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Un Reloj… En Sus Sueños

Un Reloj… En Sus Sueños

Status: En proceso
Genre:Romance / Futuro / Pareja destinada / Amor eterno
Popularitas:1.9k
Nilai: 5
nombre de autor: Zoilo Fuentes

Un relato donde el tiempo se convierte en el puente entre dos almas, Horacio y Damián, jóvenes de épocas dispares, que encuentran su conexión a través de un reloj antiguo, adornado con una inscripción en un idioma desconocido. Horacio, un dedicado aprendiz de relojero, vive en el año 1984, mientras que Damián, un estudiante universitario, habita en el 2024. Sus sueños se transforman en el medio de comunicación, y el reloj, en el portal que los une. Juntos, buscarán la forma de desafiar las barreras temporales para consumar su amor eterno.

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CAPÍTULO 19: EL ÚLTIMO SALTO DE HORACIO

Gustavo regresó a la enigmática ciudad de Aurelia, llevando consigo el antiguo reloj de Damián. Estaba decidido a desentrañar si su sueño era una señal de su amigo o simplemente producto de su imaginación. Si había alguna conexión entre el reloj y los sueños de Damián, Gustavo estaba dispuesto a descubrirla para poder ayudarlo. El amor profundo que sentía por Damián, aunque no correspondido, sería el motor que impulsaría su aventura.

Su primer paso fue ponerse en contacto con el Dr. Hernández, el profesor de Arqueología Avanzada de su universidad. Gustavo y Damián ya habían conversado con él anteriormente sobre el misterioso reloj, y el Dr. Hernández había estado investigando desde entonces.

Al llegar a la universidad, Gustavo se dirigió al despacho del Dr. Hernández. El profesor, un hombre de mediana edad con una mirada penetrante y una vasta colección de libros antiguos, lo recibió con un interés renovado. Gustavo le explicó sobre el accidente de Damián y sus sueño reciente y la conexión que creía que existía con el reloj.

—Gustavo, me alegra verte. ¿Cómo está Damián?, preguntó el Dr. Hernández.

—Está en coma en un hospital en Buena Ventura, respondió Gustavo, con un tono de preocupación. — Creo que el reloj tiene algo que ver con su letargo y necesito su ayuda para descubrir cómo ayudarlo a despertar.

El Dr. Hernández, intrigado por la historia, decidió ayudar a Gustavo. Juntos comenzaron a revisar unos libros antiguos y las notas que el profesor había recopilado de internet. Encontraron referencias a un reloj similar, creado por el Eldric Thalmar y que, según sus investigaciones, tenía la capacidad de conectar el mundo de los vivos con el reino de los sueños. Thalmar descubrió que el tiempo no era una línea recta, sino un círculo infinito donde los sueños y la realidad se entrelazaban. En su búsqueda por dominar el tiempo, el alquimista creó este reloj con un mecanismo único: un cristal en forma de luna incrustado en su interior, capaz de captar la energía de los sueños.

Cuando Gustavo le entregó el reloj al Dr. Hernández, sus ojos se iluminaron con curiosidad mientras lo abría, solo para descubrir que el segundero, según la posición de la aguja, no se debería mover de manera lineal, sino en espirales, como si siguiera un patrón hipnótico.

— Esto es fascinante, murmuró el Dr. Hernández, sin apartar la vista del reloj.

— ¿Qué significa?, preguntó Gustavo, ansioso por entender.

El Dr. Hernández se sumergió en sus antiguos manuscritos, buscando cualquier referencia que pudiera arrojar luz sobre el misterioso artefacto. Después de horas de búsqueda, encontró una fórmula en los escritos del alquimista.

— Aquí está, dijo finalmente, levantando la vista hacia Gustavo. — La clave para activar el poder del reloj está en sincronizar el latido del corazón del propietario del reloj, con el tic-tac del mismo.

— ¿Cómo hacemos eso? —preguntó Gustavo, intrigado.

— Existe una antigua escuela de relojería, la Escuela de Thalmar, que podría tener la clave para sincronizar los latidos del corazón de Damián con el tic-tac del reloj.

— ¿Dónde podemos encontrar a alguien de esa escuela? —preguntó Gustavo, ansioso.

— Conozco a un relojero especialista en Ciudad Amianto, que es seguidor de la Escuela de Thalmar. Debemos ir a Buena Ventura primero y luego buscar a este relojero, dijo el Dr. Hernández.

Decididos, Gustavo y el Dr. Hernández emprendieron el viaje hacia Buena Ventura. Al llegar al hospital, encontraron a Damián en una habitación tranquila, rodeado por las máquinas que monitoreaban sus signos vitales. Gustavo se acercó a la cama de Damián y tomó su mano, sintiendo la misma conexión que ya habían compartido en ese sueño.

— Vamos a ayudarte, Damián, susurró Gustavo. — No te preocupes.

Después de asegurarse de que Damián estaba estable, Gustavo y el Dr. Hernández se dirigieron a la Ciudad Amianto en busca del relojero.

...🕰️🕰️🕰️...

Damián avanzaba a través de la densa niebla, agotado de tanto deambular. A su alrededor, los ecos de llantos y súplicas resonaban, voces desconocidas que lo atormentaban. De repente, una voz familiar rompió el caos, trayendo consigo un rayo de calma: “Vamos a ayudarte, Damián”, escuchó claramente. En ese instante, el sonido rítmico de un reloj comenzó a resonar y una luz brillante lo cegó momentáneamente. Cuando la luz se desvaneció, se encontró en la orilla de una playa bajo el manto de la noche. Con curiosidad, empezó a caminar hacia la luz de un faro que se divisaba en la distancia.

Damián avanzaba por la playa, el sonido de las olas rompiendo en la orilla se mezclaba con el constante tic-tac del reloj. La luz del faro, un faro de esperanza en la oscuridad, lo guiaba. A medida que se acercaba, la luz del faro revelaba un camino de arena iluminado por la luna.

Finalmente, llegó al pie del faro. La estructura imponente se alzaba sobre él, proyectando su luz en todas direcciones. En ese momento, Damián fue invadido por una sensación de déjà vu, como si sus pasos ya hubieran recorrido ese mismo sendero en algún sueño olvidado.

De repente, el sonido de pasos apresurados rompió el silencio de la noche. Instintivamente, se ocultó detrás de unas imponentes rocas que flanqueaban el faro. Desde su escondite, observó la figura de un hombre que corría con desesperación, como si estuviera huyendo de algún tormento invisible. La oscuridad envolvía la escena, impidiéndole distinguir claramente al hombre, pero la urgencia en sus movimientos era inconfundible.

Damián emergió cautelosamente de su escondite entre las rocas, observando cómo el hombre se adentraba en el faro. La curiosidad, como una fuerza irresistible, lo impulsó a seguirlo.

Damián empujó la pesada puerta de madera y entró. Dentro, el ambiente era cálido y acogedor, en contraste con el frío del exterior. Subió las escaleras de caracol, con cada paso resonando en el silencio. Al llegar a la cima, encontró una habitación iluminada por la suave luz de una lámpara de aceite. En el centro de la habitación, había una mesa y sobre ella, una botella de vidrio que capturó su atención. Dentro de la botella, había un trozo de papel enrollado que parecía ser una carta que alguien había dejado allí, esperando ser descubierta.

Damián se acercó a la mesa, su mano se extendió hacia la botella de vidrio que contenía el misterioso papel enrollado. Justo cuando sus dedos rozaron el frío cristal, una voz familiar rompió el silencio:

— Damián, ¿qué haces aquí?

Sobresaltado, Damián se giró rápidamente. Allí, en la penumbra del faro, reconoció la figura del hombre angustiado que había visto entrar. Era Horacio, su Horacio. La sorpresa y la confusión se mezclaron en su mente mientras trataba de comprender cómo y por qué Horacio estaba allí.

— Horacio…, susurró Damián, su voz temblaba con una mezcla de alivio y desconcierto. — ¿Qué está pasando?

Al presenciar aquella escena, Damián sintió un escalofrío recorrer su espalda. Un sueño vívido y perturbador emergió de su memoria, en el que veía a un hombre rubio de espaldas saltando al vacío desde una de las ventanas del faro. La imagen de la botella y la carta de despedida se materializó en su mente. De repente, comprendió que había sido un sueño premonitorio y que el hombre que saltaba era Horacio.

Dominado por los nervios, Damián se volvió hacia Horacio, con su voz temblando de preocupación.

— Horacio, ¿qué piensas hacer?, preguntó, su corazón latía con fuerza.

Horacio lo miró, con sus ojos reflejando una mezcla de dolor y desesperación.

— Damián, no puedo seguir así, respondió Horacio, con voz quebrada. — Todo esto me está consumiendo.

Damián sintió una oleada de pánico. No podía permitir que su sueño se hiciera realidad.

— No, Horacio, no lo hagas por favor, no me dejes, yo te amo!!, exclamó suplicándole.

Horacio, con el corazón desbordante de amor, le confesó a Damián:

— También te amo con toda mi alma. ¡Por favor, perdóname!

En ese instante, Damián sintió que los latidos de su corazón se sincronizaban perfectamente con el tic tac del reloj que no paraba de sonar.

Horacio, con una determinación desesperada, se giró, subió a la ventana y, cerrando los ojos, se lanzó al abismo.

Damián, en un esfuerzo sobrehumano, intentó detenerlo:

— ¡No, Horacio!, gritó, extendiendo su mano, pero sus dedos no lograron alcanzarlo.

...🕰️🕰️🕰️...

Tras varias horas de viaje, Gustavo y el Dr. Hernández llegaron a una pequeña tienda en un barrio antiguo de Ciudad Amianto. El lugar estaba lleno de relojes antiguos y herramientas de precisión.

— ¿Puedo ayudarles?, preguntó un hombre mayor con gafas y una barba blanca.

— Estamos buscando a alguien que pueda ayudarnos a sincronizar este reloj con el latido del corazón de un amigo que está en coma, explicó el Dr. Hernández, mostrando el reloj.

El relojero examinó el reloj con detenimiento y asintió.

— Este es un reloj muy especial. Puedo ayudarles, pero necesitaré tiempo y concentración. Debemos ir al hospital y trabajar allí. Para poder sincronizar el reloj necesito estar frente a su propietario.

El hombre, con la voz baja y temblorosa, preguntó:

—¿El joven que está en coma es el dueño actual del reloj?

Gustavo asintió lentamente, sus ojos reflejaban una mezcla de tristeza y certeza.

—Sí, respondió. — Damián lo compró hace poco en una tienda de antigüedades.

El relojero observó con detenimiento el reloj antiguo, percatándose de que las manecillas estaban inmóviles. Con una expresión de preocupación, se volvió hacia Gustavo, quien estaba a su lado.

— Parece que el reloj se ha detenido, dijo el relojero, frunciendo el ceño.

Gustavo asintió lentamente, recordando el reciente accidente.

— Sí, creo que se detuvo durante el accidente de tránsito que sufrió Damián, comentó Gustavo, con un tono de voz sombrío.

El relojero suspiró, comprendiendo la gravedad de la situación y con su mirada experta, identificó el problema: el cristal de luna del reloj estaba partido. Sabía que, sin repararlo, no podría sincronizar el reloj con el corazón de Damián. Con paciencia y precisión, se dedicó a la tarea, trabajando meticulosamente hasta que finalmente logró repararlo.

— Listo, ahora sí podemos irnos, dijo el relojero, con una sonrisa de satisfacción, mientras guardaba sus herramientas.

Entonces los tres dispusieron a marcharse, sabiendo que el reloj y el corazón de Damián lograrían latir al unísono.

...🕰️🕰️🕰️...

Gustavo, el Dr. Hernández y el relojero llegaron al Hospital de Buena Ventura, sus pasos resonaron en el silencioso pasillo. Al entrar en la sala de espera, sus miradas se cruzaron con las de Patricia y Eduardo, quienes se levantaron de inmediato, sus rostros reflejaron una mezcla de esperanza y temor.

— Tenemos que intentarlo, aunque parezca una locura, dijo Gustavo, con su voz cargada de determinación y urgencia.

Patricia y Eduardo intercambiaron una mirada, procesando la inusual petición. Finalmente, asintieron, dispuestos a hacer cualquier cosa por su hijo.

— Necesitamos que distraigan a los médicos y las enfermeras para que el relojero pueda trabajar sin interrupciones, añadió el Dr. Hernández, con un tono grave.

Sin vacilar, los padres de Damián se dirigieron hacia el pasillo, listos para cumplir su misión. Mientras tanto, el relojero se preparaba para la delicada tarea que tenía por delante, consciente de que cada segundo era crucial.

El relojero comenzó el delicado proceso de sincronización. Trabajó con precisión y paciencia, ajustando los engranajes y sincronizando el tic-tac del reloj con el latido del corazón de Damián. Gustavo y el Dr. Hernández observaban en silencio, sintiendo la tensión y la esperanza en el aire. Finalmente, el relojero se enderezó y miró a Gustavo.

— Está hecho. El reloj ahora está sincronizado con el corazón de tu amigo. Pero hay algo más que debes saber, dijo el relojero, con una expresión grave. — Este reloj no solo conecta los sueños, también puede influir en ellos. Debes tener cuidado.

Gustavo asintió, comprendiendo la responsabilidad que ahora recaía sobre él. Se acercó a la cama de Damián y colocó el reloj en su mano. Al hacerlo, sintió una extraña energía recorrer su cuerpo, como si el reloj estuviera despertando algo dentro de él.

— Ahora, Gustavo, debes entrar en un estado de sueño lúcido para comunicarte con Damián, dijo el Dr. Hernández. — Recuerda, debes mantener la calma y seguir el ritmo del reloj.

Gustavo se sentó en una silla junto a la cama de Damián y cerró los ojos, concentrándose en su respiración y en el suave tic-tac del reloj. Poco a poco, comenzó a sentir que se deslizaba en un sueño profundo. Cuando abrió los ojos, se encontró en un paisaje onírico, un lugar que parecía una mezcla de recuerdos y fantasía.

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FERM
Horacio tenía un padrastro homofóbico por sus propios traumas
Merilyn Shelby
que poeta /Drool/
FERM
Me encanta el espíritu de Damián 🤭. No tiene miedo a nada
Niko F.: Corrijo… enamorado 😅
Niko F.: Está enamora y eso borra todos los miedos!!
total 2 replies
FERM
Qué es el internet? 😅
FERM
Espero el próximo capítulo con ansias 😱
FERM
Me encanta la creatividad con los que se han creado cada uno de los personajes🤭🤭
Enoch
Enganchada totalmente
Niko F.: Gracias, es muy importante para mí tu comentario!!
total 1 replies
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