Isabella Dupont ha pasado su vida planificando una venganza que espera borrar el dolor de su infancia. Abandonada a los cinco años por su madre, Clara Montserrat, una mujer despiadada que traicionó a su familia y robó la fortuna de su padre, Isabella ha jurado destruir el imperio que su madre construyó en Italia. Bajo una identidad falsa, Isabella se infiltra en la constructora internacional que Clara dirige con mano de hierro, decidida a desmantelar pieza por pieza la vida que su madre ha levantado a costa del sufrimiento ajeno.
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Capítulo 6
Clara Montserrat salió de la sala de reuniones con una expresión de satisfacción en su rostro, mientras Valeria Rossi la seguía de cerca, casi pisándole los talones. La reunión había sido todo un éxito, y Clara se sentía en la cima del mundo. Había logrado convencer a los exigentes inversionistas de Hong Kong para que invirtieran en uno de los proyectos más ambiciosos de Montserrat Construcciones hasta la fecha: “Las Torres Émiris”, cuatro imponentes rascacielos de lujo en Dubái, diseñados para ser personalizables hasta el más mínimo detalle según los caprichos de los millonarios que los habitarían. Cada torre sería una joya arquitectónica, un símbolo de poder y opulencia en una de las ciudades más ricas del mundo.
Mientras caminaba con paso firme por los pasillos de la empresa, Valeria intentaba mantener el ritmo, aunque su mente estaba en otra parte. Quería hablar con Clara sobre algo que la había estado atormentando durante días, pero el miedo a la reacción de su jefa la mantenía en vilo.
—Clara, la reunión fue increíble, como siempre —comentó Valeria, intentando suavizar el ambiente antes de tocar el tema que la preocupaba.
Clara apenas la miró, su mente ya estaba en el siguiente paso. Sabía que Valeria estaba impresionada, pero también sabía que ese era solo el principio.
—Por supuesto que lo fue —respondió Clara, sin detenerse—. Sabía que los convenceríamos. Este proyecto es demasiado lucrativo para que lo dejaran pasar.
Valeria tragó saliva y sintió que su corazón latía con más fuerza. Era ahora o nunca.
—Clara, hay… hay otra cosa de la que quería hablarte —dijo Valeria, su voz temblando ligeramente.
Clara continuó caminando, sin aminorar el paso, mientras revisaba mentalmente los próximos pasos a seguir para asegurar que “Las Torres Émiris” comenzaran con la fuerza y el impacto necesarios.
—¿Qué cosa? —preguntó Clara, sin molestarse en detenerse ni en cambiar su tono de voz.
Valeria, sintiendo el peso de lo que estaba a punto de decir, respiró hondo y continuó.
—Tiene que ver con Jean-Luc Dupont…
Clara se detuvo de golpe, girando sobre sus talones para enfrentar a Valeria. Sus ojos azules, normalmente fríos y calculadores, se endurecieron aún más. El nombre de Jean-Luc era como un veneno que se negaba a desaparecer, un recordatorio constante de un pasado que había enterrado hace mucho tiempo.
—Lo que tenga que ver con Jean-Luc Dupont, lo resuelves tú, Valeria —dijo Clara, su tono ahora gélido—. No tengo tiempo para lidiar con esas cosas.
Valeria, notando la severidad en la mirada de Clara, sintió un nudo en la garganta. Intentó protestar, sabiendo que el asunto era delicado.
—Pero… Clara, yo…
Antes de que pudiera terminar, Clara se acercó a Valeria, colocando suavemente su mano sobre el rostro de la asistente. Era un gesto inesperado, un toque delicado que contradecía la frialdad de sus palabras. Sus dedos rozaron la mejilla de Valeria, un toque que hizo que la respiración de la asistente se entrecortara.
—Tú puedes hacer eso, ¿verdad, Valeria? —susurró Clara, su voz tomando un tono seductor, casi susurrante.
Valeria sintió que sus defensas se derrumbaban ante el toque de Clara. Todo en su interior gritaba que no debía ceder, que debía mantener su posición, pero la proximidad de Clara, la suavidad de su voz, la hicieron inclinar la cabeza levemente en señal de rendición.
—S-sí… Claro que sí, Clara —balbuceó Valeria, su voz traicionándola.
Clara sonrió, satisfecha con la respuesta, y retiró la mano de la mejilla de Valeria, dando un paso atrás. Había ganado, como siempre lo hacía.
—Sabía que podía contar contigo, Valeria —dijo Clara con una sonrisa, mientras se giraba para continuar su camino.
Valeria se quedó quieta por un momento, mirando a Clara mientras se alejaba, sintiendo el calor de su toque todavía en su piel. Era consciente de que había sido manipulada, pero su devoción por Clara la mantenía bajo su influencia.
Clara caminó con paso firme hasta llegar a una de las oficinas más importantes de la empresa, la de Giulia Ferraro, dueña del veinticinco por ciento de Montserrat Construcciones y arquitecta de muchos de los proyectos más importantes de la firma. Giulia era una mujer de unos cuarenta y pocos años, de cabello castaño oscuro y ojos agudos, siempre cubiertos por unas gafas de montura delgada que solo se quitaba en momentos de gran concentración o cuando quería hacer un punto claro en una conversación.
Al entrar, Clara no se molestó en llamar a la puerta. Abrió y entró con la seguridad que la caracterizaba.
—Hola, Giulia —saludó Clara con una voz aparentemente amistosa, aunque cargada con la tensión del poder.
Giulia, que estaba revisando unos planos en su escritorio, levantó la vista, quitándose las gafas y frotándose los ojos antes de devolverle el saludo.
—Hola, Clara —respondió Giulia, su tono era cortés, pero había un trasfondo de descontento—. He estado revisando algunos detalles. ¿Cómo fue la reunión con los inversionistas de Hong Kong?
Clara se acercó a uno de los sofás en la esquina de la oficina, donde solía sentarse para las reuniones más informales. Se acomodó, cruzando las piernas con elegancia, y esbozó una sonrisa triunfante.
—Salió exactamente como lo planeé. Aceptaron el trato sin ninguna objeción. “Las Torres Émiris” en Dubái van a ser un éxito rotundo.
Giulia entrecerró los ojos al escuchar las palabras de Clara. Algo en su tono no le gustaba, y la sospecha comenzó a crecer en su mente.
—No me dijiste que la reunión seria para ese proyecto ¿Y por qué no me lo dijiste antes? —preguntó Giulia, dejando las gafas sobre la mesa y cruzando los brazos—. Después de todo, esta idea fue mía. Fui yo quien propuso este proyecto.
Clara suspiró, como si la pregunta fuera innecesaria. Sabía que Giulia era una mujer inteligente y capaz, pero también sabía que, a veces, se tomaba las cosas demasiado a pecho.
—No seas ridícula, Giulia —respondió Clara con un tono que pretendía ser conciliador, pero que no ocultaba su impaciencia—. Sabes que siempre te mantengo informada. No tenía sentido interrumpirte para algo que estaba bajo control.
Giulia no pareció convencida. Se levantó de su silla y se acercó a Clara, sus ojos buscando alguna señal de que le estaba ocultando algo.
—No puedes hacer esto sin consultarme —dijo Giulia, su voz firme—. Este proyecto es demasiado importante como para que se tomen decisiones sin mi conocimiento.
Clara mantuvo su expresión serena, aunque por dentro sentía una leve irritación. Giulia siempre había sido una mujer difícil de manejar, pero Clara sabía cómo tratarla.
—Giulia, por favor… —dijo Clara, manteniendo la calma—. Sabes que siempre cuento contigo. Pero alguien tiene que tomar las decisiones difíciles. Además, estaba pensando en incluir al ingeniero Delacroix en el proyecto. Su experiencia en Dubái es invaluable.
Giulia levantó una ceja, interesada, pero no del todo convencida.
—¿Delacroix?—preguntó, buscando más detalles—. Es una buena elección, pero todavía no me has dicho quién se encargará del diseño. Es decir, ¿quién hará el diseño de la construcción, del interior, de todo?
Clara sonrió, sabiendo que tenía la respuesta perfecta para calmar a Giulia.
—Por supuesto que tú serás la encargada del diseño, Giulia —dijo Clara con un tono que denotaba obviedad—. No confiaría algo tan importante a nadie más.
Giulia pareció relajarse un poco, aunque todavía quedaba una pregunta en su mente.
—¿Y quién se encargará de la administración? —preguntó, sabiendo que en un proyecto de esa magnitud, la administración era crucial.
Clara no dudó en responder.
—Yo misma, por supuesto —dijo, su tono seguro—. No dejaré que los niños se encarguen de algo tan importante. Este proyecto debe ser ejecutado con la máxima precisión, y para eso, es necesario que yo lo supervise personalmente.
Giulia suspiró, sabiendo que, al menos por ahora, Clara había ganado. A pesar de las tensiones, sabía que Clara tenía razón en una cosa: si alguien podía hacer que este proyecto fuera un éxito, era ella.
—De acuerdo, Clara —dijo finalmente, asintiendo con la cabeza—. Pero necesito estar al tanto de todo. No más sorpresas, ¿entendido?
Clara asintió, levantándose del sofá y caminando hacia la puerta con una sonrisa que denotaba su victoria.
—Por supuesto, Giulia. Sabes que siempre te mantendré informada de todo lo importante. Confío en ti para hacer de este proyecto algo extraordinario.
Giulia observó cómo Clara se dirigía hacia la salida, su desconfianza aún presente pero atenuada por las palabras de su socia. Sabía que Clara era una mujer difícil, siempre controladora y dispuesta a hacer lo que fuera necesario para mantener su poder. Pero también sabía que, en muchos aspectos, Clara tenía razón: Montserrat Construcciones era una máquina bien aceitada, y Clara era la clave para que esa máquina funcionara a la perfección.
—Confío en que así sea, Clara —respondió Giulia, volviendo a ponerse las gafas y retomando su trabajo en los planos que había dejado sobre la mesa—. No me falles.
Clara le lanzó una última mirada antes de salir de la oficina, con una sonrisa que no llegó a sus ojos.
—No te preocupes, Giulia. No tengo intención de fallar.
Con esas palabras, Clara salió de la oficina, cerrando la puerta tras de sí con un suave clic. A medida que caminaba de regreso a su despacho, su mente ya estaba ocupada con los próximos pasos a seguir. Había ganado la primera batalla en la implementación de “Las Torres Émiris”, pero sabía que cada decisión debía ser cuidadosamente calculada para asegurar que el proyecto se llevara a cabo sin problemas.
Mientras se dirigía hacia su oficina, Valeria apareció a su lado una vez más, lista para recibir instrucciones. Clara le lanzó una mirada rápida, evaluando la disposición de su asistente.
—Valeria, necesito que prepares todo para la próxima reunión con Delacroix —dijo Clara sin detenerse—. Quiero que esté al tanto de cada detalle del proyecto antes de que lo pongamos en marcha.
Valeria asintió rápidamente, tomando nota mental de la orden.
—Claro, Clara. Me encargaré de eso de inmediato.
Clara continuó caminando, sabiendo que tenía a Valeria bajo control. El proyecto “Las Torres Émiris” era solo el comienzo de algo mucho más grande, y Clara no dejaría que nada ni nadie se interpusiera en su camino. Ni siquiera los fantasmas del pasado, como Jean-Luc Dupont.
Mientras se acercaba a la puerta de su oficina, Clara se permitió un breve momento de reflexión. Sabía que, aunque controlara cada aspecto de su vida profesional, su vida personal era un caos que había aprendido a manejar con frialdad y distancia. Luca, su hijo, era un recordatorio constante de las decisiones que había tomado, y del precio que había pagado por el éxito.
Pero Clara Montserrat no se arrepentía de nada. Había construido un imperio, y estaba decidida a protegerlo, sin importar el costo. Y ahora, con un nuevo heredero en camino, el futuro de Montserrat Construcciones estaba asegurado.
Al abrir la puerta de su despacho, Clara dejó que todas esas reflexiones se desvanecieran. Había trabajo por hacer, y Clara sabía mejor que nadie que el éxito no esperaba a quienes dudaban.
—Vamos, Valeria. Tenemos un imperio que manejar —dijo Clara, con una sonrisa de determinación mientras cerraba la puerta tras de sí.
tiene buen argumento,
hasta el final todo esto está emocionante.
y lo peor es que está arrastrando así hija a ese abismo.
cual fue la diferencia que se quedará con el.
a la vida que si madre le hubiese dado..
Isabella merece tener un padre en toda la extensión de la palabra.
no te falles ni le falles.
la narración buena
la descripción como empieza excelente 😉🙂
sigamos..
la historia promete mucho