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El Fin Justifica Los Medios

El Fin Justifica Los Medios

Status: En proceso
Genre:Romance / Arrogante / Amor-odio / Duque
Popularitas:26.4k
Nilai: 4.9
nombre de autor: Arane

Lisel, la perspicaz hija del Marqués Luton, enfrenta una encrucijada de vida o muerte tras el súbito coma de su padre. En medio de la vorágine, su madrastra, cuyas ambiciones desmedidas la empujan a usurpar el poder, trama despiadadamente contra ella. En un giro alarmante, Lisel se entera de un complot para casarla con el Príncipe Heredero de Castelar, un hombre cuya oscura fama lo precede por haber asesinado a sus anteriores amantes.

Desesperada, Lisel escapa a los sombríos suburbios de la ciudad, hasta el notorio Callejón del Hambre, un santuario de excesos y libertad. Allí, en un acto de audacia, se entrega a una noche de abandono con un enigmático desconocido, un hombre cuya frialdad solo es superada por su arrogancia. Lo que Lisel cree un encuentro efímero y sin ataduras se convierte en algo más cuando él reaparece, amenazando con descarrilar sus cuidadosos planes.

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Capítulo 19. Malentendido

Lisel estaba abrumada por el miedo, con las lágrimas amenazando con derramarse por sus mejillas. Sus ojos verdes se empañaban, brillando aún más bajo la tenue luz de la vela.

En un acto de desesperación, golpeó la mano del duque que mantenía firme su barbilla.

Sin embargo, Alaric volvió a sujetarla con mayor fuerza, inamovible ante los esfuerzos de Lisel por liberarse. Ella golpeaba con sus puños el pecho del duque, sin que él mostrara signo alguno de sentirlo.

El rostro de Alaric se acercó más, hasta quedar a escasos centímetros del suyo. Sus alientos se mezclaban en un aire cargado de tensión.

Solo cuando consideró que había pasado el tiempo suficiente, Alaric aflojó su agarre.

La mezcla de frustración y nerviosismo invadió a Lisel tras el contacto cercano y las miradas intensas de Alaric. Aunque ya no estaban cara a cara, aún podía sentir esos ojos grises que parecían devorarla con la mirada.

—Salgamos de aquí —dijo Alaric con total pasividad.

En ese momento, Lisel recordó el peligro inminente: el príncipe heredero podía llegar en cualquier momento.

Alaric se quitó el chaleco de su traje de caza y, para sorpresa de Lisel, arrancó una de las mangas de su camisa. Antes de que pudiera preguntarle, se vio envuelta en completa oscuridad.

—¿Por qué...? —Lisel no pudo terminar cuando todo se volvió negro.

Alaric le había cubierto los ojos con el trozo de tela de la manga rota de su camisa.

—¡Qué crees que estás haciendo! —exclamó indignada, sintiendo cómo unos brazos fuertes la levantaban del suelo.

—¡Descúbreme los ojos! ¡Y suéltame! —gritó Lisel, ya en sus brazos, mientras sentía cómo Alaric se movía por la habitación cargándola.

—Uff qué pesada eres —fue la única respuesta del duque que no cedió ni un momento a sus demandas.

—¡Suéltame ahora mismo! —gritaba Lisel, pataleando y lanzando golpes al aire, mientras Alaric avanzaba en silencio.

Un golpe sordo resonó cuando Alaric abrió la puerta de la cabaña de una patada. Lisel no podía verlo, pero las cerraduras ya habían sido destrozadas con un solo golpe.

Afuera, los cuerpos de los dos guardias yacían en un césped teñido de rojo.

Antes de abandonar la cabaña, Alaric dio un paso decidido hacia el centro del lugar, aún sosteniendo a Lisel. Con otra patada certera y potente, envió la vela volando a través de la habitación.

La llama, al principio pequeña y temblorosa, encontró combustible en la madera seca y desgastada del suelo de la cabaña.

En cuestión de segundos, lo que había comenzado como una chispa se transformó en un voraz incendio que empezó a devorar todo a su alrededor.

Las llamas, alimentadas por el aire y la madera añeja, crecieron con rapidez, extendiéndose por cada rincón de la cabaña.

La luz de la vela, antes tenue, fue reemplazada por el intenso brillo del fuego que pronto consumió el espacio entero, llenándolo de un calor sofocante y un resplandor abrumador.

Mientras se distanciaban, el fuego, que había iniciado con una chispa, crecía vigorosamente, consumiendo la estructura detrás de ellos. El calor y el crepitar de las llamas aumentaban, devorando todo a su paso. El fuego, convirtiéndose en un furioso infierno, se intensificaba a medida que se alejaban, dejando atrás el calor de las llamas que engullían el lugar.

Privada de su vista por la venda que Alaric había improvisado, Lisel se encontró sumergida en una oscuridad total. Sin poder ver, sus otros sentidos se agudizaron, tratando de discernir lo que sucedía a su alrededor.

Sentía cada paso de Alaric, firme y decidido, mientras la llevaba en brazos.

A tientas, notó cómo la elevaba, y luego cómo su cuerpo era cuidadosamente posicionado sobre un caballo. Colocada delante de él, Lisel se sintió por un momento como una marioneta en sus manos, moviéndose al compás de sus acciones.

A lo largo del camino, la joven sintió su espalda contra el pecho firme del duque con cada galope del animal. A pesar de la venda que cubría sus ojos, Lisel no se rendía y continuaba intentando golpearlo.

Con el tiempo, sus puños, débiles e imprecisos, encontraron el rostro de Alaric, aunque sus impactos eran tan suaves que más le parecían caricias.

Sin embargo, incluso estos débiles golpes tan repetitivos comenzaron a molestar al duque.

Finalmente, el caballo se detuvo y Alaric procedió a bajarla. Lisel, pensando que sería liberada, se sorprendió cuando en lugar de dejarla en el suelo, Alaric la recogió nuevamente en sus brazos.

—¡Bájame! ¡He dicho que me... auch! —exclamó con frustración.

En respuesta, Alaric había bajado ligeramente a Lisel, manteniéndola suspendida a unos centímetros del suelo, antes de dejarla caer abruptamente.

—Otra vez tú... —Lisel lo reprendió con un tono de indignación.

Con rapidez, se quitó la venda de los ojos y se dio cuenta de que la cabaña ya no estaba a la vista.

En medio de un extenso prado de hierba corta, rodeado de árboles frondosos y robustos, se levantaba un castillo de pequeñas dimensiones, construido con piedras oscuras que contrastaban con el cielo azul.

A pesar de su tamaño reducido, el castillo emanaba una presencia notable, con murallas que, aunque no muy elevadas, se mostraban firmes, y torres que, al ser proporcionadas al resto de la estructura, le conferían un aspecto armonioso y equilibrado.

Alrededor del castillo, se extendía un jardín cuyo aspecto revelaba una atención esporádica más que un cuidado meticuloso. Arbustos de rosas rojas salpicaban el paisaje, sus flores resplandecientes en medio de un verdor más sombrío.

Las rosas, aunque bellas, parecían sobrevivir gracias a las escasas lluvias de la capital y a un cuidado ocasional, lo que les daba un aspecto un tanto salvaje y resistente.

Lisel, todavía intentando procesar los recientes acontecimientos, abrió la boca para hablar, pero Alaric anticipó su pregunta.

—Estamos lejos de la cabaña y del área de caza —comentó Alaric con una despreocupación que apenas disimulaba su atención a los detalles.

—Muy hábil —dijo ella con un deje de sarcasmo —pero lo que realmente quiero saber es por qué diablos me has traído aquí.

—¿Preferías quedarte donde estabas? —Alaric replicó con ironía al ver el rostro confundido de Lisel, quien no sabía cómo responder.

—Ven.

La palabra no era una invitación ni una petición, sino una orden clara, que se hizo más evidente cuando la agarró de la muñeca. A pesar de las negativas de Lisel, la arrastró consigo hacia el negro castillo.

El pequeño castillo, construido con piedras oscuras también en su interior, imponía una presencia enigmática.

Atravesaron un largo pasillo con paredes adornadas con tapices desgastados y candelabros descoloridos.

Al llegar a una puerta, Alaric abrió con brusquedad, arrastrando a una temblorosa Lisel al interior de una habitación sombría.

La estancia, iluminada solo por la luz que se colaba a través de una gran ventana, estaba rodeada de paredes de un marmol negro intenso, que parecían absorber cualquier atisbo de calidez.

Una cama desprovista de adornos, con sábanas grises y un colchón que parecía apenas usado, dominaba el centro de la habitación. El suelo, de madera oscura, crujía bajo sus pasos, y el aire estaba impregnado de un aroma a antigüedad y desuso.

—Quítatelo —ordenó Alaric a Lisel, con una voz seca y firme.

Los ojos de Lisel se abrieron, mostrando una mezcla de indignación, terror y frustración.

—¡Eres un sinvergüenza! —exclamó ella.

—No creas que eso volverá a pasar.

—Entonces, tendré que hacerlo yo —respondió él, su tono burlón dejando claro que disfrutaba de la situación.

La resistencia de Lisel era inútil ante la determinación del duque, quien le dió la vuelta y la presionó firmemente contra la pared.

Lisel se encontraba acorralada, su espalda contra el pecho de Alaric. Con la intención de no desvanecerse, coloco sus manos en el frío mármol, mientras seguía presionada contra la pared con firmeza. Su resistencia se disolvía ante la fuerza y la decisión con la que él la mantenía inmovilizada.

Atrapada entre el muro frío y la intensidad del cuerpo de Alaric, sentía cada exhalación de su aliento rozar su nuca, y el calor de su presencia detrás de ella era casi palpable.

Alaric, con su rostro oculto entre los cabellos de ella, comenzó a desabotonar con destreza los botones traseros de su blusa.

—¡No, por favor, detente! —imploró Lisel con voz temblorosa que denotaba su ansiedad.

—No hay nada que no haya visto —replicó él con un tono agudo y directo.

—Aun así, no quiero... ¡déjame ir! —suplicaba Lisel, la desesperación teñía cada una de sus palabras.

—¿Y a dónde irías, Lisel? ¿De vuelta a la Mansión Luton? ¿O a tu propia cacería?

Las palabras del duque estaban impregnadas de un sarcasmo hiriente, y en ese momento, Lisel se sintió increíblemente sola e indefensa, enfrentada a la inminencia de ese hombre impredecible.

—¡Aun así! —exclamó Lisel en un creciente pánico.

—Aunque no tenga un lugar seguro a donde ir, no quiero esto… por favor.

Al escuchar sus súplicas, Alaric retiró su rostro de la nuca y los cabellos de Lisel, manteniéndose cercano pero con una cierta distancia. Sus brazos formaban una barrera a cada lado de ella, recordándole su imposibilidad de escapar.

—¿Por qué no? —inquirió él con tono serio y su mirada fija en ella.

—No lo hagas, duque... —imploró Lisel, su voz quebrándose.

—Llámame por mi nombre —exigió Alaric con firmeza.

Aunque seguía de espaldas, Lisel giró la cabeza para enfrentar al duque.

Lo miró con ojos anegados en lágrimas, su expresión era una mezcla de miedo y desesperación.

—¿Si lo hago, me dejarás ir? —preguntó con voz temblorosa.

—Si lo haces, prometo que no te haré daño —respondió Alaric, su voz era inflexible, mientras su cuerpo seguía siendo una imponente presencia que la envolvía por completo.

Tras un breve momento de vacilación, Lisel cedió, impulsada por la esperanza de que, al igual que había mantenido su promesa en el pasado con las Lágrimas de Selene, esta vez también sería fiel a su palabra.

—Alaric... —su voz emergió más como un suspiro ahogado que como una afirmación firme.

Al escuchar su nombre, Alaric pareció perder todo atisbo de contención.

Sus ojos destellaron con un brillo intenso y salvaje.

Con un movimiento brusco y agresivo, arrancó la blusa de Lisel, dejándola en jirones en el suelo.

Aterrorizada, Lisel se cubrió el pecho con ambas manos, sintiendo un torbellino de ira y miedo que se apoderaba de ella por igual.

—¡Lo prometiste! —acusó con voz temblorosa.

—¡Eres un mentiroso, duque mentiroso!

—Cállate —la orden del duque fue cortante, atravesando el aire como un cuchillo.

Alejándose de ella, Alaric se dirigió al escritorio, el único mueble aparte de la cama en aquella recámara. Con movimientos calculados, abrió un cajón y extrajo un pequeño tarro.

Al sentir que la presión sobre ella disminuía, Lisel, aún cubriéndose y temblando, desvió su mirada hacia la ventana.

Un pensamiento fugaz de huida cruzó su mente, considerando la posibilidad de escapar por ella. Pero entonces, como si leyera sus pensamientos, Alaric la miró fijamente y añadió con severidad.

—Y no te muevas, o te mato.

Lisel se quedó paralizada, sus pensamientos de escape desvaneciéndose al instante.

"¿Acaso el duque podía leer su mente?"

Alaric destapó el tarro, liberando un fuerte olor a medicamento que invadió las fosas nasales de Lisel. Con manos hábiles y sorprendentemente gentiles, comenzó a aplicar el bálsamo calmante sobre la espalda de ella con toques suaves y precisos.

Puso especial cuidado en aplicar el bálsamo sobre las finas líneas blanqueadas que rodeaban su espalda.

Esas líneas en forma de cicatrices curadas.

El duque las contempló impasible. Pero, al igual que aquella noche en el Callejón del Hambre cuando les vio por primera vez, no creyó conveniente que fuera el momento de preguntar.

—El hematoma tardará en desaparecer, pero el dolor se aliviará con esto —comentó con una voz serena.

Lisel, abrumada por las emociones y sensaciones del momento, apenas había recordado el golpe en su espalda, producto de su desesperada huida en el carruaje.

Asintió, sintiendo una mezcla de alivio y vergüenza.

—No te avergüences —dijo él, con un tono ligeramente divertido.

Ese comentario hizo que Lisel se diera cuenta de que no era culpa suya que pensara mal de sus acciones. Él la estaba empujando a malinterpretarle a propósito.

—¡Lo has hecho a propósito! —exclamó con voz elevada.

—¡Me hiciste creer lo peor!

—Quizás —respondió él con una tranquilidad exasperante, encogiéndose de hombros.

—Uff, eres lo peor, duque —susurró Lisel, entre la frustración y la resignación

En el momento en que la tensión se disipó, Alaric terminó de aplicar cuidadosamente el ungüento en la herida de Lisel. De pie, aún recostada contra la pared, Lisel se sentía inestable, reacia a apartar las manos de su pecho desnudo para buscar apoyo.

Un mareo sutil amenazaba con derribarla, y aunque ansiaba tumbarse en la cama para recuperar el aliento, se quedó estática. Hipnotizada por el contacto de las manos del duque.

Las suaves caricias al esparcir el bálsamo calmante por su espalda le provocaron una sensación de alivio inesperado.

Ella no encontró palabras para hablar. El silencio que los envolvía era extrañamente reconfortante. Un remanso de paz en medio del caos.

Lisel, inundada por una serenidad que no había sentido en mucho tiempo, se preguntaba cómo el duque había sabido de su lesión en la espalda.

Abrió la boca para formular la pregunta, pero en lugar de palabras, solo escapó de sus labios un suspiro resignado.

No quería romper aquel silencio compartido. En él encontraba un oasis de calma, un breve respiro en medio de su turbulento destino.

Tras aplicar el bálsamo, el duque se dirigió de nuevo al cajón, y Lisel, mirando de reojo, observó cómo tomaba unos vendajes. El cese del contacto con él le permitió recuperar algo de control sobre sí misma.

Quería hablar, pero las palabras se agolpaban en su garganta al no saber que decir. Por lo que opto por decir lo primero que le vino a la mente.

—Te perdiste la cacería —comentó, tratando de mantener la voz firme a pesar de la vulnerabilidad de su posición. Todavía cubriendo sus pechos con sus manos.

—Habrá más cacerías —respondió Alaric con una indiferencia que le restó importancia al evento.

—Quizás en la próxima, consiga para ti ese cerdo que mencionaste.

En el tenue resplandor de la habitación, las palabras del duque la golpearon con una mezcla de sorpresa y confusión. Sus ojos, penetrantes y severos, la hicieron desviar la mirada, incapaz de sostener ese contacto visual tan intenso.

Cuando finalizó, vendando con destreza su espalda, el duque, con una suavidad inusual, le tomó la barbilla, levantando su rostro para encontrarse con sus ojos.

La gentileza de su toque era un marcado contraste con el firme agarre anterior en la cabaña.

—Si estás dispuesta a jugar el juego, podríamos encontrar una salida para ambos —propuso Alaric con una serenidad que contrastaba con el reflejo de sus ojos tormenta.

Lisel, atrapada en la incertidumbre, se preguntaba qué significaba "para ambos".

¿Acaso el duque también tenía motivos para oponerse al príncipe heredero?

A pesar de las dudas, sabía que no podía desperdiciar la oportunidad de aliarse con alguien de tal poder.

—Haré lo que sea necesario —afirmó con una determinación que hizo vacilar por un instante al duque.

—Bien.

Acto seguido, con una delicadeza que parecía desafiar la naturaleza misma de su carácter, inclinó su cabeza y depositó un beso suave en la frente de Lisel. Sus dedos, con una ligereza casi etérea, rozaron la nuca de ella, deslizándose por su cabello dorado y dejando tras de sí una estela de cosquillas.

—Hasta mañana, Lisel.

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JERITSABELA
Margaret es una Putibruja
JERITSABELA
Llore con este capítulo 😢
JERITSABELA
Demasiado bueno todo como lo gas venido desarrollando. Para que queremos leer más de lo mismo... Cuando en esta historia podemos tener romance pasión complicidad misterio terror sangre intriga venganza amistad lealtad y pare de contar. SIGUE COMO VAS ESCRITORA QUE VAS BIEN 👍 y gracias
Lara Mora: 100% de acuerdo contigo!!!👍👍👍👍👍
total 1 replies
JERITSABELA
Siento pena por Lisel pero se que es u a estrategia del Duque
DMGA
Cuando caiga esa p$rr$ quiero que sea a lo grande. Ni para ser madre sirve la sucia de Margaret.
José Blanco Suárez
Me encanta,mucha intriga 😊
Betzy Moises
Excelente
Gladys Zapata
mmmm alguien está en problemas
Gladys Zapata
uyyy ésto se va a poner bueno cuando Alaric se entere de la verdad
Conxi Js
Se podía sentir el dolor de los latigazos y la calidez como Alaric la cuida...solo espero que Margaret acabe en el infierno por lo que le ha hecho a la pobre Lisel 😓 👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻
Conxi Js: /Heart//Rose/
Conxi Js: /Rose//Gift//Good//Heart/
total 2 replies
Marsi
Ya no más dolor para ella.
DMGA
Espléndido, vulnerable, reconfortable y muy emotivo (aplausos 👏🏻👏🏻).
Hay mucho romance entre líneas, no se lo han dicho abiertamente pero él se lo demuestra.
Adoré este capítulo, lloré y me transporte a esa habitación.
Gracias 🫂
DMGA
🤦🏻‍♀️
DMGA
déjate cuidar cariño, por favor
DMGA
cómo le dijo Missandei a la Khaleesi: Dracarys. Que malo TODO 😡🔥
DMGA
Que bello, se siente culpable.
DMGA
😭😫
DMGA
Estoy tan sensible, lloro por Lisel, lloro por ese abrazo que mi precioso Duque le quiere dar y no puede.
DMGA
Lo adoro
DMGA
Dios, estoy segura de que se muere por abrazarla pero al mismo tiempo debe estar fuerte para ella.
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