Sabira

Una mañana tan brillante como el corazón de Sabira. Vivir en una casa alquilada con Bi Tuti, sin gente tóxica en su vida, hacía que la sonrisa de la bella joven volviera a florecer en esos labios dulces. Hacía algún tiempo, esa dulce sonrisa había desaparecido de sus labios.

"Buenos días, señorita", saludó Bi Tuti al ver a su joven ama salir de su habitación.

"Buenos días también, Bi", saludó Sabira alegremente.

"Parece que la hermosa niña de la tía está feliz", se rió Bi Siti.

"Muy, muy feliz, Bi", respondió Sabira con una sonrisa que no desaparecía de sus labios.

"Espero que esa sonrisa nunca vuelva a desaparecer, señorita", dijo Bi Tuti con esperanza.

Sabira solo asintió.

"¿Qué está cocinando la tía hoy?", preguntó Sabira.

"Jejeje... Dado que hoy la señorita Bira está libre, la tía aún no ha preparado el desayuno. La tía acaba de terminar de limpiar el jardín delantero, tenía la intención de cocinar ahora, generalmente la señorita Bira se levanta un poco más tarde cuando está libre", se rió Bi Tuti sintiéndose incómoda.

"Ohhh... No importa, tía, cámbiate de ropa, vamos a buscar el desayuno fuera, también podemos dar un paseo", dijo Sabira relajada.

"Está bien", dijo Bi Tuti animada. De hecho, desde que vivían solas, Sabira a menudo invitaba a Bi Tuti a salir, incluso rara vez cocinaban, porque Sabira se lo prohibía. Si querían comer, simplemente pedían comida, solo de vez en cuando Bi Tuti cocinaba en su casa alquilada.

"¿A dónde vamos, señorita?", preguntó Bi Tuti cuando ya estaban en un taxi pedido por Sabira.

"Acompaña a Bira a comprar provisiones para el orfanato, Bi. Bira tiene algo de suerte, así que quiero compartirla con los hermanitos de allí", dijo Sabira con entusiasmo.

Bi Tuti asintió y sonrió suavemente a su joven ama.

Después de un rato, el taxi en el que viajaba Sabira se detuvo en un supermercado.

"¿Quiere que espere, señorita?", preguntó el taxista, que había escuchado la conversación de Sabira con Bi Tuti antes.

"¿No le importa que nos espere, señor?", preguntó Sabira, temiendo que tardaran mucho en comprar allí, lo que sería una lástima para el taxista.

"No importa, señorita. Lo siento, escuché su conversación con la tía. Si van a comprar para los niños del orfanato, seguramente tendrán muchas compras. Si es así, permítame ayudarles a llevar sus compras", dijo el taxista cortésmente.

"Si no le importa, señor, por favor, incluso me alegro de que alguien nos ayude a llevar esas cosas", dijo Sabira sintiéndose feliz de que alguien les ayudara.

"Con mucho gusto, señorita", respondió el hombre con entusiasmo, además de que le pagarían, también podría ayudar con su fuerza, especialmente para los niños del orfanato.

Las tres personas entraron en el supermercado que estaba bastante completo en la zona donde vivía Sabira.

Rápidamente, el taxista tomó un carrito y siguió a Sabira desde atrás. Bi Tuti tampoco se quedó atrás, también llevaba un carrito.

"¿Qué vamos a comprar primero, señorita?", preguntó Bi Tuti.

"Vamos primero a la sección de alimentos básicos, Bi", dijo Sabira.

"Está bien", respondió Bi Tuti con entusiasmo.

Sabira tomó aceite de cocina, azúcar, harina y varios tipos de especias que creía que los niños del orfanato necesitarían. Después de eso, Sabira continuó comprando dos sacos de arroz, pescado, camarones y carne.

Tampoco se olvidó de comprar leche y bocadillos para los niños del orfanato.

"Creo que es suficiente, Bi", dijo Sabira.

"No solo es suficiente, señorita, sino que es demasiado", se rió Bi Tuti al ver que Sabira estaba tan ansiosa por tomar todos los productos de los estantes del supermercado.

Al escuchar la respuesta de la tía, Sabira se rió entre dientes y se rascó la nuca que no le picaba.

"Es que, Bi, cuando se trata de los hermanitos, me gusta exagerar, me alegra ver sus caras radiantes", respondió Sabira imaginando las caras de los niños del orfanato que a menudo visitaba.

Bi Tuti sonrió conmovida y orgullosa al mirar a su joven ama. Aunque Sabira había experimentado la injusticia del afecto de sus padres, eso no había convertido a Sabira en una niña egoísta y egocéntrica. Por el contrario, la bella joven encontraba la felicidad con los niños del orfanato, porque sentía que estaban en la misma situación, ambos eran niños no deseados, según Sabira.

"Señorita, creo que no cabrá, su compra es demasiado grande", dijo el taxista.

"Vaya... Es verdad, señor", se rió Sabira al ver que todavía había muchas de sus cosas que no habían entrado en el taxi.

"¿Deberíamos pedir otro taxi, señor?", preguntó Sabira.

"Si pedimos otro taxi, todavía no será suficiente, señorita. Necesitamos alquilar una camioneta para que quepa", dijo el taxista.

"¿Conoce a alguien que tenga una camioneta, señor?", preguntó Sabira.

"Sí, señorita", dijo el taxista.

"Entonces, por favor, llámelo y dígale que venga aquí", dijo Sabira.

"Entendido, señorita", el taxista sacó su teléfono y llamó a su conocido.

Después de un tiempo, finalmente llegaron a un orfanato que no era demasiado grande, pero sí muy ordenado.

"¡Hermana Bira...!", exclamaron los niños al ver llegar a la bella joven.

"Hola... Hermanitos", saludó Sabira con una sonrisa en sus labios.

"¿A dónde fuiste, hermana? ¿Por qué no vienes a menudo?", preguntó una hermosa niña de diez años.

"La hermana está ocupada con la escuela, cariño", respondió Sabira suavemente, y acarició la cabeza de la niña con cariño.

"Nak Bira", llamó la madre del orfanato.

"Madre", respondió Sabira, se acercó a la madre del orfanato y la saludó con respeto.

"¿Cómo estás, madre?", preguntó Sabira suavemente.

"Bien, querida, ¿y tú cómo estás?", preguntó la madre del orfanato con atención.

"Yo también estoy bien, madre, y estoy muy ocupada en la escuela", se rió Sabira.

La madre del orfanato asintió en señal de comprensión.

"Señorita, ¿dónde debemos poner esto?", preguntó el taxista, haciendo que Sabira se golpeara la frente, porque había olvidado que no había venido sola.

"Jejeje... Lo siento, señor, lo olvidé, estaba demasiado absorta en la conversación, ya que hacía mucho tiempo que no venía aquí", se rió Sabira sintiéndose incómoda.

"No importa, señorita", dijo el taxista sonriendo sinceramente.

"Por favor, llévenlo a la cocina, señor, y los bocadillos, pónganlos en esa habitación", dijo Sabira.

"Entendido, señorita", respondió el taxista.

Después de trasladar todas las compras de Sabira, el taxista se despidió.

"Señorita, ya hemos trasladado todo, si es así, nos despedimos", dijo el taxista.

"Está bien, señor, este es el pago por la camioneta, y este es su pago", dijo Sabira entregando unos billetes rojos en la mano del taxista.

"Ehhh... Señorita, esto es demasiado", se sorprendió el taxista, al recibir diez billetes rojos.

"No importa, señor, suerte para su familia", respondió Sabira con una dulce sonrisa en sus labios.

"Dios mío, señorita. Es muy amable, señorita, incluso me compró alimentos básicos, señorita, ahora también me está dando más por la tarifa del taxi, señorita. Espero que su suerte aumente y que sea bendecida con la felicidad", oró sinceramente el taxista con los ojos llorosos.

"Aamiin...", respondió Sabira, secundando la oración del taxista.

Continuará...

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