La vida de Aura da un giro inesperado cuando, tras un trágico accidente, despierta en el cuerpo de una dama noble destinada a un matrimonio sin amor con el Duque Desmon. Con el recuerdo de su vida pasada, aún fresco en su mente, Estela, ahora Aura, lucha por encontrar su lugar en este nuevo mundo mientras enfrenta la hostilidad de criadas groseras y la indiferencia de su esposo.
Pero los desafíos no terminan ahí. Pronto, Aura descubre que está embarazada como resultado de su primera noche con su esposo. La noticia del embarazo sacude aún más su mundo ya complicado. En un castillo lleno de murmullos y sospechas, la gente a su alrededor cuchichea y especula sobre las circunstancias de su embarazo, cuestionando la lealtad de Aura y la fidelidad a su esposo, especialmente ahora que Desmon se encuentra en la guerra, lejos de su lado.
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Algo de Luz.
El castillo de los Hasting estaba sumido en el caos. Desde el momento en que se supo del secuestro de Aura, el ducado se convirtió en un torbellino de actividad frenética y desesperada. Jenkins, el leal mayordomo, movilizó a todos los guardias del territorio, alertando a cada habitante para que se uniera a la búsqueda.
Las órdenes resonaron por los pasillos del castillo, y cada guardia se preparó para buscar a la duquesa desaparecida con determinación y seriedad. No había tiempo que perder; cada minuto contaba en la carrera contra el tiempo para encontrarla.
Mientras tanto, Emily, la doncella de Aura, estaba destrozada por la impotencia de no haber protegido a su señora. Sus manos temblaban de ansiedad mientras intentaba mantener la compostura en medio del caos que se desataba a su alrededor. Se culpaba a sí misma por no haber sido lo suficientemente vigilante, por no haber protegido a su señora como debía.
Se aferró a la esperanza de que Aura estuviera a salvo, pero el miedo y la incertidumbre la carcomían por dentro. ¿Qué le estarían haciendo en manos de esos desalmados? La sola idea de que le estuvieran haciendo daño era insoportable.
Las tropas a caballo se preparaban para partir hacia las entradas principales del territorio. Montados en sus corceles, los jinetes estaban listos para enfrentarse a cualquier peligro que se interpusiera en su camino. No importaba cuán lejos tuvieran que llegar o cuánto tiempo tuvieran que buscar; no descansarían hasta encontrar a la duquesa y traerla de vuelta sana y salva.
Jenkins dirigió personalmente la operación de búsqueda, coordinando cada movimiento con precisión militar. Las viviendas cercanas al castillo fueron inspeccionadas una por una, cada rincón y escondite revisado en busca de algún rastro que pudiera llevarlos hasta Aura. Los residentes colaboraron con los guardias, ofreciendo cualquier información que pudiera ser útil en la búsqueda.
El pueblo entero se unió a la búsqueda, con hombres, mujeres y niños saliendo a las calles con antorchas y linternas, dispuestos a ayudar en lo que pudieran. La solidaridad y el sentido de comunidad se hicieron palpables en cada gesto y mirada, todos unidos en un propósito común: encontrar a la duquesa y devolverla a su hogar.
Pasaron los días y la búsqueda no rendía frutos. El mayordomo estaba más desesperado que nunca por encontrar a su ama. Tuvo que recurrir al gremio de información y pagar una gran suma para que encontraran el paradero de su ama. Los del gremio de información aceptaron el encargo y pronto comenzaron con la búsqueda.
El calabozo, en su oscuridad, se convirtió en un escenario de tormento. El Marqués, furioso por la resistencia de Aura, la mandó nuevamente a encerrar y, con una ira desatada, agarró su látigo. Ordenó que abrieran la celda donde se encontraba el esclavo y, una vez dentro, comenzó a golpearlo sin piedad.
Los latigazos resonaban en las paredes de piedra, y el dolor se reflejaba en los ojos del esclavo, aunque él se mantenía en silencio, como si estuviera resignado a su destino. La sangre brotaba de las heridas abiertas, pintando un macabro cuadro de sufrimiento en el calabozo.
Aura, presa del horror, observaba impotente la brutalidad del Marqués. Cada golpe le provocaba un escalofrío de repugnancia y enojo. Gritó con todas sus fuerzas, suplicando que se detuviera, pero sus súplicas caían en oídos sordos.
De repente, un dolor punzante atravesó el vientre de Aura, como si miles de agujas ardientes la perforaran desde adentro. Un grito desgarrador escapó de sus labios, resonando en el calabozo y mezclándose con los gemidos del esclavo golpeado.
El Marqués, al ver el sufrimiento de Aura, estalló en una risa cruel y despiadada. "Bueno, bueno. Parece que tendré que optar por mi segunda opción", murmuró entre carcajadas, como si disfrutara del sufrimiento ajeno.
El dolor en el vientre de Aura se intensificaba con cada momento que pasaba. Se retorcía en el suelo, agarrándose el estómago con desesperación. Una sensación de pánico la invadió cuando se dio cuenta de que algo iba terriblemente mal.
"¡Ayuda! ¡Por favor, ayuda!", gritó Aura, sus palabras llenas de angustia y dolor. Pero en el calabozo, solo reinaba el silencio y la indiferencia.
El Marqués, con una sonrisa sádica en el rostro, se acercó a Aura lentamente. "Demasiado tarde para ruegos, mi querida Duquesa", dijo con voz burlona. "Tu destino está sellado".
La situación en el calabozo era caótica. Aura, a punto de dar a luz, se encontraba en un estado de angustia y dolor, con pocas esperanzas de sobrevivir. Mientras tanto, el esclavo, motivado por los llantos desgarradores de la duquesa, se levantó con una fuerza imponente, sorprendiendo a los secuaces del Marqués y desafiando su autoridad.
Con movimientos rápidos y precisos, el esclavo se abalanzó sobre el Marqués, arrojándolo al suelo con un golpe contundente que lo dejó inconsciente. Los cómplices del Marqués, temerosos de enfrentarse al Drakoniano, retrocedieron y huyeron de la celda, dejando al esclavo y a Aura solos en medio del caos.
"¡El Marqués está muerto!", exclamó uno de los hombres mientras corría hacia la salida, consciente de que no quería enfrentarse al poder del Drakonia.
El esclavo, un hombre del reino enemigo, conocido por su reputación como guerreros implacables, se enfrentó valientemente a los hombres del Marqués. Algunos intentaron detenerlo, pero ningunos tuvieron éxito, y pronto la celda quedó en silencio, a excepción de los gritos de desesperación de Aura.
Mientras tanto, el esclavo se acercó a Aura y le habló en su idioma natal, un lenguaje que ella no comprendía. Sin embargo, su presencia calmó un poco la angustia de Aura, quien se aferró a él en busca de consuelo.
Cuando el esclavo la tomó en sus brazos, Aura sintió un alivio momentáneo. Sus aguas ya habían roto, y el parto parecía inminente. Con cuidado, el esclavo la sacó del sótano y la llevó a la superficie, donde se encontraron con una finca desierta y desolada.
No había señales de vida a su alrededor, solo el silencio sepulcral y la sensación de abandono. Sin embargo, no podían permitirse detenerse.
El esclavo llevó a Aura a una habitación adyacente, donde la depositó con cuidado sobre una cama cubierta de polvo. El aire rancio y el olor a humedad impregnaban el ambiente mientras Aura comenzaba su labor de parto, contracción tras contracción.
El esclavo, incapaz de proporcionar asistencia médica adecuada, observaba con impotencia mientras Aura lidiaba con el tormento del parto. Su rostro reflejaba preocupación y compasión, pero también una determinación feroz por ayudarla en lo que pudiera.
Las horas pasaron lentamente, marcadas por el sonido de los gritos de dolor de Aura y el constante goteo de agua filtrándose por las paredes agrietadas. A pesar de las difíciles circunstancias, el esclavo permaneció a su lado, ofreciendo palabras de aliento y sostén emocional en medio de la agonía.
Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, el llanto de un recién nacido rompió el silencio opresivo de la habitación. Aura había dado a luz a un hermoso bebé, su llanto llenando el aire con una sensación de esperanza y renovación.
El esclavo se apresuró a limpiar al recién nacido y envolverlo en mantas, cuidando con ternura al pequeño mientras Aura se recuperaba del agotamiento del parto. A pesar de las condiciones adversas, el nacimiento del bebé llenó el corazón de todos con un rayo de luz en medio de la oscuridad.
El esclavo, cuyo nombre era Kael, miraba con admiración al pequeño recién nacido. Sus ojos brillaban con un brillo único, reflejando una mezcla de emoción y determinación. A pesar de ser un guerrero acostumbrado a la brutalidad de la batalla, ahora se encontraba ante un milagro de la vida que lo conmovía profundamente.
Mientras tanto, Aura se aferraba a su hijo con ternura, sintiendo una oleada de amor materno abrumador. A pesar del dolor y el sufrimiento que había enfrentado, todo valía la pena en ese momento mágico en el que tenía a su hijo en sus brazos.
Los primeros rayos del sol comenzaron a filtrarse por las ventanas polvorientas de la habitación, iluminando su rostro pálido y agotado pero radiante de felicidad. Aunque estaban rodeados por la oscuridad de la noche anterior, ahora parecía que un nuevo día había comenzado, lleno de esperanza y posibilidades.
Kael se acercó a Aura con cautela, ofreciéndole una sonrisa cálida y reconfortante. "Has sido valiente", dijo con voz suave pero firme.
Aura no pudo entender el significado de sus palabras, así que le miraba con un rostro dudoso, a lo que Kael solo le miraba sin decir nada más y se quedaron un tiempo así.
A lo que Aura rio debido al momento algo incómodo que se había creado. "Muchas gracias por ayudarme". Diría Aura con un rostro enrojecido, a lo que Kael atónito por su belleza, caería sentado al suelo, sintiéndose como si le hubieran golpeado con un garrote.
Durante el resto del día, Aura se encontraba inmovilizada por el dolor que recorría su cuerpo. Las heridas causadas por su cautiverio habían dejado secuelas graves, y sabía que tanto ella como su bebé necesitaban atención médica con urgencia. Con un esfuerzo sobrehumano, intentó llamar a Kael, quien había salido de la habitación anteriormente.
Para su alivio, Kael regresó con mantas y, al ver el estado de Aura, la recogió en sus brazos con delicadeza, envuelta en una manta. Juntos, abandonaron la finca y se adentraron en un camino marcado por las huellas de caballos, indicio de un tránsito previo.
En su camino, Kael se topó con un grupo de hombres a caballo, aparentemente pertenecientes al gremio de información. Al ver a Kael llevando a Aura en brazos, los hombres adoptaron una postura defensiva, preparados para enfrentar cualquier amenaza. Sin embargo, la sorpresa llenó sus rostros al reconocer a Aura y escuchar su pedido de detenerse.
"¡Es la duquesa!" exclamó uno de los hombres, desconcertado por la presencia de Aura en aquella situación inusual. Los demás miembros del grupo intercambiaron miradas de incredulidad, asimilando la sorprendente revelación.
Con rapidez, Aura explicó la difícil situación que enfrentaba, revelando su secuestro por parte del Marqués y los tormentos sufridos en su calabozo. Los hombres del gremio escucharon con atención, manifestando indignación y determinación ante la injusticia sufrida por la duquesa.
Uno de los hombres, identificado como el líder del grupo, tomó la palabra con firmeza. "Debemos llevarla de vuelta al castillo de inmediato. El ducado debe ser informado de lo sucedido".
Mientras los hombres del gremio intentaban acercarse cautelosamente a Kael para tomar a Aura, este los detuvo en seco con una advertencia en su idioma nativo. "No se acerquen a mí o los mataré", les advirtió con seriedad.
El líder del grupo respondió en el mismo idioma, expresando la necesidad de llevarse a Aura para garantizar su seguridad. Sin embargo, Aura intervino para asegurarles que Kael era de confianza y que él la había salvado en ocasiones anteriores.
Antes de que pudieran decidir cómo proceder, Aura se desmayó por la fiebre que la consumía, mientras el bebé estallaba en llanto, alarmando a todos los presentes. Con prontitud, el líder del grupo tomó el mando y ordenó a sus hombres dividirse: unos revisarían la finca, otros escoltarían a Aura y Kael de regreso al ducado.
Una vez en el ducado, Jenkins recibió la noticia de la llegada de la duquesa y salió apresuradamente de su despacho, seguido por Emily y el médico, preocupados por lo sucedido.
Con gestos rápidos y precisos, el médico examinó a Aura y al bebé, asegurándose de que estuvieran estables. La fiebre de Aura era alta, pero con cuidados adecuados podría recuperarse. El bebé, aunque asustado por la situación, parecía estar en buen estado de salud.
Jenkins se acercó a Kael con expresión seria pero agradecida. "Gracias por traer de vuelta a la duquesa devuelta". a lo que Kael sin comprender lo que decia solo asintió.
El médico tomó la palabra, explicando el estado de Aura y recomendando llevarla a sus aposentos para que pudiera descansar adecuadamente. Con la ayuda de Emily, llevaron a Aura y al bebé al interior del castillo, mientras Kael permanecía a su lado, preocupado por su bienestar.
Mientras tanto, Jenkins se ocupó de organizar una reunión urgente con los consejeros del ducado y los hombres del gremio de información quienes le informaron lo que habian escuchado de la duquesa anteriormente, para informarles sobre lo sucedido y discutir los pasos a seguir. La seguridad de Aura y la estabilidad del ducado eran prioridades absolutas, y debían tomar medidas para garantizar su protección.
En la sala de consejos, los nobles y asesores escucharon con atención el relato de Jenkins sobre el secuestro de Aura y los eventos que llevaron a su rescate. La indignación y la preocupación se reflejaban en sus rostros mientras discutían sobre cómo proceder.
Se acordó aumentar la seguridad en el castillo y en los alrededores, así como intensificar la vigilancia sobre posibles amenazas. Además, se enviarían unas cartas explicando lo sucedido a la familia imperial para que resolviera este caso de corrupsion y atentado al ducado de Hastings.
pensé que era porque desmon no la había matado aún, pero veo que las mujeres de la familia real están es locas al punto del delirio 😁
autora actualizar cuando puedas.
gracias.