Leya es obligada por su madrastra a casarse con el hijo de los Foster, Edgar.
El joven de 33 años se esconde del mundo después del engaño de su futura esposa.
Sin embargo Leya descubre la verdadera identidad de Edgar...
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14: Conociendo a Miranda
Después de que ambos fueran a arreglarse, Edgar estaba esperando a Leya en la puerta. Estaba nervioso y sus manos en sus bolsillos no paraban de moverse .
Cuando Leya bajó las escaleras lo encontró mordiéndose el labio inferior mirando hacia abajo.
—Hey...
Edgar la observó y esbozó una sonrisa.
Al encontrarse con el último escalón juntó sus manos y suspiró.
—¿Estás seguro? Porque yo no necesito esto, si te hace mejor quedarte pues, nos quedamos y...
—Leya... yo necesito esto. ¿Cuando será la hora que salga? Tengo que dar el primer paso, no puedo estar siempre huyendo y escondiéndome.
—Si, pero ... ¿Seguro que estás preparado?
Él se acercó y le agarró la mano.
—No lo sé. Pero me gustaría intentarlo.
Leya asintió con la cabeza. Y se acercó a abrir la puerta.
Ambos salieron cogidos de la mano, primero Leya y luego Edgar.
Leya lo soltó un momento para cerrar la puerta. Edgar quedó observándola y luego volvió a estirarle la mano.
— No lo haré si no me agarras de la mano.
Ella sonrió en tono burlón.
— Pareces un niño.
Leya le agarró la mano.
Al principio Edgar notó un poco de mareo al caminar. Pero logró acostumbrarse cuando fueron más allá del portón.
Apretó unas cuantas veces la mano de Leya sin querer, cuando una persona pasaba o un vehículo.
—Oh, me olvidé de Coco!! -dijo Leya-.
— Tranquila. Dejé la puerta abierta del patio trasero por si quería ir al baño.
— Ufff, qué bueno, espero que no haga travesuras estando a solas.
—Volveremos enseguida, ¿qué tanto podría hacer?
—¿Quieres volver?
—Leya... —dijo en tono bajo -.
Pasaron por la pastelería en donde trabajaba Thomas y éste estaba afuera. Cuando levantó la mirada dejando de lado el cartel de los precios parecía haber visto un fantasma.
—¿Edgar...?
Él le sonrió fríamente.
—¿Qué sucede?¿Acaso te sorprende verme, "amigo"? —dijo sarcásticamente — solo paso tiempo con mi esposa.
Thomas observó las manos entrelazadas de los dos.
—¿Es ... Esposa?- Thomas miró a Leya-.
Está le sonrió tímida.
—Hola Thomas.
—¿Eres esposa de Edgar?
Edgar se adelantó.
— Así es. Perdón por no invitarte a la boda, se me olvidó por completo.— miró a Leya y volvió a caminar — Vamos cariño, me muero por seguir conversando contigo pero se nos hace tarde.
— Adiós Thomas.
Thomas se giró observando cómo se iban , y se sintió asombrado por ver a Edgar fuera de casa y más por enterarse que Leya era su esposa.
La sangre le hervía por dentro y apretó los puños sintiendo rabia.
—No puede ser...-susurró y entró a la tienda molesto-.
Edgar había sentido qué el corazón le aceleraba de vuelta pero no dejó que ésta vez le fallara la respiración. Cuando lo vió había tomado el valor y se había permanecido tranquilo.
— ¿Tenías que decirle qué era tu esposa?-lo miró -.
Edgar se sintió algo molesto.
—No veo porqué no lo diría, igual se iba a enterar. ¿Qué sucede?¿Te avergüenzo?
—No pero...
—¿No tengo el aspecto de un príncipe azúl?- dijo sarcásticamente -.
— No quiero que se enteren , eso es todo.
—¿Porqué?
— Hay mucha gente envidiosa... No digo que Thomas lo sea pero y si se corre la voz me etiquetaran como una caza fortuna, y no sería una buena imagen, al fin y al cabo... No me vería tan diferente qué mis hermanastras. - desvió la mirada - y eso era lo que siempre intenté qué no sucediera por todas las cosas.
— Tú no eres igual a ellas, estás conmigo no por dinero, sino por obligación... Cualquiera que sea capaz de hacer esos comentarios de ti empezaré a encargarme yo mismo.
Leya sonrío. Y apoyo su cabeza en su brazo.
— Gracias bestia.
—A tus órdenes, cenicienta.
Llegaron a la verdulería; Leya suspiró hondo antes de entrar, vió a la mujer trabajando con cajones.
Edgar decidió hablarle antes de que Leya lo hiciera, ellos ya se conocían y la mujer solo se alegró volver a ver a Edgar.
Disfrutó conversar con la primera persona que parecía estar feliz por su vida.
Leya se sorprendió; pensaba que se iba a sentir con un nudo en la garganta pero fue todo lo contrario. Aún así se sorprendió que Edgar le dijera que le ayudaría a conseguir un empleado decente para que le ayudara con los cajones de verduras y frutas.
Salieron directo hacia las tiendas de ropa.
—¿Lo dijiste solo por decirlo o en verdad le ayudaras?
—Nunca digo algo por decir -le guiñó el ojo—.
Entraron a la primera tienda de ropa elegante. Todo era de diseñador por lo que Leya abría bien los ojos, sorprendida porque nunca había entrado a una tienda así.
Edgar observaba con detalle los vestidos y le susurraba al oído a Leya.
—Me encantaría verte en un vestido así.
Le señaló un vestido corto y ceñido medio transparente.
Leya soltó una carcajada.
— Cuando se acabe el mundo...-afirmó-.
—Echo.
Una mujer se les acercó. No quiso observar la vestimenta de Leya y enseguida saltó a hablar con Edgar nerviosa.
—¿En qué los podemos ayudar?
—Si, me encantaría comprar los vestidos más caros y elegantes de la tienda, y también los zapatos.
La chica rió.
— Señor, ¿tiene dinero para eso? Solo aceptamos gente que puede pagar y no fiamos. -sonrió divertida -.
Edgar sintió qué se volvía a alterar pero intentó respirar correctamente. Leya se dió cuenta ya que sintió de vuelta un apretón en su mano.
— No lo sé -dijo tranquilizandose- Tal vez debería hablar con mi padre Morgan Foster.
La chica quedó callada y asustada por lo que acababa de oír. Un hombre más grande apareció por detrás de la mujer y le dió una palmadita en el hombro
—¿Es usted el señor Foster?-dijo sorprendido -.
—Debería estar halagado qué alguien me conozca. -rió-.
La mujer quedó de piedra y lo único que pudo hacer era tragar saliva. Leya observaba divertida la situación.
— Yo los atenderé Scarlett — giró y le susurró — ya vete .
La mujer salió corriendo con la cabeza cabizbaja haciendo una reverencia al pasar.
—Y bien, creo que tenemos mucho trabajo aquí... ¿Cuál sería la talla de la dama?
— M.
—¡M! Estás de suerte muñeca todas las prendas están accesibles a esa talla. ¿El galán viene a consentir a su novia? -guiñó el ojo -.
—Si fuera por ella, no estaríamos aquí. —sonrió-.
El hombre empezó a mostrarles las mejores prendas. Leya se sentía avergonzada pensando en qué no le quedaría bien ningún color aparte del negro.
El trabajador agarró unas cuantas prendas coloridas y obligó a Leya a que se las probara.
Edgar se sentó en uno de los sofá esperando a qué Leya saliera con lo primero que tuviera puesto.
De repente, una voz particular que hablaba con la cajera lo hizo mirar hacia atrás.
Sintió que se volvía pálido enseguida y que se sentía alterado al volver a mirar aquella persona de vuelta que tanto daño le había causado.
Ahí estaba Miranda; protestando con la cajera por intentar devolver un vestido.
Sin pensar se paró de inmediato y abrió la puerta del vestidor que se encontraba Leya.
Leya intentó pegar un grito pero Edgar tapó su boca.
—No te asustes. — Bajó la mano y se apoyó en la pared nervioso—.
Leya se molestó.
Tenía un vestido puesto pero aún estaba con la cremallera baja.
—¿¡Qué pasa contigo!?-lo miró- ¿¡ No ves qué me estoy vistiendo, Animal !?
Ésta vez, Edgar sintió qué le faltaba el aire y una presión en el pecho.
—Miranda está aquí. —dijo con dificultad -.
Edgar cerró los ojos y suspiró pesadamente.
Leya se llevó la mano a la boca, sorprendida.
Se preguntaba por adentro de su mente si ese día podría ir peor.
suerte ...
..para no ir allí.