Apariencia de Ángel tenía ella, una mujer que se vio obligada a casarse con un hombre que no conocía , mejor dicho que no conoce durante los tres primeros años de dicho matrimonio , acostumbrada a su soledad en aquella mansión un día de la nada se ve obligada a actuar como toda una señora ante su regreso . El era tan frío con una apariencia de demonio que nadie podía llegar a pensar que en su vida existiera lugar para la familia o el amor pero todo cambia cuando se ve en la obligación de cumplir su papel dentro de aquel matrimonio y la conoce a ella .
¿ Podrá existir entre ellos más que una unión por obligación ?
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capitulo 17
—Pero sobre todo, muy hermosa. Hijo, cuídala, porque aunque sea tu esposa, es una mujer que llama la atención de cualquiera —me dijo mi padre con pesar.
—¿A qué se refiere, padre?
—Que sé que eres muy impulsivo, Axel, y puedes hacer daño a quien sea con un simple acto.
—Igual que mi padre —le dije. Él se echó a reír y colocó su mano sobre mi hombro.
—Padre, sé que no es el momento, pero tenemos que hablar... —la expresión de mi padre cambió y me dirigió al patio para hablar en privado.
—Sospecho que es algo importante para que hables ahora, y de alguna manera también sé que tiene que ver con tus hermanos.
—Sí, padre, está en lo cierto; se trata de mis hermanos.
—Habla, hijo...
Anna:
Los nervios se apoderaron de mí en cuanto los padres de Axel se acercaron, pero traté de disimularlo. La señora Sophia era muy hermosa; tenía unos ojos verdes intensos y una melena de rizos rubios recogidos en un elegante moño. Sin duda alguna, Axel era el vivo retrato de su padre: de tez clara, pero con los ojos y el cabello marrón claro.
La madre de Axel me llevó junto a unas señoras y me presentó como su yerna. Pero en cuanto le preguntaron por parte de quién, las expresiones de estas cambiaron.
—Querida mía, mi hijo es muy afortunado de que seas su esposa —me dijo con mucho cariño.
—Espero ser la persona que él necesite, señora.
—Habíamos quedado en que me tutearías, o ¿es que me veo tan mayor? —preguntó, fingiendo enojo.
—No, para nada. Conservas una apariencia muy buena. De verdad, Sophia, eres muy hermosa —dije sinceramente, pues era una persona muy conservada.
—No tanto como tú, nena. Eres muy hermosa, hija.
—Muchísimas gracias...
Ambas tomamos una copa de champán que nos ofreció un amable joven.
—Anna, querida, solo quiero que sepas que aunque mi hijo tenga un carácter muy fuerte, en el fondo es una muy buena persona —dijo ella, con mucha emoción en sus ojos.
—Lo sé, Axel es una muy buena persona —respondí con sinceridad.
—¡Hola, hermosas! Es hora del baile. Vamos —dijo el padre de Axel, tomando a su esposa del brazo. Axel se paró a mi lado con las manos en los bolsillos; era claro que estaba nervioso.
—¿Qué esperas, hijo? Toma a tu esposa y baila —Axel me quedó mirando, como esperando una respuesta.
Pero antes de que pudiera decir algo, Axel se acercó y me atrajo hacia él. La música era lenta y muy romántica. Bailamos un rato más hasta que nos dimos cuenta de que éramos solo nosotros en medio de la pista.
Sin pensar, Axel me atrajo hacia él y me besó lentamente. Respondí al beso, y después de que casi quedamos sin aliento y por los aplausos de los presentes, nos separamos. Axel me miraba diferente.
—¿Tenía que ser esto necesario? —pregunté.
—Como tú misma dijiste, estamos en el papel —dijo, guiñándome un ojo y llevándome a una de las mesas.
—¿Y según tú, el demonio soy yo? —pregunté con sarcasmo.
—Somos, Anna. Como tú misma dijiste.
Puse los ojos en blanco y caminé de su mano hasta una mesa, pero de pronto llamarón a Axel.
—¿Axel? Amigo, ¡qué gusto volver a verte! —saludó un chico vestido con un traje muy elegante.
Axel:
Cuando escuché que me llamaban y reconocí esa voz, me dieron ganas de cubrir a Anna, pues era Tomás Johnson, un viejo compañero del internado donde estaba.
—¡Hey! Sí...
—¡Pero esta mujer debe de ser realmente buena para que la traigas con tus padres, amigo! —dijo, recorriendo a Anna de arriba a abajo.
—¡Es mi esposa! —dejé muy claro. Mi amigo se atragantó.
—¿Te casaste?
—Sí. Te presento a mi esposa, Anna Al Jaramane.
—Mucho gusto, Tomás Johnson, para servirle —dijo, llevando la mano de Anna a sus labios.
—Amigo, recuerda que es mi esposa —exclamé.
—Lo sé, amigo. Nunca me dejas de sorprender con las mujeres que escoges... pero sin duda alguna, Anna es la mejor.
—Anna me miró con ojos entrecerrados.
—Sabes que, Tomás, nos vemos luego —dije, guiando a Anna hacia otra parte.
—Axel, ¿tus hermanos no están presentes hoy? —preguntó Anna.
—Están en la ciudad. Deberían de estar aquí, pero no han llegado —estaba muy consternado.
—No creo que se hayan perdido la fiesta de compromiso de sus padres.
—No creerás todo lo que son, Anna. Entonces mejor cambiemos de tema.
—De acuerdo...
Anna y yo nos detuvimos a tomar una copa, y en eso se nos acercó uno de mis rivales en los negocios: Julián Lombardo.
—Axel, querido compañero, no sabía que te habías casado. La noticia es toda una bomba —dijo con una sonrisa petulante.
—Es mi vida, y no veo por qué hacerla pública.
—Y ya veo el porqué —exclamó el muy idiota, mirando a Anna de arriba a abajo.
—¿A qué te refieres?
—Pues que, sin duda alguna, es mejor que sean pocos los que conozcan a tu esposa, pues algunos la querrán conquistar y otros lastimar, pero todos con el mismo fin —dijo muy sarcásticamente.
Si lo que quería era provocarme, lo estaba logrando. Cuando iba a contestar, fue Anna quien me interrumpió.
—Disculpa, pero estás muy equivocado. No habrá quien me conquiste, pues mi esposo ya lo ha logrado, y al que me quiera hacer daño lo hará en vano —dijo Anna con mucha seguridad.
—Vaya, vaya. Veo que tienes carácter para hablar en una conversación de tu esposo con un amigo... —en sus labios se posó una sonrisa maliciosa.
—En primer lugar, la voz de mi esposa es la mía, y segundo, tú y yo no somos amigos, así que te puedes retirar ya.
—Veamos si de verdad solo tienes ojos para tu esposo. Baila conmigo —dijo el muy desgraciado, acercándose a Anna para sujetarla por el brazo. Anna retrocedió un poco, quedando casi detrás de mí. Pero fui yo quien lo agarró del brazo y clavé mis dedos.
—Ni se te ocurra tocarla o lo lamentarás, Lombardo. No se te olvide quién soy yo —lo fulminé con la mirada, sintiendo cómo la sangre se calentaba en mi interior.
El título de la historia debería ser,
"Alcohólica por inmadura".
Tener todo a manos llenas, no siempre es bueno. 🤔😒🤨🇨🇴