La historia sigue a Patrick, un aventurero serio y amable que trabaja para la iglesia en un mundo de fantasía medieval. Patrick recibe la misión de recolectar poderosos artefactos mágicos, incluyendo la espada Dama, que puede invocar a una entidad llamada Dama Blanca. Durante su viaje, Patrick rescata a Samantha, una chica mitad demonio con un carácter fuerte pero frágil, que es perseguida por la iglesia debido a su linaje. Juntos, enfrentan peligros y desafíos mientras Samantha comienza a enamorarse de Patrick, y él descubre secretos oscuros sobre los artefactos y las verdaderas intenciones de la iglesia. La historia se desarrolla en un vasto mundo lleno de reinos, criaturas míticas, y seres divinos, donde la discriminación entre razas y la lucha por el poder son constantes.
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Capitulo 19: El Pueblo de Datta
**Capítulo 19: El Pueblo de Datta**
El viaje hacia Datta fue largo, pero lleno de pequeños momentos que hicieron el trayecto más llevadero. El sol brillaba suavemente sobre el paisaje mientras la carreta avanzaba por el camino polvoriento. Ariana, la mujer que Patrick y Samantha habían rescatado del campo devastado, se recostaba en la parte trasera de la carreta, observando el horizonte. A pesar de su herida, su mirada parecía más tranquila, y cada vez que cruzaba sus ojos con los de Patrick o Samantha, sonreía tímidamente.
—Gracias otra vez... por salvarme. No sé qué habría hecho sin ustedes —dijo Ariana, con voz suave pero sincera.
Patrick, quien estaba manejando la carreta, simplemente asintió con una leve sonrisa mientras observaba el camino.
—Solo hicimos lo que cualquiera haría —respondió Samantha, que estaba sentada a su lado, mirando el paisaje—. Pero dinos, Ariana, ¿qué más recuerdas del dragón? Cualquier detalle nos podría ayudar.
Ariana se tensó un poco al recordar el ataque, pero respiró hondo antes de hablar.
—Era enorme... más grande de lo que imaginé. Sus escamas negras parecían absorber la luz del sol, y sus ojos... eran como brasas encendidas. No tenía piedad, solo destrucción —dijo, su voz bajando al final.
Samantha le lanzó una mirada comprensiva.
—No fue tu culpa. No podrías haber hecho más. La iglesia te mandó a una misión imposible.
Ariana se sonrojó un poco, agradecida por las palabras de apoyo, pero también incómoda con la alabanza.
—Aún así, fallé... No pude proteger a mis compañeros —murmuró, bajando la mirada.
Patrick, sin apartar los ojos del camino, comentó de manera calmada:
—A veces, la supervivencia es la mayor victoria. Pero lo importante es lo que hagamos ahora.
Ariana asintió en silencio, agradecida, pero sensible a cualquier insinuación de fracaso. Ella respetaba profundamente a ambos, especialmente a Samantha, a quien veía como una figura fuerte y decidida. Cada vez que Samantha hablaba, Ariana la observaba con admiración, tratando de absorber cualquier enseñanza implícita.
El paisaje pronto comenzó a cambiar. Lo que una vez fueron verdes prados y colinas comenzó a dar paso a un terreno más árido y quemado. En el horizonte, humo se alzaba en columnas espirales, y un silencio inquietante cayó sobre el grupo cuando comenzaron a acercarse a Datta.
—Allí está —dijo Patrick en voz baja, señalando el pueblo que se encontraba a unos pocos kilómetros.
El pueblo de Datta estaba devastado. Las casas de madera y paja habían sido reducidas a escombros carbonizados. Las calles, que una vez debieron estar llenas de vida, estaban vacías y cubiertas de cenizas. El aire tenía un olor acre, una mezcla de humo y algo mucho más antiguo, como si el mismo fuego que había quemado Datta fuese de un origen oscuro y místico.
—Es horrible... —susurró Ariana, sus ojos ampliándose con tristeza al ver los restos de lo que una vez fue un pueblo próspero.
Patrick detuvo la carreta a la entrada del pueblo. La escena era desoladora. Las puertas de las casas colgaban de un solo clavo, y el sonido del viento silbaba entre las ruinas. De vez en cuando, se podía ver a uno o dos aldeanos caminando entre los escombros, recogiendo lo poco que les quedaba.
—¿Crees que alguien podría sobrevivir a esto? —preguntó Samantha, mirando los restos con una mezcla de incredulidad y tristeza.
Ariana bajó de la carreta, apoyándose en Patrick para no perder el equilibrio. Aún estaba débil, pero su espíritu de lucha seguía intacto.
—Tenemos que ayudar... —dijo Ariana, su voz firme por primera vez desde que la encontraron.
Patrick y Samantha asintieron, y los tres comenzaron a caminar entre las ruinas. A medida que avanzaban por las calles vacías, comenzaron a notar más detalles inquietantes. Las marcas de garras gigantes estaban esparcidas por las paredes y el suelo, y el olor a quemado era tan fuerte que parecía adherirse a la piel.
—Mira esto —dijo Patrick, señalando un poste de madera que había sido partido en dos. Justo en el centro de la rotura, una profunda marca de garra había dejado cicatrices en la madera.
—Ese dragón no solo destruyó este lugar... lo destrozó con ira —dijo Samantha mientras examinaba las marcas, su rostro endureciéndose—. Esto fue más que un simple ataque, fue una masacre.
Ariana se mordió el labio, claramente afectada por los recuerdos de lo que había sucedido.
—¿Qué hacemos ahora? —preguntó Ariana, mirando a Patrick y Samantha en busca de orientación.
Samantha la miró con una leve sonrisa.
—Primero, tenemos que averiguar si alguien más sabe dónde está el dragón. Luego, tenemos que encontrar una manera de enfrentarlo... o al menos proteger a los que quedan.
Patrick, con la mirada fija en el horizonte, agregó:
—Y lo haremos juntos.
Ariana, aunque aún algo insegura, sonrió. Sentía que, con Patrick y Samantha a su lado, tal vez podrían tener una oportunidad de arreglar lo que el dragón había destruido.
Datta estaba en ruinas, pero para Patrick, Samantha y su nueva compañera, era solo el principio de una lucha mucho mayor. Y mientras el sol empezaba a ocultarse tras las montañas, una nueva determinación comenzaba a surgir en sus corazones.