Una esposa atrapada en un matrimonio con uno de los mafiosos
más temidos de Italia.
Un secreto prohibido que podría desencadenar una guerra.
Fernanda Ferrer ha sobrevivido a traiciones, intentos de fuga y castigos.
Pero su espíritu no ha sido roto… aún. En un mundo donde el amor se mezcla con la crueldad, y la lealtad con el miedo, escapar no es solo una opción:
es una sentencia de muerte.
¿Hasta dónde está dispuesta a llegar por su libertad?
La historia de Fernanda es fuego, deseo y venganza.
Bienvenidos al infierno… donde la reina aún no ha caído.
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SECRETOS A LA LUZ
UNA SEMANA DESPUES
La noche había caído sobre París como un manto oscuro, cubriendo cada
rincón con un silencio ominoso. Sin embargo, en un sótano olvidado bajo
un edificio antiguo, una pequeña luz parpadeaba entre documentos y pantallas.
Isabella se sentó frente a aquella mesa metálica, con la respiración contenida y las manos temblorosas.
La información que iba a descubrir podía cambiarlo todo.
Su mundo, su destino, y la vida de Fernanda, estaban a punto de entrelazarse
con verdades que habían estado ocultas bajo capas de mentiras y miedo.
El hombre que la acompañaba, un veterano de mil batallas invisibles, dejó caer sobre
la mesa un archivo grueso y varios documentos dispersos.
Su rostro, marcado por los años y las cicatrices del conocimiento prohibido, reflejaba una mezcla de seriedad y cansancio.
—Lo que estás a punto de ver, Isabella, no es solo historia
dijo en voz baja, casi como un secreto.
—Es la clave para entender por qué tus padres fueron
perseguidos, y por qué tú eres el objetivo ahora.
Isabella asintió, tratando de controlar el nudo que sentía en la garganta.
Sabía que su vida había cambiado desde que huyó, pero no imaginaba que la
verdad que buscaba era mucho más peligrosa de lo que había pensado.
El veterano comenzó a explicar mientras ella examinaba cada papel con detenimiento.
—Tus padres no traicionaron a la familia Bianchini, como se te ha hecho creer.
Fueron piezas en un juego mucho más grande, víctimas de una conspiración interna
dentro de la organización. Algunos de los hombres más cercanos a Nicolaok
vieron en ellos una amenaza porque sabían demasiado, porque querían salir del control de esa familia.
Los documentos mostraban correspondencia entre altos mandos de la mafia, informes secretos
y fotografías que capturaban reuniones clandestinas.
Había pruebas de que los padres de Isabella intentaron proteger a su hija a toda
costa, incluso intentando negociar su salida del mundo oscuro que los rodeaba.
—Pero, ¿y Nicolaok?
Pregunto, con el corazón encogido
— ¿Qué papel juega en esto?
El hombre suspiró profundamente.
—Nicolaok es más una víctima que un verdugo. Fue criado en una jaula de mentiras,
manipulado para creer que debía mantener el poder a cualquier costo.
Tus padres no eran su enemigo, pero él los vio como tal porque así se lo hicieron creer.
Sin embargo, el verdadero enemigo está mucho más arriba, alguien que incluso Nicolaok no conoce.
Isabella sintió que el suelo se movía bajo sus pies. Era demasiada información, demasiadas emociones.
Por un lado, un alivio: sus padres no fueron traidores.
Por otro, el peso de saber que ahora el enemigo era mucho más
poderoso y peligroso de lo que había imaginado.
Mientras tanto, en la oscuridad de su cautiverio, Fernanda escuchó
el eco de un mensaje cifrado. Un destello de esperanza entre tanta desesperación.
"La verdad está más cerca de lo que crees. Aguanta."
Esas palabras, simples pero firmes, incendiaron algo dentro de ella.
Por primera vez en semanas, sintió que no estaba sola.
Que había quienes luchaban en las sombras para liberarla, para destruir
esa cárcel invisible que Nicolaok había construido a su alrededor.
Fernanda cerró los ojos, recordando momentos de su infancia junto
a Isabella, cuando la vida parecía más sencilla.
La amistad que las unía era ahora un vínculo inquebrantable, un motivo más para resistir.
De regreso en el sótano, Isabella respiró profundo y preguntó:
—¿Qué hacemos con esta información?
¿Cómo podemos usarla para salvar a Fernanda y a mi familia?
El hombre la miró con seriedad.
—La verdad puede ser un arma poderosa, pero también un riesgo.
Si Nicolaok descubre que sabemos lo que sabemos, la cacería se intensificará.
Debemos actuar con cautela, mover las piezas en silencio.
Ella asintió, consciente del peligro, pero decidida.
—No puedo quedarme de brazos cruzados. Fernanda confió en mí, y yo no puedo fallarle.
Durante las siguientes horas, ambos planearon en voz baja.
Desgranaron cada documento, cada pista, buscando el hilo que los llevara
a la raíz de la conspiración. Encontraron nombres, fechas, lugares
una red oscura tejida con mentiras y sangre.
Y en medio de todo, la figura de Nicolaok, un hombre atrapado en su propio infierno.
Isabella entendió que la lucha no era solo por su vida o la de Fernanda.
Era una batalla por la verdad, por justicia, y por
la esperanza de que ese ciclo de violencia pudiera romperse.
El cielo comenzaba a clarear con los primeros indicios del amanecer.
La guerra apenas comenzaba, y aunque el camino era incierto y peligroso, Isabella
estaba lista para enfrentar lo que viniera.
Sabía que no podía hacerlo sola, pero tampoco estaba dispuesta a rendirse.
Porque la verdad, esa verdad oculta, era la llave para la libertad.