Sin Elección Villana

Mientras se adentraban en la profundidad del bosque Kristen andaba muy perdida en sus pensamientos pero, sin bajar la guardia. Por otro lado Aine caminaba un poco más adelante, cantando emocionada con su sonrisa impecable.

—¿Cierto, por qué aún no tienes otra empleada? —La pregunta de Aine dejó a Kristen con una expresión más fría que la de antes y ella le respondió a su hermana sin tacto.

—No te metas en donde no eres llamada. —Kristen avanzó y la dejó atrás.

—¿Por qué te molestas? Es un consejo, estar sola dentro de la residencia no es buena idea que digamos. —Aine corrió un poco para alcanzar a Kristen.

Kristen ignoró a su hermana y en cambio se concentró en escuchar las voces que se acercaban. Aine también dejó de molestar a Kristen y miró al grupo montados en caballos por la carretera. Ambas se encontraban en mitad del prado asechando a la presa.

—Son ellos. —Aine le susurró a Kristen y ella asintió sin apartar la vista de los mercenarios. Observando mejor Kristen pudo ver a unos cuantos fuertes del grupo, tenían un buen equipamiento y podrían ser espadachines de alto nivel.

«Este trabajo está demasiado difícil, somos dos y ese grupo tiene alrededor de unos treinta, no deberíamos lanzarnos sin tener nada planeado…»

Ella dejó de pensar al escuchar el sonido de las espadas chocándose y miró a su alrededor y no encontró a Aine, Kristen se puso las manos en la cintura y suspiró viendo cómo Aine mataba a varios como una loca.

Kristen no tuvo de otra más que unirse y empezar a matar junto a Aine, la sangre de las víctimas salpicaban sus rostros y manchaban también las prendas que llevaban puesta. Kristen en un momento se sintió perdida, simplemente, podía observar como esos débiles caían frente a ella y eso le alegró, ella estaba logrando lo que quería, ser fuerte y superar a cualquier Russen. De repente la imagen de su padre apareció en su cabeza y Kristen arrugó las cejas molesta y atravesó repetidas veces a su oponente, no parecía cuerda.

El corazón de Kristen latió fuertemente debido al éxtasis, estaba comenzando a sentir placer arrebatando esas vidas, ver la sangre volando por el aire le producía un sentimiento indescriptible.

Frente a las Russen solamente quedaban unos pocos mercenarios, los demás habían caído frente a esas bestias, esos pocos que quedaron dieron pasos atrás queriendo retroceder pero, Kristen lanzó una daga y esta se clavó directamente en la cabeza de uno, luego ella se acercó a otro y lo atravesó con su espada.

Kristen iba a soltar un suspiro de alivio pero, Aine la atacó y ella tuvo que levantar su espada para defenderse.

—Oh, sigues con la guardia en alto. —Se alejó y volvió a embestir con su espada pero, Kristen no dejaba ni un punto ciego.

El sonido de las espadas chocando entre ellas, era música para ambas y ellas dos sentían el mismo sentimiento justo ahora, diversión… y ganas de matarse.

La espada de Aine lastimó la cara de Kristen, un corte muy cerca del ojo, Kristen apretó los dientes y atacó a su hermana con algo de enojo.

Al final ambas quedaron en un estado horrible, pero, aún así, tuvieron que seguir con el trabajo. Cortaron las cabezas de todos los mercenarios y los metieron en los sacos. La sangre se filtraba a través del saco.

Aveyron, Palacio real.

El príncipe Xen miró toda la información que había encontrado él solo, no tenía mucho. Y no entendía cómo era tan difícil encontrar a esa niña, buscó por todo Aveyron y nadie conocía a una niña de pelo blanco y ojos rojos.

Tal vez había buscado mal, seguro esa niña pertenecía a una familia noble. En ese momento su mente se iluminó.

—¿Cómo no lo pensé antes? —Sonrió recordando la apariencia de Kristian Russen. Durante tres años trató de encontrar a esa niña, tal vez sería más fácil si pusiera un anuncio por todas las calles o mandara a sus empleados a buscarla pero, por alguna razón él quiso buscarla el mismo.

La puerta fue tocada y el príncipe escondió todo rápidamente tirándolo bajo el escritorio. La puerta fue abierta y el príncipe Xen sonrió con algo de nerviosismo. Su madre observó ese extraño comportamiento y le preguntó.

—¿Qué hacías?

—Nada, su majestad. —El príncipe Xen respondió rápidamente. Ella lo miró analizándolo pero, simplemente lo dejó pasar y comenzó a informarle la razón de su visita.