Llevaba años sufriendo el rechazo del chico que amaba, sin embargo en su corazón albergaba la esperanza de que él tarde o temprano correspondería a sus sentimientos pero una noche tras un desagradable descubrimiento se dará cuenta que necesitará algo más que amor incondicional para conquistarlo, un poco de ayuda de su profesor de confianza.
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El obsequio
La comida estaba lista y los arreglos en su lugar; de la música se encargaría Liam. Daniela estaba terminando de arreglarse mientras su hermano y Gael habían ido a comprar algunas cosas que faltaban y de regreso pasarían por su mamá. Eran la una cuarenta, los invitados no tardarían en llegar, claro solo personas cercanas, la tía Katy y el tío Bruno; Adrián y de seguro también Natalia, su novia; la señora Ortencia, amiga de su mamá; Jenifer y por supuesto Gael. Las mejillas de Daniela se encendieron al recordar, Gael la había besado y por alguna razón ese beso era más significativo aún que todo lo que habían hecho antes, claro que su primera vez también lo fue, pero en aquella ocasión no la beso, y ahora había roto la regla que él mismo había impuesto eso tenía que significar algo.
Un último vistazo al espejo le confirmó a Daniela que lucía hermosa, tal y como se sentía. Al principio no estaba segura de usar ese vestido negro; la parte de la falda era amplia como a ella le gustaba, pero más corto de lo que acostumbraba; la parte superior era de cuello alto y mangas largas pero todo de encaje así que, dejaba ver su piel en zonas estratégicas. Sus dudas se fueron en el instante en que imaginó la reacción de Gael al verla así, sabía que no lo demostraría delante de los demás pero estaría fascinado. En casi un mes que llevaban de aventura, Daniela había aprendido a identificar mejor las reacciones de Gael aún sin que su cara mostrará mucho; por ejemplo, cuando estaba preocupado o pensativo, él tocaba mucho la punta de su nariz, tal como lo haría otra persona con su barbilla, cuando creía estar solo hablaba con los animales y al sentirse descubierto él solo se aclaraba la garganta y tarareaba un canción para disimular. También cuando estaba excitado su mirada se oscurecía, y se volvía más intensa; aunque quizás eso no era algo exclusivo de él, pero había aprendido a distinguir esa señal y a disfrutar de ello.
Daniela abrió el cajón de su buró y saco una pequeña caja de color negro y se tomó un momento para contemplarla y recordar la tarde del día anterior, cuando Gael se la había obsequiado.
…
—Toma —dijo Gael deslizando una cajita negra sobre la mesa de aquella cafetería donde la había llevado, ya tenían cada quién el regalo que habían comprado para la madre de Daniela, pero ya era algo tarde y Gael la invitó a cenar. —Compré esto para tí.
Daniela acarició la caja con la punta de los dedos, siempre le había gustado sentir la textura del terciopelo bajo sus dedos. Una sonrisa se dibujó en su rostro al momento de ver el contenido de aquella caja, era un dije con forma de flor, una flor rosa con líneas plateadas que delineaban los pétalos, en una delgada cadena brillante, en el centro de la flor había tres piedrecitas blancas brillantes. No sabía en que momento Gael lo había comprado porque no se habían separado pero eso no importaba, ella estaba fascinada.
—Es hermoso, no debiste molestarte —dijo con un ligero color rojo en sus mejillas.
—Entonces no te gusta —pregunto Gael divertido.
—Por supuesto que si, solo lo dije porque es lo que se dice —replicó Daniela haciendo a un lado su cabello para ponerse la joya.
—Permíteme.
Gael se levantó de su asiento. Daniela sintió el suave roce de sus dedos en su nuca y su piel se erizo.
—Gracias —dijo Daniela acariciando la flor que descansaba justo encima del nacimiento de sus senos.
—No tienes nada que agradecer… te queda perfecto —dijo Gael con una sonrisa, volviendo a su asiento frente a ella.
Los ojos de Gael se mantuvieron fijos en ella por largos segundos, no se sentía incómoda solo que, él parecía querer decir algo más y no encontrar la manera de decirlo.
—Spaguetti Alfredo —dijó la mesera colocando el plato frente a ella sin mucho interés —y una hamburguesa doble para usted —dijo entonces con una sonrisa en el rostro y dirigiéndose a Gael, dejando no solo el plato con la hamburguesa, sino también un papelito amarillo que se camuflaba bien con el mantel de la mesa. Daniela pudo haberse sentido celosa, estaba segura de que Gael era de los hombres que obtenían ese tipo de atenciones dónde quiera que iban, sin embargo era un caballero y sólo agradeció sin tomar en cuenta la insinuación de la mujer ni la nota que quedó olvidada dónde ella la colocó. Cualquier incomodidad que ella hubiera podido sentir se disipó al ver que Gael jamás apartó su atención de ella. Daniela no podía evitar sentirse llena de una calidez que la hacía sonreír feliz.
…
El timbre de casa sonó. Daniela repaso con sus dedos el dije de flor que colgaba en su cuello y salió de su cuarto para abrir la puerta. El reloj de la sala indicaba que aún faltaban diez minutos para las dos, tal vez eran Gael y Liam con su mamá.
—Hola, Dani —la enorme sonrisa de Adrián y la mirada tímida de Natalia, fue lo primero que encontró al abrir la puerta.
—Hola chicos —dijo Daniela saludando con un beso en la mejilla a cada uno —pasen, Gael y mi hermano fueron por mi mamá, no deben de tardar.
—Gracias Dani. Oye espero que no te importe que invitará a alguien —Adrian se hizo a un lado y dejando ver a su invitado, Daniela llevaba días sin pensar en él y ahí estaba; su corazón se detuvo por un momento para después empezar a latir más rápido.
—Daniela.
—Alex.