Arabela es una adolescente que la mayor parte del tiempo se la pasa perdida en sus pensamientos, tratando de entender el interés que despertó en una de sus compañeras de salón, cuando antes de jugar botella ambas eran invisibles en la vida de la otra.
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CAP 19. PENSAMIENTOS
No había dormido casi nada pensando en las palabras correctas, en las acciones correctas, en todo lo que deseaba hacer bien con Rebeca. A mitad de la noche llegué a un punto en el que no tenía idea si ella en verdad seguía siendo mi novia o yo seguía dando pie a una relación ficticia.
Fueron solo besos, roces. No hubo salidas compartiendo un helado, caminando tomadas de la mano, no hubo cosquillas, no hubo carcajadas, no hubo lo que creí que habría. Solo una hoja con la palabra "novia" escrita en mayúsculas, como si fuera importante, como si fuera única, como si en verdad fuera lo que estaba escrito.
"Novia", esa palabra me parecía tan insignificante a las 2 de la mañana, tan insignificante como seguramente lo era yo para ella.
Llegué al salón y aún no había nadie. Ojalá si hubiera sido así el día anterior, le habría explicado a Marlen, le habría presentado a mi novia, no habría corazón ni burlas, ni llanto, ni un "mentirosa" susurrado en mi oído, y repiqueteando en mi conciencia como pajaro en madera, no habría desvelo sino pura felicidad. Qué triste es a veces la realidad.
Jessica llegó, luego Marlen y así se fue llenando el lugar. A pesar de todo, aún mantenía una chispa de esperanza. En cuanto llegara Rebeca lo intentaría, sería el último, después de eso ya no habría más esfuerzo en vano si ella me rechazaba, aceptaría el fracaso, la desilusión. Estaba preparada.
El maestro de física se acercó a su escritorio y sin más comenzó a dar la clase. ¿Dónde estaba ella? Los minutos pasaban, la explicación de la fuerza y el movimiento de un objeto viajaba por el espacio sin que yo lo entendiera. Deseaba que fuera un retardo, aunque después de los 20 minutos no había manera de que la dejaran pasar. ¿Resignación o preocupación? Opté por la segunda. ¿Por qué no habrá venido?, ¿se enfermó?, ¿le pasó algo?, ¿él le hizo algo?
—¡Ey!, ptss, César —le habló Selene, él volteó y nada más—. Y ¿Rebeca?
La verdad no supe si le dijo eso, pero señaló su lugar y César solo se mordió los labios. Selene puso los ojos en blanco.
—Esto es la tarea, apúntenla y nos vemos la siguiente clase.
En cuanto acabó de hablar el maestro, el escándalo se desató.
—¡Tonto! Te pregunté bien, ¿sabes por qué no vino? —retomó Selene. Activé mi oído sin dejar de escribir.
—No, pero ayer la pasamos bien —señaló César asintiendo y alzando las cejas.
De solo imaginar lo que pudieron estar haciendo, los jugos gástricos me comenzaron a carcomer mi interior ¡Lo detesto! ¿Por qué tenía que estar divulgando lo que hacía con ella. ¿Por qué ella accedio? Soy una tonta por creerle. Jamás estuvo interesada. No, ¡no! La escuchaste, viste la sinceridad en sus pupilas "jamas me burlaría de ti", resonaba el eco de su voz en mis adentros.
—¿Eso a mí qué me importa? —Selene arrugó la nariz.
—Tú eres su amiga, deberías saberlo.
—Pues no. Sí la viste ayer, debió decirte.
Me giré. Le pedí a Jessica que no se moviera para que escuchara con atención lo que hablaban sin que se dieran cuenta de que los miraba.
—Sí la vi, ¡completamente! —César se rio como demente.
—¡Eres un asqueroso!
—Hoy iré a su casa y lo averiguo —desvió la vista hacia mí. Me giré deprisa a Marlen y ella fingió contarme algo.
—¿Arabela estás segura de qué es tu novia? — pregunto Jessica con la intención de no ser muy brusca.
—Está mintiendo —susurré.
—¿Cómo lo sabes? —intervino Marlen.
—Lo siento, sé que miente —dije entre dientes.
Mis amigas se miraron.
—Arabela, tú lo escuchaste ayer y la viste irse con él.
—Lo sé, estoy confiando en ella. ¿entiendes? —se me quebró la voz.
Marlen me abrazó y Jessica me sobó el hombro.
—No me gusta lo que te está haciendo pasar— Marlen me apartó de sí—. Eres mi amiga, has estado para mí cuando más lo he necesitado, quiero estar para ti y sacarte una sonrisa pero no sé cómo.
Mis lágrimas me ganaron, comenzaron a resbalarse por mis mejillas.
—¿Por qué no vas a su casa? —comentó Jessica. Marlen y yo la miramos.
—No sé dónde vive —Jess empujó su labio inferior hacia arriba.
—Lo siento, es lo único que se me ocurrió, quisiera ser de más ayuda.
—No te preocupes, ambas están haciendo un montón. Gracias —le tomé la mano.
El día transcurrió tranquilo. Por un momento en clase de Historia sentí paz, como si su existencia me hubiera estado consumiendo y en ese relato de Los Héroes de México recuperará mi antigua yo. Rebeca no estaba, ese lugar vacío significaba muchas cosas y a la vez nada. Tal vez esa era la respuesta: dejar que ella siguiera con su vida y yo me resignara a no vivir ese amor con el que me había ilusionado.
La hora de Educación Física se pasó volando, ni siquiera noté la presencia de César. Marlen, Jessica y yo nos la pasamos platicando de nuestros pasatiempos y artistas favoritas, después del receso salimos temprano porque la materia de economía seguía suspendida, aún no contrataban a un nuevo profesor.
—¿Quieren ir al fútbolito? —pregunto Jessica con ilusión.
—Esta vez no, no tengo ánimos —le contesté de pie poniéndome la mochila en la espalda. Jessica miró a Marlen.
—No puedo, hoy sí tengo que ayudar en casa. Jessica asintió con los ojos apagados. Se me estrujó el corazón de verla así.
—Te prometo que cuando me sienta mejor, iremos, yo misma te lo recordaré —Jessica me miró con los ojos alegres, y una gran sonrisa apareció en su cara. Marlen, en cambio, me miró sin entender, parecía molesta, pero no estaba segura.
—Vámonos —comenté sin ganas de nada.