En los barrios tranquilos y misteriosos de Seúl, una chica llamada Jiwoo ha pasado su vida observando desde las sombras. Jiwoo siempre ha sido reservada, pero esconde algo más que timidez. Un incidente oscuro y olvidado en su adolescencia que moldeó su obsesión por los secretos de los demás.
El regreso de Hyunwoo, su vecino de la infancia, despierta en ella una curiosidad peligrosa. Años atrás, Hyunwoo desapareció abruptamente tras un escándalo que sacudió al vecindario, y su reaparición está rodeada de rumores y silencio. Algo en su mirada parece llevar el peso de un pasado más oscuro del que Jiwoo imaginaba.
Guiada por su instinto obsesivo y un deseo inexplicable, Jiwoo comienza a seguirlo, adentrándose en un mundo de crimen, mentiras y un trastorno psicológico que ha permanecido latente en ambos. Mientras Jiwoo se acerca a la verdad, también empieza a descubrir más sobre sí misma, desenterrando recuerdos reprimidos y enfrentando su propia sombra.
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Ecos del pasado
Jiwoo y Hyunwoo regresaron a la casa al anochecer. Ambos estaban agotados, pero sabían que no podían permitirse descansar. Hyunwoo colocó el libro en la mesa, hojeando rápidamente las páginas en busca de algo que explicara lo que habían visto.
—Tiene que haber algo aquí —dijo, su voz tensa—. No podemos haber imaginado eso.
Jiwoo, todavía sujetando el colgante, se sentó frente a él.
—¿Y si no está todo en el libro? ¿Y si hay más que no sabemos?
Hyunwoo levantó la vista, notando el brillo de determinación en sus ojos.
—¿Tienes otra idea?
Jiwoo asintió lentamente.
—La abuela. Ella sabía algo sobre esto. Me dio este colgante por una razón.
A la mañana siguiente, Jiwoo y Hyunwoo visitaron a la abuela de Jiwoo en la residencia donde vivía. La mujer, que había pasado la mayor parte de su vida en Asan, todavía tenía una lucidez impresionante.
—Abuela, necesito saber más sobre el colgante —dijo Jiwoo, sosteniéndolo frente a ella.
La abuela lo miró durante un largo momento antes de suspirar.
—Ese colgante pertenece a nuestra familia desde hace generaciones. Fue creado para protegernos del Guwi.
Hyunwoo frunció el ceño.
—¿El Guwi?
La abuela asintió.
—Un espíritu oscuro, nacido del sufrimiento humano. Vive en el bosque, atrayendo a aquellos que están rotos, aquellos con secretos que cargar. El espejo es su puerta al mundo humano.
Jiwoo tragó saliva.
—¿Y por qué me diste esto a mí?
La abuela la miró con seriedad.
—Porque sabía que algún día, el Guwi vendría por ti.
Esa noche, Jiwoo y Hyunwoo repasaron lo que habían aprendido.
—El Guwi se alimenta de los traumas y los secretos —dijo Hyunwoo, leyendo las notas que había tomado durante su visita—. Eso explicaría por qué nos afecta tanto.
Jiwoo asintió, recordando los eventos de su infancia.
—El espejo no solo refleja almas atrapadas. Tal vez también muestra aquello que más tememos de nosotros mismos.
Hyunwoo la miró fijamente.
—Entonces tenemos que enfrentarlo. Pero no solos.
Mientras tanto, en su habitación, Hyeri revisaba un dibujo que había hecho la noche anterior. Era el bosque, pero esta vez, las sombras parecían más vivas, casi moviéndose en el papel.
Sentía que algo grande estaba por suceder. Y estaba decidida a ser parte de ello, sin importar el precio.
EL REFLEJO DE HYERI
La oscuridad del bosque envolvía todo, pero para Hyeri, era un manto familiar. Había pasado tanto tiempo bajo la sombra de los árboles que el miedo había sido reemplazado por una curiosidad peligrosa.
Aquella noche, Hyeri no llevaba linterna ni provisiones, solo el pequeño cuaderno donde anotaba sus hallazgos. Sus pasos eran ligeros, casi imperceptibles, mientras avanzaba por el sendero que la conducía al espejo. Esta vez, no iba a quedarse en la periferia.
Desde el primer día que Hyeri tocó el espejo, algo cambió en ella. A los dieciséis años, había llegado al claro huyendo de un problema en casa, una discusión que dejó cicatrices invisibles en su alma. Al acercarse al espejo, sintió una atracción magnética, como si este entendiera su dolor.
Cuando rozó la superficie con los dedos, un susurro atravesó su mente:
"Eres como yo. Rota, olvidada... pero no estás sola."
Desde entonces, Hyeri comenzó a regresar al espejo en busca de respuestas. Aunque las palabras eran pocas, sentía que el bosque la escuchaba, que había algo o alguien al otro lado que compartía su angustia.
Esa noche, Hyeri llegó al claro y se arrodilló frente al espejo. Sus dedos trazaron los símbolos del marco, reconociendo los patrones que ya había memorizado.
—Estoy aquí otra vez —susurró, como si hablara con un amigo de confianza—. ¿Por qué me eligieron? ¿Por qué me llamas?
La superficie del espejo permaneció quieta, pero Hyeri no se desanimó. Sacó el colgante que había encontrado meses atrás, uno que parecía similar al de Jiwoo pero con una piedra oscura en el centro. Lo sostuvo frente al espejo, esperando una reacción.
El aire cambió. Una brisa fría surgió de la nada, y la superficie del espejo comenzó a ondular, mostrando imágenes fugaces: un bosque en llamas, una figura encapuchada, y finalmente, un rostro conocido.
Era Jiwoo.
Hyeri retrocedió, su respiración acelerada.
—¿Por qué ella? —preguntó, su voz quebrada.
Los susurros volvieron, más fuertes esta vez, rodeándola por completo.
"No es solo ella. Eres tú. Siempre fuiste tú."
Hyeri sintió que su cuerpo se tensaba, como si algo estuviera apoderándose de su mente. La piedra en el colgante comenzó a brillar, y de repente, el claro desapareció.
Se encontraba en un lugar desconocido, oscuro y vacío, excepto por el espejo, que ahora estaba frente a ella, más grande y amenazante.
Una figura salió del reflejo. Era alta y oscura, como la que había visto siguiendo a Jiwoo y Hyunwoo. Pero esta vez, no parecía agresiva.
—Eres diferente —dijo la figura, con una voz que resonó en su cabeza—. Has aceptado lo que ellos temen.
Hyeri tragó saliva.
—¿Quién eres?
La figura no respondió, pero extendió una mano hacia ella.
—Tienes un propósito aquí, Hyeri. Este mundo te ha rechazado, pero yo no lo haré.
Hyeri sintió que el peso de sus emociones la empujaba hacia adelante. Todo su dolor, su rabia y su aislamiento parecían cobrar sentido en ese momento. Cuando extendió su mano para tocar la figura, una sensación cálida la envolvió, y de repente, el espejo volvió a aparecer en su forma habitual.
Pero algo había cambiado. Ahora podía sentir el latido del bosque, como si fuera una extensión de su propia alma.
—No tengo miedo —murmuró, mirando su reflejo. Por primera vez, el espejo la mostraba tal como era, sin distorsiones, pero con una mirada más oscura y decidida.
Cuando Hyeri salió del bosque esa noche, no era la misma persona que había entrado. Sabía que tenía un papel en lo que estaba por venir, pero aún no comprendía del todo cuál era.
Mientras caminaba hacia su casa, vio a Jiwoo y Hyunwoo a lo lejos, hablando en la entrada de una tienda. Hyeri se detuvo, observándolos en silencio.
—Pronto entenderán —susurró para sí misma, tocando el colgante oscuro que ahora parecía más vivo que nunca.
Hyeri no era solo una observadora. Era una pieza clave en el juego del espejo, aunque aún no sabía si su papel sería salvar o destruir.