Isabella Dupont ha pasado su vida planificando una venganza que espera borrar el dolor de su infancia. Abandonada a los cinco años por su madre, Clara Montserrat, una mujer despiadada que traicionó a su familia y robó la fortuna de su padre, Isabella ha jurado destruir el imperio que su madre construyó en Italia. Bajo una identidad falsa, Isabella se infiltra en la constructora internacional que Clara dirige con mano de hierro, decidida a desmantelar pieza por pieza la vida que su madre ha levantado a costa del sufrimiento ajeno.
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Capítulo 18
Un par de semanas después, Isabella se encontraba en Club Delfino, uno de los gimnasios más exclusivos de Milán. El lugar estaba repleto de ejecutivos, empresarios y figuras importantes de la ciudad, todos entrenando en un ambiente de lujo y sofisticación. Isabella se había convertido en una habitual del gimnasio, usando su tiempo allí no solo para mantenerse en forma, sino también para pensar y planear sus próximos movimientos.
En ese momento, Isabella estaba concentrada en levantar pesas, moviéndolas con rapidez y precisión, mientras sus músculos se tensaban con cada repetición. Llevaba puesto un top deportivo que dejaba al descubierto su tonificado abdomen, y su piel brillaba con el sudor del esfuerzo. Las semanas recientes le habían traído algunas pequeñas victorias. Se había establecido como diseñadora de interiores mientras el proyecto Las Torres Émiris se materializaba poco a poco. Aunque todavía faltaba mucho por hacer, como adquirir los terrenos, asignar el presupuesto definitivo y contratar oficialmente la mano de obra, Isabella Tremblay comenzaba a hacerse un nombre en el círculo de la construcción.
Pero Isabella Dupont, su verdadero yo, no estaba del todo en las sombras. Había abierto una cuenta bancaria en Suiza bajo ese nombre, donde transfería parte de su sueldo. Era un movimiento calculado, parte de su plan a largo plazo, que nadie más conocía.
Mientras limpiaba el sudor de su frente con una toalla, notó a Luca en las bicicletas estáticas. Cada pocos minutos, Luca le lanzaba miradas discretas, pero insistentes, que Isabella sentía claramente en su trasero y pecho. Había notado cómo él la observaba, y decidió jugar un poco con eso. Con movimientos gráciles, Isabella exageraba ligeramente su postura, alzando un poco más la espalda y moviéndose con una suavidad que acentuaba sus curvas. De vez en cuando, lanzaba sonrisas fugaces y miradas fugaces hacia Luca, como si apenas notara su presencia, lo que solo aumentaba la fijación del joven en ella.
Al terminar su entrenamiento, Isabella salió del gimnasio, sintiendo los ojos de Luca fijos en su figura mientras se alejaba. No se molestó en voltear para devolverle la mirada; sabía que lo tenía exactamente donde quería.
Más tarde, Isabella llegó a la oficina de Montserrat Construcciones y se dirigió a la sala de trabajo. Era un espacio amplio y bien iluminado, con mesas de diseño, pizarras y una gran pantalla en la que se podían proyectar los planos y modelos 3D de los proyectos en los que trabajaban. Al entrar, vio a Leonardo sentado con una taza de café en una mano y una tablet en la otra. Estaba revisando algunos diseños con una expresión concentrada.
Al verla entrar, Leonardo levantó la vista y le sonrió.
—¡Buenos días, Isabella! —saludó, levantándose para mostrarle el último diseño en el que estaba trabajando—. Ven, échale un vistazo a esto. Es el diseño del último apartamento en el que estamos trabajando.
Isabella se acercó y miró la pantalla de la tablet que Leonardo le mostraba. Observó el diseño con atención, notando algunos errores y detalles que necesitaban ajustes.
—Aquí hay un par de cosas que no cuadran —dijo Isabella, señalando las áreas problemáticas en la pantalla.
Leonardo frunció el ceño y soltó una exclamación de frustración.
—¡Mierda! No me había dado cuenta.
Isabella soltó una pequeña risa y le dio un golpecito en el brazo.
—Bueno, es bueno que yo esté aquí para corregir tus errores —dijo con una sonrisa juguetona.
Leonardo rodó los ojos en broma y sonrió.
—No seas pesada —respondió, y ambos rieron, sintiendo la camaradería que habían desarrollado en las últimas semanas.
En ese momento, Delacroix salió de su oficina, llamando su atención.
—Reunión del proyecto Las Torres Émiris. Ahora.
Leonardo e Isabella intercambiaron una mirada rápida, ambos sabían que esta era una de las reuniones clave para el proyecto. Sin perder tiempo, los tres se dirigieron a la sala de juntas. La sala era un espacio elegante, con una gran mesa de reuniones rodeada de cómodas sillas de cuero, y una pantalla grande en una de las paredes, donde solían proyectar los planos y presentaciones.
Al entrar, notaron que Marcello De Luca ya estaba allí, revisando algunos documentos. También estaban presentes Giulia Ferraro, la diseñadora en jefe, y el licenciado Yamara, representante del grupo inversor de Hong Kong. A pesar de estar en licencia por maternidad, Clara Montserrat no había abandonado del todo su control sobre el proyecto. Su presencia dominaba la sala a través de la pantalla, donde se la veía recostada, pero atenta y alerta, observando cada detalle.
Isabella se sentó junto a Leonardo, sin dejar de observar a Clara en la pantalla. Sabía que, a pesar de su aparente descanso, Clara nunca dejaría que su imperio estuviera completamente fuera de su control.
Marcello comenzó la reunión proyectando unas fotos en la pantalla. Eran imágenes del terreno donde se construirían las torres, un espacio amplio y estratégicamente ubicado.
—Este es el terreno donde se levantarán Las Torres Émiris —explicó Marcello con su voz grave y segura—. Si queremos iniciar la preventa a principios del próximo año, debemos comenzar con la construcción de la primera torre en menos de dos meses. Después, las otras torres seguirán en un cronograma escalonado, de modo que en ocho meses ya estemos construyendo las cuatro. Para entonces, los diseños interiores deben estar completamente listos para poder vender las unidades.
Clara, desde la pantalla, asintió ligeramente antes de hablar.
—Primero, tiene que nacer mi hijo —dijo, su voz firme y decidida—. El pequeño Enrico debe ver estos edificios. Quiero que todo esté en marcha para ese momento.
Marcello sonrió, inclinando la cabeza en señal de respeto.
—Por supuesto, Clara. Todos esperamos lo mismo.
Isabella observó la interacción, tomando nota mental de todo lo que sucedía. Sabía que este proyecto era crucial para Clara, y cada movimiento tenía que ser calculado con precisión. Mientras la reunión continuaba con la discusión de los detalles logísticos y financieros, Isabella no dejaba de pensar en el delicado equilibrio que debía mantener. Cada paso que daba la acercaba más a su objetivo, pero también la ponía en una situación más peligrosa.
Después de la reunión, mientras los demás comenzaban a dispersarse, Isabella y Leonardo intercambiaron unas palabras rápidas.
—Lo hicimos bien hoy —dijo Leonardo, extendiendo la mano para un choque de manos.
—Sí, lo hicimos —respondió Isabella, chocando su mano con la de Leonardo.
Leonardo sonrió y añadió:
—Tenemos que celebrar. ¿Qué te parece si nos encontramos esta noche en el Bar Magenta? Es un lugar acogedor y tienen excelentes cócteles.
Isabella asintió, sabiendo que necesitaba relajarse un poco después de la tensión del día.
—Me parece perfecto. Ahí te veo.
Mientras tanto, Delacroix se quedó en la sala, mirando cómo Clara finalizaba la reunión desde su pantalla. La miró con una mezcla de respeto y temor.
—Clara, ¿hay algo más que necesites de mí? —preguntó con cierta cautela.
Clara lo miró directamente a los ojos a través de la pantalla, su expresión seria.
—Es sobre todo denuncias de… “Malentendidos “, por supuesto —dijo Clara, su tono no admitía discusión.
Delacroix se tensó, el sudor comenzaba a formarse en su frente.
—Esas denuncias no son ciertas, Clara, ya te lo dije. Fueron malentendidos. Las estudiantes…
Clara lo interrumpió, su tono cortante.
—Claro, Noel, claro. He tratado de… pasar cierto dinero y cobrar algunos famosos para que esto no expmote en nuestra cara, y menos con lo del proyecto Las Torres Émiris a la vuelta de la esquina. Lo que quiero es que no la cargues por ahora y te mantengas al margen mientras los adultos resolvemos esto, ¿Estás claro?
Delacroix asintió rápidamente, sin poder esconder su nerviosismo.
—Sí, Clara. Haré… perdón, no haré nada y me portare bien.
Clara, satisfecha con su respuesta, hizo un gesto para que se retirara.
—Eso es todo. Puedes irte.
Delacroix salió de la sala con rapidez, su mente corriendo con pensamientos sobre cómo resolvería el problema que amenazaba con destruir su carrera. Sabía que las estudiantes lo habían seducido, y él había caído en la tentación, pero nunca pensó que las cosas llegarían a este punto.
Más tarde, Isabella llegó al Bar Magenta, un lugar conocido por su ambiente acogedor y sus cócteles excepcionales. Al entrar, vio a Leonardo ya sentado en una mesa, esperándola con una sonrisa.
—Isabella, justo a tiempo —dijo Leonardo mientras ella se sentaba.
—No podía rechazar una buena oferta de cócteles —respondió Isabella con una sonrisa.
La noche avanzó, y mientras ambos conversaban y se relajaban, Isabella no podía evitar sentir que, aunque la jornada había sido intensa, cada día la acercaba más a su objetivo final. La venganza estaba en marcha, y nadie, ni siquiera Clara Montserrat, sospechaba lo que le esperaba.
tiene buen argumento,
hasta el final todo esto está emocionante.
y lo peor es que está arrastrando así hija a ese abismo.
cual fue la diferencia que se quedará con el.
a la vida que si madre le hubiese dado..
Isabella merece tener un padre en toda la extensión de la palabra.
no te falles ni le falles.
la narración buena
la descripción como empieza excelente 😉🙂
sigamos..
la historia promete mucho