Alice Crawford, una exitosa pero ciega CEO de Crawford Holdings Tecnológico en Nueva York, enfrenta desafíos diarios no solo en el competitivo mundo empresarial sino también en su vida personal debido a su discapacidad. Después de sobrevivir a un intento de secuestro, decide contratar a Aristóteles, el hombre que la salvó, como su guardaespaldas personal.
Aristóteles Dimitrakos, un ex militar griego, busca un trabajo estable y bien remunerado para cubrir las necesidades médicas de su hija enferma. Aunque inicialmente reacio a volver a un entorno potencialmente peligroso, la oferta de Alice es demasiado buena para rechazarla.
Mientras trabajan juntos, la tensión y la cercanía diaria encienden una chispa entre ellos, llevando a un romance complicado por sus mundos muy diferentes y los peligros que aún acechan a Alice.
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Capítulo 19 Confrontación
Jess salió del café cerca de la oficina del congresista Fairfax, moviéndose con paso rápido y decidido. Su expresión estaba cargada de concentración, sus pensamientos enfocados en su próximo movimiento. Mientras avanzaba por la acera en dirección a la oficina, Hartford apareció frente a ella, bloqueando su camino con una sonrisa calculada.
—¿Qué pasa, Hartford? —preguntó Jess, arqueando una ceja, aunque en sus ojos se percibía la chispa de anticipación.
Hartford se acercó un poco más, asegurándose de que sus palabras fueran solo para sus oídos.
—Mandé a un par de muchachos para que se encarguen de Crawford —dijo, con una expresión satisfecha.
Jess esbozó una sonrisa triunfante. En un gesto impulsivo, se inclinó hacia él, dándole un beso rápido en los labios.
—Espero que esta vez no haya fallos —susurró, el tono de su voz teñido de satisfacción y anhelo.
Hartford asintió, confiado en sus decisiones.
—Esta vez no habrá problemas. Alice está en el Centro Médico Mount Sinai, aunque claro no esta sola; el griego está con ella.
La sonrisa de Jess se amplió, y en sus ojos se vislumbró una mezcla de determinación y ambición.
—Perfecto. —Ajustó la correa de su bolso, lanzándole a Hartford una mirada cargada de promesas—. Estoy cansada de esta vida de sombra, Hartford. Cuando ella esté fuera del juego, el congresista estará bajo nuestro control.
En el estacionamiento subterráneo del Centro Médico Mount Sinai, la atmósfera era densa y silenciosa. Aristoteles caminaba con Alice justo detrás de él, sus pasos resonando en el amplio espacio vacío. Ella, consciente de la tensión en el ambiente, permanecía cerca de su guardaespaldas, casi pegada a su espalda, confiando en la seguridad que él le brindaba.
Los dos sujetos se movieron con aparente imdiferencia, Aristoteles mantuvo su expresión inanimada. Entoces ambos hombres los rodeándolos con rapidez y bloqueando su salida. Aristoteles se tensó, sus instintos en alerta, y rápidamente posicionó a Alice detrás de él para protegerla.
Antes de que pudieran reaccionar completamente, uno de los hombres se abalanzó hacia Alice, sujetándola del brazo con fuerza. Alice soltó un grito, sorprendida y asustada, mientras intentaba zafarse. Pataleaba y golpeaba con todo su cuerpo, intentando liberarse de su agarre, pero el hombre la mantenía inmovilizada.
—¡Aristoteles! —gritó Alice, su voz temblando con una mezcla de pánico y determinación.
Mientras tanto, el segundo atacante desenfundó una navaja y avanzó hacia Aristoteles, con la clara intención de intimidarlo. Sin embargo, Aristoteles no se dejó amedrentar. Con un movimiento rápido, se lanzó contra su oponente, usando su fuerza y su habilidad para desviar el ataque.
El hombre de la navaja era fuerte, y ambos forcejearon en una pelea intensa. La navaja brillaba bajo la luz tenue del estacionamiento mientras el atacante intentaba una y otra vez apuñalar a Aristoteles, pero él esquivaba cada movimiento con precisión. La pelea era feroz, los cuerpos chocaban y se desplazaban por el piso, cada uno luchando por el control.
Mientras Aristoteles enfrentaba a su oponente, Alice continuaba forcejeando con el primer hombre, quien trataba de mantenerla inmovilizada. Sin embargo, ella no estaba dispuesta a rendirse. Aprovechando un instante de distracción, Alice levantó el pie y pisoteó con fuerza el empeine de su atacante, quien soltó una maldición y aflojó el agarre. Alice aprovechó el momento y lo golpeó con el codo, logrando apartarlo unos pasos.
Aristoteles, al ver la oportunidad, usó toda su fuerza y logró desarmar a su oponente. Con un empujón decidido, hizo que el hombre tambaleara hacia atrás. Viendo que la situación no estaba a su favor, los dos atacantes intercambiaron una mirada rápida y, sin más, emprendieron la huida, perdiéndose en las sombras del estacionamiento.
Alice, todavía temblando por la adrenalina y el miedo, dio unos pasos hacia Aristoteles y, en un gesto instintivo, se lanzó a sus brazos. Él la envolvió con fuerza, sus brazos firmes y protectores alrededor de ella, mientras ella se aferraba a su pecho, dejando que su respiración se calmara poco a poco.
La cercanía entre ellos era palpable, y ambos sintieron cómo el miedo y la tensión del momento se transformaban en algo más profundo. Alice, aún envuelta en la intensidad de la situación, alzó el rostro, y en un impulso, se inclinó hacia él, acercando sus labios a los de Aristoteles.
El beso fue inesperado y lleno de emociones reprimidas. Al sentir el contacto de sus labios, Aristoteles le correspondió, dejándose llevar por la calidez del momento. Su mano se deslizó suavemente por la espalda de Alice, mientras ella respondía al beso con igual intensidad. En ese instante, toda la tensión, el miedo y el peligro parecieron desvanecerse, dejando solo la conexión entre ellos, tan palpable como poderosa.
Por otra parte está Aristóteles....wao, todo en él grita "soy Griego", hasta el nombre
sugiero que coloques imágenes de tus personajes. gracias, ánimo