EL ALMA DEL PUEBLO

La tranquilidad de su nuevo hogar se vio sacudida cuando Pedro, el padre de Orange, llegó sin previo aviso. El sol de la tarde se colaba por las ventanas, iluminando la sala donde se encontraban los tres hombres. La tensión era palpable.

"Orange, necesito hablar contigo a solas", dijo Pedro, su voz severa.

Geovanni se levantó, pero Orange lo detuvo con una mirada. "No te vayas", susurró.

Pedro se sentó en el sofá, cruzando los brazos. "Mira, hijo, sé que esto es difícil para ti, pero tienes que entender que lo que estás haciendo está mal."

"Padre, he crecido", respondió Orange con calma. "He cambiado. Y lo que siento por Geovanni es real."

"Real o no, es una aberración", espetó Pedro. "No puedes esperar que tu familia acepte esto."

"Mi familia no tiene que aceptar nada", replicó Orange. "Soy un adulto y tengo derecho a tomar mis propias decisiones."

"No cuando esas decisiones afectan a toda la familia", replicó Pedro, su voz cada vez más alta. "Imagínate lo que dirán los vecinos, los amigos. ¿Cómo quieres que tu madre se sienta?"

"Mamá me apoya", intervino Orange.

"Tu madre es débil", escupió Pedro. "Se deja llevar por tus emociones."

"No te atrevas a hablar así de ella", dijo Orange, levantándose de golpe.

"Siéntate, Orange", ordenó Pedro, golpeando la mesa con la mano. "No me hables así."

Geovanni se interpuso entre ellos. "Basta, Pedro. Respeta a Orange y a sus decisiones."

Pedro se volvió hacia Geovanni con una mirada de desprecio. "¿Quién eres tú para hablarme así? Eres una mala influencia."

"Soy el hombre que ama a tu hijo", respondió Geovanni con firmeza. "Y lo haré feliz."

La discusión se intensificó, con acusaciones y reproches volando por el aire. Pedro insistía en que la relación de Orange y Geovanni era una aberración, mientras que Orange y Geovanni defendían su amor.

Finalmente, agotado y frustrado, Pedro se levantó y se dirigió hacia la puerta. "Me niego a aceptar esto", dijo, mirando a Orange con tristeza. "Te has convertido en un extraño para mí."

Al cerrar la puerta, un silencio sepulcral envolvió la habitación. Orange se dejó caer en el sofá, cubriéndose el rostro con las manos.

"Lo siento", dijo Geovanni, acariciando su cabello. "No quería que esto sucediera".

"Sé que no", respondió Orange. "Pero necesitaba que esto saliera a la luz. No puedo seguir viviendo con esta mentira."

Días después, Orange recibió una llamada de su abogado. El divorcio con Ángela estaba listo.

"¿Estás seguro de que quieres hacer esto?" preguntó el abogado.

"Sí", respondió Orange. "Estoy seguro."

Colgó el teléfono y se dirigió a Geovanni, que estaba sentado en el sofá, leyendo un libro.

"¿Qué pasa?" preguntó Geovanni.

"El divorcio está listo", dijo Orange.

Geovanni se levantó y lo abrazó. "Estoy aquí contigo, siempre."

La ceremonia del divorcio fue un proceso rápido y doloroso. Ángela estuvo presente, con una expresión triste pero comprensiva.

Después de la ceremonia, Orange y Geovanni se fueron a un pequeño restaurante en El Zompantle, un lugar que les recordaba a su infancia.

"Estoy tan feliz", dijo Orange, mientras tomaban una copa de vino. "Finalmente somos libres."

"Yo también", respondió Geovanni. "Estamos empezando una nueva vida juntos."

Se besaron, sintiendo la libertad y la felicidad que habían encontrado en cada otro. Al mirar por la ventana, vieron el atardecer tiñendo el cielo de colores cálidos. Sabían que el camino no sería fácil, pero juntos enfrentarían cualquier desafío.

Después de la cena, decidieron dar un paseo por las calles de El Zompantle. El aire fresco de la noche les revitalizó y el sonido de los grillos y los perros lejanos creaban una atmósfera serena. Se sentaron en las gradas de la cancha de fútbol, un lugar donde habían pasado muchas horas jugando de niños.

"Recuerdas cuando solíamos jugar aquí hasta que nos dolían las piernas?", preguntó Orange, mirando hacia el campo.

"Claro que sí", respondió Geovanni con una sonrisa. "Nunca imaginé que volveríamos a este lugar, pero esta vez juntos."

Se quedaron en silencio un rato, simplemente disfrutando de la compañía del otro. La luna llena iluminaba el cielo, creando un ambiente mágico.

"Te amo, Orange", susurró Geovanni, tomando su mano.

"Yo también te amo, Geovanni", respondió Orange, sintiendo una oleada de felicidad.

Dos años después

Orange y Geovanni habían construido una vida juntos llena de amor y aventuras. Habían viajado por el mundo, adoptado un perro al que llamaron Luna y habían convertido su pequeña casa en un hogar acogedor.

Un fin de semana, decidieron ir a buscar hongos azules en el bosque cercano a su casa. Era una tradición que habían heredado de sus abuelos y que les encantaba hacer juntos.

Mientras caminaban por el bosque, Geovanni se detuvo y se arrodilló. Sacó una pequeña caja de terciopelo de su bolsillo y se la entregó a Orange.

"Orange", dijo con voz temblorosa, "desde el primer momento en que te vi, supe que querías pasar el resto de tu vida conmigo. Me has dado más felicidad de la que jamás pensé posible. ¿Te casarías conmigo?"

Orange quedó sin palabras, con los ojos llenos de lágrimas. Asintió con la cabeza y se abalanzó sobre Geovanni, besándolo apasionadamente.

"Sí, quiero casarme contigo", dijo entre besos.

Se abrazaron con fuerza, sintiendo la emoción del momento. Habían superado muchos obstáculos juntos, y ahora estaban listos para dar el siguiente paso en su relación.

Orange y Geovanni continuaron su camino por el bosque, la búsqueda de los hongos azules sirviendo como pretexto para disfrutar de la compañía del otro. El sol filtraba sus rayos a través de las hojas, creando un espectáculo de luces y sombras que bailaban en el suelo del bosque. El sonido de los pájaros, el crujir de las ramas bajo sus pies y el suave viento que acariciaba sus rostros creaban una atmósfera íntima y sensual.

"Me encanta este lugar", susurró Orange, deteniéndose para admirar un árbol majestuoso.

"A mí también", respondió Geovanni, acercándose a él y tomando su mano. "Es nuestro pequeño secreto".

Mientras buscaban los hongos, una vibra de deseo y pasión comenzó a recorrer los cuerpos de ambos. Se miraron fijamente a los ojos, y en ese instante, todo el mundo se desvaneció a su alrededor. Solo existían ellos dos.

Con una sonrisa tímida, Orange se acercó a Geovanni y lo besó suavemente. El beso fue creciendo en intensidad, y pronto se estaban besando con pasión. Geovanni envolvió a Orange con sus brazos, acercándolo más a él.

"Orange...", susurró Geovanni, su voz ronca por la emoción.

"Geovanni...", respondió Orange, sus ojos cerrados con placer.

Geovanni llevó a Orange hacia un árbol y lo recargó contra el tronco. Sus manos recorrieron el cuerpo de Orange, despertando una tormenta de sensaciones.

Los gemidos de Orange se mezclaban con el sonido de la naturaleza, creando una melodía sensual y salvaje. El sol comenzaba a ocultarse, bañando el bosque en tonos cálidos de naranja y rosa. Las sombras alargadas de los árboles se proyectaban sobre el suelo, creando un ambiente íntimo y misterioso.

Geovanni, sintiendo la intensidad del momento, profundizó el beso. Sus manos recorrían el cuerpo de Orange, explorando cada centímetro de su piel. Orange, a su vez, respondía con igual pasión, sus dedos entrelazados en el cabello de Geovanni.

Cuando finalmente se separaron, ambos estaban sin aliento y con los ojos brillantes. Se quedaron abrazados un rato, disfrutando de la intimidad del momento. El corazón de Orange latía con fuerza en su pecho, y una sensación de plenitud lo inundaba.

"Nunca había sentido algo así", dijo Orange, su voz ronca por la emoción.

"Yo tampoco", respondió Geovanni, sonriendo. "Eres mi todo".

Se quedaron en silencio, escuchando el sonido de la naturaleza. El viento susurraba entre las hojas, los pájaros cantaban una melodía suave y una pequeña corriente de agua murmuraba cerca. Era como si el mundo entero se hubiera detenido para ellos.

"Quiero que esto dure para siempre", susurró Orange, apoyando su cabeza en el hombro de Geovanni.

"Siempre", respondió Geovanni, apretando a Orange contra él.

Se quedaron así un largo rato, hasta que la oscuridad comenzó a envolver el bosque. Se pusieron de pie y comenzaron a caminar de regreso, tomados de la mano. La luna llena iluminaba su camino, creando una atmósfera mágica.

Al llegar a su casa, se ducharon juntos, lavando de sus cuerpos el sudor y las tensiones del día. Se acurrucaron en la cama, envueltos en una cálida manta.

"Gracias", dijo Orange, mirando a Geovanni a los ojos. "Por hacerme sentir tan amado."

"Gracias a ti", respondió Geovanni, besando su frente. "Por ser la persona más maravillosa que conozco".

Se quedaron dormidos en los brazos del otro, soñando con un futuro juntos lleno de amor y felicidad.