Elena Carter, una brillante y empoderada empresaria de Nueva York, ha construido su imperio tecnológico desde cero, enfrentándose a un mundo lleno de desafíos y competencia. Nada ni nadie ha logrado desviarla de su camino… hasta que aparece Damian Moretti. Rico, influyente y peligrosamente atractivo, Damian es un mafioso italiano con un oscuro pasado y un obsesivo interés por Elena.
Cuando Damian intenta infiltrarse en su vida a través de una tentadora propuesta de negocios, Elena se encuentra atrapada en una red de pasión y peligro. Su determinación por mantener el control choca con la implacable necesidad de Damian de poseerla, no solo en los negocios, sino en cada aspecto de su vida.
Entre celos, conspiraciones y una atracción que no pueden negar, ambos descubrirán que hay líneas que no pueden cruzarse sin consecuencias. ¿Podrá Elena resistir el encanto y el poder de un hombre que lo arriesgará todo por tenerla? ¿O terminará cayendo en la trampa de una obsesión peligrosa...?
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Capítulo 20: Bajo el Fuego de la Verdad
El beso entre Damian y Elena marcó un punto sin retorno. Ninguno de los dos lo había planeado, pero tampoco intentaron detenerse. La calidez de los labios de Damian y la forma en que sus manos la sostenían la hicieron olvidar por completo el peligro que los rodeaba. Por primera vez, Elena sintió que no tenía que enfrentarlo todo sola.
Cuando finalmente se separaron, ambos se miraron en silencio, respirando con dificultad. Damian fue el primero en hablar.
—No deberías haberme besado —murmuró, su voz apenas un susurro.
—¿Por qué no? —preguntó Elena, sin apartar los ojos de los suyos.
Damian cerró los ojos por un momento, como si estuviera luchando consigo mismo.
—Porque esto es peligroso. Yo soy peligroso.
Elena se cruzó de brazos, retrocediendo un paso.
—¿Y crees que no lo sé? Estoy aquí contigo, ¿no? He estado enfrentándome a cosas que nunca imaginé, y aún así... —Hizo una pausa, su voz temblando levemente—. Aquí estoy, contigo.
Damian la observó durante unos segundos antes de asentir lentamente.
—Lo sé. Y eso es lo que más me asusta.
Elena suspiró, sintiendo que cualquier discusión sería inútil.
—No importa lo que digas, Damian. No voy a irme.
Damian no respondió, pero en su mirada había algo que parecía una mezcla de admiración y resignación.
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A la mañana siguiente, la calma de la noche fue reemplazada por la acción. Damian recibió una llamada de uno de sus hombres, informándole que Reznikov había salido de su escondite y estaba organizando una reunión en un almacén abandonado en la zona industrial de la ciudad.
—Es nuestra oportunidad —dijo Damian mientras revisaba sus armas.
Elena, que estaba sentada en el sofá, lo observó con una mezcla de preocupación y determinación.
—Voy contigo.
Damian levantó la vista, frunciendo el ceño.
—Elena...
—No. No voy a quedarme aquí sentada mientras tú arriesgas tu vida. Esto también me afecta, Damian.
Él suspiró, sabiendo que no tenía sentido discutir con ella.
—Está bien, pero te quedas cerca de mí. Si algo sale mal, quiero que corras.
Elena asintió, aunque sabía que probablemente no seguiría esa orden.
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El almacén estaba oscuro y silencioso cuando llegaron, excepto por un par de luces que iluminaban las entradas principales. Damian estacionó el auto a una distancia segura, y ambos se bajaron, moviéndose en silencio hacia el edificio.
—Hay guardias —susurró Damian, señalando a dos hombres que vigilaban la entrada.
Elena asintió, su corazón latiendo con fuerza. Sabía que esto no era un juego, pero estaba decidida a mantenerse firme.
—¿Qué hacemos? —preguntó en voz baja.
Damian sacó una pistola y la revisó antes de responder.
—Déjamelo a mí.
Elena lo vio moverse con una precisión letal. Antes de que los guardias pudieran reaccionar, Damian ya los había neutralizado.
—Vamos —dijo, volviendo hacia ella.
Elena lo siguió, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda mientras entraban al almacén.
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Dentro, el ambiente era opresivo. Había varias cajas apiladas y una pequeña mesa en el centro, donde Reznikov estaba sentado junto a otros dos hombres. Damian y Elena se escondieron detrás de una pila de cajas, observando la escena.
—Ese es Reznikov —murmuró Damian.
Elena lo reconoció inmediatamente. Aunque nunca lo había visto en persona, las fotografías que había recibido en las amenazas eran inconfundibles.
—¿Qué hacemos ahora? —preguntó en voz baja.
Damian estaba a punto de responder cuando Reznikov se levantó, mirando hacia su dirección.
—Sé que están ahí. ¿Por qué no se ahorran la molestia y salen? —dijo con una sonrisa siniestra.
Elena sintió que su corazón se detenía.
—Nos vio —susurró, mirando a Damian.
—No importa. Sigamos con el plan.
Damian se levantó lentamente, con las manos en alto, mientras Elena lo seguía, tratando de mantener la calma.
—Reznikov —dijo Damian, con su tono habitual de confianza—. Parece que siempre te encuentro en lugares como este.
Reznikov se rió, aunque sus ojos brillaban con amenaza.
—Damian Moretti. Siempre tan atrevido. ¿Qué te trae por aquí?
—Sabes por qué estoy aquí. Quiero información sobre el Cónsul.
Reznikov alzó una ceja, fingiendo sorpresa.
—¿El Cónsul? No sé de qué estás hablando.
Damian dio un paso adelante, su voz volviéndose más fría.
—No tengo tiempo para tus juegos, Reznikov. Sabes exactamente de quién estoy hablando, y más te vale empezar a hablar.
Reznikov lo miró fijamente por un momento antes de soltar una carcajada.
—Sabes, me sorprende que tengas el descaro de venir aquí y amenazarme. Pero no estás en posición de exigir nada.
Con una señal de su mano, los hombres que estaban a su lado se levantaron, apuntando armas hacia Damian y Elena.
Elena sintió que su estómago se hundía, pero antes de que pudiera reaccionar, Damian actuó. En un movimiento rápido, sacó su pistola y disparó, neutralizando a uno de los hombres.
El almacén estalló en caos. Elena se lanzó al suelo, tratando de mantenerse fuera de la línea de fuego, mientras Damian se enfrentaba a los hombres restantes.
—¡Elena, sal de aquí! —gritó Damian, pero ella no se movió.
En cambio, buscó algo con lo que defenderse. Encontró una barra de hierro cerca y la sostuvo con fuerza, lista para usarla si era necesario.
Finalmente, después de unos minutos que parecieron eternos, el lugar quedó en silencio. Damian, aunque jadeando, estaba ileso, y Reznikov estaba arrodillado en el suelo, con las manos en alto.
—Está bien, está bien. Hablaré —dijo, su voz temblando ligeramente.
Damian se acercó a él, apuntándolo con la pistola.
—Más te vale que digas la verdad.
Reznikov tragó saliva antes de hablar.
—El Cónsul... Está planeando algo grande. No sé exactamente qué, pero tiene que ver con una reunión en una mansión en las afueras de la ciudad. Será en tres días.
Damian lo miró fijamente, evaluando si estaba diciendo la verdad.
—Si estás mintiendo, rezaré por ti —dijo antes de golpearlo, dejándolo inconsciente.
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De vuelta en el auto, Elena se giró hacia Damian.
—¿Qué crees que va a pasar en esa reunión?
Damian apretó el volante con fuerza, su mirada fija en la carretera.
—Lo descubriremos. Y cuando lo hagamos, nos aseguraremos de que todo termine.
Elena asintió, aunque sabía que la batalla estaba lejos de terminar.
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