Mónica es una joven de veintidós años, fuerte y decidida. Tiene una pequeña de cuatro años por la cual lucha día a día.
Leonardo es un exitoso empresario de unos cuarenta y cinco años. Diferentes circunstancias llevan a Mónica y Leonardo a pasar tiempo juntos y comienzan a sentirse atraídos uno por el otro.
Esta es una historia sobre un amor inesperado, segundas oportunidades, y la aceptación de lo que el corazón realmente desea.
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Entre dudas y certezas
Esa noche, Leonardo salió de la gala benéfica con el corazón y el alma desorientados. Había tenido frente a él a la hija de Anna, eso solamente significaba que la mujer que él había amado había continuado con su vida. La muchacha tendría tal vez la misma edad que Anna cuando dejaron de verse.
Al día siguiente su secretario le confirmó el día y horario de la reunión con Alejandro. Leonardo salió de la mansión con toda la actitud de concretar el negocio por el que había ido, pero también deseaba volver a ver a la muchacha.
Leonardo llegó a la empresa, pero antes de ir a su reunión preguntó por Isabella, la noche anterior en medio de su charla ella le comentó que trabajaba allí, luego subió al ascensor y marcó el piso donde le habían indicado que podría encontrarla, cuando las puertas del aparato se abrieron y puso un pie fuera de el, su corazón se aceleró, ahí delante suyo, ocupada con alguna tarea se hallaba Isabella, quién lo había dejado sin aliento pues sin lugar a dudas era el vivo retrato de Anna. Él se quedó mirándola por unos minutos y cuando se recompuso caminó hacía el escritorio de la joven.
-Buenas tardes- saludó con voz suave.
-¡ Buenas tardes!- respondió Isabella con una sonrisa, intentando recordar su nombre- Qué sorpresa verlo por aquí, señor...
-Grecco- respondió él- Pero puedes llamarme Leonardo, por favor- agregó con una sonrisa amable- No es necesario el formalismo entre nosotros.
Isabella asintió, aunque su educación la llevó a seguir tratando al hombre con respeto.
-¿Viene a reunirse con Don Rafael, o con Alejandro? - preguntó, señalando la puerta de la oficina de su jefe con un gesto de la mano.
- Con Alejandro- respondió el, echando una rápida mirada a su alrededor antes de volverse hacia ella nuevamente.
-Pero su oficina está en otro piso- comentó ella.
-Lo sé, es que también tengo otro motivo para estar aquí.
Isabella levantó una ceja, curiosa.
-¿Otro motivo?- preguntó, intentando mantener la compostura profesional, aunque no podía evitar sentirse intrigada.
Leonardo asintió, su expresión se suavizó, casi como si estuviera recordando algo lejano.
-Sí- dijo lentamente- Después de mi reunión con Alejandro, me gustaría hablar contigo. Hay algo que me gustaría que charlemos.
Isabella sintió una punzada de nerviosismo mezclada con curiosidad, ya que no llegaba a comprender las razones que el hombre que tenía en frente tendría para querer hablar con ella.
-Claro- respondió la muchacha- seguramente estaré en aquí cuando terminen.
Leonardo asintió con gratitud justo cuando la puerta de la oficina de Don Rafael se abrió y el empresario asomó la cabeza.
-¡Leonardo! ¡Qué bueno verte!- exclamó Don Rafael con una sonrisa genuina- ¿Vienes a reunirte con Alejandro? - indagó, el hombre hizo un gesto afirmativo- Por favor, pasa a mi oficina. Isabella dile a Alejandro que venga.
-Si, señor. Enseguida. - respondió la muchacha.
Leonardo se volvió hacia Isabella y le dedicó una pequeña inclinación de cabeza antes de seguir a Don Rafael al interior de su oficina.
Después de unos treinta minutos, la puerta de la oficina de Don Rafael se abrió de nuevo y Leonardo salió. Alejandro se había retrasado en otra reunión por ese motivo no había podido reunirse con Leonardo y su padre se tuvo que ocupar de la charla. El hombre parecía más serio, pero su rostro se iluminó al verla.
-Isabella- la llamó con suavidad- ¿Podemos hablar ahora?
-Sí, claro- dijo la muchacha invitándolo a sentarse frente a su escritorio.
Leonardo observó a su alrededor por un momento antes de centrar su atención en ella.
-No pude evitar sentir una gran sorpresa cuando te vi en la gala- comenzó- Eres la viva imagen de Anna...
Isabella se sintió conmovida. Hacía mucho tiempo que nadie mencionaba a su madre de esa manera.
-Usted mencionó en la gala que la conocía- dijo ella, tratando de mantener su voz firme- ¿Eran amigos?
- Lo éramos- admitió él, con su voz teñida de nostalgia- Anna y yo éramos muy cercanos cuando éramos jóvenes. Nos conocimos en la universidad. Ella era una mujer increíblemente dulce, hermosa y sumamente determinada.
Isabella escuchaba con atención, absorbiendo cada palabra.
-Después de que su padre murió- continuó Leonardo- ella se mudó, y cada uno tomó caminos distintos. Pero no he dejado de pensar en ella todos estos años.
-Ella enfermó, comenzó a tener episodios que la llevaban a estar por días en el hospital, hasta que el último la mantuvo allí por más tiempo y ya no regresó con nosotros- comentó la muchacha apenas en un susurro- Leonardo asintió con comprensión.
-Supongo que tú y tú padre deben extrañarla- comentó el hombre con nostalgia. Isabella negó con un movimiento de su cabeza.
-Me refería a mi hermano y a mí misma- dijo ella- De hecho yo nunca conocí a mi padre- comentó, luego sonrió con tristeza. Leonardo la miró con calidez.
-Cuando te vi en la gala, no podía creerlo, eres su viva imagen- confesó- Y ahora veo que no solo te pareces a ella físicamente, sino que también tienes su misma fuerza en los ojos, su misma luz.
Isabella sintió una lágrima amenazando con caer, pero la contuvo. No quería parecer débil frente a un hombre que claramente había conocido a su madre mejor de lo que ella jamás la conoció.
-Tal vez usted lo haya conocido- dijo la muchacha.
-¿A quien? ¿A tú padre?- indagó el hombre, ella asintió- Es probable ¿que edad tienes?
-Voy a cumplir veintitrés- respondió ella- Mamá tenía mi misma edad cuando yo nací- al oír eso Leonardo sintió una punzada de incertidumbre en su pecho.
-Sinceramente no recuerdo que ella estuviera saliendo con alguien en la Universidad- comentó él.
- Está bien, de todas maneras no es como que lo haya necesitado, mi mamá se ocupó más que bien tanto de mi como de mi hermano.- dijo ella, el hombre sintió un nudo se incomodidad formándose en su garganta.
- Quería darte algo- dijo él, sacando un pequeño sobre de su maletín- Son de cuando ibamos a la universidad- comentó.
-Gracias- susurró la muchacha tomando en sus manos él sobre, y cuando lo abrió se sorprendió al ver tres fotos en las que claramente podía reconocer a Anna, sonriendo, llena de felicidad- Esto es... significa mucho para mí.
Leonardo asintió, comprendiendo la magnitud del momento.
-Tu madre era una persona muy especial- le dijo con suavidad- Y estoy seguro de que estaría muy orgullosa de ti, Isabella.
Ella asintió, incapaz de hablar mientras trataba de controlar sus emociones. Se sentía abrumada por la conexión que sentía con su madre a través de esas fotografías, un vínculo tangible con un pasado que ella desconocía.
Después de un momento, Leonardo se levantó, dándole espacio para asimilarlo todo.
-No quiero molestarte más- dijo- Si alguna vez necesitas algo, lo que sea. Puedes contar conmigo.
Isabella lo miró con gratitud.
-Gracias- repitió- Esto significa mucho para mi- agregó señalando las fotos- De verdad.
Leonardo le dedicó una última sonrisa antes de ponerse de pie, dejándola sola con sus pensamientos y aquellas fotos en sus manos. Isabella se quedó sentada en su lugar durante un largo rato después de que Leonardo se marchara.
Pero lejos de sentirse tranquilo, Leonardo se sentía más perturbado que antes, la muchacha le había dicho que no sabía quién era su padre, Anna la había tenido a sus veintitrés años y eso fue un año después de que la viera por última vez.
Las dudas y la incertidumbre comenzaron a alojarse en su mente, ¿sería posible que Isabella fuera... su hija? Las fechas parecían coincidir, y de ser así ¿por qué Anna nunca lo había contactado para decirle?
No lo sabía, pero lo iba a averiguar.