Luna Vega es una cantante en la cima de su carrera... y al borde del colapso. Cuando la inspiración la abandona, descubre que necesita algo más que fama para sentirse completa.
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Capítulo 19: Trabajo por Parejas
Ni un mensaje más de la manager ni de la cantante. Tampoco es que le importe a Selena; no piensa darle más vueltas. Ya tiene una parte de la historia de Luna, suficiente para trabajar en lo que necesita.
—¿Te he dicho hoy que eres la mejor amiga del mundo? —susurra Marcus, apoyándose en su brazo con teatralidad.
—Sí, Marcus —responde Selena, cansada—. Hoy, ayer y durante toda la semana... desde que conseguiste el maldito autógrafo.
Chloe, que camina junto a ellos, se cruza de brazos y la mira con gesto divertido.
—Oyeee... ¿Y esos humos?
Selena se da cuenta enseguida de su propio tono al responderle a Marcus. Ha sonado más cortante de lo que pretendía. Suspira, baja un poco la mirada y añade con suavidad:
—Perdona, no es por ti.
Marcus arquea una ceja, dudando, pero finalmente sonríe como si aceptara la disculpa sin darle demasiada importancia.
Chloe, sin embargo, la observa de reojo, más atenta, como si percibiera que detrás de esas palabras hay algo más.
En el fondo, Selena sabe que sí es "por él", o mejor dicho, por lo que ha sacado: el tema.
A pesar de lo que se dice a ella misma, le molesta —aunque no lo admita ni en voz baja— que después de la visita a casa de Luna y toda la intensidad de aquella sesión, tanto la cantante como su manager la hayan dejado en silencio absoluto. Ningún mensaje, ninguna llamada, ninguna señal. Solo un fragmento de historia que, aunque valioso, parece insuficiente.
Y esa sensación de estar ignorada le pesa más de lo que querría reconocer.
Llegan al aula poco después, con el habitual murmullo de estudiantes que ocupan los pupitres y despliegan carpetas, estuches y portátiles.
Selena se sienta entre Marcus y Chloe y empieza a sacar sus cosas con un gesto rutinario.
Al abrir la mochila, sus dedos tropiezan con la libreta de tapa negra. Esa libreta. La que guarda sus notas sobre Luna Vega, cada palabra que consiguió arrancarle. La mira un instante, sintiendo una punzada de incomodidad.
No es momento de pensar en eso, se dice, y la aparta con cuidado hacia el fondo de la mesa.
El profesor entra en clase con paso decidido, dejando su maletín sobre la mesa delantera y ajustándose las gafas. Su voz, clara y firme, se impone sobre el ruido general:
—Buenos días a todos. Bienvenidos a la asignatura de Teoría de la Narrativa Comparada. A lo largo del semestre exploraremos cómo distintas tradiciones literarias han abordado la construcción del relato, desde los mitos fundacionales hasta la narrativa contemporánea.
Las conversaciones se apagan poco a poco mientras los estudiantes se acomodan.
Selena toma nota del título de la asignatura en una hoja nueva, aunque la idea de analizar "la construcción del relato" resuena de manera extraña en su cabeza.
El profesor sonríe, como si anticipara la reacción de los alumnos ante lo que va a proponer.
—Y para empezar, trabajaremos en parejas. Es la mejor forma de poner a prueba vuestra capacidad crítica y de análisis.
Un murmullo colectivo recorre el aula. Todos empiezan a girarse, a tantear con la mirada a quién escoger.
Chloe se inclina hacia Marcus y Selena casi al mismo tiempo, como si quisiera asegurarse de que el grupo de tres no se deshaga.
Marcus, rápido, levanta la mano para llamar al profesor.
—¿Podemos trabajar los tres juntos?
El profesor lo mira por encima de las gafas y niega con la cabeza.
—Lo siento, pero no. El objetivo es trabajar de dos en dos. Tendréis que decidir.
Marcus se encoge en la silla, resignado. Chloe cruza los brazos con gesto teatral y Selena sonríe apenas, sabiendo que no será tan fácil ponerse de acuerdo. Ya están los tres mirando sus manos, preparados para hacer piedra, papel o tijera, cuando una voz conocida interrumpe el juego.
—Es por el tema de las parejas, ¿verdad? Yo estoy libre, si os interesa.
Selena siente un vuelco en el estómago.
Levanta la vista y allí está: Kim Lambert, con su carpeta bajo el brazo y esa media sonrisa tranquila que parece iluminar todo a su alrededor. Se queda de piedra, incapaz de reaccionar.
Antes de que pueda decir nada, Chloe interviene.
—Pues mira, qué casualidad... justo ahora, Selena, acababa de decir que no quería separarnos a mi hermano y a mí —afirma con un tono exageradamente convincente—. Dice que cuando trabajamos juntos somos imparables, que tenemos demasiada conexión como para romperla.
Selena parpadea, atónita. Gira lentamente la cabeza hacia Chloe, que la observa con una sonrisa ladeada, como desafiándola a contradecirla delante de Kim. La tensión se condensa en un intercambio silencioso: la mirada de Selena, de súplica nerviosa; la de Chloe, firme y obstinada, como diciendo "adelante, no me dejes en evidencia".
Finalmente, Selena cede.
—S-sí, es cierto. Ellos dos hacen mejor equipo.
Chloe sonríe satisfecha y Marcus ni se da cuenta del trasfondo, demasiado ocupado organizando sus folios. Kim, por su parte, asiente encantada, como si la solución hubiera sido la más lógica del mundo.
—Entonces, si no te importa, vamos juntas —dice Kim, dirigiéndose a Selena con naturalidad.
—Claro... no me importa —responde ella, intentando sonar convincente, aunque siente que las palabras se le atascan en la garganta.
Ambas se trasladan a una mesa cercana, no demasiado apartada de los mellizos, y extienden sus apuntes.
El murmullo de la clase las envuelve, mientras el profesor explica las primeras pautas del trabajo. Durante casi una hora se concentran en analizar un texto narrativo, compartiendo observaciones, tachando ideas y discutiendo posibles interpretaciones.
Selena, poco a poco, se sorprende a sí misma disfrutando de la dinámica. Kim no solo aporta ideas claras, sino que escucha con atención, repregunta y sonríe cuando coincide con sus razonamientos.
Hay algo en esa complicidad repentina que la desarma.
Al final de la sesión, Kim se inclina hacia ella, revisando lo que han escrito juntas.
—La verdad, está muy bien lo que has planteado aquí —dice, señalando una línea de su análisis—. Has captado justo lo que el profesor quería que viéramos.
Selena siente cómo la sangre le sube de golpe a las mejillas.
—¿En serio? Pensé que me había arriesgado demasiado...
—No, para nada. Al contrario. Está muy bien. —Kim sonríe, franca y segura—. Tienes buen ojo para esto.
Selena baja la vista al papel, intentando ocultar el rubor, mientras un torbellino extraño le sacude el pecho. Tranquila, Selena, es solo un comentario académico, se repite, pero las palabras de Kim siguen resonando en su cabeza con más fuerza de la que deberían.
El timbre marca el final de la clase y los estudiantes empiezan a guardar sus cosas, recogiendo papeles y cerrando libretas con prisa.
Selena respira aliviada, aunque siente un nudo en el estómago: aún les quedan un par de cosas por analizar y no quiere dejar el trabajo a medias.
Kim también lo nota.
—Oye, aún no hemos terminado del todo —dice con calma, guardando sus apuntes—. Dame tu número y así quedamos un día de estos para terminarlo.
Selena se congela.
Lo había esperado, casi lo había deseado, pero ahora que ocurre, su cuerpo entra en estado de alerta. Siente un calor extraño en el pecho, una mezcla de emoción y puro pánico. Saca su mochila con torpeza, rebusca entre bolsillos y estuches hasta dar con un móvil. Sin pensarlo demasiado, lo coloca en la mesa frente a Kim.
—Toma, apúntalo aquí.
Kim sonríe y toma el dispositivo.
—Vaya... no sabía que te habías cambiado de teléfono. Este es de los últimos modelos.
Las palabras le caen a Selena como un jarro de agua fría.
Sus ojos se clavan en el dispositivo y, al instante, reconoce su error: ese no era. Ese es el teléfono que la manager de Luna le había dado el día de su reunión, el que le insistió que no debía perder bajo ningún concepto.
Y ahora lo tiene Kim en las manos.
El pánico le sube de golpe.
Con un gesto rápido, casi brusco, Selena recupera el móvil y lo aprieta contra su pecho.
—Ah, no, espera. Ese no. Me equivoqué —dice atropelladamente, intentando sonreír.
Kim la mira con un punto de sorpresa, como si no entendiera la reacción.
—¿Entonces tienes dos?
Selena traga saliva.
La excusa surge improvisada, mal construida, pero es lo único que encuentra.
—Sí... este es... de trabajo. Nada importante —ríe nerviosa, aunque su risa suena forzada—. Ya sabes, cosas que prefiero separar.
Kim asiente, sin darle más vueltas, aunque mantiene la mirada sobre ella un segundo más de lo que a Selena le gustaría. Después, intercambian el número en el otro móvil, el correcto esta vez, y se despiden con una sonrisa breve antes de salir del aula.
Mientras camina hacia la zona de catering, Selena aún siente el latido acelerado en el pecho. Reproduce mentalmente la escena una y otra vez: ese teléfono, justo ese....
Por suerte, su excusa sonó convincente, al menos lo suficiente como para que Kim no insistiera demasiado. Pero no logra apartar una idea: el modelo era de los últimos, caro, exclusivo, de esos que ni con sus ahorros podría permitirse.
Y Kim lo notó.