Sinopsis:
Joarah siempre había vivido una vida tranquila en México, hasta que se vio obligada a huir del país, dejándolo todo atrás. Perseguida por Emmanuel Gonzales, un poderoso magnate del crimen, no entiende sus verdaderos motivos, pero sabe que debe salvarse a cualquier precio.
Al llegar a Sicilia, Joarah pide ayuda a la única persona que conoce, su amiga Alice. Las cosas se complican cuando descubre que Emmanuel está más cerca de lo que imaginaba. Durante un tenso encuentro, Joarah se enfrenta a una sorprendente revelación: es idéntica a la ex esposa de Emmanuel, una mujer que muchos dieron por desaparecida y otros por muerta.
Emmanuel, frío y calculador, le propone un trato impensable: que Joarah se convierta en su esposa de alquiler, no por amor, sino por necesidad, para garantizar el futuro de su hijo y la seguridad económica de su padre. Joarah descubre secretos familiares que cambian su visión del pasado y de Emmanuel.
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Capítulo 20
Joarah González
Entramos en la habitación y la puerta se cerró suavemente tras nosotros. La tensión y el deseo en el aire eran palpables, y Emmanuel tiró de mí para besarme intensamente, sus labios se encontraron con los míos con una pasión arrebatadora. Sentí que mi cuerpo se encendía y que cada contacto suyo me provocaba oleadas de calor.
Nuestro beso se hizo más profundo y empecé a desabrocharle los botones de la camisa, con los dedos temblorosos de excitación. Él hizo lo mismo y sus hábiles manos se deslizaron por mi cuerpo, desabrochándome lentamente el vestido. Sentí que su respiración se aceleraba y el ruido de la ropa cayendo al suelo resonó en toda la habitación.
Finalmente, nos quedamos uno frente al otro, nuestras ropas formando un montón olvidado en el suelo. Le miré, su cuerpo fuerte y definido, cada detalle grabado en mi mente. Me levantó en brazos con facilidad, me llevó a la cama y me colocó suavemente sobre las suaves sábanas.
Sus ojos se clavaron en los míos mientras se acercaba, con movimientos lentos y calculados. Sentí su cálido cuerpo contra el mío, cada roce, cada caricia, una promesa de placer. Empezó a besarme el cuello, bajando lentamente hasta los hombros, sus labios dejaban un rastro de fuego por donde pasaban.
Emmanuel se tomó su tiempo, explorando cada centímetro de mi cuerpo con sus manos y su boca. Mi cuerpo respondía a cada caricia, a cada beso, mi deseo crecía a cada instante. Me miró a los ojos, con una mirada llena de amor y deseo.
- Joarah, te ruego que no me dejes nunca. - susurró, con la voz ronca por la emoción.
Antes de que pudiera responder, se colocó sobre mí y me penetró lentamente. Sentí que una oleada de placer me inundaba y arqueé el cuerpo, abrazándolo con más fuerza. Cada movimiento era perfecto, una sinfonía de sensaciones que nos unía aún más.
Nos movíamos juntos en perfecta armonía, nuestros cuerpos se fundían en uno solo. El placer crecía, una ola abrumadora que nos envolvía. Sentí que mi cuerpo se rendía completamente a él, que desaparecía cualquier pensamiento, cualquier preocupación. Estábamos en nuestro propio mundo, un lugar donde sólo existía el amor y la profunda conexión entre nosotros.
Cuando por fin llegamos al clímax, una explosión de placer que nos dejó jadeando y temblando, me quedé allí, en los brazos de Emmanuel, sintiendo su corazón latir contra el mío. Me abrazó con fuerza, su cuerpo seguía sobre el mío, nuestros corazones latían al unísono.
- Te quiero, Emmanuel -respondí, con un susurro de satisfacción en la voz.
Y allí, abrazados, supimos que nada podría separarnos. Estábamos preparados para afrontar cualquier reto, juntos, con amor y fuerza.
Me desperté con la suave luz del amanecer filtrándose a través de las cortinas de nuestra habitación en París. Sentí un calor acogedor a mi lado y, al darme la vuelta, vi a Joarah, aún dormida, con una expresión de paz en el rostro. No pude evitar sonreír al verla, con el pelo esparcido por la almohada.
Con cuidado, le pasé la mano por el pelo, acariciándoselo suavemente. Se revolvió un poco y abrió los ojos, encontrándose con los míos. Le sonreí, sintiendo que se me encogía el corazón al contemplar su belleza matutina.