Uno asesina, otro espía, otro envenena y otro golpea y pregunta después. Son solo sombras. Eliminan lo que estorba, limpian el camino para quien gobierna con trampas y artimañas.
No se involucran. No se quiebran.
Pero esta vez, los cazadores serán cazados.
Porque hay personas que no preguntan, no piden permiso, no se detienen.
Simplemente invaden… y lo cambian todo.
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¿En serio? Mejor ponme un letrero de No mirar , no tocar ¿no?
Estaba furioso con Marcel. El muy idiota había decidido quedarse con nosotros no solo esa noche, sino por los próximos días. Vino encubierto, así que no quería arriesgarse a ir a ninguna posada, prefiriendo quedarse en mi casa como lo hacía las pocas veces que aparecía. En otro momento, lo hubiera agradecido; era agradable ver a Marcel sin el peso de la corona o las responsabilidades de ser rey. Bebíamos, charlábamos, y disfrutábamos de la compañía honesta que muy pocos podían compartir con él.
Pero ahora era diferente. Ahora, Clover estaba aquí, y todo lo que había sucedido entre nosotros hacía que la presencia de Marcel fuera incómoda. No podía olvidar lo que había pasado más temprano, cuando mencionó ese maldito plan de prometerse con Clover. Aunque aclaró que nunca la había visto en persona, y que simplemente le parecía práctico en su momento, la molestia no se disipaba. Dijo que usar a una dama de la corte para fingir un compromiso habría sido más complicado de deshacer, pero con Clover, la idea de amor verdadero sería fácil de vender y luego acabar. Una mentira conveniente.
Clover, por suerte, había manejado la situación mejor que yo, aunque noté que una parte de ella seguía desconfiando de Marcel. No por la historia de la promesa, sino porque él había dicho que yo era "suyo" primero. Eso le había molestado más de lo que dejaba ver.
Cenamos juntos, los tres, alrededor de la mesa. Clover ya estaba más relajada, aunque de vez en cuando lanzaba una mirada de advertencia a Marcel, como si aún quisiera recordarle que no olvidaba lo que él había dicho antes.
Marcel, por su parte, se comportaba como el amigo que siempre había sido, hablando y haciendo bromas, intentando aligerar el ambiente. Pero yo notaba que Clover no estaba del todo cómoda con él, aunque ahora no quería matarlo.
El momento que lo hizo evidente fue cuando Clover se sentó en mi regazo durante toda la cena. Sabía que ella estaba marcando territorio, por decirlo de alguna manera, aunque no pensé que lo haría de una forma tan obvia. Me daba de comer, cortando pequeños trozos de carne y colocándolos en mi boca, mientras yo intentaba mantener la calma.
Marcel miró a Clover, con una sonrisa burlona en el rostro, y no pude evitar sentir que algo se venía.
—¿Siempre es así? —preguntó Marcel, claramente disfrutando de la situación, refiriéndose a cómo Clover estaba sentada en mi regazo, comportándose tan posesiva conmigo.
Clover no perdió ni un segundo en responder, su tono lleno de esa confianza desafiante que siempre me fascinaba.
—No tendría que ser así frente a ti si dejaras de mirarlo tanto, —replicó sin titubeos, con una sonrisa satisfecha.
Marcel soltó una carcajada, claramente disfrutando del intercambio.
—Vamos, vamos, —dijo entre risas—, ¿pero en serio sabes cómo es él en realidad? No te fastidia que todo el tiempo esté gruñendo y maldiciendo, o lo callado que es...?
Esto no me gustaba para nada. Marcel me conocía bien, más de lo que me gustaba admitir. Sabía cómo era cuando no estaba con Clover, cómo me comportaba con la mayoría de la gente. Reservado, malhumorado, con un humor agrio que muchos no soportaban. Gruñón, como a menudo me llamaba.
Intenté mantenerme serio, pero la dirección de la conversación no me hacía ninguna gracia.
—¿Y qué hay de todo lo que come —añadió Marcel, burlón—. No te molesta que trague tanto dulce?
Clover me miró de reojo, su sonrisa traviesa apareciendo.
—No, eso no me molesta, —respondió con calma—, pero lo que sí me molesta es que no engorde con todo ese dulce.
Marcel soltó una risa aún más fuerte, mientras yo los miraba a ambos con seriedad, sin saber si debía sentirme ofendido o divertirme. Sabía que estaban jugando, pero algo en el tono relajado y amigable entre ellos me incomodaba un poco.
—Siempre he dicho que es una maldición divina. Traga como un loco y sigue estando igual de plano.
Miré a ambos, serio, sin decir una palabra. Era como si me hubieran dejado fuera de mi propia conversación, pero sabía que lo hacían a propósito. Clover sonreía, claramente disfrutando de la dinámica, y aunque yo estaba molesto, no podía negar que me gustaba verla tan relajada, tan natural, incluso cuando se trataba de Marcel.
—¿Por qué me siento como si me estuvieran juzgando en mi propia casa? —gruñí finalmente, incapaz de mantenerme al margen más tiempo.
Clover rió suavemente, mientras sus manos jugaban con mi cabello, y aunque me miraba con una expresión divertida, sus ojos mostraban que estaba completamente cómoda conmigo.
Entré en mi habitación, intentando dejar atrás el torbellino de pensamientos que Marcel y Clover habían dejado en mi cabeza durante la cena. Clover estaba en la cocina, limpiando los platos y ordenando las cosas a su manera. Intenté ofrecerle ayuda, pero como siempre, no me dejó.
—Ve a descansar, Ezran. —me dijo con esa mezcla de firmeza y dulzura que me emobaba
Salí de la habitación ya cambiado, con ropa más cómoda, y al abrir la puerta, me encontré con Marcel en el marco, mirándome con esa expresión entre seria y relajada que solo usaba cuando tenía algo importante que decir.
—Estoy feliz por ti, Ezran, —dijo de repente, con un tono que no esperaba. Se quedó un momento en silencio, y luego añadió:— Ella se ve que es increíble. No sé por qué se fijaría en alguien como tú, pero me alegra que lo haya hecho.
Lo miré con incredulidad, sin saber si tomármelo como un cumplido o una de sus típicas bromas.
—Gracias, supongo, —respondí, mientras él se sentaba en el borde de la cama. El ambiente cambió de inmediato. La tensión que había en su rostro me indicaba que había algo más que quería decirme.
Marcel se quedó mirando el suelo, como si estuviera sopesando sus palabras.
—Vine aquí con otro propósito, —comenzó a decir, levantando la vista hacia mí—, pero creo que no va a suceder.
Sabía que había algo más detrás de su visita, así que me crucé de brazos y me apoyé contra la pared, esperando que lo soltara.
—Suéltalo ya, Marcel. —dije, intentando cortar la tensión.
Marcel suspiró, y después de unos segundos, finalmente habló.
—Quería que te fueras a la corte a mi lado, —dijo, con una seriedad que no solía mostrarme—. Quería que tú y la hija de Lord Norths se comprometieran y que te volvieras noble.
Fruncí el ceño, sorprendido y un poco confundido por lo que estaba diciendo. No podía creer lo que escuchaba.
—¿Qué? —fue todo lo que logré decir en ese momento.
—Quería que disfrutaras la vida de noble y, sobre todo, que me ayudaras ahí, en la corte. —continuó, ignorando mi desconcierto—. Aunque la mayoría afirma ser leal a mi familia y a mi padre, no siento confianza plena en ninguno de ellos.
Las palabras de Marcel resonaban en mi cabeza. Tenía razón en algo: no podía confiar plenamente en los nobles de la corte. Ya lo habíamos hablado entre bromas antes, pero esta vez era diferente. Clover estaba en mi vida ahora, y la idea de pasar mis días entre los intrincados juegos de poder en la corte siendo noble, no era lo mío. Menos aún lo que ella o yo queríamos. Pero, al mismo tiempo, Marcel me necesitaba.
Me quedé pensativo, intentando encontrar una solución que no implicara perder lo que había construido con Clover. Mientras tanto, ella entró en la recámara, con ese aire despreocupado que siempre tenía, pero con una mirada que delataba que algo había escuchado.
Miró a Marcel, y con un tono burlón, soltó:
—Lo vez mucho.
Me tensé un momento, sin saber si ella había escuchado lo suficiente para entender la magnitud de lo que Marcel había propuesto, pero tampoco quería esconderle nada.
—Clover, —intenté decir—, él tenía en mente...
Clover me silenció con un beso suave, poniendo fin a mis palabras. Ese gesto me desarmó, pero lo que dijo después me sorprendió aún más.
—Sí, sí, ya escuché lo que quiere, —dijo con una sonrisa traviesa—. Pero en serio, este es un poco lento también. —Señaló a Marcel, quien la miraba, sin comprender del todo a qué se refería.
Yo me quedé en silencio, esperando a ver a dónde llevaba todo esto.
—No es la única forma de que Ezran entre en la corte, —dijo Clover, su tono claro y firme—. Puede que sea la más rápida, pero no la única.
Marcel la miró confundido, y su ceja se arqueó con curiosidad.
—¿Qué estás sugiriendo? —preguntó, realmente interesado.
Clover suspiró con una mezcla de fastidio y paciencia, como si estuviera explicando algo obvio.
—¿De verdad él gobierna todo? —dijo, mirando hacia mí, casi incrédula.
Marcel suspiró también, casi resignado.
—Técnicamente, —dijo—, mi hermano debería haber sido el rey. A mí nunca me interesó nada de esto, pero ya ves cómo terminó todo.
Clover lo miró, procesando la historia. Sabía que el verdadero heredero había muerto antes de ser coronado, y que luego el conflicto con el usurpador forzó a Marcel a tomar el trono. Era una situación complicada, pero eso no la intimidaba.
Luego, con ese aire práctico que siempre tenía, Clover comenzó a hablar, sugiriendo opciones que jamás se me habrían ocurrido.
—Primera opción, —dijo, cruzando los brazos—, nómbralo el artesano real. Sus trabajos con artefactos son increíbles. Eso lo acerca lo suficiente a la corte sin tener que mezclarse con esos pomposos nobles.
Marcel parpadeó, sorprendido, como si nunca hubiera considerado algo tan sencillo.
—El artesano real... —murmuró, pensando en la idea—. Es cierto, sus artefactos son únicos...
Pero Clover no había terminado.
—La otra opción, —dijo con una sonrisa ladina—, es que se case conmigo y que yo reclame lo que es de mi madre.
Mis ojos se abrieron de par en par, y Marcel también parecía atónito. No sabía si había entendido bien o si estaba bromeando.
Clover, aún con esa calma firme que siempre tenía, continuó su explicación.
—Mi madre provenía de una familia noble, —repitió, mirando a Marcel con seriedad—. Pero ella y mi padre se enamoraron. En teoría, dejó todo por él.
Marcel asintió, finalmente comprendiendo lo que Clover estaba planteando. Podía ver cómo las piezas encajaban en su mente, y aunque seguía un poco sorprendido, ya no parecía tan incrédulo como antes.
—Entiendo, —dijo Marcel, llevándose una mano al mentón en un gesto pensativo—. Puedo investigar si realmente la familia de tu madre la sacó de su linaje o no. —Hizo una pausa, como si estuviera formulando el plan en su cabeza—. Algunos son tan arrogantes que prefieren mantener las apariencias y no dicen nada sobre los que "se salen del molde".
Clover asintió, tranquila, pero yo podía notar que la idea de reconectar con la familia de su madre no la entusiasmaba demasiado.
—Si ese es el caso, —continuó Marcel—, puedo hacer que te otorguen una parte de lo que te correspondería por derecho.
La habitación quedó en silencio por un momento, Clover me miraba, y yo podía notar lo mucho que esto significaba para ella. Era una decisión importante, y aunque ella no lo decía en voz alta, sabía que estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para que las cosas funcionaran entre nosotros y también con Marcel.
—No te estoy diciendo que tengas que enfrentarte a esa familia, —aclaró Marcel, volviendo su mirada hacia Clover—, pero con lo suficiente para darle legitimidad a tu posición, sumado a que Ezran podría convertirse en el artesano real...
Dejó que la frase se quedara flotando en el aire, como si quisiera que ambos procesáramos la magnitud del plan.
—Eso podría poneros lo suficientemente cerca de la corte, pero a la vez manteneros seguros. —Terminó finalmente, mirándonos a ambos con una expresión más seria de lo habitual.
Clover asintió lentamente, como si estuviera sopesando las palabras de Marcel. Su mirada se cruzó con la mía, y aunque no lo decía, yo sabía que lo que más le importaba no era el título, ni la posición, sino mantenernos juntos y a salvo. Me estaba ofreciendo todo, incluso su pasado, para que yo pudiera mantener mi lealtad a Marcel y, al mismo tiempo, estar con ella.
Yo no podía pedirle más, y lo sabía. Era suficiente.
—Es una opción, —dijo Clover finalmente, volviendo a mirar a Marcel con la misma firmeza de antes—. Pero tú te aseguras de que si aceptamos, no pondrás en peligro a Ezran.
Marcel asintió, sorprendido por su determinación.
—Lo juro, Clover, —respondió con sinceridad—. Nunca te pondría en peligro, ni a Ezran.
Ella lo observó durante unos segundos más, como si intentara leer la verdad en sus ojos, antes de volver a asentir.
—Entonces veremos qué sucede. —Su tono era decidido, pero en su mirada había algo más, una especie de advertencia silenciosa.
Yo solo podía observar, sintiendo una mezcla de admiración y gratitud por ella. Clover no solo me estaba protegiendo a mí, sino también el futuro que estábamos construyendo juntos, y eso, más que cualquier otra cosa, me hizo darme cuenta de que había encontrado a la persona con la que quería pasar el resto de mis días.