Briagni Oriacne es una mujer como mucha fuerza mental, llega a un momento de colapso donde su felicidad se ve vista en declive ¿Qué hará para alcanzar la felicidad ?
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Mes 8 — Sus Cunitas
El octavo mes no fue ligero. Fue intenso, hermoso, agitado y dulcemente abrumador. Briagni se despertaba con una emoción que le temblaba en las manos, ¡faltaba tan poco! Los movimientos de su, bebés eran cada vez más fuertes, más insistentes, como si quisieran recordarle, “Mamá, estamos aquí.” "ya queremos salir" "pronto estaremos contigo"
Ese sábado amaneció distinta. Mientras desayunaba, observó desde la sala una de las habitaciones vacías que aún no había usado. La puerta entreabierta dejaba entrar la luz del sol justo en una esquina. Y en su pecho se encendió algo, Era el momento, no debía esperar más.
—Voy a preparar su cuarto.
Y lo dijo como si sellara una promesa.
Esa misma tarde fue con Micaela y Antonella a comprar lo necesario. Caminaban lento, porque ella se agitaba más fácil, pero con una sonrisa constante. Micaela, como siempre, no perdió el humor y creaba una que entra broma que solo ella entendía...
—¿Y si uno es niño y la otra niña? Te va a tocar hacer una habitación arcoíris, mami.
—Pues que así sea —respondió Briagni, acariciándose el vientre—. Que todo sea del color amor.
Eligieron una pintura suave, entre crema y vainilla. Unos móviles delicados con estrellitas. Dos cunas pequeñas, una al lado de la otra, como si ya se supieran hermanitos. Un sillón cómodo para leerles cuentos o cantarles canciones de cuna, un estante para libros y peluches, querían un ropero, pues la tía Antonella ya le había comprado un montón de ropa a sus "sobrinos" cada que veía algo de su agrado le decía a su padre y juntos lo compraban, y no había espacio libre..
Ahora Antonella elegía las sábanas, Briagni se detuvo frente a un set de mantas que podías pedir bordar de forma personaizad. Casi sin pensarlo, tomó dos
Una para Eliander y otra para Aineth.
—Por si es él. Por si es ella —susurró, como si los nombres ya los hubieran elegido desde siempre.
Ya en casa, el cuarto empezó a transformarse. Cada cosa nueva era una semilla de futuro, una cobijita doblada en la cuna, una foto pegada en la pared, una lucecita nocturna en forma de nube y toda la ropa de las tias Antonella y Micaela. Todo era suave. Todo era amor.
Al día siguiente, mientras contestaba unos correos del trabajo, le llegó uno diferente. Sin asunto. Sin firma clara. Solo un texto breve:
A veces sueño con unos ojos que aún no conozco. Me pregunto si son tuyos. O míos. O de alguien que vendrá después de nosotros. Pero me pregunto. Me pregunto mucho más de lo que en un momento creí que me importaría.
Briagni se quedó congelada. El remitente era un correo raro, como si lo hubieran creado para no dejar huellas. Pero había algo en esas palabras... algo familiar, algo que removió lo que ya creía dormido.
Tocó su vientre, sintió la patadita tierna de Aineth… ¿o Eliander?
Y murmuró bajito, como si pudiera escucharlo:
—¿Eres tú, Evander?
Luego, cerró el portátil, caminó hasta el cuartito y se sentó en el sillón. Puso una mano sobre cada cuna y dijo
—Aquí los voy a esperar. Aquí va a empezar nuestro mundo.