una chica cualquiera viaja en busca de sus sueños a otro país encontrando el amor y desamor al mismo tiempo...
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La Amarga Realidad: Entre el Esfuerzo Diario y la Invasión Familiar
La vida, como bien se dice, no es siempre color de rosa. La alegría y la emoción que sentía al lado de Julián, y el desafío estimulante de las Olimpiadas, contrastaban bruscamente con otras realidades que comenzaban a emerger. Una de ellas, y no menor, era la dinámica familiar de Julián.
Conocí a su familia: su madre, una señora mayor pero increíblemente activa que trabajaba a pesar de su edad, y sus dos hermanos, ambos casados. Las interacciones con ellos rápidamente revelaron una estructura particular. Los hermanos de Julián, aunque hombres adultos, parecían estar notablemente influenciados por sus esposas. Diríamos que aquí en Argentina, "hacen lo que ellas dicen", una frase que resonaba con la sumisión que percibía en sus gestos. Cuando los hermanos no estaban presentes, sus esposas, a quienes ya podía llamar "mis cuñadas", intentaban imponer su voluntad en la casa de la madre de Julián. No solo eso, sino que, de manera recurrente, obligaban a su suegra a sufragar sus caprichos y gustos personales, lo cual ella hacía, según pude observar, para evitar conflictos y mantener la paz familiar, una paz que parecía tener un alto coste económico y emocional para ella.
Y así, en cada visita a la casa, me sentía gradualmente encasillada en el rol de "su cocinera". Cada vez que iba, se esperaba que me hiciera cargo de las comidas, una expectativa no expresada directamente, pero sí implícita en sus acciones y comentarios. La casa era amplia, lo que permitía a cada uno de los hijos tener su propio espacio privado y cómodo. Sin embargo, paradójicamente, yo no sentía esa privacidad. La madre de Julián, a pesar de su edad, trabajaba incansablemente todo el día como ama de llaves para una familia que, afortunadamente, la trataba con aprecio y respeto, una ironía que no pasaba desapercibida para mí.
Los días transcurrían en una rutina que, aunque diversa, comenzaba a sentirse repetitiva y, en ciertos aspectos, agotadora. Entre el turno en "El Rincón del Café", las exigentes clases y preparativos en la universidad, y los fines de semana en la casa de Julián, mi energía se dispersaba.
En la cafetería, el ambiente con Berta era cada vez más tenso. Su hostilidad, aunque a menudo pasiva, era una carga constante. No quería dejar de trabajar allí; le había tomado cariño a Don Pascual y al pequeño local, pero el estrés que me generaba su presencia era real y palpable.
En la universidad, entre clase y clase, la preparación para las Olimpiadas Nacionales era intensa. Las reuniones de equipo eran frecuentes, los debates simulados agotadores, pero la camaradería con Julián y el resto del equipo era un motor.
Y con Julián, todo marchaba bien, siempre y cuando no estuviéramos en su casa. Esas "brujas", como ya las llamaba internamente a sus cuñadas, no me dejaban tranquila. La invasión constante de mi espacio, sus expectativas veladas sobre mi rol, me hacían revivir, de alguna manera, la sensación de agobio que había experimentado con mis propios padres antes de venir a Sevilla. No quería volver a sentirme así, atrapada. Ya le había planteado a Julián la necesidad de que, apenas pudiéramos, alquiláramos algo para los dos. Él, quizás sin comprender la profundidad de mi malestar, me decía que en su casa cada uno tenía su espacio privado, que eran solo visitas. Pero yo no lo veía así; cada vez que iba, me sentía invadida, sin un respiro.
(Es media tarde en el café. Hay pocos clientes. Berta está limpiando la barra con un trapo, sus movimientos son más bruscos de lo normal. Azul está reponiendo las servilletas en las mesas.)
Berta: (Murmurando para sí misma, pero lo suficientemente alto para que Azul escuche) "Hay gente que tiene mucha 'suerte', mucha 'ayuda'. Llegan y todo les cae del cielo. No como otros, que tienen que ganarse la vida con el sudor de su frente, día a día."
Azul se tensa. Sabe que el comentario es para ella. Decide no responder directamente.
Azul: (Se acerca a la barra para recoger unas tazas, con una voz neutral) "La vida es una constante de trabajo y esfuerzo para la mayoría, Berta. No creo que a nadie le caiga nada del cielo sin dedicación."
Berta: (Finalmente levanta la vista, una sonrisa fría en sus labios) "Ah, ¿sí? ¿Y lo de las Olimpiadas qué es? ¿Un milagro? Una de primer año que desbanca a la presidenta del Centro de Estudiantes... Vaya, vaya. Hay que ver qué 'contactos' se hacen algunos en tan poco tiempo."
Azul: (Suspirando internamente, decide no alimentar la conversación) "Fue un debate justo, Berta. Y los resultados los anunció el Decano. No hay más que decir."
Berta: (Con una risita despectiva) "Claro, claro. 'Justo'. Y el 'amiguito' que aparece en un cochazo a recogerte del trabajo... ¿También es 'justo'? De verdad, la gente se lo cree todo. Ya te llegará tu turno de bajar de las nubes, ya verás."
Azul se aleja, sintiendo la punzada de las palabras de Berta. El estrés de tener que lidiar con ella cada día la está agotando.
(En una sala de estudio de la universidad, Azul y Julián están con otros ocho compañeros del equipo "Al Andalus Lex". Hay libros, apuntes y una pizarra blanca llena de esquemas. La atmósfera es de concentración y camaradería, pero también de alta exigencia.)
Profesor García (entrenador del equipo): "Bien, equipo. Repasemos el caso simulado de hoy. Azul, Julián, su argumentación en la defensa fue... interesante. Un poco arriesgada, pero con puntos fuertes. Julián, tu manejo de la jurisprudencia en la fase de refutación ha mejorado notablemente desde las internas. Eso es lo que buscamos."
Julián sonríe, satisfecho por el reconocimiento.
Julián: "Gracias, Profesor. Azul me ha ayudado mucho a enfocar mi investigación y a ver más allá de la literalidad."
Sofía Márquez (Compañera de Quinto Año): (Mirando sus apuntes, con un tono analítico) "Sí, es cierto. La perspectiva de Azul sobre el 'daño moral en la vulnerabilidad contractual' es algo que no se suele abordar en los casos estándar. Podría ser un golpe maestro si lo usamos en el momento adecuado en las Olimpiadas. Pero hay que afinar la base legal para que no suene a mera divagación."
Azul: "Exacto. La clave es anclarlo en principios sólidos, aunque la aplicación sea novedosa. Queremos sorprender, no improvisar. Julián y yo hemos estado trabajando en cómo integrar esa línea sin desviar la atención del núcleo del caso. Es cuestión de equilibrio."
Pablo Ruiz (Compañero de Cuarto Año): "Pues yo creo que es una buena estrategia. Todos los equipos van a ir a la jurisprudencia clásica. Si nosotros les metemos un poco de 'filosofía jurídica aplicada', podemos diferenciarnos."
(Se produce una discusión animada sobre el caso, con aportaciones de todos. Julián y Azul se miran, una complicidad silenciosa en sus ojos verdes, sabiendo que su visión está permeando al resto del equipo. Un pequeño gesto de la mano de Julián en mi hombro me da seguridad.)
(Es sábado por la tarde. Julián ha ido a buscar a Azul de la universidad y ahora están en el coche, de camino a casa de su madre. Azul se siente visiblemente incómoda, su expresión es más seria de lo habitual.)
Julián: (Notando su silencio y su semblante) "¿Todo bien, Azul? Estás muy callada hoy."
Azul: (Suspira, girando la cabeza para mirarlo) "No es nada que no hayamos hablado ya, Julián. Es... tu casa."
Julián: (Frunce el ceño, confundido) "Mi casa. ¿Qué pasa con mi casa? Sabes que mi madre te adora. Y los chicos y sus esposas también, a su manera. Dicen que les encantan tus paellas, te lo he dicho."
Azul: (Con un tono de frustración contenida) "Julián, no se trata de la paella. Se trata de... la invasión. Cada vez que voy, se espera que me meta en la cocina, que les prepare cosas. Tus hermanos, que son adultos, desaparecen y sus esposas, tus cuñadas, actúan como si la casa fuera solo suya, exigiendo cosas a tu madre. Y a mí... me tratan como si fuera la cocinera personal de la familia."
Julián: (Intenta restarle importancia, con una sonrisa tranquilizadora) "Ay, Azul. Son sus costumbres. Mi madre cocina para todos siempre, y a veces les gusta que les cambien el menú. Y tú cocinas genial, no es que te lo exijan. Es cariño, a su manera. Y la casa es grande, cada uno tiene su espacio, su rincón para estar tranquilo."
Azul: (Su voz se vuelve más seria, casi dolida) "Tú no lo ves, Julián. O no quieres verlo. Cuando digo 'espacio privado', no hablo solo de metros cuadrados. Hablo de respeto, de autonomía. Siento que mi tiempo, mi energía, mi propia persona, se ven invadidas. No puedo relajarme. Y me recuerda a algo que viví en mi casa, antes de venir aquí. Esa sensación de no tener control sobre mi propio día, mis propias decisiones."
Julián se queda en silencio por un momento, su sonrisa se borra. Parece comprender la seriedad de mis palabras.
Julián: (Con un tono más reflexivo) "Nunca pensé que lo verías así. Para mí, siempre ha sido 'mi casa', llena de gente. Lo de mi madre y mis hermanos... es la dinámica que siempre han tenido. Ella siempre ha sido muy de complacer, y ellos muy... bueno, muy suyos. Pero entiendo que para ti sea diferente. Sé que no quieres repetir lo de tus padres."
Azul: "No quiero sentirme atrapada, Julián. Me encanta estar contigo, pero la idea de pasar los fines de semana allí, con esa tensión, con esas expectativas... me agota. Por eso te lo he planteado. En cuanto tengamos un poco de estabilidad económica, deberíamos alquilar algo para nosotros. Un lugar donde podamos tener nuestro propio espacio, nuestras propias reglas."
Julián: (Toma mi mano, su mirada reflejando comprensión y una pizca de preocupación) "Lo sé, Azul. Lo hemos hablado. Y lo haremos. Solo dame un poco más de tiempo. Los gastos de la universidad, ahora las Olimpiadas... pero te prometo que es una prioridad. Mientras tanto, intentaré hablar con mis hermanos y con ellas. O podemos ir menos tiempo. O buscar planes fuera de casa más a menudo, solo nosotros."
Azul: (Asintiendo, un poco aliviada por su receptividad, aunque con la certeza de que la solución no sería fácil) "Gracias, Julián. Solo necesito que entiendas que no es un capricho. Es algo importante para mí."
Julián: "Lo entiendo. Y te lo prometo, buscaremos una solución. Tú eres mi prioridad."
El resto del camino transcurrió en un silencio más comprensivo, pero la sombra de la situación familiar de Julián, y el recuerdo de Berta en el café, permanecían en el horizonte. La vida en Sevilla, con todas sus promesas y alegrías, también presentaba desafíos que no todo el color de rosa podía ocultar.