Novela finalizada. Escribo con amor, por lo que espero lo mismo de ustedes.
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Cap 12
Eva acaba de salir llevándose las tazas anteriores, y miro la hora en mi laptop. Llevamos una hora aquí y aún no hemos hablado de negocios. Klaus, aparentemente decidido a conocerme más a fondo, ahora quiere que hable de mi vida personal como si nos conociéramos de toda la vida.
—Bueno, ya tengo mi te y tú, tu café.
Klaus asiente, aún en esa posición relajada, con un gesto que indica que está dispuesto a escuchar.
—¿Qué quieres saber?
—Un resumen de tu vida de casada estaría bien. — Hace una señal con la mano, mostrando una mezcla de curiosidad y seriedad.
Una sonrisa nasal se me escapa involuntariamente. La historia será breve, no hay mucho que contar.
—Bien, huí de casa a los dieciocho porque vivir con mi padre era una pesadilla y me establecí en Texas. Con mis ahorros, renté un pequeño local y monté mi pastelería, que me ayudó a sobrevivir. Un día, un chico lindo entró con dos amigos a la tienda, y desde ese momento, durante tres meses, volvió a diario para invitarme a salir hasta que acepté. Fuimos novios por dos años, me comprometí y, casi cuatro años después de comenzar mi nueva vida, mi padre, antes de morir, me encontró y me dejó todo este lío de empresas. Nunca le dije a Derek quién era yo realmente, su familia no me gustaba; solo pensaban en dinero, el dinero de otros,ellos son ambiciosos y mezquinos. Me casé con él y todo se fue al demonio cuando mi ex suegra escuchó una conversación malinterpretando todo, en la que yo le decía a mi mejor amiga que ya era dueña de una gran fortuna y solo quería casarme con mi novio. La mujer enloqueció y convenció a su hijo de que yo era una oportunista sin darme una oportunidad de aclarar la situación. Él se fue por un año dejándome sola en casa, los otros dos años fueron iguales. No nos veíamos mucho y tampoco me dejaba decirle la verdad porque se iba o su madre hacía lo imposible por mantenerme sola en casa.
Mientras relato, me fijo en Klaus. Su mirada permanece atenta, sus cejas a veces se fruncen al escuchar ciertos detalles, y el contraste de su elegante traje con la seriedad de la conversación crea una extraña mezcla de formalidad y tensión. Su postura relajada, con el brazo apoyado en el escritorio, parece enmarcar un interés genuino que contradice la imagen de un hombre simplemente persiguiendo un capricho.
—Bueno, como verás, tampoco soy de las que se rinde. En esos tres años casada con él, busqué la forma de comunicarme y no lo logré. Llamé a mi abogado y le pedí que comenzara con el proceso de divorcio. Ya estaba cansada de luchar por una causa perdida que solo me deprimía y me humillaba. Para el
—No entiendo. —Dice dejando de lado la taza que tenía en las manos y hace rato se ha acabado. — ¿Por qué soportaste todo eso por tres años? ¿Lo amabas tanto?
—Sí, lo amaba. Pero no como antes, con cada humillación, suplica y rechazo mataba un poco más mi amor por él. Firme capitulaciones en las que si pedía el divorcio antes de los tres años de casados, yo tendría que dejarle a esa familia todo mi patrimonio y no se los pensaba dejar. Para ellos no era más que una siempre pastelera, pero tarde o temprano se iban a enterar de que era dueña de una de las fortunas más grandes de américa. Asique no dije nada y le deje las sucursales que abrí en varios estados y una gran suma de dinero, renunciando a todos mis derechos. Solo quería irme y volver a empezar, esta vez como la hija de Robert Moore.
—Tu historia tiene baches muy grandes, dices que te rechazaba a diario pero quedaste embarazada de él.
Cierto, ese bache.
—La noche de nuestro tercer aniversario llego ebrio a casa y se metió a mi cama, sabía que sería la última vez que lo tendría, me deje llevar y quede embarazada. ¿Eso cubre el bache? Ahora lo sabes todo y me siento terriblemente incomoda y avergonzada.
—¿Por qué? Hasta ahora lo único que escuche es que te enamoraste, te arriesgaste y te casaste con él, hiciste uso de una buena estrategia para que no se queden con lo tuyo y sacrificaste tres años de tu vida intentando serle honesta a un inútil que se dejó enredar por su madre. Lo único que puedo deducir de él, es que no te amaba lo suficiente, si en ese enorme tiempo no te dejo hablar, porque créeme, tú hiciste más de lo que deberías y el tal Derek no se molestó. ¿Cómo estaba tu ex el día que firmaron los documentos?
Recuerdo que tenía una gran resaca, pero estaba aliviado de que al fin nos separemos definitivamente. No había pesar, no había un solo gesto de amor ni culpa por haberme dejado.
—Firmo los documentos porque él quería el divorcio tanto como yo. Pero no quería el dinero que yo le deje a él.
Juega con el frasco de perfume sin dejar de mirarme.
—Eso es algo que tampoco entiendo. ¿Por qué lo hiciste?
Ahora me rio con diversión, esa es la única satisfacción que me lleve de esa separación.
—Como te conté, la madre de Derek es una mujer ambiciosa y falsa. Cuando rechace los documentos que trajo la abogada de la familia de mi ex esposo le ofrecí los míos, fui clara con mi abogado, yo renunciaba a todo derecho y le entregaba voluntariamente unas cuantas pastelerías que tenían muy buenos ingresos Derek no los quería tomar, pero no estaba desconforme con mi renuncia a lo suyo. A la que le brillaban los ojos por el dinero que dejaba era su madre y prácticamente lo obligo a firmar. Solo espere a que lo haga, quería que firme para decirle quien era yo, y cuando al fin lo hizo me desquite. — Me vuelvo a reír y el alza su ceja una vez más. — Les aclare lo que no quisieron escuchar antes y tal golpe fue una recompensa, porque Margaret Johnson literalmente se quedó muda.
—¿Y qué les dijiste exactamente?
Repetí las mismas palabras en mi cabeza.
—Sabes, fue bastante humillante para ellos, pero para mí lo fue el día anterior. Era la última carta que me jugaba y en la que me rendía si no lograba ser escuchada. Fui al salón, me arregle el cabello, me puse el vestido más bonito que tenía y me maquillé para ver si así al menos lograba que ponga su atención en mí. Prepare su plato favorito para la cena y llego muy tarde, para cambiarse y volver a irse, pero lo detuve antes de que salga. No solo rechazo lo que había hecho para él, cuando le pedí un momento para hablar sobre nuestro matrimonio y le recordé la fecha. ¿Sabes lo que hizo? —Sacudo la cabeza sintiéndome estúpida otra vez y ya no me siento mal al contárselo a Klaus. — Me transfirió cincuenta mil dólares a mi cuenta bancaria.
—El premio al más idiota se lo lleva el. — Asiento sonriéndole, dándole toda la razón. — Ya no te volveré a interrumpir.
Se disculpa.
—Ok, para concluir el cuento, le reclame que me haya transferido dinero que no necesitaba y el me respondió furioso que era por ese dinero que me había casado con él y me dije a mi misma que ya fue suficiente, que no me merecía eso. Cuando me estaba marchando con mi abogado y vio las tres camionetas con mi personal de seguridad hizo clic. No era una pobre diabla, era Samantha Moore Williams, la única heredera de todo este imperio y me fui.
Hace tres años, le decía a Emilie que tenía una fortuna y lo único que quería era casarme contigo, pero yo me refería a mi fortuna, no a la tuya ni la de tu familia.
Mis palabras hacia él hacen eco en mi mente.
—Interesante. —Dice con una semi sonrisa en los labios. — ¿Quieres mi opinión o prefieres que no diga nada?
El ácido estomacal está haciendo estragos en mí.
—Te conté algo que no quería, ahora quiero escuchar lo que piensas.
—¿Le vas a contar sobre él bebe? En mi opinión no lo merece, pero son sus derechos también.
—Bueno, mis amigos llegaron con la noticia de que se casara nuevamente en unos días ¿Qué crees que harán si les voy con esta noticia ahora?
—Supongo que dirán que es uno de tus intentos para volver con él, pero querrán aprovecharse del dinero de tu hijo.
Asiento, es genial que piense igual que yo.
—Exacto y eso responde mi pregunta. No se los diré, al menos no hasta que ese idiota se haya casado con su nueva novia.
Sonríe y niega con la cabeza.
—¿Quieres salir y almorzar? Llevamos largo rato aquí y tienes que alimentarte a horario, por ti y por él. —Es lindo, atento y sabe escuchar. — ¿Quieres?
—No quiero salir, pero puedo hacer que nos traigan el almuerzo aquí o podemos pasar al comedor.
Si elige quedarse aquí dentro me evitare presentarles a mis amigos y es algo que quiero en este omento. No quiero enseñarle más de mi vida de lo que ya hice.
—¿Qué prefieres tú? ¿Quieres aquí o en el comedor?
—No quiero ser mala anfitriona ni contigo ni con mis amigos, pero creo que por ahora quiero permanecer aquí.