Secretos, envidia, poder, dinero y traiciones, son el ingrediente perfecto para un desenlace trágico.
La traición aveces viene de la propia sangre, y la lealtad se paga con ella también.
El día que descubrió la verdad, el mundo de Érika se tambaleó.
La traición de una persona querida, la muerte de su padre y la revelación de que ella era la heredera de aquel secreto familiar tan bien guardado, la empujaron a una nueva realidad, todo es nuevo y peligroso para ella, podrá lograr seguir su vida?
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Capitulo 18 - Desertores y Cacería de pollos.
—Valdez, tenemos que ser inteligentes. Estamos juntos en esto. No podemos dejarnos llevar por el miedo. Pensá en los hombres que trabajaban para mí viejo. Algunos de ellos nos pueden ayudar —dijo Javier, tratando de sonar seguro.
—Javier, ya nadie confía en nosotros. Los hombres de confianza de tu viejo, todos se borraron. Están cagados de miedo, desaparecieron, algunos se fueron a la mierda del país —respondió Valdez, con la voz llena de desesperación.
—¡La puta madre! —gritó Javier, golpeando la mesa—. Ni siquiera sabemos qué es lo que quieren esos hijos de puta. ¡Esto es culpa de mi viejo y de Eduardo!
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En otro rincón de la ciudad, en un bar bastante oculto donde solo gente de mala pinta paraba, Boris, Dimitri e Ivan estaban reunidos con algunos de sus hombres. La atmósfera era tensa y cargada de humo de cigarrillos.
[Charla en ruso]
—Tenemos que encontrarlos, y rápido —dijo Boris, golpeando la mesa—. No podemos permitir que esta ofensa quede impune. Nuestra reputación está en juego.
—No tienes que preocuparte. Los tenemos rodeados. La policía, los políticos, todos tienen miedo de nosotros. Nos informarán en cuanto los vean —dijo Dimitri, con una sonrisa fría.
Uno de los hombres de Boris entró al bar, un poco agitado.
—Jefe, tenemos una pista. Alguien vio a un sujeto con la descripción de Valdez, estaba con su familia, es posible que intente ocultarlos fuera de la ciudad —dijo, respirando con dificultad.
Boris se levantó rápidamente, su mirada era fría y calculadora.
—Bien. Vamos a empezar por ahí. Quiero a todos listos para moverse. Encuentren a Valdez, que diga dónde está Javier y su hermana —ordenó, su voz era cortante y directa.
—¿Qué hacemos con su familia? —preguntó uno de los hombres de Ivan.
—¡No dejen cabos sueltos! Limpien todo —dijo Boris, con una mirada determinada, solo pensando en terminar con esto.
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Mientras tanto, Javier y Valdez seguían discutiendo su próximo movimiento por teléfono. Sabían que el tiempo se les acababa y que cada segundo contaba.
—Escuchame, Javier. Necesitamos esa libreta de contactos que dijiste. Buscala, conseguila, inventala, no sé, hacé lo que sea, pero necesitamos esos números —dijo Valdez, su voz estaba llena de preocupación y desesperación.
—Voy a ir a la mansión. Voy a revisar bien el despacho, podría haber algo ahí, al menos números de alguien o no sé, algo que nos sirva. Vos asegurate de que no nos encuentren y buscá un lugar seguro para escondernos —dijo Javier, decidido.
—Cuidate, Javier, y no hagas pelotudeces , si te encuentran a vos, me van a encontrar también a mi. Esto se está llendo cada vez más a la mierda. No quiero ni pensar en lo que pueden hacer esos tipos a mi familia—dijo Valdez, con un tono de desesperación.
La tensión en el aire era palpable. Los rusos les pisaban los talones y la sensación de peligro inminente crecía con cada minuto que pasaba. La cacería había empezado. Los rusos eran los cazadores, Javier y Valdez eran simples pichones en este juego.
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Los hombres de confianza de Roberto, otros empleados en su círculo mafioso, se salieron, borrando sus rastros, por miedo a las represalias. Pero... ¿quién fue el que intentó robar a los rusos?
La idea original de todo había sido de Eduardo, con el apoyo de Roberto, en su competencia contra Javier por ser el nuevo líder. Poco le sirvió, porque fue el primero en caer después de ser descubierto por ellos. Aun así, los rusos no podían permitir ni perdonar esa ofensa. Su organización debía ser respetada. Un solo cabo suelto, y su reputación estaría en juego.
Boris y sus hombres se mantenían en movimiento. En cada esquina, cada barrio, había alguien buscando a Valdez a Javier y a Erika. La ciudad, antes ruidosa, ahora parecía un campo minado, donde cualquier paso en falso podría explotarle en la cara a tanto a Javier como a Valdez.
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Javier, con el corazón latiendo a mil por hora, llegó a la mansión. El lugar estaba oscuro y aún cubierto con la cinta perimetral que había puesto la policía por la escena del crimen. Con cuidado, entró al despacho y empezó a buscar con desesperación. Cada ruido, cada crujido de la madera, lo hacía saltar. Sabía que no tenía mucho tiempo. Estaba cagado hasta las patas.
—¡Tiene que haber algo acá, la puta madre, algo! —murmuró para sí mismo, revolviendo papeles y abriendo cajones como un delincuente.
Encontró la caja fuerte y, después de varios intentos nerviosos, logró abrirla, la clave era la fecha de nacimiento de Erika. Ahí encontro un cuaderno. Sintió un alivio momentáneo. Sin revisar que había escrito ahí, se apuro a salir sin ser visto. Solo pensando en encontrar a Valdez para planear su siguiente movimiento.
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En otro lugar de la ciudad, Valdez estaba escondido como una rata. Miraba nerviosamente por la ventana, mientras esperaba noticias de Javier. Su teléfono sonó, haciéndolo saltar.
—¿Valdez? ¿Dónde estás? Creo que encontré algo —dijo Javier, con la voz tensa.
—Decime dónde estás vos, y voy a buscarte. Acá no nos van a encontrar estos soretes. ¿Conseguiste los números? —respondió Valdez.
—Sí, bueno eso creo. Pero fue un quilombo entrar y salir de la mansión. Está todo demasiado silencioso, nunca ví todo tan apagado acá, no sé cuánto tiempo más vamos a poder escondernos —dijo Javier, intentando controlar su miedo.
—¿Como que crees? ¿Sos pelotudo? Nos están buscando por todos lados y vos ¿crees que encontraste algo?—Valdez respiró hondo, tratando de mantener la calma—. Fíjate que carajos encontraste y llámame otra vez.
Valdez corto la llamada temblando, tenía mucho miedo y Javier no le inspiraba ni un poco de seguridad.