⚠️ Contiene suicidio, depresión, transtorno de estrés postraumático, dependencia emocional, violencia, abuso, rasgos de psicopatía, sadismo, contenido +18 (censurado) y una relación poliamorosa.
John, un omega que se ha cansado de vivir. Decide que ya no hay sentido alguno, se sumerge en el lago pinos susurrantes y allí deja escapar su vida. Tercer intento fallido, pero ahora todo es diferente. Al parecer en ese mundo nadie conoce a los omegas y la persona que más le hizo daño, ha muerto. John descubre en este mundo la delicadeza que las personas pueden tener pero que él nunca conoció en su antiguo mundo, el doctor Jeison. El Dr se muestra amable, atento y cuidadoso de una manera que John no ha experimentado. Lleno de cicatrices tanto en su cuerpo como en su corazón, ignora el hecho de que quien acaricia su nariz es un lobo disfrazado de oveja.
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Solo conmigo.
John
Stiv llegó unos minutos después. Tomamos té. La doctora recomendó que lo mejor era salir poco a poco y así mismo hablar sobre lo que me había hecho daño. Me encerraba por miedo a lo que pudiera pasar. No quería abandonar la casa porque la consideraba un refugio seguro. No pude estar más de acuerdo con ella, pero aun así, no me sentí preparado para aventurarme solo por la ciudad.
La habitación se sintió grande, demasiado espaciosa. Las ventanas aún no reflejaban que se acercaba la noche; Jeison tardaría en llegar. Me sentí demasiado cobarde. Me escondía detrás de estas paredes esperando no volver a ser lastimado. ¿Era tan malo no desear eso? No me sentí culpable por ello y, aún así, me sentí peor. No era una buena persona, una buena no persona no esperaría que alguien amable lo protegiera de todo, incluso de los demonios que atormentaban mi mente. Las buenas personas hacían lo que hacían sin pedir nada a cambio, yo lo hacía porque eso significaba estar en un lugar sin ser maltratado o humillado.
Escuché que tocaban la puerta. No tenía fuerzas para levantarme de la cama, pero mi voluntad venció. Abrí la puerta, era Stiv con Esparta y Dom. Ambos movieron sus colas y sacaron sus lenguas. Entraron a la habitación y fueron directo a la cama. Mi sorpresa fue inevitable, abrí la boca mientras volvía a mirar a Stiv, quien observaba la cama con una sonrisa en su rostro. Era extraño verle sonreír. Él siempre estaba serio y cumpliendo con su trabajo.
–Perdón, yo, ya los bajo– Dije.
–No es necesario, guardaré el secreto– me sentí desconcertado. Stiv no parecía ser el tipo de persona que dejara pasar errores.
–Gracias… – respondí con gran sinceridad. Stiv se despidió y cerré la puerta detrás de él. La cama se sentía aún más cómoda y la habitación más acogedora. Me acosté junto a Dom y jugué con su lomo suave y cálido. El tiempo pasó lentamente, torturándome en cada segundo. No derramé lágrimas, ni hice ningún movimiento más que acariciar a Dom. Miré al techo buscando que ya no hubiera señales del sol. La sombra parecía no querer irse, dejándome en la miseria de la espera.
Jeison
En la pantalla del computador se encontraba John acurrucado con Don y Esparta. Ahora podía entender por qué ellos eran tan suaves con John. Él los malcriaba. Hubiera sido un hecho que me enojaría, desde que estaban cachorros los había entrenado y nunca me habían faltado al respeto o se habían atrevido a desobedecer mis órdenes. Lo único que consiguió aquella imagen de mí fue considerarlo tierno. Quería volver a casa, cenar e irme a acostar junto a él, pero antes sacaría a Esparta y a Dom, que, por alguna razón, sentía que apreciaban más a John ahora y él pasaba más tiempo con ellos. Fruncí el ceño. No me molestaba que mis perros sintieran gran aprecio hacia el conejito. Pero el conejito podía llegar a tener más aprecio a ellos que a mí. Eso no era lo que había planeado. Realmente nada era lo que había planeado con John.
Sabía que terminaría aferrándose a mí, me había sorprendido lo asequible que había sido él. No tuve que decirle que sería mi mascota, pero él ya había aceptado y actuaba como una. Sentí gran placer al principio, pero ahora me abrumaba el hecho de que estaba tan roto y sediento que bebía de la fuente más sucia. No me sentía bien, era molesto y hacía que sintiera malestar en mi pecho. Quería ver en sus ojos felicidad, y eso solo lo conseguiría conmigo. Me gustaba demasiado para dejarlo ir ahora. No iba a perder otro conejito.
El sonido de la puerta abriéndose redirigió mi atención.
–Aquí están los documentos, Sr. – Manuel puso la carpeta en la mesa. Ahora que estaba en mi oficina principal y no en el hospital, podíamos estar más tranquilos y seguros con la documentación.
–Muy bien. ¿Te has comunicado con los hermanos Sokolov? – Pregunté. Manuel se carcajeó.
–Yo diría mucho más que eso. Pero sí, volvieron a Moscú ayer. Consideran seguir haciendo negocios. – mencionó.
–Muy bien, es bueno escucharlo. Pensé que al enterarse sobre la investigación del fiscal retrocederían–
— Oh, ellos dijeron que usted se encargaría– Asentí, y así era.
—¿Conseguiste los registros y las pruebas del fiscal? – pregunté. Haber vigilado a la enfermera había sido eficaz. Pudimos localizar el punto de encuentro, además, mis sospechas sobre la directora Natalí fueron corroboradas.
—Sí, no quise enviar a uno de nuestros hombres. Contraté a un hombre que parecía muy joven y se hizo pasar por estudiante. Cuando ambos chocaron, el joven cambió los documentos y entregó los falsos. Por lo que ahora el fiscal no tendrá fundamentos– Manuel caminó hacia la ventana, su vista se perdió entre los edificios y los peatones de la calle. El fiscal quedaría como un incompetente.
–Rayos, realmente estás obsesionado con el conejo– Manuel estaba concentrado en la pantalla. Cerré el computador con una advertencia.
–No tienes permiso de llamarlo así—
–Nunca en la vida te he visto con una pareja, ¿estás empezando ahora que entras en la tercera edad? – preguntó burlonamente. Manuel cerró los brazos y, mientras se sentaba, sonrió. A veces realmente pensaba en deshacerme de él
–¿Quién dijo que es una pareja? – era mi conejo. Yo debía cuidarlo, era normal que quisiera estar atento a todos sus movimientos. No lo hacía con mis otras mascotas, ni un poco. Pero John se sentía diferente.
–Dime que no ejecutarás otras de tus ideas locas con el pobre niño… – La voz de Manuel raramente sonaba seria. Pero ahora incluso sus ojos abiertos mostraban su preocupación.
–...-
–Por Dios, Jeison, ¿qué estás haciendo? – insistió.
–¿Eres mi secretario o mi consejero? No tienes que saber más de lo necesario. –
–Es un niño que intentó matarse, no está estable. Sabía que estabas demente, pero no tanto. Él es un humano, no puedes tratarlo de esa manera. ¡Dios! mi cabeza – Manuel tocó sus sienes.
–Empecé con la intención de manipularlo, pensé que si le mostraba un mundo mejor, él se quedaría. – confesé. Sabía que Manuel escucharía atentamente para luego decirme por qué estaba en desacuerdo conmigo. Él siempre me confrontaba. –Pero fue sencillo, él ni siquiera quiere salir de casa y nunca me contradice–
–Por supuesto que no quiere salir. ¿No piensas que pudieron haberle ocurrido cosas horrorosas y que tiene tanto miedo de que puedan volver a ocurrir? – refutó. Sí lo había pensado, pero no había sido de mi interés.
–Eso no pasará, quien se atreva a tocarlo… me encargaré – hablé con completa seguridad.
–¡Dios mío! ¿Realmente está loco, verdad? – Manuel se acostó en el mueble mirando al techo. –¿Por qué me rodean los dementes? Estoy cansado, definitivamente compraré una cabaña y viviré como un ermitaño. –
–No es mala idea, así descansaré de tu comportamiento infantil– Manuel se carcajeó.
–¿Quién va a impedir que hagas locuras debido a tu falta de corazón? – Preguntó, pero después al colocar sus manos en el rostro lo escuché musitar. –Definitivamente, no soy yo, ya has cometido la peor locura–
–No me diste tanto problema con la mafia. ¿Sabes cuántas personas adictas arruinan su vida? – dije.
–No es lo mismo, Jeison. Es un niño que quiere… ahj, es imposible convencerte. Deberías ir al psiquiatra y también mandar al niño por querer vivir con un tipo como tú– Sugirió, su tono era burlón, pero sabía que hablaba en serio.
–Él ya está yendo – dije.
–¿De verdad? ¿Desde cuándo? – sonó interesado y sorprendido.
–Hoy, se reunió con la Doctora Emily– Ya era suficiente por hoy. Me levanté para guardar los documentos en el escritorio, pero con gran exageración, Manuel interrumpió el corto y agradable silencio.
–¿Tu amante en la universidad? – Debí saber que sería curioso al respecto.
–Nunca fuimos pareja– dije. Era cierto, las parejas sexuales que había tenido eran pocas y transitorias. Emily había sido una de ellas. Fue una gran compañera, pero al igual que las anteriores y las posteriores, no sentía la necesidad de seguir haciéndolo. Me aburrí y dejé de hacer lo que ya no quería seguir haciendo. Mi deseo sexual había sido nulo hasta que conocí a John y, al ver su imagen, sentí que la sangre fluía hacia mi entrepierna.
–Jeison, no ignores por lo que está pasando John, si lo haces es como si no te importara que tomará una cuchilla y e intentara matarse– Manuel abrió la puerta y salió de la oficina.
No pude entender a qué se refería exactamente con su comentario, pero necesitaba salir de aquí rápidamente. Verlo, tocarlo, olerlo y sentir su agujero húmedo para mí. Me estuve conteniendo desde la última vez que lo habíamos hecho. No pude controlarme y me dejé llevar por los instintos carnales. John seguía débil; si forzaba su cuerpo, no mejoraría como debía hacerlo. Aunque había dejado mi trabajo de doctor, parecía que mi profesión en la que me obsesioné durante mucho tiempo había dejado secuelas.