Mauricio Silva, un exitoso empresario de 38 años, se encontraba en una posición inesperada. Conocido en la alta sociedad por su inteligencia, carisma y atractivo, Mauricio había disfrutado de la vida de soltero por muchos años. Las cenas de gala, los eventos benéficos y las reuniones de negocios eran su hábitat natural. Sin embargo, su vida dio un giro radical cuando se convirtió en el tutor legal de Samanta Santos, la hija de su mejor amigo fallecido.Samanta, de 20 años, era todo un desafío. Conocida entre sus amigos y conocidos como el "demonio", no por maldad, sino por su espíritu indomable y travieso.
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Capítulo 5 : Dudas y Confesiones
Mauricio se encontraba en su despacho, observando por la ventana. La rutina de su vida había cambiado drásticamente desde la llegada de Samanta, y la presión comenzaba a pesarle. Decidió que era momento de buscar consejo. Cogió el teléfono y llamó a su primo, Daniel, un hombre sabio y comprensivo que siempre había estado a su lado en los momentos más difíciles.
—Daniel, necesito hablar contigo. ¿Podrías venir a mi oficina esta tarde? —pidió Mauricio, tratando de mantener la calma en su voz.
—Claro, primo. Estaré allí en una hora —respondió Daniel sin vacilar.
Una hora después, Daniel llegó a la oficina. Su presencia siempre había sido reconfortante para Mauricio. Después de un abrazo rápido y algunas palabras de cortesía, se sentaron en el sofá del despacho de Mauricio, listos para la conversación seria que Mauricio había anticipado.
—Daniel, no sé por dónde empezar. Todo esto con Samanta ha sido... complicado. Siento que mi vida ha dado un giro completo y no sé cómo manejarlo —comenzó Mauricio, frotándose las sienes en señal de frustración.
—Entiendo, primo. Debe ser difícil. ¿Qué es lo que más te preocupa? —preguntó Daniel, con una mirada comprensiva.
Mauricio suspiró profundamente, tratando de ordenar sus pensamientos.
—Es todo. La rutina, las responsabilidades, y sobre todo, Samanta. A veces se comporta como una niña pequeña, haciendo travesuras y necesitando atención constante. Pero otras veces... otras veces se comporta como una joven mujer, y eso me desconcierta. No sé cómo actuar con ella —confesó Mauricio, con un tono de voz que mostraba su angustia.
Daniel asintió lentamente, procesando las palabras de su primo.
—Mauricio, es natural sentirse así. Samanta está en una etapa complicada de su vida. Ha perdido a sus padres y está tratando de encontrar su lugar en el mundo. Y tú, como su tutor, estás tratando de llenar un vacío imposible de llenar. Es normal sentirse perdido —dijo Daniel, tratando de consolarlo.
—Pero ¿cómo hago para encontrar un equilibrio? No quiero ser demasiado estricto, pero tampoco puedo dejar que haga lo que quiera. Y luego está Tania... su actitud no ayuda en nada —continuó Mauricio, frunciendo el ceño.
Daniel levantó una ceja, interesado.
—¿Qué pasa con Tania? —preguntó, sabiendo que había más en la historia.
—Tania no ha aceptado bien la presencia de Samanta. Le hace comentarios crueles cuando yo no estoy y Samanta, en respuesta, le hace travesuras. Es un círculo vicioso que no sé cómo romper —admitió Mauricio, sintiéndose abrumado.
Daniel se quedó en silencio por un momento, reflexionando sobre la situación.
—Mauricio, creo que necesitas tener una conversación honesta tanto con Tania como con Samanta. Con Tania, debes ser claro sobre lo que esperas de ella y cómo su comportamiento está afectando a todos. Y con Samanta, necesitas establecer límites claros pero también mostrarle que estás ahí para ella. Es un equilibrio difícil, pero necesario —sugirió Daniel.
Mauricio asintió, agradecido por el consejo.
—Tienes razón, Daniel. He estado evitando esas conversaciones porque no quiero más confrontaciones, pero sé que es lo correcto —dijo Mauricio, sintiéndose un poco más claro sobre sus próximos pasos.
—Y en cuanto a Samanta comportándose como una niña y una joven mujer al mismo tiempo, recuerda que está en una fase de transición. Necesita tu guía y tu apoyo más que nunca. Muéstrale que puede confiar en ti, que puede contar contigo, y verás que poco a poco encontrará su camino —añadió Daniel, dándole una palmada en la espalda a su primo.
Mauricio sonrió, sintiéndose más tranquilo.
—Gracias, Daniel. No sé qué haría sin ti —dijo, sinceramente.
—Para eso estamos, primo. Siempre estaré aquí para ayudarte —respondió Daniel con una sonrisa.
Mauricio se sintió aliviado. Sabía que aún había muchos desafíos por delante, pero con el apoyo de su primo y un plan claro en mente, sentía que podía enfrentarlos.
—¿Quieres quedarte a cenar? Tania preparó algo especial —dijo Mauricio, intentando cambiar el tono de la conversación a uno más ligero.
—Claro, suena genial. Además, así podré ver cómo van las cosas con Samanta —respondió Daniel con una sonrisa.
La cena fue un evento tranquilo. Tania se mostró más amable, haciendo un esfuerzo visible por cambiar su actitud, y Samanta, aunque todavía reticente, pareció apreciar el cambio. Mauricio observaba a todos con una mezcla de esperanza y cautela.
Después de la cena, Daniel se despidió, recordándole a Mauricio que siempre estaba a una llamada de distancia. Mauricio se sintió fortalecido por la conversación y decidido a enfrentar los desafíos con una nueva perspectiva.
Más tarde esa noche, Mauricio se acercó a la habitación de Samanta y tocó suavemente la puerta.
—¿Puedo entrar? —preguntó.
—Claro —respondió Samanta desde adentro.
Mauricio entró y se sentó en el borde de la cama de Samanta.
—Samanta, quería hablar contigo sobre cómo han estado las cosas. Sé que ha sido difícil para ti, y quiero que sepas que estoy aquí para ayudarte en lo que necesites —comenzó Mauricio.
Samanta lo miró con una mezcla de sorpresa y curiosidad.
—Gracias, Mauricio. Yo... también ha sido difícil para mí. Extraño a mis padres, pero sé que ellos querían que estuviera aquí contigo. Intentaré comportarme mejor —dijo, sinceramente.
—Lo sé, y aprecio tu esfuerzo. Pero quiero que también te sientas libre de hablar conmigo sobre cualquier cosa que te preocupe. Este es tu hogar ahora, y quiero que te sientas cómoda aquí —respondió Mauricio.
Samanta sonrió tímidamente.
—Gracias, Mauricio. Intentaré hablar más contigo. Y... lo siento por las travesuras con Tania. Solo estaba frustrada —admitió.
—Lo entiendo. Vamos a trabajar juntos para mejorar las cosas, ¿de acuerdo? —dijo Mauricio, con una sonrisa.
—De acuerdo —respondió Samanta, devolviéndole la sonrisa.
Mauricio se levantó y se dirigió a la puerta.
—Buenas noches, Samanta. Nos vemos mañana —dijo.
—Buenas noches, Mauricio —respondió Samanta, sintiéndose un poco más en paz.
Esa noche, mientras se preparaba para dormir, Mauricio se sintió aliviado. Sabía que no sería fácil, pero estaba listo para enfrentar lo que viniera. Con el apoyo de su primo y su renovada determinación, sentía que finalmente estaban en el camino correcto.