Esta es la historia de Sofía Bennet, una joven con un sueño muy grande, pero tuvo que dejarlo ir por una tragedia.
Leandro Lombardi un hombre acostumbrado a tener siempre lo que quiere con un pasado que le hizo mucho daño.
Dos personas totalmente opuestas pero con una química impresionante.
¿Podrán dejar fluir sus sentimientos o solo lucharán por evitarlos?
NovelToon tiene autorización de IJGB para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
18 — Sentimientos a flor de piel.
Sofía Bennet.
Extraño.
Esa es la palabra que define a ese hombre.
Tomé unos minutos para calmarme después de lo que sucedió y decidí ir a la sala de estar, pero no lo encontré.
Solo vi a otras dos personas; a una la reconocí, era la que estaba con él en el centro comercial.
Al otro no lo había visto antes, pero no eran a quienes buscaba.
¿Buscabas Sofía?
¿Porque pensaste algo como eso?
— Sofía, cariño, por fin, ya estaba por ir a buscarte — dice mi tía cuando me acerco al sofá azul celeste donde ella está sentada.
— Lamento la espera, tuve un pequeño accidente en las escaleras y... — tía Estela me interrumpe y me mira de pies a cabeza con preocupación.
— ¿Qué te ocurrió? ¿Te hiciste daño? ¿Cómo no me di cuenta? — preguntó sin permitirme responder.
— Déjala explicar lo que pasó si quieres que lo cuente, querida; de lo contrario, dudo que pueda responder a tantas preguntas — dice la señora Raisa con calma al entrar, mientras mi tía me hace sentar en el sofá.
Me encuentro frente a esos dos hombres.
“No son feos, Sofía.”
Cállate, conciencia.
— A ti te conozco, pero no recuerdo de dónde — comentó uno de ellos, el mismo que recuerdo que se llama Federico.
El otro le dio un golpe en el brazo y lo miró con desdén.
— Ten un poco de educación y saluda primero, idiota — lo reprendió, visiblemente molesto, mientras me observa con una sonrisa. — Yo soy Luciano y este bruto sin modales es mi hermano Federico.
Le devuelvo la sonrisa; al menos él es simpático.
—¡Hola! Me llamo Sofía, es un placer conocerlos — respondí con amabilidad.
— Un nombre precioso, igual que su dueña — comentó Federico con un tono algo coqueto —. Pero en serio, dime, ¿dónde nos hemos visto antes?
— Fue en el centro comercial; fue con ella con quien me encontraste — dijo una voz profunda, y al girar, lo vi entrar con gran elegancia.
Se acomodó en el sofá opuesto, rodeado de sus hermanos.
Son extremadamente parecidos, además de guapos, pero cada uno tiene una personalidad distinta.
Incluso podría decir que me recuerdan a mis amigas.
Luciano parece serio, pero tiene un toque simpático, al igual que Tania.
Federico, desde lejos, se nota que tiene potencial de ser un mujeriego, igual que María.
Y Leandro, bueno, simplemente es... Perfecto.
Lo observé y me sonrió de inmediato, lo que me hizo sonrojarme.
Desvié mi mirada, pero ya era tarde; me había visto recorrerlo una vez más y no era el único, porque él también me había dedicado esa mirada.
— ¡Ya recordé! — exclamó de repente Federico — Eres la persona que por primera vez le ha dado en el orgullo a mi querido hermanito.
Leandro giró los ojos con evidente fastidio; parece que las bromas de su hermano no le agradan.
— Fue un accidente del que es mejor no hablar. Deja de ser un chismoso, que a tu edad no te queda — reclamó.
Su voz me provoca cosquillas: es tan ronca, gutural, suave y autoritaria.
Como diría María, esa es la voz que quiero que me susurre al oído las cosas más sucias.
— ¡Sofía! — llamó mi tía Estela y reaccioné.
Me había quedado atrapada en mis cochinos pensamientos, todo por la influencia de María.
— Lo siento, tía, estoy un poco distraída por la salida con las chicas — mentí para evitar revelar la verdad sobre lo que me distraía.
Un hombre atractivo me observa con esos ojos que parecen el mar, y su voz tan seductora se complementa con esos labios carnosos y rosados que invitan a darle una linda mordida.
Niego con la cabeza varias veces; me he convertido en una pervertida.
— Entiendo, cariño — dice mi tía con calma — Lo que quería decirte es que si puedes contarme lo que sucedió, porque eso no lo sabía.
Me sentí un poco nerviosa, pero tomé una respiración profunda antes de responder.
— Tani me pidió un favor y salimos las tres al centro. Ya saben cómo son, siempre me dejan sola — pensé para mis adentros que las haría pagar por eso. — Fui a comprar un café y, sin querer, me tropecé con él. A pesar de que me disculpé...
— No acepté tus disculpas y actué de manera muy grosera contigo, así que lo correcto es ofrecerte una disculpa por mi comportamiento — dijo sinceramente, y se le notaba el arrepentimiento.
Asentí y le sonreí.
— Estaba bien, entiendo, hasta que yo hubiera reaccionado así después de todo — comenté.
Él me sonrió y desvíe la mirada, ya que su sonrisa sigue hipnotizándome, además de sus ojos.
— ¡Qué bueno que todo quedó aclarado! — exclamó la señora Raisa. — Ustedes eran muy unidos de niños, pero al parecer ninguno lo recuerda.
No entendí hasta que recordé cuando mi mamá nos llevó a Fabiola y a mí a España para hacer nuevos amigos.
Él era mi amiguito favorito de los tres, además de que me gustaba, pero era solo una niña para comprender sobre los sentimientos.
— Ahora lo comprendo — susurré en voz baja.
— El mundo es un pañuelo, pero ¿por qué no cambiamos el tema? — propone mi tía. — Sofía, ¿podrías ayudarme con la cena?
— Claro que sí, tía — acepté, levantándome del sofá y caminando rápidamente hacia la cocina.
Al entrar, me apoyé en el mesón para calmar mi respiración.
Saqué mi teléfono del bolsillo de mi vestido y marqué el número de María, hasta que finalmente me respondió.
— ¿Qué pasa, tanto me extrañas que me llamas a cualquier hora? — preguntó con tono burlón.
— ¡S.O.S! Tenemos un problema — respondí con seriedad.
Cuando estábamos metidas en algún lío, al decir esas palabras sabíamos que debíamos acudir en ayuda de nuestra compañera.
— Voy enseguida — contestó también en un tono serio antes de colgar la llamada.
Suspiré aliviada al saber que contaría con su ayuda.
Quizás ya no pueda asistir al club, ya que cambiaron el día del show en el último momento y no podré cantar.
Sin embargo, eso no significa que quiera quedarme aquí en la misma mesa con ese hombre.
¡De ninguna manera!
Eso solo generaría más tentaciones, ¡y no quiero pensar en eso!
— Tu tía me pidió que te ayudara, así que dime, ¿qué es lo que necesitas? — preguntó una voz detrás de mí.
Me estremecí de pies a cabeza, pero respiré profundamente antes de girar a mirarlo.
— Sí, hay muchas cosas en las que puedes ayudarme — respondí con calma.
Una de ellas es que se quite la camisa y me diga: ¡hazme tuyo, mamacita!
— No, eso no — susurré en voz baja, pero al parecer me escuchó.
Se acercó hasta quedar frente a mí, separados solo por el mesón de la cocina.
— ¿Estás bien? — volvió a preguntar.
Me toqué el rostro y sentí mis mejillas calientes, además de que estaba sudorosa.
— Tengo un pequeño malestar, probablemente por la salida de esta tarde; hizo mucho sol — comenté impulsivamente, pero él frunció el ceño, mostrando desconfianza.
Se acercó más a mí y me tocó la frente.
Sus manos son suaves, ¿cómo sería que me tocará...?
Me alejaré de él.
— Creo que iré a tomar un analgésico; tú puedes cortar los vegetales, ya regreso — dije fingiendo tranquilidad.
Estaba a punto de irme cuando me acorraló, colocando sus manos a cada lado de mi cuerpo, dejando mi espalda apoyada en el mesón.
— No parecías estar enferma desde que te vi, solo que no has dejado de sonrojarte en mi presencia — respondió él, alzando una ceja.
Estamos tan cerca que, si me acerco un poco más, podré rozar sus labios.
¡Sofía por favor! Deja dde pensar esas cosas.
— Yo no... no es como tú... como usted dice — repliqué.
Una vez más, tartamudeo; parezco una tonta.
— Me alegra que hayamos resuelto los problemas, además de darme cuenta de que eras aquella niña curiosa que siempre me molestaba con sus preguntas.
— Siempre he sido muy curiosa y un poco despistada — le comenté con tranquilidad, riéndome de las locuras que hice en el pasado.
Él sonrió y me acarició la mejilla, lo cual me hizo cosquillas.
Suspiró y se separó.
— Bueno, yo te ayudaré mientras vas por una pastilla. Te estaré esperando — dijo con calma, aunque su voz sonaba un poco más profunda.
Asentí y salí de la cocina para subir las escaleras y encerrarme en mi habitación.
No necesito ser adivina, ese hombre me gusta.
Está bien que lo recuerde y que ya no sea un desconocido, pero ahora los sentimientos de la infancia han cambiado; ya no somos unos niños.
Me senté en la cama y respiré profundamente.
Yo había pedido que alguien llegara, pero no comprendía mis emociones; son extrañas, pero aún así muy intensas, y me aterra pensar en el sufrimiento que podría venir después.
¡Ay, que confusión!