No soy una mujer que siga reglas o estereotipos, odio que pretendan gobernarme.
A mis cuarenta y tres años soy la soltera más feliz que existe, no tuve hijos por elección propia. No consideré que para sentirme mujer debería ser madre.
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La peor tormenta.
Arthur Evans
Cuando conocí a Flor, fue como ver a una tormenta vestida de seda. Me deslumbró su seguridad, ese carácter indomable que la hacía caminar por el mundo como si nada ni nadie pudiera tocarla. Su temple era hielo y fuego. Su voz, una orden disfrazada de encanto.
Tardé tres años en conquistarla. No fue fácil. Primero fui su amigo, su confidente, eso fue un infierno disfrazado de paciencia… Yo quería más.
Ella no deja entrar a nadie. Vive dentro de su propio muro, convencida de que amar es debilidad y confiar es un lujo que no puede permitirse.
Pero yo no soy cualquiera. Soy Arthur Evans. El hombre más poderoso de Italia. Dirijo la segunda multinacional textilera más grande del mundo, con presencia en 159 países.
Y no hay nada que yo quiera… que no termine teniendo.
Flor Inés no fue la excepción.
Lo sé todo de ella. Hasta el más mínimo detalle. Su historia, sus heridas, sus fortalezas. Por algo estoy donde estoy. Por algo llegué a ella.
Pero si hay algo de lo que me arrepiento en esta vida, es de haber bajado la guardia y confiar en la persona equivocada. Una loba disfrazada de cordero, una víbora camuflada de víctima. Nunca vi venir su mordida. Nunca imaginé que destruiría todo lo que más amaba.
Mi Bella Donna jamás perdonaría una infidelidad. Ni una, ni media. No importa si fue un error, un desliz, un instante. Para ella, eso es muerte. Y lo sabía.
Luché contra su ausencia seis años. Seis malditos años. Y justo cuando comenzaba a reconstruirme, a borrar su olor de mis recuerdos, esa serpiente apareció. Venía por todo. Por mi hijo. Por mi paz. Por mi mundo.
Un heredero nunca fue esencial para mí. Tengo sobrinos, al igual que Flor. Hay quien pueda llevar las riendas de mi imperio si algún día yo caigo.
Pero cometí el peor error de mi vida. Me pasé de copas y caí ante la tentación.
Y sé que no fue casualidad. Esa mujer armó todo. Sedujo a mi jefe de seguridad, lo manipuló hasta hacerlo parte de su plan, y luego me tendió una trampa perfecta.
Me destruyó desde dentro.
Y por si fuera poco, ya venía en camino un niño. Un ser inocente. No podía condenarlo. No podía dejarlo en manos de una madre como ella.
Me vi entre el filo de dos espadas: quedarme con Flor y perder al niño, o elegir al niño… y perderla a ella.
Cualquier camino me partía el alma.
Sí, la víbora me obligó a elegir. Me arrinconó. Me empujó hasta el borde de todo.
Tardé seis años en recuperar el control de mi vida, en obtener la custodia total de mi hijo… y de su hermano. Sí, también crié al otro niño, aunque sé que no lleva mi sangre. Solo toqué a esa mujer una vez, y fue cuando concebimos a Junior.
Pero al pequeño lo amo como si fuera mío. Aprendí a quererlo, a protegerlo. Él no tiene culpa del veneno de su madre.
Esa mujer no busca dinero. Busca venganza. Está podrida de celos, consumida por la rabia que le provoca ver a Flor brillar.
La odia porque no puede ser ella.
Sé quién es Gaby. Mis hombres me informaron sobre el regreso del ex de Flor y la llegada de la pequeña. Supe de inmediato que era hora de regresar. De poner fin a esto.
La peor tormenta está por azotar a la mujer que amo. Y juro por todo lo que tengo… que no permitiré que esa bruja la destruya.
Quisiera que Flor me diera otra oportunidad. Pero no puedo volver con secretos. Debo decirle la verdad: Junior fue concebido cuando aún era su esposo.
Y sé que René también volvió por ella. La historia aún no ha terminado.
Antes de cualquier intento de redención, tengo que derribar a la serpiente. Desenmascararla. El problema es que es astuta. Jamás se ensucia las manos. Siempre usa títeres, siempre borra sus huellas.
No será fácil, pero si alguien puede atraparla… soy yo.
Conocí a Gaby. Tiene carácter, chispa, una lengua afilada. Me enfrentó desde el primer segundo. No ocultó su desprecio, ni un solo instante. Hizo todo lo posible para echarme, pero ni una tonelada de pintura sobre mi traje me sacará del camino.
No pienso abandonar a mi Bella Donna.
Llevé a Flor y a la pequeña a su casa. Después fuimos a comer. Tenía tanto que decirle… pero aún no tengo pruebas. Y hasta que no las tenga, no puedo permitir que baje la guardia. No otra vez.
Mi llegada será una completa sorpresa para que la mamba no espera.
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