En el pequeño pueblo de Santa Lucía, Ximena Salazar, una dedicada, joven y apasionada aspirante a alcaldesa, se convierte en el blanco de la obsesión de Santiago Vargas, un oscuro mafioso con conexiones profundas en la comunidad que no se detendrá hasta tenerla entre sus brazos.
¿Podría el amor nacer de la obsesión?
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Vestido
Necesito hablar con Mónica. No saber que es lo que planea me está desesperando.
Ayer se fue con su hija a la ciudad y al parecer no planean regresar hasta el día de la boda.
—Patrona, ya esta aquí el diseñador.
—Gracias doña Romina, hágalo pasar— Santiago creyó que dedicarme yo sola a organizar la boda iba a ser demasiado para mi, así que puso a doña Romina a mi disposición.
Ella ha trabajado en la hacienda desde antes de que Mónica y Santiago se casaran. Y por lo visto, mi presencia aquí no le agrada mucho, para ella Mónica es como una hija y no le hace nada de gracia que vaya a casarme con su ex esposo.
—Señorita Salazar, es un placer conocerla.
—El placer es mío señor Arango.
Gabriel Arango es uno de los más reconocidos diseñadores de México. Es una locura que Santiago haya logrado que viniese hasta aquí.
—Se que no tenemos mucho tiempo como para crearle un vestido especialmente para usted, así que me tomé el atrevimiento de traerle algunos modelos de mi colección.
—Muchas gracias, estoy emocionada de ver sus creaciones.
Con un gesto elegante, el diseñador comenzó a desplegar una variedad de vestidos de novia, cada uno más impresionante que el anterior. Telas suaves como la seda y encajes exquisitos plasmados en un blanco impoluto se esparcían por toda la habitación.
El diseñador me ayudó a deslizarme en el primer vestido, un elegante modelo con encaje delicado en los hombros y una falda que fluía con gracia. Me miré en el espejo, admirando la obra maestra que llevaba, que por muy hermosa que fuera, no iba acorde con las temperaturas que nos estaban asolando estos días.
—Este es un diseño clásico con un toque moderno. ¿Qué piensa, señorita Salazar?
—Es muy hermoso, pero...— Unas cejas fruncidas ante mi pero, quedaron plasmadas en la cara del hombre frente a mi. —Creo que esta haciendo demasiado calor estos días.
—¡Claro! tienes razón, querida.
La sesión continuó con una sucesión de vestidos que iban desde lo romántico hasta lo vanguardista. Cada cambio de vestuario era acompañado por elogios del diseñador, destacando la elegancia y gracia con la que lucía sus creaciones.
Finalmente, Gabriel me presentó un vestido deslumbrante con un escote pronunciado y detalles intrincados que abrazaban mis curvas de manera magnífica. Me quedé sin palabras al verme reflejada en el espejo.
Nunca iba a poder imaginar que el día que luciera por primera vez un vestido de novio de ensueño seria en medio de una pesadilla.
—Este es— Le dije con falsa emoción.
—Definitivamente fue hecho para ti. Es un vestido que hará que todos los ojos se centren en usted en su día especial.
—Espero que sea tan especial como usted dice.
...ΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩ...
Después de haber pasado la tarde eligiendo entre tantos vestido de novia, me fui directo a mi habitación y me pegué un largo baño. Cuando salí, no tuve que detenerme a buscar una cómoda pijama, ya que Santiago se había encargado de que todo lo que tuviera en el armario fueran camisones traslucidos, y reveladores. Algunos con encaje, otros parecían tener plumas alrededor, en diferentes tipos de seda y satín, pero debía admitir que no me molestaba. Eran lo bastante cómodos y frescos para dormir y no me importaba usarlos, siempre y cuando no tuviese que salir de esta habitación.
Estaba tan concentrada mientras me aplicaba un poco de crema en el rostro que no note el ruido de la puerta al abrirse hasta que unos brazos fuertes me rodearon. No tuve que esforzarme para reconocer a Santiago, él era el único capaz de entrar de esa forma a mi habitación.
—¿Qué estás haciendo aquí?— Mantuve la calma mientras le preguntaba con voz serena.
—Acabo de cerrar un trato importante y quería celebrarlo contigo— Habló mientras hacia a un lado mi cabello y repartía suaves besos por mi cuello.
Sin moverme, continué aplicándome la crema, evaluando la situación.
—Estuve todo el día eligiendo mi vestido de novia, estoy cansada —le informé.
Santiago, ahora colocándose frente a mi y aún sosteniéndome de la cintura, me brindo una pícara sonrisa entrecerrando sus magníficos ojos azules en los que fácilmente te podrías ver reflejado.
—La espera me está matando— Confesó. —Quiero que seas ya mi esposa y que finalmente me pertenezcas por completo.
—Solo tienes que esperar unos días más y obtendrás todo lo que siempre quisiste.
—¿Puedo dormir aquí esta noche?— Me preguntó con una ligera esperanza en el rostro.
—Santiago, no creo que...
—Te juro que no cruzaré ninguna línea ni te obligaré a hacer algo que no quieras.
—Esta bien— No se me ocurre ningún pretexto para impedir que se quede aquí esta noche.
Contento, comenzó a desvestirse. Lanzando su ropa con rapidez como si esperara que pudiese cambiar de opinión y se lanzó a la cama haciéndome un gesto con la mano para que me uniera a él.