Julia siempre ha sido una mujer de carácter fuerte, marcada por un pasado trágico que la dejó sin fe en el amor. Como hija de un CEO millonario, su vida está rodeada de lujos, pero también de heridas: su madre, destrozada por las infidelidades de su padre, terminó quitándose la vida. Ahora, su padre insiste en que Julia se case, organizando citas con hombres que él considera "adecuados". Pero Julia tiene un plan: sabotearlas todas.
Todo cambia una noche, cuando Julia, cansada de las manipulaciones de su padre, llega a una cita y, por error, se sienta en la mesa equivocada. Sin saberlo, su mordaz actitud y su lengua afilada despiertan el interés de un hombre que no es su cita: un peligroso mafioso acostumbrado a obtener lo que quiere. Fascinado por su audacia, él queda obsesionado con conquistarla, sin importar el costo.
Lo que comienza como un juego de poder y seducción pronto se convierte en una atracción incontrolable que arrastra
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capitulo 20
La tensión en la habitación era palpable. Julia seguía con la mirada fija en sus manos, aún sosteniendo el peso de la conversación con su padre. Adrián permanecía en silencio, un pilar de calma en medio del torbellino emocional de ella, pero sus ojos delataban algo más oscuro: una furia contenida.
—¿Qué vas a hacer ahora? —preguntó Adrián con voz baja, aunque la intensidad de su tono la hizo alzar la vista.
Julia suspiró y se encogió de hombros.
—No lo sé. No puedo simplemente cortar los lazos con mi padre, pero… no sé cómo seguir adelante después de todo esto.
Adrián se inclinó hacia ella, sus ojos buscando los suyos.
—Si cortar esos lazos es lo que necesitas, entonces hazlo. Nadie tiene derecho a tratarte como lo hicieron ellos, ni siquiera tu familia.
Julia sabía que Adrián lo decía en serio, pero su vida no era tan sencilla. Por más que quisiera escapar de la influencia tóxica de su madrastra y su media hermana, su padre seguía siendo su única conexión con su madre fallecida, al menos en su mente.
—No es tan fácil, Adrián. No puedo simplemente darles la espalda.
Adrián dejó escapar un suspiro y se levantó, caminando hacia la ventana que daba a la ciudad iluminada por la noche.
—Tú no tienes por qué soportar todo esto sola. Si me dejaras, podría…
—¿Podrías qué? —lo interrumpió Julia, levantándose también—. ¿Hacer que desaparezcan? ¿Amenazarlos?
Él se giró para mirarla, su rostro imperturbable, pero sus ojos ardían con determinación.
—Si es necesario, sí.
Julia sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Sabía que Adrián no estaba bromeando, pero ese lado de él la asustaba tanto como la atraía.
—No quiero que resuelvas mis problemas de esa forma —dijo ella finalmente, con un tono firme—. Quiero enfrentar esto por mi cuenta, a mi manera.
Adrián la observó en silencio por unos segundos antes de asentir.
—Como quieras, pero quiero que sepas algo, Julia. Si vuelven a hacerte daño, no me voy a quedar de brazos cruzados.
La intensidad en su voz dejó claro que no había espacio para negociaciones. Julia sabía que Adrián era peligroso, pero también sabía que, en su propia manera retorcida, él realmente se preocupaba por ella.
Decidió cambiar de tema antes de que la conversación se volviera aún más pesada.
—¿Qué pasó con los hombres que… me atacaron? —preguntó en un susurro, recordando lo sucedido horas antes.
Adrián la miró por un momento antes de responder, con una calma que resultaba aterradora.
—No volverán a molestarte.
Julia no necesitaba más detalles. El mensaje era claro: Adrián había hecho algo definitivo, algo que probablemente no quería saber.
—Gracias —dijo ella, aunque las palabras se sintieron insuficientes.
Adrián se acercó a ella de nuevo, esta vez con una suavidad que contrastaba con su usual dureza.
—No tienes que agradecerme nada. Protegerte es mi responsabilidad.
Julia lo miró a los ojos y, por un momento, se sintió segura. Pero esa seguridad venía acompañada de un peso, una sensación de deuda que no estaba segura de poder pagar.
Horas después
Julia no pudo dormir. Su mente seguía dando vueltas, atormentada por todo lo que había sucedido en los últimos días. Finalmente, decidió levantarse de la cama y explorar el edificio en silencio, esperando despejar su mente.
El lugar estaba envuelto en sombras, pero a Julia no le importaba. Caminó por los pasillos hasta llegar a lo que parecía ser un despacho secundario. Al entrar, notó que la habitación estaba llena de documentos y mapas, algunos con anotaciones en un lenguaje que no entendía.
—¿No puedes dormir?
La voz de Adrián la sobresaltó, y se giró para verlo parado en el umbral de la puerta.
—Lo siento, no quería meterme donde no debía —dijo rápidamente, pero Adrián alzó una mano para detenerla.
—No tienes que disculparte. Este lugar es tan tuyo como mío, si así lo decides.
Julia frunció el ceño.
—No entiendo cómo puedes decir algo así. Apenas nos conocemos, Adrián.
Él dio un paso hacia ella, su expresión grave.
—Te conozco lo suficiente para saber que vales más de lo que crees, Julia.
Las palabras la tomaron por sorpresa, y por un momento no supo qué responder.
—¿Por qué insistes tanto en protegerme? —preguntó finalmente—. No soy nadie especial.
Adrián la miró con una intensidad que casi la hizo retroceder.
—Eres más especial de lo que crees. Y tal vez algún día te des cuenta de ello.
Julia sintió que su corazón latía con fuerza en su pecho. Por más que intentara mantenerse firme, Adrián siempre lograba derribar sus muros, y eso la aterraba más que cualquier otra cosa.
Al día siguiente
Julia se despertó temprano, decidida a hablar con su padre una última vez. Sabía que, si quería cerrar ese capítulo de su vida, debía enfrentar la situación de frente.
Adrián la llevó hasta la casa de su familia, aunque no parecía contento con la idea.
—Estaré cerca por si me necesitas —dijo antes de que ella saliera del auto.
Julia asintió y caminó hacia la puerta, sintiendo cómo el peso de los recuerdos caía sobre ella con cada paso.
Al entrar, fue recibida por la mirada fría de su madrastra y la sonrisa cínica de su media hermana. Su padre apareció poco después, luciendo incómodo.
—Julia, gracias por venir —dijo él, pero su tono era forzado.
Julia lo miró con firmeza, sintiendo una nueva fuerza en su interior.
—No vine para reconciliarnos, papá. Vine para decirte que, hasta que no estés dispuesto a respetarme y defenderme, no quiero saber nada de esta familia.
Su madrastra soltó una risita burlona, pero Julia no se inmutó.
—Puedes reírte todo lo que quieras, pero no pienso volver a ser tu víctima.
Con esas palabras, se giró y salió de la casa, dejando a todos sorprendidos. Al llegar al auto, Adrián la estaba esperando, y ella no pudo evitar sonreír al verlo.
—¿Cómo te fue? —preguntó él.
—Creo que, por primera vez, gané esta batalla.
Adrián sonrió de lado y arrancó el auto.
—Bien hecho, Julia.
Mientras el auto se alejaba, Julia miró por la ventana, sintiendo que, aunque aún tenía un largo camino por recorrer, había dado el primer paso hacia su libertad.
o quizá se refiere a eilana o como se llame 🤔