La Apuesta De Angel

El aire en la ciudad se sentía pesado, como que no dejaba respirar. Pero para Enzo, lo que pesaba de verdad era el corazón. El mensaje de Celeste, raro y confuso, no lo dejaba en paz. ¿Dónde estaba? ¿Por qué se había ido?

Llamar a los Costello no sirvió de nada. Solo escuchó mentiras y ninguna respuesta concreta, y eso lo puso peor. Desesperado, buscó a Apolo, el amigo de Iris, la hermana de Ángel. Era su única esperanza para saber algo de Celeste. Pero Iris solo le dijo: "Se fueron juntas, pero no te puedo decir más". Y cortó.

Enzo sintió que explotaba. Agarró su celular y lo tiró contra la pared. La pantalla se rompió en pedazos, igual que su corazón.

Fue a buscar a Leo que dormía en su habitación. Tocó la puerta

-¡Leo! —gritó, llamando a su amigo, su hermano.

Leo salió rápido de su cuarto, con cara de sueño. Enzo le mostró el celular roto.

—Se fueron juntas, amigo… Y me dejó este mensaje…

Leo miró la pantalla rota, tratando de entender las palabras.

-¿Por qué dices que se fueron juntas?

—Me dijo Iris, la hermana de Ángel…le llamé a su celular.

Leo se despertó de golpe. Se vistió rápido y dijo:

—Vamos a ver a Alex Costello.

La camioneta corrió por las calles como si estuvieran en una pista de carrera de auto, dejando una nube de polvo atrás. Llegaron a la casa grande de los Costello y pidieron hablar con Alex. Los guardias consultaron por sus radios y luego de unos segundos cuando les confirmaron que pasaran ,los dejaron ingresar a la mansión.

Alex los recibió en la sala, con cara de sorpresa.

-Hola, muchachos, ¿qué pasa tan temprano?

-¿Dónde están? -preguntaron sin dar vueltas -Enzo y Leo al mismo tiempo, con bronca, ansiedad en sus cuerpos.

-¿Quiénes? -respondió Alex, tratando de comprender.

-¡Ángel y Celeste! -gritaron, ya sin paciencia.

En ese momento, Alex entendió todo. Ya sabía por qué había pasado todo.Asique estos chicos estaban atrás de Ángel y Celeste..

Justo también llegó Drago, el tío de Leo, que siempre estaba ahí para apoyar a su sobrino ,sabía bien lo que estaba pasando.No era tonto había observado todo , había revisado las cámaras de seguridad de su casa para confirmar.Él sabía que algo malo pasaba cuendo los vió salir como locos y los siguió.

-Ya estamos todos -dijo Alex, rendido, sentándose en un sillón.

-Las chicas o sea… Celeste y mi hija… se fueron. Y no les diré dónde, porque se fueron con mi papá y nada más, es lo único que les diré.

-Necesito saberlo -insistió Leo, con la voz enojada y nerviosa- Tengo que hablar con su hija, tengo todo el derecho.

Alex lo miró mal, desconfiado.

-¿Y qué quieres hablar con mi hija? Es menor de edad, y tú ya eres grande ¿derecho de que? Ya no estaba de buen humor.

-Señor, yo quiero a su hija, la respeto y nunca le falte. Mis sentimientos son sinceros, se lo juro. Necesito hablar con ella… anoche… -Leo se calló, confundido. No entendía nada.

-Y yo también -dijo Enzo, igual de desesperado-. Yo quiero a Celeste.

Alex se enojó y se levantó de golpe y dió un golpe a su escritorio.

-¡Váyanse de mi casa! -gritó.

-Y tú, Drago, quédate conmigo -dijo, con voz seria.

Drago, que conocía a Alex, asintió sin decir nada.

Drago: - Vayan chicos, obedezcan.

Ellos se miraron entre sí ,se fueron y no veían que les iban a decir algo útil.

Drago les susurró:

-No se preocupen, yo voy a hablar con él.

Enzo y Leo se sentían perdidos y enfurecidos. Querían comprender.

Leo: por lo menos a vos te mandaron un mensaje, a mí nada. Sinceramente no entiendo nada.

Enzo: O será amigo que no querían estar más con nosotros, otra explicación no encuentro.

Mientras en las oficinas de los hoteles de los Costello, Anna estaba viendo unos papeles, había cambiado los números,les había robado dinero, sonrió feliz ni cuenta se darán, y confundió con intención ciertas cuentas. Si lo descubrían le caería este fraude sobre el personal de contabilidad.

Tenía que ir a hablar de ciertas cosas con Alex Costello.

Estaba por salir, cuando ve venir a Victoria la hija de Georgios, con una mochila apurada, ella le hizo una broma - Dónde vas niña con tanta prisa.

Victoria: Voy para la casa de mis amigas, a devolver está mochila y buscar la mía, me confundí porque son iguales y está es de Ángel.

Anna pensó que él destinó estaba de su lado- sonrió.

- Estoy yendo para la casa de Alex, quieres que le lleve esa mochila y traiga la tuya ,no es ninguna molestia.

Victoria pensó - ¡Qué buena onda! Buenísimo si, muchas gracias… Y le dió.

Anna tomó la mochila con decisión, sintiendo una mezcla de curiosidad y fastidio. "Negocios", se repitió, mientras se dirigía a su auto. Una vez dentro, la curiosidad pudo más. Abrió la mochila y frunció el ceño al ver el revoltijo de objetos típicos de una adolescente, tantas boludeces de jóvenes .Pero algo, un pequeño diario con una tapa de color rosado, le llamo su atención.

Lo abrió y leyó: "La apuesta de Ángel" y, debajo, "La caída de Leo". El asombro se apoderó de ella a medida que avanzaba en la lectura. No podía creer lo que esa "chiquita" había hecho, la manipulación, el juego cruel, tantas mentiras- pensó, si no es porque es a tu familia que debo destruir , hasta la contraria para que trabaje conmigo , es buena en este tema.

Pero, al final, las palabras cambiaron. Ángel escribía sobre su arrepentimiento, el peso de la culpa, lo mal que se sentía por haber mentido a Leo. Y entonces, la confesión: se había enamorado de él. Palabras románticas, disculpas sinceras, la vergüenza que la consumía, el recuerdo imborrable de los beso en la hacienda ,en el jardín esa noche del cumpleaños de él, de sus abrazos, de lo que sentía su cuerpo cuando estaba con él.

-Pobre niña tonta-murmuró Anna, con una mezcla entre diversión y desprecio-. Esto me viene como un regalo del cielo. El instrumento perfecto para matar lo que Leo siente por ella. Cuando vea que fue un simple juguete… esto es perfecto. Pero… vamos a arrancar las últimas hojas. Esto sí que no lo vas a leer, Leo Mancini.

Con cuidado, arrancó las últimas páginas del diario, donde Ángel confesaba sus sentimientos más profundos, y las guardó en la guantera de su auto.

Llegó a la mansión de Alex, cumplió con los trámites sin mayores inconvenientes. Al despedirse, preguntó por una mochila que Victoria había olvidado. Iris buscó, le entregó la mochila de Victoria, y luego Anna le entrego la mochila de Ángel, obvio, sin el diario íntimo.

De vuelta en el hotel, esperó la noche. Se metió silenciosa en la oficina de Leo, sin que nadie la viera. Con una sonrisa triunfal, colocó el diario sobre el escritorio.

-Qué felicidad siento -susurró, con una maliciosa alegría-."Chau, pequeña idiota de Ángel. Acá destruyo tu amor con él para siempre y lo mejor es que tú me ayudaste en esto" ja ja ja "Apuesta"… me diste el arma que necesitaba. ¡Tonta! Muchas gracias.

Salió de la oficina con el mismo cuidado con el que había entrado, sintiendo que el destino estaba de su lado.

Mientras tanto, Iris, con el corazón roto por la tristeza por la ida de su hermana, entró en la habitación. Al abrir el cajón, descubrió una nota pegada a un sobre. "Hola, Iris, hermanita", decía la nota. "Guarda bien este sobre y dáselo a Leo, pero solo cuando sea el momento justo. Tú sabrás cuándo. Te quiero mucho".

Iris se quedó mirando el sobre, con el ceño fruncido. ¿Cómo sabría cuándo sería el momento justo? ¡Ay, Ángel! -suspiró, sintiendo que su hermana le había dejado un gran problema.