Mi Castigo

Los ojos de mi esposo se cristalizaron un poco. Sentí una punzada en el corazón y un pequeño dolor de cabeza, mi cuerpo estaba tambaleando a causa de un pequeño mareo, Enzo me cubrió en sus brazos para no caer, entonces todos los recuerdos volvieron a mi cabeza. Recordé lo enamorada que estaba de mi esposo, pero también recordé cuáles eran sus intenciones desde un principio, él nunca me había amado, solo sé acercó para buscar venganza.

El amor se había presentado de una forma tan extraña a nuestras vidas, me dolía recordar que lo amaba con locura y que ya nada volvería a hacer como antes.

—¿Estás bien Aurora?— me preguntó preocupado.

—¡Suéltame!— lo empujé— no quiero que me vuelvas a tocar nunca más Enzo.

—¡Aurora!

—Vos y tu hermano son unos maditos enfermos que solo les gusta destruir la vida de los demás.

—¿Qué es lo que estás diciendo?

— Lo que escuchaste Enzo, sí, soy una maldita asesina, pero al menos le quite a la sociedad a un mal nacido como tu hermano. Y vos no te quedas atrás, porque vos también destruiste muchas familias, tal vez no lo sepas. Pero mi familia daba trabajo a mucha gente, Hospitales que contaban con las donaciones mensuales. Todo lo has destruido por tu maldita venganza. Debiste solo encargarte de mi, los demás no tenían la culpa de mi crimen.

Enzo quería desconectarse un poco de la realidad, le dolía saber que era verdad lo que le decía, lo que no le quedaba claro era la confección acerca de Darío. Miles de confusiones le atacaban en la cabeza, intento controlar la taquicardia y el dolor de cabeza intenso que le molestaban, para no perder el control.

—Sé que comité un error con eso, pero...

—Pero nada Enzo, no te vuelvas en un monstruo como tu hermano. Por favor si quieres, mátame, pero ya no me obligues a estar contigo.

—Ya no quiero dañarte.

—Entonces deja que siga con mi vida.

—¿Por qué mataste a Darío?, contéstame con toda sinceridad entonces me iré.

—Averigua quien realmente era él, entonces sabrás la repuesta.

—¿Por qué lo haces tan difícil?— grito golpeando un puño en la pared, para desquitar el estrés que le causaba el momento.

—Por qué quiero que por tu propio medio sepas la realidad que hay detrás de todo esto.

Respire profundo, di un paso para alejarme del hombre que amaba, luego di otro, un taxi me esperaba unos pasos más adelante.

Mi esposo también sufría por dentro, al ver que me apartaba de él, volteó para venir tras de mí y tomarme de la cintura.

— Te amo Aurora— me hablo a los oídos deteniendo mis pasos.

Miles de lágrimas caían de mis ojos, extrañaba escuchar esas palabras que me hacían olvidar los momentos tristes de mi vida.

—Varias veces te escuché decirme eso, te creí, por eso me case contigo creyendo que me amabas, pero ahora que lo recuerdo todo, nada de lo que dices es verdadero.

—¿Cuándo fue que recuperaste tus recuerdos?

—Enzo, suéltame.

—No quiero soltarte.

— Una vez ya lo hiciste, no es tan difícil.

No decía nada, se agarró más fuerte de mi, este momento me estaba matando, tampoco quería que se aleje de mí, porque aún lo amaba, quería borrar todo recuerdo malo y vivir por siempre entre sus brazos, pero no podía. Mis ojos se inundaron aún más de lágrimas. Tome mucho valor, con mis manos quite las suyas de mi cintura y corrí al taxi, le dije al taxista que avance, antes de que Enzo me detuviera una vez más.

Volteé para verlo por última vez, estaba parado llorando, viendo como me alejaba de su vida. Yo le había desgarrado su paz, y él desgarró en mil pedazos mi corazón. Quería que de una vez por todas llegue ese momento después de toda tormenta.

No había medicina para curar los males que se lleva en el alma.

Llegué a la casa donde viví un par de meses con Darío, ahora más que nunca lo odiaba con toda mi fuerza, mi miedo me llevó a callar todas las mostrocidades que hacía. Entre al cuarto con pasos lentos viendo al rededor, todo estaba igual, las mismas sabanas, los mismos cuadros, más que recuerdos buenos, las pesadillas volvían a mi mente, por meses había vívido con un maldito enfermo sin darme cuenta de la verdadera realidad, desconectándome de todos lo hechos. Me enfurecí, perdí la calma, empecé a arrojar todo lo había a mi alrededor, tire todo al piso destruyendo todos esos recuerdos repugnantes que me arruinaron la vida. ¡Aaah!, te odió hijo de puta, ojalá te estés pudriendo en el infierno enfermo de mierda, grité una y otra vez maldiciendo todo, luego me senté en una esquina esperando a que mis lágrimas cesen del dolor.

Más tarde me dirigí al placar de Darío, donde guardaba su ropa, un día sin querer encontré una puerta secreta, era un lugar de tortura, donde había esposas, látigos, cuerdas, un par de cuchillos, vendas para los ojos, y un par de otras cosas más, Darío en secreto metía aquí a sus víctimas, cuando lo descubrí, la piel se me erizó y la taquicardia de mi corazón no paraba más, me dio miedo saber de este lugar, nunca se lo pregunté por temor, disfrace la verdad con algo más, para no sentir temor.

Cuando di un paso para entrar un sin fin de pensamientos de miedo se desataron en mi cabeza, recordé todas las imágenes que vi en los videos, los gritos de esas chicas pidiendo ayuda y que parará, me tape los oídos para no escuchar más, mi tensión muscular no me dejaba avanzar, volví a respirar lentamente para volver en sí. Jamás recordé que me metió a este lugar, porque entre todas yo era como su reliquia que tenía, sabía quien era en realidad, para en algún momento sacar provecho de mí, me hacía creer que me amaba y que era especial.

Me costó dar otro paso, sabía que no estaba sola, fui directamente a abrir el frizer, aún ahí estaba el cuerpo de mi amiga traicionera. Ahora no podrás dañar a nadie más Bianca, le dije mirando su cuerpo congelado y en pedazos. El día que la mate, le corte en pedazos y la puse ahí, no me dio pánico verla, porque ella también era una mal nacida cómplice de toda esta pesadilla y se merecía estar ahí, para la sociedad de justicia todo lo que hice era un crimen, pero para mí era quitar la mala yerba que arruinaba todo lo bello, con un brote psicótico logré deshacerme de ellos.

Ella se hacía amiga de las chicas para luego traerlas al departamento. Tampoco tenía derecho de vivir. No me arrepiento de haberles quitado la vida a los dos, no podía dejar que sigan lastimando a pibas con mucha vida, cuando tuve oportunidad los destruí. Tenia que deshacerme para siempre de su cuerpo antes que alguien más lo descubrierá.

Cerré el congelador, luego me encargaría de ella. Me dirigí a un pequeño armario ahí deje guardado una pequeña caja, saque todas las grabaciones que había descubierto en este cuarto, y lo más importante, saqué todos los documentos que un día mi padre me había dado, que eran pequeñas empresas a mi nombre, con esto volvería a levantar la empresa de mi padre.

Enzo nos había arruinado por completo, dejándonos en la calle prácticamente.

Tome todo lo que necesitaba de esa casa y salí lo más rápido que pude, no soportaba esa marea de malos recuerdos que me estaban atacando.

Enzo llegó a su oficina destruido, quería dejar de pensar en mí y en todo lo había pasado.

Adriana, su secretaria interrumpió su atención en la computadora, tocando la puerta para luego pasar.

—Enzo, el detective Lozza vino a verte— le dijo su secretaria.

—Qué pase por favor.

—Dale.

El Detective era un gran amigo de Enzo, se conocieron en la facultad, con los años se hicieron muy buenos compañeros de trabajo y amistad.

Lozza paso a la oficina.

—Te estuve llamando como loco amigo, ¿por qué no contestabas?— dijo saludando a Enzo con un abrazo.

—Perdóname amigo, estuve con un montón de cosas.