En un reino donde el poder se negocia con alianzas matrimoniales, Lady Arabella Sinclair es forzada a casarse con el enigmático Duque de Blackthorn, un hombre envuelto en secretos y sombras. Mientras lucha por escapar de un destino impuesto, Arabella descubre que la verdadera traición se oculta en la corte, donde la reina Catherine mueve los hilos con astucia mortal. En un juego de deseo y conspiración, el amor y la lealtad se convertirán en armas. ¿Podrá Arabella forjar su propio destino o será consumida por los peligrosos juegos de la corona?
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Capítulo 2: Una Noche de Revelaciones
La boda se celebró a la luz de las velas, en una magnífica capilla adornada con flores frescas y lujosos tapices. Sin embargo, para Arabella, cada rincón del lugar parecía asfixiante. Su mente estaba en un torbellino, atormentada por la idea de lo que significaba casarse con un hombre al que apenas conocía, un hombre que era tanto un misterio como una amenaza. A pesar de la música suave y los murmullos de alegría que llenaban el aire, su corazón latía con una mezcla de ansiedad y determinación.
La ceremonia transcurrió como un ritual frío y mecánico. Se intercambiaron votos, miradas y, por último, un beso que Arabella sintió como una formalidad más que como un gesto de amor. Alexander se mostró sereno, como si toda la situación le resultara trivial, mientras ella luchaba contra la oleada de emociones que la abrumaban. Sin embargo, cuando se dio la vuelta para enfrentar a los invitados, la realidad la golpeó con más fuerza que nunca: había cruzado el umbral de una nueva vida, y ya no había vuelta atrás.
La recepción se llevó a cabo en el gran salón, decorado con candelabros brillantes y mesas repletas de manjares. La nobleza estaba presente, sus miradas críticas observando cada movimiento de la nueva pareja. Arabella se sintió como un pez en un estanque lleno de tiburones, y mientras sonreía y saludaba a los invitados, su mente divagaba.
“Lady Sinclair, su matrimonio ha sido el tema de conversación de la corte”, dijo la Duquesa de Ravenswood, acercándose con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos. “El Duque es un hombre de gran poder. Espero que haya aprendido a manejarlo, querida”.
Arabella forzó una sonrisa y asintió, sintiendo que la presión de las expectativas se acumulaba sobre sus hombros. Su mirada buscó a Alexander, que conversaba con un grupo de hombres en la esquina opuesta de la sala, su postura erguida y dominante atrayendo miradas de admiración. Sin embargo, su expresión era inquebrantable, como si estuviera escondiendo sus propios demonios detrás de una fachada de control.
La noche avanzó, y cuando la música se detuvo y las parejas comenzaron a bailar, Arabella sintió un impulso incontrolable de escapar. Con un susurro, se excusó y se deslizó hacia un pasillo oscuro que conducía al jardín. La luna brillaba intensamente, iluminando el paisaje con un resplandor plateado que pareció calmar su agitada mente.
Justo cuando se adentraba en el jardín, una voz profunda la hizo detenerse en seco. “Lady Arabella, ¿está buscando algo en particular?” Alexander apareció de la sombra, sus ojos centelleando con un brillo inesperado.
“Busco un poco de aire fresco”, respondió ella, sintiéndose atrapada entre la curiosidad y el deseo de no parecer débil. “¿No deberías estar en la recepción, disfrutando de las alabanzas por tu nuevo título?”
“Me aburre”, admitió él, acercándose con pasos decididos. “La política es una danza que no me interesa, especialmente cuando hay cosas más… intrigantes por descubrir”.
Arabella lo miró, sintiendo que la atmósfera cambiaba. “¿Intrigantes, dices? ¿Acaso piensas que yo soy una de esas cosas intrigantes?” Se sintió un poco más valiente, el desafío en su voz infundiéndole una pequeña dosis de poder.
“Te subestimas, Arabella. Hay más en ti de lo que las personas ven a simple vista”, dijo él, su voz suave pero cargada de tensión. Arabella se sintió incómoda, pero al mismo tiempo, su corazón latía con más fuerza ante la cercanía de él.
Antes de que pudiera responder, el sonido de pasos la interrumpió. Un sirviente apareció, anunciando a la duquesa de Ravenswood. “Disculpen la interrupción, su gracia”, dijo el hombre, su rostro pálido y preocupado. “La reina ha solicitado su presencia de inmediato”.
Arabella intercambió miradas con Alexander. “La reina”, murmuró, el nombre resonando en su mente como un eco. La reina Catherine siempre había sido una figura de poder, una mujer cuya ambición era tan formidable como su belleza. La idea de ser convocada por ella la llenó de temor y emoción.
“Ve, es importante”, dijo Alexander, sus ojos fijos en los suyos, la intensidad de su mirada provocando un estremecimiento en su interior. “Tal vez te encuentres en una situación más intrigante de lo que esperabas”.
Mientras se dirigía hacia el palacio, Arabella sintió que la presión aumentaba. La gran sala de la reina era un espacio imponente, decorado con tapices que narraban historias de victorias pasadas. Cuando entró, la reina Catherine estaba de pie frente a la ventana, sus manos delicadamente entrelazadas mientras miraba el jardín iluminado por la luna.
“Lady Arabella”, comenzó la reina, volviéndose hacia ella con una sonrisa que no reflejaba calidez. “He estado esperando conocer a la nueva duquesa. He oído que has hecho de tu matrimonio un asunto… interesante”.
Arabella sintió cómo su estómago se retorcía ante las implicaciones de esas palabras. “Su gracia, solo intento adaptarme a mi nueva vida”, respondió, tratando de mantener la compostura.
“Te admiro por eso. Sin embargo, no debes olvidar que tu posición no es solo un honor, también es un deber. La corte está observando cada uno de tus movimientos”, dijo la reina, acercándose con una elegancia letal. “Y deberás aprender a jugar este juego si deseas sobrevivir”.
Arabella sintió una mezcla de desafío y miedo en sus venas. “No tengo intención de convertirme en una marioneta, su gracia. No me temo a este juego. Y no permitiré que mi voz sea silenciada”.
La reina levantó una ceja, claramente intrigada. “¿Y qué harías para asegurarte de que tu voz no se ahogue en esta corte? La ambición puede ser un arma peligrosa, especialmente para quienes no saben manejarla”.
Arabella sintió que el aire a su alrededor se volvía más denso. “Lucharé por lo que creo, incluso si eso significa desafiar a quienes están en el poder”, declaró, sintiendo cómo su determinación crecía.
La reina la estudió en silencio durante un momento que pareció eternidad. “Entonces, es posible que te conviertas en una pieza más valiosa de este tablero. Solo recuerda, Arabella, que los aliados son escasos, pero los enemigos son abundantes”.
Con esas palabras resonando en su mente, Arabella salió de la sala, su corazón latiendo con fuerza. Había una energía nueva en su interior, un fuego que la impulsaba hacia adelante. Con cada paso que daba, comprendía que estaba a punto de entrar en un juego mucho más grande de lo que había imaginado.
Mientras se dirigía de regreso al salón, se dio cuenta de que su vida, y la de Alexander, ya no sería una simple historia de matrimonio. Había secretos en la corte, alianzas ocultas y un amor potencial que aún no había tenido la oportunidad de florecer. Pero también había peligros al acecho, y Arabella estaba decidida a no ser una víctima más en un mundo donde el amor y la traición a menudo iban de la mano.
Al llegar al salón, un destello de movimiento llamó su atención. Alexander estaba conversando con la Duquesa de Ravenswood, su postura relajada, pero había algo en su mirada que la inquietaba. Arabella sintió que el destino la empujaba hacia un camino lleno de decisiones difíciles y elecciones peligrosas.
Y mientras el murmullo de la fiesta continuaba a su alrededor, Arabella se dio cuenta de que la verdadera lucha apenas comenzaba. La noche prometía revelar más secretos, y ella estaba lista para enfrentarlos, sin importar el costo.