Roxana: La Bastarda

Cassius no lograba conciliar el sueño, había abusado de los somniferos que le había dejado Roxana pero no podía dejar de pensar en ella.

Roxana era como una flor, debías ser cuidadoso. Si recibía más de esto o de aquello podría morir, debía ser cuidadoso con su trato hacia ella o si no la asustaría.

La ansiedad lo estaba carcomiendo, quería ser un apoyo para ella pero no sabía cómo seguían las cosas en el archiducado desde que sus puertas se cerraron. Decidió ir a verla, solo así podría tranquilizar su corazón.

Era media noche, Roxana seguía despierta en el balcón de su habitación observando la luna mientras luchaba consigo misma preparando la lista de cómplices de la emperatriz. Debía entregársela mañana a su padre para que su plan de derrocar a la emperatriz avancé aún más rápido.

Una piedra pasó por encima de ella golpeando la puerta del balcón.

La segunda pasó de largo.

Estaba asustada, pero un ladrón o asesino no haría eso. Iría directamente a por ella. De pronto alguien subió, al momento en que iba a atacar observó el cabelo rubio. Era Cassius.

Un latido.

Dos latidos, su corazón estaba palpitando a un ritmo acelerado. Solo vestía ropas finas, estaba apenada.

Ambos se miraron, el ambiente se sentía distinto. Había un rubor en las mejillas de Roxana, sus labios estaban entre abiertos y parecían llamar a Cassius a besarlos.

Un paso adelante, Roxana retrocedía dos. Así era siempre, ella parecía conocer cada uno de sus movimientos. Parecía conocerlo más de lo que él mismo se conocía y eso le daba miedo pero a la vez lo intrigaba.

Las nubes que escondía a la luna se apartaron, la silueta del cuerpo de Roxana se podía apreciar debido a la luz. El príncipe suspiro, su bestia interior quería salir, aruñaba las paredes por hacerlo y devorar a la chica que tenía en frente pero solo lograría asustarla aun más.

¿Por qué se miraba tan tímida? Usualmente estaría con su rostro serio e indiferente. ¿Ella lograría recordarlo? O al menos su corazón.

“¿Qué hace aquí?” Eso, atacame. No dejes que pierda el control. Roxana estaba cubriendo su cuerpo con sus manos, no eran suficientes.

Cassius se quitó su abrigo y se lo colocó.

“Estaba preocupado por ti”. Roxana suspiro, se le había olvidado mandarle una carta al príncipe. Lo pasó por algo.

“Disculpame”. El príncipe se acercó y esta vez Roxana no retrocedió, el corazón de Cassius parecía emocionado ante esto.

“Ya lo sabes todo ¿cierto?”. La voz de Roxana sonaba triste y lo estaba, a pesar de tener que parecer fuerte para parecer alguien confiable no podía con el dolor de poder perder a su padre si su plan fallé, por eso luchaba. Luchaba ante el miedo y la ansiedad de correr.

“¿Puedo ayudarte en algo?”. Roxana negó, Cassius parecía querer acercarse más y Roxana río, se miraba tan tímido.

“Solo hazlo”. Esto fue suficiente para que él la abrazara, Roxana lloró y Cassius acarició su espalda, dejando suaves palmadas de apoyo en ella.

“Tenía tanto miedo, no sabía que hacer”. Cassius solo sentía mientras Roxana se desahogaba, ambos estaban en un profundo silencio después de esto. Solo se miraban, miradas qué decían más que simples palabras.

Estaban cargadas de distintas emociones que contenían el corazón de cada uno, pero seguía sin ser el momento. Primero ambos debían estabilizar su posición.

“¿Qué harás?”. Preguntó Cassius, a pesar de no poder ayudarla quería saber con certeza que haría Roxana por si se presentaba una dificultad.

Roxana le contó cada parte del plan con lujo de detalle, sabía que podía confiar en él. No había nada que tuviera la intención de ocultarle, incluido lo del hijo de la emperatriz.

“Ya lo sospechaba. Primero mataría a tu padre y probablemente por mí”. Roxana asintió.

Roxana pensó en como podía incluir a Cassius y dijo: “¿Podrías hacer que vea a su majestad a solas?”

Cassius se quedó pensativo y asintió, haría lo que fuera por Roxana. Ahora la sentía más cercana a él.

“¿Para cuando?”

“Dentro de dos días mientras tanto no dejes que le proporcionen la medicina de la emperatriz, esto debe estar dañando sus órganos vitales”. Cassius asintió, su padre debía estar tomándola por obligación. La emperatriz había encontrado la forma de acorralarlo.

“Debes irte, será sospechoso si estas tanto tiempo fuera del anexo”. Cassius quería contradecir, pero no podía.

“Prometeme que te cuidaras”. El príncipe sabía que si la emperatriz supiera del plan de Roxana la mataría de inmediato, era alguien fría y sin corazón. Solo le interesaba el poder, por eso había matado a su madre.

“Lo haré”. Roxana le sonrió, era la primera vez que Roxana le sonreía. Su precioso rostro desliñado, sus mejillas rosadas y su cabello suelto. Estaba cautivado, casi en un trance por su belleza.

Cassius saltó del balcón, la pelinegra lo vio sorprendido de sus habilidades. Él solo hizo una reverencia ante ella y se fue corriendo.

Había sido un día lleno de emociones, Roxana sintió todo su cuerpo cansado así que decidió dormir.

...... ...

Ya había amanecido, esta vez no había ido a despertarla las doncellas como era costumbre sino el mayordomo quien llevaba en sus manos el periódico.

“Señorita”. La llamó, Roxana abrió sus ojos por instinto. Él le entregó el periódico, ahí estaba en la primera página con letras grandes "EXCLUSIVA: EL ARCHIDUQUE FUE ATACADO Y CASI MUERE" abajo empezaba a describir la situación. Lo habían logrado, Roxana sonrió.

“Me iré a preparar, será un día ajetreado”. El mayordomo tomó el periódico de vuelta. Las doncellas entraron y ayudaron a Roxana a prepararse en silencio, había tensión en todo el archiducado.

Ya sabían sobre el "estado" de su padre.

Los ojos de todos estaban sobre la habitación a la cual nadie podía entrar, solo ella. La rata probablemente ya estaba ideando un plan para salir de su madriguera de manera segura, en cada esquina habría una trampa esperando.

Roxana desayunó sola, su expresión se miraba triste casi lamentable. Algunos sirvientes empatizaron con ella, otros la criticaban y los demás se limitaban a simplemente no opinar porque podría ser la señora de la casa en poco tiempo.

La rata debía estar entre ellos, Roxana no pudo evitar observar las actitudes de cada sirviente que se presentaba. Para ella todos eran enemigos.

“Gracias por atenderme el día hoy”. Fue lo único que dijo al retirarse y dirigirse a la habitación de su padre.

Al estar en frente de la habitación, observó un detalle. El guardia de ayer era más alto, la rata estaba más cerca de lo que parecía.

“¿Quiénes están dentro?”. Preguntó, el sospechoso no habló.

“El mayordomo y el asistente, no han dejado ni una vez solo al señor”. Roxana asintió y entró. Era demasiado evidente.

Al abrir la puerta la rata quiso ver de más, Roxana lo dejó. La cama en donde se encontraba su padre estaba cubierta por un gran velo blanco que no dejaba ver a través de ella. Esto debería ser suficiente.

Cerró la puerta de golpe para que ya no viera. Todos la miraron sorprendidos.

“La rata ya salió de su cueva”. Señaló Roxana, los tres la miraron sorprendidos.

“Se encuentra a fuera”. Entendieron la referencia al ver a Roxana imitar de manera graciosa a los guardias quedándose en una posición recta y simulando que llevaba un casco.

“Papá, aquí tienes”. Le extendió la hoja de papel en donde iban escritos distintos apellidos de nobles importantes.

“Son los que han estado colaborando con la emperatriz”. El asistente y el mayordomo no pudieron evitar la curiosidad y se acercaron al Gian, los tres estaban sorprendidos al ver apellidos más de un apellido importante. La mayoría tenían altos cargos.

“Es cuestión de tiempo, cuando te recuperes solamente pídeles el libro mayor”. Todos estaban en un área en donde se manejaba demasiado dinero, Roxana tenía razón. Lo más probablemente es que se encontrarán abusando de su poder.

“Lo haré”. Roxana sonrió y fue directamente a abrazarlo.

“Todo está saliendo bien”. Su corazón estaba aliviado, Issac estaba cumpliendo con su parte y eso era lo más importante.

“¿Cómo te fue ayer?”. Magnus suspiró.

“Me fue bien, papá. La flor estará en mis manos pronto”. Él solamente sonreía, estaba orgulloso de su hija.

Tocaron la puerta.

“¿Quién es?”. Preguntó Roxana.

“La señorita Arabella se encuentra solicitando una audiencia”. No se quería separar de su padre, pero debía.

“Volveré pronto”. Él asintió y Roxana se retiró.

“¿No le preocupa de cómo pudo obtener la señorita toda esta información?”. Preguntó Magnus aún sorprendido seguía releyendo la lista.

El archiduque suspiró y dijo: “Ella se está esforzando, puedes verlo a simple vista”.

“Señor, incluso logró cerrar un trato con el jefe del gremio el cual anteriormente la emperatriz intentó sobornar de distintas maneras. Nadie conoce su identidad, podría ser peligroso”. Magnus estaba sobre pensando pero tenía razón, Gian lo sabía.

Pero, Roxana lo hacía por él. No podía corresponder a su hija con dudas.

“Aquí acaba el tema. Solo seguiremos a Roxana”. El mayordomo se mantuvo neutral, tenía sus dudas sobre Roxana pero si algo se notaba era el amor que le tenía a su padre. Estaba arriesgando todo únicamente para estabilizar la posición del archiduque.

Magnus se sentía frustrado. Sabía que algo ocultaba Roxana pero no parecía ser algo malo, sino un secreto doloroso.

La pelinegra estaba afuera del archiducado encontrándose con Arabella, quien corrió al verla. La abrazó.

“¿Cómo te encuentras, Roxi? Estaba tan preocupada, no sabes lo mal que la pase pensando en como estarías vos. Mi única amiga apuntó de perder a su padre, tuviste que estar muy triste”. Arabella hablaba rápido de lo nerviosa que se encontraba, tomando las mejillas de Roxana y luego tocando su frente. Se estaba cerciorando qué no estuviera enferma.

“Estoy mejor, Ari. Me siento más tranquila contigo aquí”. Roxana notó qué había más de un carruaje.

“¿Por qué hay tantos carruajes?”. Arabella río.

“Dos son de algo que manda mi hermano para la salud de tu padre y otros son de un té que yo conseguí”. Pensó que la flor de loto tardaría más tiempo. Sin duda había elegido a un buen socio.

“Eres tan dulce, gracias Arabella”. Arabella sonrió, ser conocida por Roxana la hizo sentirse bien consigo misma. No sabía cómo consolar el corazón de su amiga pero parecía haberlo logrado, no podía podido experimentar mejor sentimiento que este.

Se sintió bien ser de ayuda para alguien especial.

“Debes estar ocupada, no te interrumpiré. Mi hermano también mando esto”. Era una carta.

“Muchas gracias, en verdad Arabella. Atesoraré este regalo dejándolo grabado en mi corazón”. Ambas se despidieron con un abrazo, el corazón de Arabella estaba más tranquilo al saber que había sido de ayuda y ver que su amiga estaba más feliz ahora.

“Todo esto déjenlo en mi habitación”. Ordenó, los guardias asintieron bajando las cajas de cada uno de los carruajes y subiéndolas a la habitación de Roxana.

Para mi única socia...

Espero esto sea suficiente para que me digas quien te reveló mi identidad. Sospecho que eres una bruja, espero puedas responder a mis sospechas con sinceridad.

Roxana río al ver que Issac reveló sus pensamientos con tanta facilidad. Debió estar sin dormir toda la noche debido a la negociación que había tenido con ella.

Ya era el momento de preparar la medicina para el emperador, esta necesitaba mínimo un día de reposo y mañana debía entregársela.

El emperador debía estar a punto de morir en estos momentos. Sus órganos debían estar casi hechos polvos.

3. Ejecutar a la rata y hacer que confiese quien es su dueño.

Ya era de noche, todos se encontraban en sus posiciones respetando a que la rata revelará sus verdaderas intenciones. El sospechoso a tan solo tocar la media noche, atacó al otro guardia.

Ahora tenía el lugar libre, podría matar al archiduque con facilidad. Entró a la habitación, estaba notablemente oscura.