Seducción Encubierta te sumerge en un apasionante juego de secretos y mentiras mientras los destinos de Harper Montclair y Ethan Reynolds se entrelazan de formas inesperadas. Harper es una astuta y misteriosa seductora que hace de los hombres ricos su pasatiempo, hasta que un misterioso hombre, Ethan entra en su vida. Lo que Harper no sabe es que él no solo es un hombre rico sino también un agente que investiga sus crímenes.
A medida que se entrelazan temas de seducción y engaño, los dos personajes se enfrentan a un punto de inflexión que pondrá a prueba sus verdaderas identidades y prioridades. Los corazones vulnerables chocan con la traición y la redención, ya que las mentiras se exponen para exponer verdades desagradables. Enfrentando valientemente su pasado, Harper abre la puerta al amor verdadero, mientras que Ethan lidia con la dualidad de sus crecientes obligaciones y afectos.
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CAPÍTULO 18: EMOCIONES EN LAS ALTURAS.
La brisa fresca de la tarde que susurra entre las hojas crea una dulce melodía en el parque de diversiones de la ciudad. Harper y Ethan caminaban uno al lado del otro, charlando tan suavemente. La risa y la música de fondo los envolvieron mientras compartían pequeños fragmentos de sus vidas.
—¿Administración de Empresas y Psicología? —Ethan arqueó una ceja, intrigado por la peculiar combinación—. —Suena como una mezcla fascinante.
Harper esbozó una sonrisa traviesa, sus ojos brillando con picardía. —Sí, la verdad es que me fascinaba comprender el comportamiento humano desde distintas perspectivas. Además, esta combinación me permite desenvolverme con soltura en diversos escenarios... como este mismo en el que nos encontramos.
Ethan esbozó una sonrisa mientras asentía con la cabeza. —Tienes razón. Yo...
Harper lo miró con una ceja arqueada. —¿Yo qué, Ethan? —preguntó, observando su tartamudeo.
Ethan suspiró profundamente y sonrió de nuevo. —En algún momento te voy a...
—Dime, ¿qué estudiaste realmente, Ethan? —lo interrumpió Harper—. Vamos, eso de que eres un empresario no me convence. Yo también te he investigado, y sé que no eres un hombre de negocios. Eres un detective, ¿verdad? O tal vez un agente encubierto. Dime la verdad.
Ethan volvió a suspirar, esta vez con más resignación. —Bueno, si ya me investigaste, entonces ya debes saberlo, ¿no? —la miró, y ella se encogió de hombros. Ethan rodó los ojos. —Estudié criminología e investigación policial. Siempre me he sentido llamado a ayudar a las personas, especialmente en casos de personas desaparecidas, sin importar su género, raza, orientación sexual o cualquier otra característica. También me apasionan los crímenes sin resolver, y ayudar a las familias a encontrar a sus seres queridos. Parece que nuestro camino se ha cruzado por alguna razón.
Harper sonrió. “Lo sabía", pensó. Era admirable que Ethan se preocupara por los demás y les ayudara. Incluso imaginó lo guapo que se vería con un arma en la mano.
El aroma a vainilla y chocolate los envolvía mientras Harper y Ethan se acercaban a la colorida heladería del parque. Ella, con una sonrisa traviesa, eligió por un cono rebosante de chocolate, mientras que él optó por la clásica vainilla. Sus dedos se rozaron al intercambiar un par de cucharadas, un gesto simple que electrizó el aire entre ellos.
Caminaron bajo la sombra de los árboles, observando a las parejas y familias que disfrutaban del parque. La risa de los niños se mezclaba con el sonido de las atracciones, creando una atmósfera vibrante y contagiosa. Se sentaron en un banco cercano, con la vista del parque.
Ethan, con un tono cálido y curioso, decidió profundizar en la conversación: —¿Y tú, cómo fue tu infancia?—.
Harper se rió, sus ojos verdes brillando con un brillo nostálgico. —Crecí con mis padres y mi abuela. Pasamos muchas tardes juntos en este parque de diversiones. Era como un refugio para mí, un lugar donde la felicidad siempre parecía estar al alcance de la mano.
Ethan la escuchó con atención, sintiendo una conexión profunda con sus palabras. —Yo también tengo recuerdos especiales de mi infancia—, compartió. —Crecí en un pequeño pueblo, rodeado de naturaleza. Solíamos explorar el bosque cercano y soñábamos con aventuras. También recuerdo que una vez vine a este parque con mis padres.
Las palabras de Ethan despertaron la curiosidad de Harper. —¿En serio? ,¿Qué te pareció?—. Se miraron a los ojos, con una chispa de complicidad en sus miradas.
Harper sonríe dulcemente mientras encuentra un nuevo nivel de conexión en sus historias compartidas. —¿Qué tal si subimos a la rueda de la fortuna? La vista desde allí es asombrosa.
Ethan asintió con entusiasmo, contagiado por la chispa en los ojos de ella. Se levantaron del banco y, tomados de la mano, se dirigieron hacia la majestuosa rueda de la fortuna. Una pequeña fila de personas esperaba pacientemente su turno, como si se prepararan para embarcarse en una aventura mágica.
Al llegar su momento, subieron a una de las coloridas góndolas con la emoción palpitando en sus corazones. El hombre a cargo les dirigió una sonrisa amable y, con un guiño cómplice hacia Ethan, les deseó un buen viaje.
La rueda comenzó a girar lentamente, elevándolos poco a poco por encima del parque. A medida que ascendían, la ciudad se extendía ante sus ojos como un lienzo multicolor, bañada por la luz dorada del atardecer. Las calles, antes bulliciosas, ahora parecían un laberinto de diminutas luces parpadeantes.
Durante tres minutos, el tiempo pareció suspenderse. Sus miradas se encontraron, compartiendo sonrisas y palabras susurradas que solo ellos podían entender. La brisa fresca acariciaba sus rostros mientras disfrutaban de la vista panorámica, un momento fugaz que se grabó en sus memorias como un tesoro invaluable.
Cuando finalmente descendieron de la rueda, ambos se sentían distintos. La experiencia compartida había creado un vínculo invisible entre ellos, una conexión que iba más allá de las palabras.
Harper desafió a Ethan con una mirada traviesa.
—¿Qué me dices, detective? ¿Te atreves a subir a una montaña rusa?
Ethan alzó una ceja, sorprendido por la manera en que lo había llamado Harper, pero no pudo evitar sonreír ante el desafío, con la emoción brillando en sus ojos.
—Por supuesto, my lady. Pero solo si prometes no soltarme la mano.
Harper lo miró con picardía, sus ojos llenos de determinación.
—Es un trato, detective. Pero prepárate para una experiencia que no olvidarás.
Se dirigieron hacia la montaña rusa, el ambiente vibrante a su alrededor. Harper revisó las diferentes opciones disponibles y preguntó:
—¿Prefieres las montañas rusas extremas, llenas de adrenalina y que te dejarán sin aliento, o las montañas rusas tranquilas y suaves, que te hacen sentir como si te estuvieras quedando dormido?
Ethan miró las montañas rusas con una sonrisa divertida.
—Ninguna de ellas parece tan tranquila y suave como las describes. Además, no creo que ninguna me haga dormir. Más bien, creo que me mantendrán despierto durante dos días seguidos.
Harper rió suavemente.
—No exageres, Ethan. Vamos en esta, señaló una montaña rusa con una fila de unas diez personas.
Mientras esperaban su turno, Ethan aprovechó un momento para robarle un beso a Harper. Cuando ella lo miró sorprendida, él fingió ser inocente y sonrió, lo que solo sirvió para fortalecer su vínculo.
El rugido metálico de la montaña rusa anunciaba su inminente partida. El personal de seguridad les abrochó los cinturones de seguridad.Harper con una sonrisa traviesa y con entusiasmo mientras Ethan fingía una calma que no sentía.
—¿Listo, detective? Espero que no grites como niña o llores como un bebé,—lo desafió ella, con un guiño juguetón.
Ethan, divertido por su broma, negó con la cabeza. Aunque su estómago se revolvía por la ansiedad, estaba decidido a mantener la compostura.
—Yo sí quiero bajarme,—murmuró con ironía, provocando la risa contagiosa de Harper.
El carro comenzó a ascender lentamente, aumentando la tensión en el aire.
—Esperando a que llores o grites,—insistió Harper, con una sonrisa desafiante.
Ethan la miró con una mezcla de fascinación y diversión. Su confianza la hacía aún más atractiva.
—Espero lo mismo de ti,—replicó él, con un tono pícaro.
—Lo dudo, detective. Me encanta la adrenalina, la emoción, el desafío... las cosas prohibidas,—confesó ella, con una mirada seductora.
Ethan enarcó una ceja, intrigado por su audacia.
—Así es como caeré en tus mentiras, ¿no?,—susurró con ironía mientras el carro se aproximaba a la cima.
Harper lo miró a los ojos, apreciando su ingenio.
—No te preocupes, detective, estaré aquí para atraparte si te caes,—prometió ella con una sonrisa radiante.
Ethan tragó saliva mientras observaba. Sus ojos se movían de un lado a otro, siguiendo el sinuoso recorrido de rieles que desafiaban la gravedad. Un escalofrío le recorrió la espalda, una mezcla de miedo y emoción. A su lado, Harper reía con entusiasmo, ajena a sus dudas.
—Es solo una montaña rusa, se repitió Ethan para sí mismo, tratando de calmarse. —No hay nada que temer.Pero no podía evitar recordar la película Destino Final 3, y la horrible premonición que había atormentado a Wendy Christensen.
Con un rugido emocionante, la montaña rusa comenzó su vertiginoso descenso. La adrenalina se apoderó de Ethan mientras el carro se precipitaba a gran velocidad. Gritó, no de miedo, sino de una mezcla de terror y fascinación. A su lado, Harper chillaba de alegría, sus brazos extendidos como si quisiera atrapar el viento.
La montaña rusa los llevó en un viaje salvaje a través de giros y vueltas. Ethan se aferró al borde del asiento, su corazón palpitando con fuerza en su pecho. Cerró los ojos por un momento, tratando de controlar su respiración. Cuando los abrió de nuevo, vio el rostro radiante de Harper, iluminado por la emoción.
Finalmente, la montaña rusa se detuvo. Ethan se tambaleó al bajar del carro, todavía aturdido por la experiencia. Harper, por su parte, parecía radiante.
—Es maravilloso—exclama Ethan.
Harper asintió con entusiasmo.
—¡Te lo dije! La adrenalina es adictiva y ¡Eso fue increíble!— exclamó, con una sonrisa que iluminaba su rostro. —¿Lo hacemos de nuevo?.
Ethan la miró, sintiendo que su corazón se derretía. —Por ti, lo que sea, respondió, con una sonrisa tímida pero con miedo en el fondo.
En ese momento, Ethan supo que había encontrado algo especial con Harper. No solo era hermosa y divertida, sino que también era valiente y aventurera. Era todo lo que él había estado buscando en una chica.
Mientras caminaban hacia la siguiente atracción, Ethan se tomó de la mano de Harper. La miró a los ojos y supo que estaba comenzando a enamorarse de ella.
Dos horas de risas y adrenalina. Harper y Ethan se habían sumergido en la magia del parque de atracciones, dejando atrás las preocupaciones del mundo exterior. La montaña rusa los había elevado al cielo, el carrusel los había hecho girar en un torbellino de colores y la casa de los espejos los había distorsionado hasta la hilaridad.
El sol caía en picada. Sus rayos dorados se despedían del día, tiñendo el cielo de un degradé de naranjas y rosas que se reflejaba en los charcos de la lluvia reciente. La brisa fresca de la tarde acariciaba sus rostros, cargada con el aroma de palomitas y algodón de azúcar.
Un silencio se apoderó de ellos. La alegría y la ligereza que sentían en el parque comenzaron a dar paso a una sensación de seriedad mientras caminaban juntos. Sus pasos se sincronizan, como si una fuerza invisible los uniera.
La casa embrujada los llamaba. Una mansión victoriana en la penumbra, con sus ventanas tapiadas y sus telarañas colgando como telones de un escenario macabro. Un escalofrío recorrió la espalda de Harper, pero una chispa de emoción brillaba en sus ojos.
Ethan la tomó de la mano. Un gesto simple que transmite una confianza inquebrantable. Juntos, cruzaron el umbral hacia la oscuridad.
El interior de la casa era un laberinto de sombras y crujidos. Cada paso resonaba en el silencio, amplificando sus latidos. Los muebles polvorientos parecían cobrar vida bajo la tenue luz de las velas, y las arañas danzaban en las esquinas como marionetas de un espectáculo fantasmal.
De repente, un aullido aterrador los congeló. Un lobo mecánico emergió de las tinieblas, sus ojos rojos brillando con ferocidad. Harper se aferró a la mano de Ethan con un leve temblor.
Ethan la miró a los ojos. Una sonrisa traviesa se dibujó en sus labios. —No tengas miedo, le susurró, acercándose a ella. —Contigo a mi lado, puedo enfrentar cualquier fantasma.
En ese instante, la casa se llenó de risas. La tensión se disipó, dando paso a una complicidad que los unió aún más. Juntos, recorrieron la casa embrujada, burlándose de los fantasmas y desafiando a la oscuridad.
Al final del recorrido, llegaron al laberinto de espejos. Un sinfín de reflejos distorsionados los rodeaba, creando una ilusión de infinitud. Se perdieron en el juego de las imágenes, riéndose de sus propias caras deformadas.
Frente a uno de los espejos, Ethan se detuvo. Se miraron a los ojos, sus rostros reflejados infinitamente. La sonrisa de Ethan se volvió más intensa, y sus ojos brillaron con una luz que solo ella podía ver.
Sin pensarlo dos veces, Ethan la besó. Un beso suave y tierno, lleno de la magia del parque, la adrenalina de la casa embrujada y la complicidad del laberinto de espejos.
El beso selló un momento único. Un momento que marcó el inicio de una historia de amor que, como los espejos del laberinto, refleja infinitas posibilidades.
En el parque de atracciones, entre risas y miedos compartidos, Harper y Ethan habían encontrado algo más que diversión sino también cariño y amor.
Cuando salieron del parque hacia el estacionamiento, Ethan no pudo evitar notar el cambio en Harper. La había visto sumergirse en la diversión de las atracciones, la forma en que reía y bromeaba, pero ahora su rostro estaba teñido de melancolía y determinación. La dualidad contrastante de su rostro despertó la curiosidad de Ethan, que permanecía sobrio, consciente de que algo pesaba mucho en la mente de Harper.
Observándola en silencio, Ethan se dio cuenta de que el conflicto interno la estaba atormentando. Aunque él fue testigo de su engaño y descubrió sus secretos más oscuros, ella también vio el dolor en sus ojos. Es una mezcla de verdad y mentira, una complicación que lo hace aún más atractivo.
Con cautela, Ethan se acercó a Harper, su voz susurrando suavemente en la brisa que los rodeaba. —Harper. la llamó por su nombre en voz baja, dejando que su voz trajera la calma que necesitaba sentir por sí mismo. Ella se volvió hacia él, y en sus ojos, Ethan encontró una mirada que transmitía una tormenta de emoción. El miedo y la determinación están entrelazados en este momento.
—Ethan, tengo que decirte la verdad", susurró Harper, con voz temblorosa pero segura. Ya no podía contener la verdad. En ese momento, el mundo pareció detenerse a su alrededor, dejándolos solos en el espacio donde convergen sus secretos y conexiones. Sus ritmos cardíacos parecen estar sincronizados.