En un reino maldito donde las personas se convierten en bestias al caer la noche, Aria, una joven cazadora, es enviada para eliminar a la Bestia maldita. Pero al llegar descubre que todo lo que decían, era falso y la Bestia de la que tanto temían, la arrastraría a sus más profundos, oscuros y lujuriosos deseos. ¿Podrá Aria acabar con la Bestia maldita o el deseo acabará con ella?
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Fin de la maldición
-Ka..el…- Aria no podía hablar correctamente, la sangre brotaba cada vez más de la herida, no existía gravedad para ella, su sangre se filtraba hacia el pelaje de la bestia, ni una gota era derramada al suelo- No… no entiendo… perd…oname
Pero Kael no podía responder, internamente había una batalla entre la bestia y la humanidad del Kael que ella conocía
Antes de adentrarse al túnel, cuando aún la claridad las acompañaba, Lydia le entregó a Aria, los objetos que antes habían recolectado para la maldición
…
-Es mejor que los tengas tú, sí algo más pasa y después de ganar la batalla alguien los toma, será un total desastre Aria
-Y si muero? los perdemos igual
-No morirás Aria, aunque deba usar mi último destello de magia, te ayudaré a salir con vida de aquí- Las palabras más cálidas y amables que había escuchado hacía ella, no pudo evitar abrazarla
…
Aria agonizaba en los brazos de la bestia cuyo pelaje estaba humedecido por la sangre que ella perdía
El último objeto que faltaba no era lo que ellos creían, Morganna se había asegurado de que nadie pudiera levantar jamás la maldición, por lo que solamente, uniendo los cristales con su magia, podían levantar el hechizo
La magia de Aria, al tener rastros de la magia de Morganna, reaccionaron ante el contacto con Kael, el portador de la maldición
Aria perdió la consciencia, respiraba lentamente, su cuerpo cada vez lucía más pálido y frío, a diferencia de Kael, quien reducía notablemente su tamaño de Bestia
Minutos bastaron para que Kael volviera a su forma de hombre, cuando el último pelo del cuerpo de Kael desapareció, la onda azul desapareció llevándose todos los rasgos de bestia de aquellos que fueron afectados por la maldición, las sombras de los bosques y todo rastro de maldad que había sembrado Morganna hace tanto tiempo
Lydia, quién no estuvo nunca afectada por la maldición, fue la primera en reaccionar, junto a ella Fenrir en forma de hombre, desnudo, respiraba pacíficamente, sosteniendo aún la cabeza sin vida de Yunaz
-Aria!- gritó al verla, era un despojo, pálida y con apenas rastro de energía vital
Corrió hacia ella, la arrastró al suelo fuera de los brazos de un Kael hecho hombre, desprovisto de ropa y de bestialidad, inconsciente en el suelo
-Aria, reacciona por favor!- Lydia frotaba sus manos sobre el centro del pecho de Aria acumulando toda la magia que podía, mientras en su mente pedía perdón a todos los dioses por sus pecados y esperaba que pudieran ayudarla a sanar a la pobre chica inocente
Las lágrimas caían de sus ojos, una tras otra inundando sus mejillas caidas
Después de tantos años sus súplicas fueron escuchadas, aquella sincera petición le fue concedida
La herida de Aria fue sanada, su respiración se reguló y los espasmos cesaron, estaba llena de calidez y su piel blanca recuperó su tono normal, ligeramente rosado
-Ly… Lydia…?- susurró Aria al despertar, la mujer que lloraba encima de ella se percibía como Lydia, era su olor e incluso su calidez, pero su rostro parecía unos años más joven, lucía como una mujer joven a sus 35 años
-Mi querida niña, despertaste- El rostro de Lydia estaba cubierto de lágrimas, con fuerza ambas se unieron en un abrazo
-Qué fue lo que pasó?- Aria miró a su alrededor con asombro, cayendo en cuenta que Kael y Fenrir seguían inconscientes en el suelo
-No lo sé, creo que tu sangre completó el hechizo de la maldición, todo fue muy rápido, tampoco tengo muchos recuerdos del momento, cuando pude moverme, te vi tirada en los brazos de Kael
-Oh Dios Kael- Aria se movió hacia el hombre fornido y desnudo, se miraba con semblante tranquilo mientras respiraba lentamente
-Hay que sacarlos de aquí, pero cómo?
-Creo que es hora de que uses el regalo de tu antiguo maestro
-El pergamino servirá, pero somos muchos
-Servirá querida, solo debemos conectarnos entre los cuatro- Mientras Lydia arrastraba el cuerpo de Fenrir cerca de ellos, Aria desdoblaba el pergamino que llevaba metido en su bota en caso de emergencia
Así lo hicieron, los cuatro cuerpos fueron trasladados al castillo de Kael, de nalgas al suelo, cayeron en el salón central
Los fieles sirvientes de Kael estaban asombrados, no entendían qué o cómo había sucedido, pero ya no eran más bestias, eran completamente humanos de nuevo, humanos que regresaron a la edad que tenían cuando recibieron la maldición
No solo los cercanos a Kael, de pronto, la guerra se detuvo, no había resentimiento en sus corazones, no entendían por qué batallaban, pues solo se veían humanos unos a los otros y celebraban que ya no había diferencia entre ellos
-Amo!- gritó espantado el mayordomo al ver a Kael inconsciente
Diligentemente, todos los sirvientes ayudaron a trasladar a los hombres a las habitaciones correspondientes
El castillo, al igual que el resto de los Reinos, habían regresado a lo que una vez fueron antes de la maldición, como si el tiempo se hubiese detenido y todo estuviera conservado
Así, pasaron cinco días, esperando a que Kael abriera por fin los ojos