Fernanda Salas, es una joven llena de optimismo, amante de la lectura y de la vida. Para ella no hay problema que no tenga solución, incluso cuando las cosas van mal en su vida, ella siempre mantiene una sonrisa.
Sin embargo, cuando es despedida de cada uno de los trabajos a los que aplica, ella no puede seguir siendo optimista, más cuando llega a la conclusion que la razón detras de sus despidos es el extremadamente guapo y frío CEO Max Hidalgo.
Fernanda deduce que aquel hombre guapo y rico quiere mantener una relación de sumisión con ella, tal como la de esos CEOs despiadados de las novelas webs.
Pero, ¿ella estará en lo correcto?, ¿será que sus desafortunados encuentros se deben a algún plan malévolo o solo serán casualidades del destino?
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Fernanda: Me gustas
Besar los labios que más se sintió como un sueño del cual no quería despertar. A pesar de que a veces tenía una forma dura de hablar, los labios eran todo lo contrario, eran suaves y cálidos. Al principio solo pegué mis labios a los de un momento un roce un solo toque. Pero pronto no pude controlar mi anhelo Así que empecé a presionar mis labios contra los suyos.
Me sentía avergonzada, ya que él no me devolvió el beso justo cuando iba a despegar mis labios y alejarme para no cavar más el hueco de mi tumba. Después de todo estaba segura de que mis acciones no iban a ser premiadas. Sin embargo, contra todo pronóstico, aquel hombre imponente con una belleza fría, que muchas veces parecía el mismo Hades encarnado, sujetó mi cuello y acercó su boca a la mía y devoró mis labios como si estos de un manjar se tratasen.
No sé por cuánto tiempo estuvimos besándonos, ni siquiera me importaba. Lo único de lo que era consciente es de que Max Hidalgo sabía besar, besaba tan bien que no quería dejar de besarlo jamás. Además de que sabía que si este momento llegase a terminar, tendría que darle la bienvenida a la realidad y enfrentar mis actos.
— Jefe, ya hablé con…
Sin embargo, ninguna felicidad es eterna, ni nada dura para siempre. Debido a la intromisión de cierta persona entrometida y de mal genio que carecía de los modales básicos como tocar la puerta, tuve que alejarme del hombre que me había robado el aliento, literalmente.
— Le dije, Jefe. Se lo dije. Y usted dijo que no tenían ese tipo de relación — mencionó Yohana, atrás de ella se encontraba Carlos, el cual me dio una mirada larga.
Ya podía imaginar lo que en su mente y estaba diciendo.
Cielos, pero, ¿qué pasaba con mi suerte?
Señor, ya no quiero ser tu mejor guerrera, sé que cuando era pequeña te pedí tener una vida llena de aventuras y diversión. Pero, esto ya no es divertido.
Me alejé de mi jefe, el cual parecía una computadora vieja con un software antiguo, ya que desde que aquel par habían entrado no había dicho nada, ni siquiera se había movido.
— Jefe, yo… creo que yo… No es lo que parece. Yo… yo fui la que lo asalte y él solo me siguió la corriente — confesé, sentí que debía salvar la dignidad de Max en este vergonzoso momento. Aunque no estaba mintiendo, realmente fui la que inició todo.
— Fernanda me estaba revisando la lengua, ya que me la mordí — explicó Max con el tono de voz serio.
Al escuchar lo que él acababa de decir no pude evitar levantar una ceja y mirarlo con escepticismo. ¿Qué excusa barata estaba diciendo este hombre? ¿Acaso creían que los demás eran ciegos?
— No, yo claramente vi…
Max levantó una ceja y miró con frialdad a Yohana, como si él estuviera retando a que siga lo contrario.
— Si el jefe dijo que era eso, es eso — añadió Carlos — Volveré más tarde.
Al ver que Yohana no se movía, Carlos la sujetó la mano y la arrastró hacia afuera. Dios mío, solamente ahora me estaba dando cuenta que mi vida era un desastre. Yo no tenía momentos humildes, mi vida se basaba en un gato puro de humildad.
Deseaba encontrar una cueva y esconder cuántos actos no choros nos hace pasar en mi vida mientras pensaba en esto no pude evitar mirar a Max, el cual me estaba mirando en este instante, sus ojos tenían un brillo especial, lo hacían parecer como un depredador que estaba mirando a su presa, acechando, esperando momento adecuado para atacar.
Tragué saliva contrariada mientras trataba de encontrar una explicación a mis fechorías, pero por más que mi cerebro estaba trabajando, no se me vino ninguna idea a la mente. Así que bajé la cabeza y esperé el veredicto de mi jefe.
— Lo que pasó… lo que hicimos… no, no es correcto — dijo con la voz ronca.
— No me arrepiento — dije levantando la cabeza — Nada de lo dije es mentira. No sé en qué momento pasó, ni cómo ocurrió, pero me gustas, me gustas mucho. La vida es muy corta para no seguir nuestro corazón. Quizás me rechaces, tal vez no sientas lo mismo que yo, pero no me arrepiento. Quería decirlo, necesitaba decirte lo que siento. No… no te estoy pidiendo que me corresponda, y si mi presencia en este lugar te molesta estoy dispuesta a marcharme. Pero nada de esto cambiará lo que siento.
Contemplé el rostro serio de Max. En realidad cuando me devolvió el beso no pude evitar sentir esperanza, pero también sabía muy bien que quizás él solo lo hizo porque se sentía atraído por mí, no porque le gustará realmente.
— Tiendes a hablar mucho — dijo Max mientras se levantaba de su asiento y se acercaba a mi lado —. Cuando dije que lo que hicimos no era correcto me refería a que la relación que mantenemos de jefe y empleada no es la más plausible para este tipo de relación. Nunca dije que no me gustarás. En realidad, he estado un poco confundido. Definitivamente, no eres el prospecto que busco en una mujer, eres una atolondrada que parece tener aserrín en el cerebro. Pero a pesar de saber esto, no puedo controlar mi corazón, Fernanda.
Al escuchar sus palabras no supe si debía sentirme ofendida o halagada. Tenía mucho que decir acerca de su descripción de mi persona. Sin embargo, no tuve tiempo de hacerlo, ya que Max acercó sus labios a los mío y me dio un beso fugaz, que me hizo olvidar lo que iba a decir. Luego colocó mi mano sobre su corazón, el cual contra todo pronóstico a diferencia de su apariencia imperturbable parecía nervioso. Pude sentir su latido descontrolado a través de su ropa.
Lo miré boquiabierta y confundida por lo que significaba. Dios, no me digas, no me digas que mis oraciones fueron escuchadas. Mi Cristhian Grey.
No pude seguir el hilo de mis pensamientos porque Max acercó sus labios de nuevo a los míos, esta vez el beso fue un poco más prolongado y agresivo.
¿Quién diría que este hombre que parecía un robot sabía besar tan bien? Quería vivir para siempre en sus labios, comiendo de su boca disfrutando de su aliento.
A pesar de que no estaba segura de qué rumbo tomaría mi vida y esta relación. En este precioso instante solo disfrute de este maravilloso sentimiento que enviaba calidez a mi corazón.