer ese oscuro y solitario camino por mi cuenta.
—¿Y tú? ¿Qué pasará contigo? —pregunté, temiendo por la seguridad de mi mentor.
—No te preocupes por mí, pequeña Lilith —respondió Endymion, con una cálida sonrisa—. Mi deber es protegerte, y es eso lo que voy a hacer.
Sin darme tiempo a replicar, me empujó suavemente hacia el interior del túnel.
—Corre, Lilith. Corre y no mires atrás —dijo con urgencia—. Yo me encargaré de mantener a tu padre y a Azrael ocupados mientras escapas.
Apreté con fuerza la mano de Endymion, sintiendo que el miedo y la incertidumbre me consumían.
—Gracias, Endymion —susurré con voz temblorosa—. Gracias por todo lo que has hecho por mí.
El anciano hechicero me miró con orgullo y cariño.
—Siempre estaré contigo, Lilith —respondió—. Ahora, ¡vete! ¡Corre!
Sin decir una palabra más, me solté de su agarre y eché a correr por el oscuro y estrecho túnel, sintiendo cómo las lágrimas se deslizaban por mis mejillas. No podía creer que mi propia familia me hubiera traicionado de esa manera, condenándome a la soledad y al exilio.
Mientras avanzaba a través de las sombras, me aferraba con fuerza a la esperanza que Endymion me había infundido. Él creía en mí, y eso era todo lo que importaba. Tenía que sobrevivir, tenía que demostrar que no era la villana que todos temían.
Finalmente, después de lo que me parecieron horas, divisé la salida del túnel y salí a la luz del día. Ante mí, se alzaban las imponentes ruinas del antiguo templo, tal y como Endymion me había indicado.
Respirando entrecortadamente, me adentré en el templo, buscando un lugar seguro donde poder descansar y recomponerme. Mientras caminaba entre los escombros, sentí que una extraña energía me rodeaba, como si el propio lugar me brindara su protección.
Fue entonces cuando lo supe. Este sería mi nuevo hogar, al menos por el momento. Aquí, lejos del palacio y de las miradas acusadoras de mi familia, podría encontrar la fuerza y la determinación necesarias para luchar por mi futuro.
Ya no sería la villana de esta historia. Me convertiría en la heroína que este reino necesitaba, y haría todo lo que estuviera en mi mano para devolver la esperanza a aquellos que me temían.
Con una nueva resolución en mi corazón, me senté sobre un montón de piedras, dispuesta a descansar y a planear mi próximo movimiento. Fuera lo que fuera lo que me deparara el destino, estaba decidida a enfrentarlo con valor y a demostrar que merecía una oportunidad.
Endymion creía en mí, y eso era suficiente. No dejaría que nadie, ni siquiera mi propia familia, me arrebatara mi derecho a vivir.
Mientras el sol se ocultaba en el horizonte, me sumergí en la soledad del antiguo templo, sintiendo que una nueva etapa de mi vida acababa de comenzar.
Esa es mi humilde opinión.